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V
Arex se acercó a Muravo.
-Será mejor que seas bueno con esa lanza, amigo.
-Aprendí la lucha con lanza desde niño. Ninguna espada puede vencer a mi lanza.
-Eso está por ver. Bueno, estás contratado. Quédate por aquí, aún no sabemos cuando marcharemos.
-Bien, aprovecharé para ir a buscar mis cosas, nos vemos luego amigo.
-Hasta luego.
Arex se dirigió a la cantina, pidió una copa de aguardiente local y observó al personal. Negó con la cabeza.
-Son difíciles de encontrar -dijo para si.
El cantinero demostró tener buen oído, pues se acercó y preguntó:
-¿Qué es tan difícil de encontrar?
-Busco hombres que sepan manejar un arma. ¿Conoces alguno?
-Bueno, no se si sabrá manejarla, pero tengo un tipo ahí detrás que lleva una espada.
-¿Y que hace ahí?
-Está ordenando el almacén. Es un tipo simpático. Vino esta mañana y me dijo: “Ponme de comer, no tengo dinero pero trabajaré para ti.” Y ahí está.
-¿Te importa que pase? Me gustaría verle.
-Adelante.
Arex pasó al almacén y pudo ver a un joven aristano cargando cajas de un lado para otro. Se sentó en un taburete que encontró y se puso a observar al chico con una sonrisa.
-¿Qué pasa, nunca has visto a alguien trabajando?
-Oh, si, pero nunca con tanta alegría. Parece que te divierte.
-Me divierte más cargarme a cotillas como tú.
-Entonces tal vez te interese un trabajito para el que estoy reclutando gente.
-¿De qué se trata?
Arex le puso en antecedentes.
-No es una gran paga, la verdad.
-Lo se, pero es lo que hay. Tal vez te interese más seguir cargando cajas. Lo entenderé.
-Muy gracioso... De acuerdo, me apunto, pero primero debo acabar aquí, tengo que pagarme el papeo.
-Bien, estamos en la posada, no tengas prisa.
-Me llamo Jemal -dijo el muchacho tendiéndole la mano.
-Yo soy Arex -respondió correspondiendo al saludo.
Comentarios
VI
Al día siguiente Arex se levantó temprano, se vistió y antes de bajar al comedor depositó un beso en la mejilla de Asha que aún seguía dormida. Bajó las escaleras sonriente. Cuando llegó al comedor, vio a la mujer vanir del día anterior sentada ante una de las mesas. Esta, cuando vio a Arex le señalo la silla frente a si y él aceptó la invitación.
-He decidido acompañaros. Quiero ayudar a esa pobre gente.
-Me alegra tenerte en el grupo. Me llamo Arex.
-Mi nombre es Vania.
-Encantado de conocerte, Vania.
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Más tarde estaban reunidos los seis mercenarios y los dos granjeros.
-Partiremos mañana al alba -dijo Arex.
-Pero solo son seis y tú dijiste siete -respondió Bérdem.
-Dije seis o siete. Lo cierto es que no tenemos mucho tiempo y no creo que consigamos a un séptimo.
-Conozco a alguien que sería una buena adquisición, ahora está en la ciudad, pero será difícil convencerle -dijo Vania.
-¿Es bueno? -preguntó Hajib.
-El mejor. ¿Habéis oído hablar de Tiberius?
-¿Hablas de Tiberius, el herconiano?
-El mismo.
-¿Y quién no a oído hablar de él? Dudo que un tipo de su renombre quiera participar en un asunto de tan poca monta, pero podemos intentarlo. ¿Cuando podemos verle?
-Podemos ir ahora mismo si quieres.
-De acuerdo, vamos. Los demás quedaros aquí.
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Vania llevó a Arex hasta el centro de la ciudad, donde podían verse algunos edificios más lujosos. Pararon frente a uno de ellos.
-Será mejor que esperes aquí. No le gustan demasiado los desconocidos. Entraré yo para tantearlo.
-De acuerdo.
Vania entró y al cabo de unos minutos volvió a salir y le hizo señas al trill para que entrara.
-Le he hablado del trabajo, pero no de las condiciones, eso tendrás que negociarlo tú.
Entraron en una habitación decorada con mucho lujo. Tiberius estaba sentado en un sillón de cara a la entrada. Sobre su regazo descansaba un gato enorme que bufó al ver entrar al vanir.
-¿Tú eres Tiberius?
-Así me llaman.
-¿Cómo has acabado en este agujero?
-He venido a descansar. No hay un maldito país en el mundo que no haya puesto precio a mi cabeza. Y ahora dime... ¿Quién eres y para qué me buscas?
-Me llamo Arex y estoy reclutando mercenarios para defender a los habitantes de un pueblo de las montañas del ataque de unos bandidos. Pero la paga es pobre. Trescientas monedas a repartir mas tres comidas al día y refugio.
Tiberius sonrió al escuchar la oferta.
-Seguramente podría comprar cien veces esa aldea solo con lo que tengo aquí.
-Claro. Siento haberte hecho perder el tiempo -respondió Arex dando la vuelta.
-No... espera, sigue escuchando... -Tiberius empezó a acariciar al gato tras las orejas.
-Duermo con la espalda contra la pared, cuando puedo dormir... Como serpiente siete días a la semana... No hay una sola ciudad donde pueda dejarme ver o gastar mi fortuna... Así que tu oferta me parece enormemente atractiva, -se levantó y se puso frente al vanir.
-Comida y un buen refugio... ¿Cuándo nos vamos?