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Año 2045.
La Federación Amazónica surge en el año 2030 tras un golpe de estado en Brasil que tuvo como consecuencia, la separación de los estados noroccidentales de Amazonas, Acre y Roraima. Sorprendentemente, el país resiste a los intentos brasileños de recuperar a los estados rebeldes, se expande a costa de Colombia, Perú y Venezuela, incapaces de retener partes de sus territorios, anexados a un país que actualmente tiene más de 3 millones de kilómetros y amenaza a toda Sudamérica.
Alejandra y Zora llegan a un ciber café nada sospechoso, excepto por el sujeto sentado en una silla
recostada sobre una puerta.
Ellas llegan hasta el hombre y él, groseramente pregunta:
—¿Qué quieren?
—Ver al viejo zorro. —responde Alejandra con picardía.
El hombre adopta una risita maliciosa y abre la puerta. Entran a un callejón pobremente iluminado y Zora, sorprendida, pregunta:
—¿Qué es este lugar? ¿A dónde me llevas?
—Para conocer los secretos mejor guardados del mundo, debes sumergirte en las aguas más profundas. —replica Alejandra tras ajustarse los lentes.
El callejón termina en otra puerta, completamente negra, que da paso a otra sala de computación más grande. Zora observa que estas personas no revisan sus redes sociales o juegan en línea: infiltran cuentas bancarias, programan virus informáticos y roban información privilegiada, entre otras cosas. Para su sorpresa, ellas han ingresado en una bodega de hackers.
Al final de la sala, hay docenas de pantallas que muestran eventos que suceden en todo el mundo, y un hombre de pie, vestido con una gabardina y traje gris, las observa con detenimiento, y Alejandra le dice en tono acusador:
—¿Un café internet? ¿No se te pudo ocurrir un sitio mejor para esconderte? Viejo zorro.
El hombre se voltea, quedando cara a cara con las chicas, revelando que tiene alrededor de cincuenta años, es pelirrojo, ojos color café y de pelo desaliñado, rasgos similares a los de Alejandra, a quien comenta:
—¿Viejo zorro? Muy pocos se atreven a llamarme así y viven para contarlo.
—Mamá te llamaba así. Creí que te gustaba el apodo, papá.
—Bueno, contigo puedo hacer una excepción, hija mía.
Tanto el hombre como Alejandra se dan un abrazo fraternal, como si tuviesen muchos años sin verse. La reunión familiar toma por sorpresa a Zora, ya que en los nueve años que tiene de conocer a su amiga, nunca había visto a su padre.
Los dos suspenden su abrazo y tras disculparse con la iraní por ignorarla, es el hombre quien se presenta:
—Mucho gusto, soy Damián San Juan, ex analista de la inteligencia amazónica y sí, soy el padre de Alejandra. Ella me ha contado mucho de usted, señorita Melkonian, y no sabe lo agradecido que estoy por haber cuidado de ella en mi ausencia.
Aunque se siente agradecida por el halago, el solo hecho de haber «abandonado» a sus hijas, le repugna:
—¿Tiene idea de lo que me está diciendo? Usted es su padre, debió estar ahí para ella, no esconderse como un criminal. ¡¿Sabe que pasó con su hija Belinda?! No me extrañaría si no lo supiera.
Alejandra se indigna y se prepara para atacar verbalmente a Zora por su imprudencia, pero su padre hace una seña, convenciéndola de lo contrario. La iraní tiene razón, él debió cuidar de sus hijas, no una desconocida. Ella merece una explicación:
—En realidad si sé lo que le pasó a Belinda, pero, por más que quisiera, no pude estar con ellas.
—¡¿Por qué?!
—Si ellas hubieran estado conmigo, ahora estarían muertas, señorita Melkonian. El gobierno amazónico puso un precio a mi cabeza y la única manera en la que podía protegerlas, era evitar que las relacionaran conmigo. Cuando a mi esposa la mataron hace nueve años, supe que tenía que desligarme de ellas tanto como pudiera.
—Pudo haberlas llevado con usted. —replica Zora.
—¡Eran unas niñas! —exclama Damián, desconsolado— ¡Tuve que alterar sus datos personales, con tal de que esos cerdos no las relacionen conmigo! No soy guerrero, solo soy un padre de familia que pagó el precio por su idealismo.
Las palabras de Damián tocan el alma de Zora, quien comprende mejor sus razones para criar a sus hijas a distancia, aunque no las comparte. De cualquier forma, ella no pierde la oportunidad de preguntar por las actividades del padre de su amiga:
—¿Qué es lo que hacen aquí? Es una operación muy grande. ¿Quién financia todo esto?
—No hackeamos las computadoras de niñatos imprudentes que publican demasiada información en sus redes sociales: esto es una sala de guerra cibernética, y el gobierno de la Federación Amazónica es nuestro enemigo. Robamos información de personalidades del régimen o sus aliados por todo el mundo y la vendemos al mejor postor o, en el caso de Alejandra, la donamos. Yo no quise esta vida para ella, pero, como se habrá dado cuenta, la rebeldía es cuestión de familia.
La razón del éxito de Alejandra Anaya como periodista, había sido gracias a las gestiones de su padre, quien, incapaz de convencer a su hija de seguir sus pasos, decidió apoyarla en su proyecto de lucha contra la opresión en su país, manteniendo un contacto regular con ella y proporcionándole la información que ella luego publicaba en los medios y hacía temblar a los poderosos de su nación.
—Papá, ¿Cómo podemos saber quién esta detrás del origen de la Federación Amazónica?
Damián se puso pálido del espanto:
—¡Responder esa pregunta es cortejar con la muerte! Esta vez me niego a colaborar contigo. Somos lo único que queda de nuestra familia. No te embarques en esa locura, Alejandra.
Pese a la advertencia, ella está convencida de que su padre sabe algo:
—Tú te mueves en este mundo, papá. Debes saber algo. Sabes que no me voy a detener.
Viendo la determinación de su hija, Damián cede a regañadientes y suelta todo lo que sabe sobre el tema:
—Hace unos días, hablé con un amigo de Argentina. El cabrón penetró en el servidor del ministerio de defensa amazónico y me dijo que descubrió algo increíble: La Federación Amazónica fue un proyecto diseñado por un benefactor muy poderoso.
—¿Un benefactor?
—Cuando iba a decirme más, entraron a su casa y la comunicación se cortó. Él apareció en los diarios, clavado a una estaca en la Plaza España de Barcelona con un mensaje tallado en su vientre: por fisgón.
Zora se tapa la boca de la impresión, pero eso no intimida a Alejandra, quien pregunta:
—¿Sabes si él dejó pistas?
—Si quieren respuestas, deben ir a este lugar —Damián les muestra una dirección en la ciudad de Barcelona, España—. Mi amigo no se resistiría a dejar un secreto en el aire.
Alejandra y Zora sonríen. Aunque Damián no ayudará directamente, si les ha dado una pista que las acercará a su objetivo.
En agradecimiento, la hija le da un beso en la mejilla a su padre y antes de despedirse, la iraní dice:
—¿No va a detenerla?
—No tiene caso. Ya está grande y debe seguir su propio camino. Además, cuento contigo para cuidar su espalda. Y si necesitan ayuda, no duden en llamar.
Los tres se despiden amistosamente, sabiendo que, a pesar de la distancia, el vínculo de familia es más poderoso que el temor a la muerte.
Comentarios
Me sorprende que el dueño del ciber les hable de forma grosera. No le conviene si quiere clientes, pero además no debe ser habitual tener como clientes a mujeres como ellas, por lo que debería estar entre sorprendido y complacido.
No veo sentido a que Zora le diga al padre de Alejandra que por qué no se llevó a sus hijas con él, pues es evidente que sería una imprudencia en el mismo momento que dice “si las hubiera llevado conmigo, ahora estarían muertas”. Es que es un diálogo que se traduce en:
—Muy mal que se haya separado usted de tus hijas.
—Si no lo hubiera hecho, ahora estarían muertas.
—Debería habérselas llevado.
Supongo que expresado así ves el sinsentido, es como para que el viejo zorro le conteste “¿No te acabo de decir que las hubieran matado?”.
me gusta como te trabajas la geopolítica futurista, como ya te dije. Y por lo poco que se describe, el ambiente del ciber parece interesante. Un saludo.
Muchas gracias por el halago. Esta vez quiero meter una historia más encaminada al contexto geopolítico y la ciencia ficción, que en la fantasía como tal, aunque esta historia está en el mismo universo que otro proyecto que he publicado en este foro.
Se nota que es una novela, pero tiendes a contar los sucesos demasiado rápido (a mi me pasa lo contrario soy demasiado lento).
Cuando Viejo zorro se encuentra con su hija y le dice que nadie le ha llamado así y ha sobrevivido, ella le dice que mamá le llamaba así. Creo que con ese apunte el lector ya tiene suficiente información. Yo no añadiría nada más.
Y poco más. Veo que la historia se va desgranando (no olvides mi consejo) con estilo y reitero en el tema de pulir los textos antes de postearlos ya que la diferencia es abismal.
Me ha gustado mucho y estoy deseando saber más de Zora, Alejandra, Viejo zorro y Damián.
Sigue así, un saludo afectuoso
De hecho, adaptarme a tener que escribir un capítulo nuevo con un límite de 1500 palabras es un gran reto, pero que asumo con gusto.
Ten en cuenta una cosa: «viejo zorro» es el apodo de Damián San Juan (por si no quedó claro).
Nota mental: añadir a mis "virtudes" alta capacidad para la comprensión de textos
Como otro ejemplo:
Alejandra y Zora llegan a un ciber café nada sospechoso, excepto por el sujeto sentado en una silla recostada sobre una puerta.
No me digas que el café es nada sospechoso. Muéstrame que está vacío, que solo hay un dependiente, el polvo que se arremolina en los ordenadores sin usar... Esas cosas (son un mero ejemplo, a lo mejor está abarrotado de gente, eso no importa) son las que me hacen entrar en la novela.
Me reitero mucho en lo de mostrar y no contar pero..., aprenderlo es básico.
En fin, espero que sigas trabajando en ella, un saludo!
No me queda 100% claro lo de "mostrar y no contar". ¿Te refieres a que debería mostrar más del entorno y no tanto en los diálogos?
"Tanto el hombre como Alejandra se dan un abrazo fraternal" -> No me digas que es un abrazo fraternal. muéstrame directamente como su padre le acaricia el pelo o le da un beso en la frente. Gestos que haría un padre después de no ver a su hija en mucho tiempo. Si me dices siempre exactamente lo que está pasando, no me das pie a que yo interprete las acciones de tus personajes, por lo tanto me cuesta más interiorizarlos y empatizar con ellos. tienes que marcarme el camino pero lo tengo que recorrer yo sola como lectora, no sé si me explico.
Otro ejemplo podría ser este:
"el solo hecho de haber «abandonado» a sus hijas, le repugna:" Otra vez me estás diciendo cómo se siente Zora. No me lo digas, y menos cuando lo has mostrado en el diálogo siguiente con la indignación de Zora. Si temes que el lector no capte la indignación de Zora, puedes añadir algún gesto a la acotación, pero sin decirme directamente cómo se siente, deja que lo deduzca yo.
Espero haberme explicado y sobre todo que te sirva de ayuda. Un saludo!
En fin, práctica y más práctica, hasta conseguir transmitir y no describir.
Ojo, que es una reflexión propia que hago de manera generalista. ¡No está centrada en tu texto ni mucho menos, Gary!.
@Phedrera, esa aclaración me servirá mucho para próximas entregas.
A todos los demás, gracias por tomarse su tiempo, echarle una leída y expresar sus opiniones. Todo lo que sirva para crecer y mejorar nuestro nivel, ayuda.
"El hombre se voltea, quedando cara a cara con las chicas, revelando que tiene alrededor de cincuenta años, es pelirrojo, ojos color café y de pelo desaliñado, rasgos similares a los de Alejandra...". Con un único dato, es suficiente. Por ejemplo, la edad. El resto, dosifícalo, salpícalo durante el texto.
Signos de interrogación con signos de exclamación. Se repiten demasiado y no son muy aceptables. Puedes hacer la pregunta y, en el inciso, decir "exclamó" o "gritó".
Con respecto a los signos de exclamación e interrogación, es cuestión de economía: (Menos palabras + argumentación), aunque te seré franco: los he usado así toda la vida y nunca me imaginé que no se veían bien.