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Pasajero (de Martin J. Ville)

Os dejo otro de mis relatos de terror ya que acabo de subirlo también al blog. En esta ocasión lo escribo directamente y no lo enlazo para facilitarle la tarea a quien quiera tomarse la molestia de leerlo...


Pasajero


Resonaba en el interior del coche la radio, donde la voz de una mujer criticaba airadamente la tardanza en las intervenciones quirúrgicas por parte del sistema sanitario, Acababa de pasar la medianoche y salía del centro de la ciudad en dirección a la periferia. Los dos clientes que llevaba en los asientos traseros eran un par de jóvenes de no más de veinte años como mucho, visiblemente nerviosos, y la poca conversación que intentaban mantener con Paul estaba salpicada de constantes balbuceos, lo que no hacía más que evidenciar lo incómodo de la situación para ellos.

Estaban ya casi llegando al destino mientras la locutora intentaba, educadamente aunque sin ningún éxito, despedir a la señora para dar paso a una nueva llamada. No era de lejos la mejor zona de la urbe, y eran ya bastantes años de profesión como para conocer la fórmula a aplicar a aquellos dos que susurraban atrás: ¿un par de chavales intranquilos viajando en taxi a una zona deprimida de la ciudad a aquellas horas? Compra de drogas, diría él.

Después de anunciarles que habían llegado y cobrar la carrera, se apresuró a salir de allí de vuelta a barrios más tranquilos para proseguir su jornada de trabajo. No es que fuera especialmente asustadizo, pero tampoco un loco inconsciente como para pasar más tiempo de lo estrictamente necesario allí. El arma que llevaba desde hace un año debajo de su asiento, tras sufrir unos cuantos incidentes, hacía que se sintiera más tranquilo, y es que nunca sabía uno del todo quién subía en su coche, especialmente a aquellas horas.

Cambió de emisora y un agradable jazz hizo momentáneamente la noche algo más soportable. Tamborileaba con sus dedos sobre el volante mientras giraba para incorporarse a una pequeña calle que le haría ahorrarse un par de semáforos, cuando divisó una silueta con el brazo derecho en alto una decena de metros más adelante. Detuvo el vehículo a la altura de aquel hombre, recibiéndolo con un formal saludo y preguntándolo el lugar al que se dirigía.

Como si de un acto reflejo se tratase puso el taxímetro en funcionamiento y trazó mentalmente el itinerario. Calculó unos diez minutos escasos de carrera mientras observaba por el espejo retrovisor cómo su pasajero se despojaba del sombrero y lo dejaba sobre el asiento. No había tenido la oportunidad de observarlo bien ya que la iluminación en la callejuela donde lo había recogido era casi inexistente, pero por su forma de vestir y por el hecho de llevar una especie de bastón supuso que se trataba de un hombre de avanzada edad.

Aparte de indicarle el sitio al que debía llevarlo no salía de su boca palabra alguna que no fueran monosílabos a las típicas preguntas de cortesía que solía hacer para amenizar el viaje. Había aprendido largo tiempo atrás que algunas personas disfrutaban tanto del silencio como otras lo hacían de la charla, e intentaba no ser molesto dando conversación a quien parecía no estar muy interesado en tenerla.

Algo que sí le llamaba poderosamente la atención era la altura de aquel sujeto cuya cabeza quedaba a escasos centímetros del techo del vehículo. Aunque estaba enormemente acostumbrado a toda clase de clientes, sin saber el motivo exacto, sintió una extraña inquietud mientras compartía trayecto con aquella persona, había algo en él que lo incomodaba, pero saber indicar exactamente por qué.

Se encontraban cerca del destino cuando el hombre se dirigió a Paul con voz lenta y profunda: "Tengo que llegar rápido...". Se incorporó ligeramente del asiento al hablarle, y él no pudo evitar que un pellizco de temor casi le hiciera tartamudear al responder: "Eh..., sí, sí, en un par de minutos llegaremos".

El habitáculo del coche traqueteaba mientras recorrían aquel maltratado empedrado y el taxista no veía el momento en que aquel hombre saliera de su coche y poder dirigirse al centro de nuevo a tomar un café y reírse de una situación que, en ese instante, le parecía tan desconcertante como si se tratara de una de esas fatigantes pesadillas en la que por mucho que uno corra intentando escapar de algo no avanza nada. El par de minutos se le antojaron horas y tenía la sensación de que jamás llegarían al maldito lugar que le había indicado aquel siniestro hombre. Pero finalmente lo encontró al doblar una esquina hacia la izquierda enfilando después la calle que sería el final de tan absurdo suplicio.

Repentinamente tuvo que pisar con fuerza el pedal de freno al ver un cuerpo tumbado en mitad del asfalto. El coche se detuvo bruscamente a tan solo unos metros del lugar y después de que los neumáticos hubieran chirriado dejando atrás un fuerte olor a goma quemada. El cuerpo de Paul se desplazó violentamente hacia delante siendo detenido con firmeza por el cinturón de seguridad.

Tras unos breves segundo se volvió hacia la parte trasera para preocuparse por el estado de su pasajero, y su incredulidad fue máxima al comprobar que el asiento se encontraba desocupado, tan solo había una billetera y el sombrero. Dándole vueltas a alguna teoría que explicara lo ocurrido cogió la cartera y se apeó del coche a toda prisa para interesarse por el cuerpo que yacía frente al vehículo.

Una primera mirada ya le bastó para comprender que aquella persona había sido víctima de un atropello. Un hombre anciano se hallaba boca arriba en una postura imposible y macabra, con su cabeza reposando en un charco de sangre. Llamó a la policía describiendo de manera casi telegráfica la tan desagradable escena y accediendo a permanecer a la escucha hasta que un par de agentes se personaran en el lugar.

Mientras esperaba nuevas instrucciones caminó con cautela hacia el cuerpo notando algo extrañamente familiar. Una corazonada hizo que abriera la cartera olvidada cuando al otro lado de la línea telefónica una voz le indicaba que el coche patrulla estaba llegando ya, pero Paul no acertó a contestar al comprobar que el rostro del cadáver era el mismo que le miraba desde la foto de carnet dentro de la billetera que sostenía en su mano.


Extraido del libro T3rror3s de Martin J. Ville
http://martinjville.com

Comentarios

  • Que impresión, da mucho repeluz leer lo que sucedió con este pasajero tan particular, es de esos cuentos que te pone los pelos de punta saber que estabas llevando al accidentado al lugar donde estaba su cuerpo B)

  • Perdóname el gusto de saber que he logrado erizar tu cabello con mi relato... ¡Gracias por tu comentario Amparo!
  • ¡Que bueno! Me ha gustado, no me lo esperaba, me gusta mucho que se salga del típico terror de monstruos y sustos. Genial sobre todo a posteriori la frase "tengo que llegar rápido " jejeje

    Por cierto, que volvemos a coincidir. Soy Aiacos, del foro elotrolado, comenté también el alguno de tus relatos.

    Saludos
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