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En un bosque situado lejos de la civilización humana, habitaba una colonia de hormigas que vivían bajo una aparente armonía, protegidas y disciplinadas mediante unas estrictas leyes jerárquicas. Dentro del sistema establecido, residía el protagonista de esta peculiar historia, ocupando el escalafón más bajo de toda la colonia.
Dentro de aquel hormiguero, un grupo de hormigas obreras trabajaban muy duro durante todo el año, cavando túneles sin ningún tipo de descanso. Día tras día, todas juntas cantaban una canción mientras el primer grupo de obreras usaba el pico y el segundo grupo amontonaba la arena.
- ¡Continuad!, ¡Más rápido! – gritaba siempre el capataz.
Un día inesperado, una de ellas soltó el pico y cayó al suelo. Se retorció a causa de un extraño dolor que le apareció en el vientre. El grupo interrumpió sus labores cotidianas y la observaron. El capataz comenzó a gritar y dar órdenes. Las hormigas atemorizadas por la dureza del capataz continuaron trabajando como si nada hubiese ocurrido. En un tiempo fugaz avisaron a la asistencia médica y estos recogieron del suelo al enfermo para trasladarlo a hormigo urgencias. Era Max, una hormiga obrera que se había pasado toda la vida trabajando en aquellos túneles, pero aquel día sufrió un terrible dolor que le impidió continuar. Poco más tarde llegó a la enfermería y le hicieron unas pruebas. Tras realizar los análisis correspondientes, la hormiga doctora le diagnosticó una extraña enfermedad. Los duros y largos años que había pasado cavando en los túneles le habían hecho perder fuerza, y su deterioro era tal, que aquel día ya no pudo resistir.
La doctora le insinuó a Max que ya estaba demasiado frágil para trabajar. Le hizo comprender que la labor que había desempeñado durante toda su vida cavando en los túneles había acabado para siempre. Max sintió preocupación al oír lo que la doctora le había confesado y durante su estancia en el hospital se mantuvo angustiado ante lo que estaba a punto de depararle aquel drástico y repentino cambio en su vida. Después de recuperarse del dolor y recibir el alta médica, la doctora le dio un sobre con una carta. Le pidió que no lo abriera y se lo llevara de inmediato al oficial de mayor rango. Max, lleno de curiosidad, salió con aquel sobre en la mano y se dirigió a la cámara real.