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NO CONFÍES EN EXTRAÑOS

Corre el año 2048 y esta es la historia de Abimael Uribe, un joven de pelo rojo como el fuego y un futuro brillante, que estaba en un auto, conducido por Zarina Arshavina, una chica con pinta de adolescente, baja estatura y cabellos plateados que conoció esa noche. Eran las tres y treinta y tres de la mañana y ambas venían de una asombrosa fiesta, en la que los presentes bebieron alcohol hasta reventar y, en la que estuvo la crema y nata de la clase política y empresarial de Colombia.

—Jajaja, ¡eso fue realmente genial! ¡Los Moriarty nunca decepcionan con sus fiestas! ¡¿No lo crees, Zarina?! —Expresó Abimael, intoxicado de alegría, producto de haber tomado y bailado toda la noche.

—Por supuesto, amigo mío, fue una noche para nunca olvidar. —Dijo Zarina, mostrando una felicidad mucho más sutil, ya que a diferencia de su amigo, no tomó ni una sola gota de alcohol, razón por la cual, se ofreció a conducir su auto.

Aunque los dos acababan de conocerse esa noche e hicieron química con rapidez, Abimael y Zarina eran tan distintos como el día y la noche. Mientras el primero es un senador muy carismático, cuya sola presencia lo hace el centro inmediato de atención de ricos y pobres por igual y se estima que para el 2050, sería el próximo presidente del país; Zarina es una agregada diplomática de la embajada de Rusia, quien llegó a la fiesta por cosas del destino, representando a su embajador, excusado por un repentino malestar estomacal.

—Así que, ¿a dónde vamos ahora? —Preguntó Abimael. A pesar de haber estado en la fiesta desde las diez de la noche, él aún tiene energía para festejar un poco más.

—¿Qué tal si vamos a tu apartamento y…seguimos la fiesta allí? Solos, tú y yo.

Complacido por la propuesta indecente de su amiga, Abimael replica —Me parece inclusive tu propuesta, Zarina. Nunca he tenido el placer de disfrutar de la comida rusa.

En el auto, los dos se dieron un corto pero apasionado beso.

Ya en el edificio, los dos subieron al ascensor y dejaron que la pasión los consumiera, hasta llegar al apartamento. Abimael abre la puerta y se veía su impaciencia por saciar sus deseos carnales y los de su compañera.

Pero lo que vieron allí dentro, apagó para siempre los fuegos de su pasión.

—¿Qué demonios? —dijo él en baja voz.

En su apartamento, encontró a un ladrón robando todas las cosas de valor que había allí dentro: dinero, joyas, aparatos electrónicos y otras baratijas, que pensó que podrían serle útiles, las cuales metía en una gran bolsa.

Enfurecido, Abimael sacó de la nada un bate hecho de un metal desconocido, más liviano que el aluminio y más duro que el titanio. Con él, se abalanzó hacia el ladrón, quien estaba demasiado absorto en su labor como para notarlo.

Cuando finalmente notó al embravecido senador, ya era demasiado tarde: Abimael lo golpeó con furia desmedida en el cuello, noqueándolo. Con cada golpe, los ojos del dueño del apartamento cambiaban de apariencia, con el blanco de sus ojos tornándose negro como el cielo nocturno y sus irises verdes en un extraño color carmesí. Él golpeó al invasor una y otra y otra vez con la mortal combinación de fuerza sobrehumana y furia desmedida. Los huesos, músculos y órganos de la víctima, fueron destrozados por la viva expresión del poder de la fuerza bruta. Donde alguna vez hubo un ladrón, ahora solo había una pulpa amorfa y sangrienta de carne y vísceras.

La frustración de la ruina de su noche de pasión, se desvaneció después de ver lo que quedó del ladrón. El sujeto estaba invadiendo su apartamento, estaba haciendo algo ilegal, era un criminal, y además, ni siquiera debía estar ahí. Él estaba después de todo, defendiendo su hogar de un hombre potencialmente peligroso. Sus acciones fueron… justificadas.

Zarina, muy indignada por la reacción violenta de Abimael, comenta —¡¿Por qué hiciste eso?!

—Pudo habernos matado a todos. Además, tengo unos amigos en la policía, que evitarán que todo salga a la prensa. ¡Tengo amigos en tantos lugares, que yo podría matar al mismísimo presidente y nunca me acusarían de nada! ¡Soy senador y soy intocable! —expresa Abimael, regodeándose de su poder y dejando salir su inconmensurable ego.

Zarina simplemente extendió disimuladamente su brazo derecho hacia Abimael, susurrando siniestramente, solo respondió —Ya veo.

El brazo de ella se transformó rápidamente en un cañón. Él notó la transformación y se alarmó, pero fue incapaz de reaccionar al violento y silencioso disparo que destrozó la parte inferior de su cuerpo. Como las paredes del apartamento tienen un revestimiento a prueba de sonidos, nadie escuchó su bestial grito de dolor.

En sus momentos de agonía, Abimael dirigió una mirada de sorpresa y terror hacia Zarina y le pregunta —¿¡Qué…ra…yos…

Con una expresión facial que irradiaba sadismo puro, Zarina se acerca lentamente hacia él, se pone de cuclillas, tapa su boca y responde —Para que entiendas: es cierto, no soy humana y sí, soy un robot. Me especializo en matar a sujetos con muchos amigos que se creen intocables, como tú. Resulta que el presidente de éste país sabe qué eras una amenaza y, me pidió que te…hiciera picadillo. Por lo que… conseguí una identificación diplomática y me infiltré en la fiesta de los Hermanos Moriarty. Sabía de tus gustos, así que solo tuve que poner mis ojos en ti y, tal y como lo predije, caíste directo en mi trampa.

—¡Mal…di…ta!

Zarina se pone de pie y apunta a la cabeza de Abimael, para recitarle sus últimas palabras: —Sí, es verdad. Soy una maldita. Pero por eso, amo mi trabajo. —Acto seguido, dispara y toda la materia gris del senador se desparrama en el apartamento. No obstante, una fuerza mística impide que ella sea salpicada.

Ya fuera del apartamento, Zarina toma un taxi, saca un teléfono satelital y marca a un número, para dejar un escueto, pero muy significativo mensaje: —Señor presidente, misión cumplida.

Comentarios

  • Muy Muy bien, escribes de maravilla. Todo, la historia, la redacción, alguna falta de ortografía pero es anecdótica. Realmente no tengo ningún pero en tu historia. Enhorabuena.
  • Sinuhe dijo:
    Muy Muy bien, escribes de maravilla. Todo, la historia, la redacción, alguna falta de ortografía pero es anecdótica. Realmente no tengo ningún pero en tu historia. Enhorabuena.
    Hombre colega, muchas gracias. Que bueno que te haya gustado.
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