Andrés es muy elocuente. Son elocuentes sus grandes ojos redondos, su barba grande y ampulosa y su calva de señor mayor sin serlo. Da tanta elocuencia a lo que dice y lo acompaña de una palabrería tan expresiva que parece que todo lo que hace o emprende es de una importancia colosal. Pero luego, todo su ser se relaja y lo que había dicho y el ímpetu con que lo había dicho cae en la inutilidad y lo inservible.