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Mi nuevo amigo Vladimir

RomitRomit Anónimo s.XI
editado enero 2016 en Narrativa
Había llegado de noche y recordaba que en el poco tiempo que salí del vehículo de la policía hasta la primera puerta de la cárcel me moje considerablemente por el poco recorrido que anduve. Soy cómplice de asesinato pero no me gustaba haber entrado en prisión en un día tan triste, gris y frío.
Estaba dentro de mi celda y hacía poco rato que el carcelero me dio una manta, un rollo de papel de váter y un vaso de plástico. A las paredes que observaba en mi pequeño nuevo trozo de libertad, se añadía una nueva compañera llamada humedad.
La cama en la que tendría de descansar durante los años de condena hasta mi libertad, estaba impregnada de un olor repugnante a sudor húmedo. Dentro del habitáculo no encontré ninguna compañía diminuta de algún insecto en particular y mi condena era de cinco años en éste estamento regulado por el estado de Rumanía.
No entiendo muy bien el idioma, pero se podría decir en realidad que no entiendo nada. Mi país de origen es Gran Bretaña y soy originario de la ciudad de Manchester. Y aún no me explico cómo había podido mezclarme con esa gentuza.
Cuando entré por la puerta de la prisión, deduje que sería un lugar ido de la mano de Dios. Me quitaron el reloj, la cartera, los condones y mi libreta de memorias poniéndolo en una bolsa de plástico, que uno de los carceleros guardó en un almacén que se observaba a mi derecha. Con poca luminosidad me hicieron entrar en unos lavabos con un frio de bisturí, que reflejaban las paredes de azulejos blancos. Donde había una mesa con dos policías que me hicieron entender que me desnudara para tener una desagradable ducha fría.
Más tarde, después de darme ropa característica de la penitenciaría, me vestí y me dieron unos zapatos de segunda o tercera mano. Saliendo del lavabo me condujeron en otra habitación donde su reglamento les obligaba a pesarme y medir mi altura.
Observando a los guardias entendí que se estaban burlando de mí. Uno de ellos me esposó y me llevó hasta una puerta de rejas que fue abierta a distancia. El guardia me doblegó la espalda mirando en el suelo mientras caminábamos por dentro de la prisión con un recorrido que solo recordaba el suelo que avanzábamos. Intuí cinco pasillos y seis puertas contando mi celda. Cerró el habitáculo, abrió una ventanilla y desde allí me quitó las esposas dándome las pocas posesiones.
Sentado en la cama recordé a esos conocidos capullos que en una sola noche, y por su culpa me mezclaron con el asesinato de un policía. Yo desaparecí del lugar como muchos, pero en media hora la policía me acorraló y me detuvieron. Pensando en lo sucedido observé unas palabras gravadas en la pared:

Vladimir a fost aici.

Quería decir que había estado en la misma celda que yo – Vladimir ha estado aquí… - dije en voz alta en la celda solitariamente.
En ese instante se apagaron las luces y entendí que era la hora de dormir. No sabía quién me encontraría mañana dentro de prisión, no me hacía mucha gracia conocer a otros presos. Pero esperaba noticias de mi abogado que según me dijo hablaría con el consulado de Gran Bretaña para que me trasladasen en mi país. Espero no encontrarme en una situación comprometida, donde pueda perder la vida.

-Buenas noches Vladimir.
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