Hasta agotar existencias
Ojalá que te enamores perdidamente de ella, y te sobrevengan delirios atortolados propios de un loco.
Que te parezca la más hermosa, incluso que lo sea; que abuses de venerar su boca como si fuera un templo mágico, y la desees a todas horas con una intensidad ilógica.
Que te fascine su habilidad para mover las caderas; que por conservar su aliento aprendas a respirar al contrario; que te postres a sus pies para con avaricia lamerlos, y que tus ojos volteen hasta quedar alucinando en blanco, el color de lo máximo.
Que recibas la noticia de que vas a tener un hijo, y que un exceso de dicha redondee en otra boda, con nuevas fotografías de recuerdo.
Que en la cocina permanezca invicta; que se levante en plena noche a prepararte nuevos platos, y que nadie como ella sepa hacerte el café.
Que te acoja cada día con la más dulce sonrisa, dedicada a tu presencia, y te colme así de esperanzas que den sentido a tu vida.
Ojalá que te enamores perdidamente de la mujer con la que me traicionaste.
Y que cuando estés entregado de manera irreversible; cuando su voluntad sea la tuya y sus errores, tus complejos; cuando ya no seas capaz de ver el mundo si no es a través de sus avasalladores ojos, entonces, ojalá que te engañe hasta con tu padre.
Que tengas que perdonarla mil veces porque no puedas imaginar la vida sin ella, y que te amargues otras tantas, hasta causarte una alopecia de color blanco.
Que después de un molesto embarazo dé a luz un hijo idéntico a tu mejor amigo, que sus pechos queden brevas y se retuerza su ombligo, que en su piel se forjen estrías que se confundan con un barranco, y que un incremento de peso la conviertan en un amasijo de carne defectuosa.
Que invente pobres excusas para no amarse contigo; que deje de recibirte con gracia culpando de ello a tus faltas, y que la creas; que sus guisos te provoquen flatos incontrolados, su café migrañas y sus pies, arcadas, y que aún así no consigas dejar de creer en ella, aunque solo sea eternamente.
Que te engulla tu trabajo para poder satisfacer sus caprichos, que tu familia te abandone porque ya no eres el mismo; que tus amigos te pongan de mote el nombre de algún astado, y se rían de tantas burlas apuñaladas sobre tu espalda, que de continuo escuches zumbidos.
Ojalá que no puedas dejar de amarla hasta que la muerte nos separe.
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