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Poemas sensitivos

SilenusSilenus Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
editado julio 2015 en Poesía General
Intención
Si la realidad es su percepción
dear Immanuel,
entonces le cantaré
con voz ronca
a las sensaciones me que llegan
desde esa fantasmagoría insondable
llamada mundo.
Mi cuerpo es un campo de batalla
mi escritura es un atento
cronista de guerra.
Pasemos a los hechos.

Comentarios

  • SilenusSilenus Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2015
    Cuándo
    ¿Cuándo empezó el otoño para él?
    ¿Hace un mes y medio, según calendario gregoriano?
    ¿O hace un rato, con ese cambio mínimo de la piel?
    Luego de la lluvia, que duró un día y medio
    (desde hacía meses que no llovía con ganas)
    él salió al patio a pispear las nubes en desbandada
    y sintió en los brazos desnudos por la remera veraniega
    una pátina de agujitas que le laceraban la epidermis,
    quiero decir, que tuvo frío. Y por primera vez en el año.
    Entró en su habitación, abrió la puerta del roperito,
    y luego de sacar un suéter liviano, de entrecasa, se lo puso.
    Con ese gesto nimio fue cuando, con precisión suiza,
    pudo decir que dio por inaugurado
    un nuevo otoño en su vida.
  • SilenusSilenus Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2015
    Pudorosos ardores
    Se sentó en el escaloncito
    que sobresalía de la vidriera del comercio,
    (la cortina baja le quitaba aún más espacio
    a la saliente no pensada para posadera)
    mientras esperaba que su compañera de estudios
    terminara de dar su examen.
    Habrá sido una media hora de estar
    sentado en esa postura incómoda
    (las rodillas elevadas, las nalgas casi contra el piso).
    Cuando ella salió del instituto, él
    se paró, no sin esfuerzo debido a lo
    cerca que estaba del suelo,
    y sintió un ardor en la entrepierna.
    La sensación no era nueva, aunque sí
    inoportuna: la piel del prepucio se le había
    corrido hacia atrás y ahora la carne hipersensible
    del glande, al quedar liberada, rozaba la tela
    de su calzoncillo, produciéndole un dolor
    que ante su compañera, él debía fingir
    pues cómo explicar una cosa tan íntima de varones.
    El ardor que llegaba desde allá abajo
    le llevó aplacarlo tres cuadras de caminata,
    porque ese tiempo se demoró, por decirlo así,
    el capuchón en volver a proteger la punta del bolígrafo.
    Luego sí, al fin pudo concentrarse en el
    relato triunfal de la chica.
  • SilenusSilenus Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2015
    Veraniegos ardores
    Mar de Ajó, para su memoria emotiva
    es sinónimo de candentes ardores.
    Muchos y por todas partes, como una invasión
    dirigida por un estratega torpe.
    En la cabeza, cuando arrugaba la frente
    había un punzar de corona de espinas
    pues no se dio cuenta
    de que llevar el pelo cortado casi al ras
    lo dejaba a merced del fariseo sol.
    En varias islas de su espalda, pues
    iba solo a la playa y donde no llegaba
    él mismo a untarse la crema bloqueadora,
    allí quedaba un traicionero hueco
    cual piel de Siegfried y la negada sangre de Fafner.
    (Pedirle que le pasaran el ungüento, algo tan íntimo,
    a un extraño varón, sonaría
    a peligrosa pulsión maricona,
    pedírselo a una mujer, a atrevimiento.)
    En la entrepierna, pues el no secarse pronto
    el agua salada de los muslos regordetes
    le produjo la típica paspadura que se
    hacía recordar con cada paso dado.
    En fin, que muchos ardores
    para alguien tan desapasionado.
  • eledendoeledendo Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado julio 2015
    ... y sí, realmente todo requiere intentio, Silenus; hay afirmaciones honda y ciertas en tus versos, lo que hace presumir que vendrán lindos poemas; ¿ no es así...? Saludos. Orión
  • SilenusSilenus Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2015
    No sé si lindos, algunos más vendrán. Thanks and I'll see you tonite in the sky of the hunters.
  • SilenusSilenus Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2015
    Heliotrópicos ardores
    No se puede mirar fijo al sol.
    No. O seré yo, quiero decir
    mis ojos glaucómicos
    quizá sean los que no pueden
    enfrentar, bien alto sobre el cenit
    a esa bola incandescente
    que, dicen, da y quita vida.
    Un ardor lacera
    las becquerianas pupilas
    y hay que desviar la vista
    con el gesto que denota
    tal vez la vergüenza por
    no poder, no, sostenerle
    la mirada ni un segundo,
    sin parpadear y sentir
    que algo quema
    dentro de uno
    como esa estrella monstruosa
    que de tan próxima
    da curiosidad.
  • SilenusSilenus Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2015
    Sutiles mortandades
    Se durmió boca abajo
    con un brazo bajo su propio cuerpo
    y en la madrugada se despierta
    por el aturdimiento de la carne.
    A la mañana siguiente recuerda que lo sintió
    como muerto y que antes de volver a dormirse
    pensó que era una señal siniestra
    la que le mandaba su brazo diestro.
    No sentirlo, por un segundo,
    aterido por su propio peso,
    verlo así, colgante, desfallecido
    en la confusión de la duermevela
    él lo vivió como un negro presagio.
  • eledendoeledendo Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado julio 2015
    Silenus escribió : »
    Sutiles mortandades
    Se durmió boca abajo
    con un brazo bajo su propio cuerpo
    y en la madrugada se despierta
    por el aturdimiento de la carne.
    A la mañana siguiente recuerda que lo sintió
    como muerto y que antes de volver a dormirse
    pensó que era una señal siniestra
    la que le mandaba su brazo diestro.
    No sentirlo, por un segundo,
    aterido por su propio peso,
    verlo así, colgante, desfallecido
    en la confusión de la duermevela
    él lo vivió como un negro presagio.







    ... ah, no, no, no: lo que ocurre es que, cuando se aprieta un miembro, por ejemplo un brazo, se corta la circulación tanto de la sangre como del fluido de los nervios, motivo por el que el doble etérico - el éter químico en concreto - sale de su posición, incluso cuelga del resto del brazo el trozo afectado y, en el mundo del astro, durante el sueño, el durmiente muy bien puede ver cómo el trozo de brazo le cuelga pero sin saber interpretar qué está ocurriendo; en este caso, lo ha interpretado - parece ser - como un mal presagio, si bien me atrevo a decirle con seguridad que deseche tal cosa porque lo ocurrido es absolutamente normal en todas las personas cuando se oprime un miembro; cuando estamos despiertos, a vecers sin darnos cuenta, por iuna mala postura también ocurre y decimos que "se nos ha dormido" y luego sentimos como un hormigueo hasta que el éter químico vuelve a resituarse debidamente y los nervios a funcionar. Luego nada de sueño sensitivo, eh...? de eso nada de nada; normal del todo; Saludos.
  • SilenusSilenus Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2015
    Un olor
    El de la ropa de un tío,
    que siempre hedía a naftalina.
    Es increíble cómo un hábito
    se adhiere a la memoria sensorial:
    él no puede recordarlo sin oler
    a ese ahuyentador natural de polillas
    como si fuera el aroma que despedía su piel.
    También se lo imagina con
    su sempiterno saco marrón de gabardina
    que usaba verano e invierno.
    Pero la fragancia a naftalina... era su tío.
  • SilenusSilenus Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado julio 2015
    Cuestión de tacto
    Mi madre, como toda madre
    calculaba la temperatura de la bañera
    antes de sumergir a mi hermanito,
    y como todo gesto maternal
    lo hacía metiendo su codo
    en esa pila cargada
    con el agua profana de la red.
    ¿Y por qué no con las yemas
    o el reverso de la mano?
    ¿Qué tiene de sensible
    un codo para ser centinela
    y garante de la sensatez materna?
    ¿Cómo confiar en esa punta
    huesuda, útil sólo para el codazo
    artero que pega un defensor
    cuando el árbitro no lo ve?
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