Se discierne en ella una frontera.
El límite es el agua, agua que trasciende la distancia que la cerca, agua que revoca la distancia hasta su origen; metalurgia de la proporción; invariante el peso, la medida, la fisonomía de su gesto apaciguado. Lo que nace queda amurallado, indeleblemente presa del curso de secuencias transparentes, gestado en la pared del légamo, en el caudal inerte del volumen.
La mirada traza el sesgo, aquilata la distancia hasta la inviolabilidad del agua, ojo cerrado inmerso en su diámetro; animal tendido en el perpetuo nacimiento.
La matriz es agua, la inmovilidad violenta.
Un peso que atenúa, discurre en el silencio. Acopio de la carne y su relieve, ánfora de la luz que concurre en el círculo aquietado; acogimiento del oro que se vierte en la pared lacustre, forzando a la lejanía a perpetrarse, deslindando lo que toca de la continuidad de su proceso.
La quietud que se traspasa, y desnuda un espejo inhabitado. El color de lágrimas es agua, el espasmo anonadado del reflejo; la condición de ascua de una estrella en la profundidad del vientre.
El agua es tiempo, pérdida. Lasitud de un ciego, tanteador de lo que amaga, amagador de formas imprecisas; escultor sólo de muerte en el espacio.
Comentarios
Impresiona la belleza del poema...
Bucear en sus versos y empaparse en sus aguas... y nadar en poesía... :-)
Gracias, Sarasvati, por la lectura.
Tuve que sacar el texto aparte para poder leerlo, parecía una pelea de hormigas huyendo del invierno.
Me ha gustado tu ejercicio estimada Sarasvati.
No te enojes si le digo ejercicio, lo he sentido así. El agua es el solvente universal, somos agua y como decía Constantine en la película que lleva su nombre: “el agua nos transporta de un plano a otro". Tu me has llevado de una matriz a una lagrima.
Abrazos