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Carlota

LegendarioLegendario Fernando de Rojas s.XV
editado mayo 2015 en Narrativa
Cuando mi hija Jimena tenía siete años (hoy tiene 28), una tía le regaló una planta insectívora. Si bien era de origen africano, estaba envasada en los Estados Unidos de América, siguiendo toda la normatividad relativa a las plantas y a los niños, con un empaque bien diseñado e instrucciones “clarísimas” para el bienestar del exótico vegetal.

Mi hija, ilusionada con tener tan raro espécimen en su ámbito de responsabilidad, le puso un nombre y me involucró en la traducción de las instrucciones. Como siempre he sido muy curioso en eso de los seres exóticos, empecé a compartir la responsabilidad.

Hicimos exactamente lo que decía el manual, y esperamos ansiosos el momento de ver a Carlota atrapando un insecto. Pasaban los días, y nada aparecía dentro de las delicadas fauces de nuestra huésped.

Después de unos quince días de ayuno, la planta empezó a preocuparnos. Pensé que en donde la habíamos colocado no pasaban insectos, así que la llevamos a un lugar en donde pululaban los mosquitos. Nada.

Tuve una idea genial: colocar excrementos frescos cerca de Carlota, con la seguridad de que una mosca pasase por ahí. Nada.

Una mañana, ya preocupado por el enorme ayuno de Carlota (veinte días o algo así), decidí cazar una mosca y metérsela con todo cuidado en sus fauces. Nada: cinco días después, el cadáver de la mosca estaba intacto. Ni siquiera había hormigas en el entorno.

La supervivencia de Carlota –que cada día se veía más débil- llegó a obsesionarme tanto, que dejaba de guardia a mi mujer en casa observándola, y la llamaba del trabajo cuatro o cinco veces diarias con la esperanza de que se me informase que ya estaba masticando algo. Nada.

El asunto se volvió tema serio en la familia. Mi hija, mi hijo, mi mujer y yo deliberábamos cada noche, buscando soluciones. Incluso buscamos al equivalente a un veterinario para plantas, pero no existían. Ningún conocido supo aconsejarnos.

Una mañana ella pasó a mejor vida. La lucha por sacarla adelante había durado casi dos meses. Todos en casa nos sentimos culpables y abatidos. La enterramos con un pequeño ritual en su propia maceta, en donde después pusimos otra planta que vivió bien muchos años, seguramente aprovechando los restos de nuestra amada Carlota.

Comentarios

  • PipelinePipeline Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2015
    Me gusta el desarrollo del relato, porque parece que va a pasar algo, pero al final, la pobre planta se pudre sin remedio. A lo mejor se puede ver con un doble sentido, a veces exigimos (a otras personas, a nosotros mismos), más de lo que pueden ofrecernos.
  • LegendarioLegendario Fernando de Rojas s.XV
    editado mayo 2015
    Pipeline escribió : »
    Me gusta el desarrollo del relato, porque parece que va a pasar algo, pero al final, la pobre planta se pudre sin remedio. A lo mejor se puede ver con un doble sentido, a veces exigimos (a otras personas, a nosotros mismos), más de lo que pueden ofrecernos.

    No tiene ningún fondo. Simplemente es una narración de algo que vivimos en la familia hace muchos años. Lo increíble -y es lo que quiero transmitir- es la forma en que Carlota, una simple planta, entró en nuestra familia. Su muerte nos afectó a todos de alguna manera.

    Gracias por leerme y comentar.
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