La garganta seccionada.
Mil pájaros, un canto umbrío colectivo.
Pan de centeno: el llanto
solitario de los híbridos,
contemplando en el trasfondo
del espejo sus extrañas
cicatrices.
Lo cardíaco, lo mermado. Tísico.
La mujer transida
de lo que excede al mero vientre:
crecimiento.
Cántico de agujas entibiadas:
lluvia
sobre el marmol, sobre la eminencia
de la roca el ave
calcinada de la noche
obsoleta en la pupila.
La desnudez de los cimientos,
la carne fría
de venado, tan proclive
al sueño, como un blando niño.
La convicción de débil
en tu mano izquierda y la falange:
incapaz
de sostener los gestos evasores,
de remedar al pájaro
salido de la bóveda
insular del pozo,
de la tristeza coagulada
sobre el ojo incomprendido del brocal.
Añoranza por la mancha.
El pecho.
Toda enfermedad, mullida.
La suave inhibición
en las costillas,
igualmente blancas,
o el flujo aleatorio
en la progresión a muerte.
Agredir con lenguas
al silencio,
ebrio,
ave de la inerte
somnolencia.
El tumefacto, apacible
animal de los azogues
se introduce dentro
de la fiebre,
se aferra al asidero de los ojos.
El animal
de los dolores irisados
se despoja blancamente
de memoria
se desviste
suavemente
del recuerdo.
Comentarios
Tu poema me ha dejado el alma sobrecogida;la calidad literaria de tus versos ahonda la crudeza del momento.Me resulta difícil resumir mi sentir, pero percibo en esta "Diáspora", algo así como un reguero de gente desplazada por las miserias, por el horror, en busca de un lugar donde haya paz, donde olvidar...
Un abrazo.
Y cuando introduces pájaros, aunque sea de pasada, aún me gustan más. Es una debilidad.
Me encantó.
Un saludo
de la roca el ave
calcinada de la noche
obsoleta en la pupila.