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El pozo de los olvidados

FisqueroFisquero Pedro Abad s.XII
editado abril 2015 en Promociona tu obra
¡Quién no ha sentido alguna vez curiosidad por todos los misterios e incógnitas que todavia hoy día se ciernen en torno a todo aquello que rodea el Egipto Antiguo, con su pirámides, su jeroglifícos y dioses y diosas inemersos en fabulosas leyendas.? En torno a uno de los más fascicnates de esos misterios, la vida eterna, se desarrolla esta novela en la cual el lector habrá de llegar al final de la narración para conocer a los verdaderos protagonistas de esta historia y la esencia del mensaje que la novela intenta transmitir.

Aquí os dejo el primer capítulo de esta novela, la cual escribí con mucha ilusión y esfuerzo. Espero sea de vuestro agrado y cuento con vuestra indulgencia





-El pozo de los olvidados-








Francisco López (Fisquero)




Manuscrito de Yasu Ullah Al Zafra


[FONT=&quot]Año 643 de la Hégira --- Año 1244 de la era cristiana[/FONT]

Tras cinco años en Egipto, conviviendo con sacerdotes coptos, herederos y poseedores desde tiempos ancestrales de los herméticos secretos de las magias más poderosa de las ciencias ocultas, poseedores de las ciencias de la medicina que cura el cuerpo y el alma, y celosos guardianes de los secretos que dan acceso a la vida después de la muerte; regreso en momentos oscuros y decadentes, a la tierra en la que siempre vivieron los antepasados de mis antepasados

Después de un largo asedio, y tras incruentos y duros enfrentamientos que quebrantaron la resistencia y el espíritu de los habitantes de la ciudad, Las huestes infieles del infante Juan Manuel han conseguido penetrar en la Vila murada. Era la voluntad de Allah que fuésemos sometidos por los cristianos, y en lo sucesivo, que a un rey castellano y sus caballeros, debiésemos rendir pleitesía y servidumbre.
A partir de este día la codicia e intransigencia del invasor infiel no tuvo
límites.

Transcurridos veinte años de constantes humillaciones e ignominias sin fin, en el año cristiano de 1265, el espíritu del profeta proporcionó la fuerza y el estimulo a sus seguidores para rebelarse contra la tiranía insufrible del bárbaro invasor.
La rebelión fue impulsiva y efervescente, la desesperanza y la desesperación, acompañaban a la fe verdadera que nunca dejo de latir en el corazón de aquellos que fueron elegidos por el Misericordioso Allah
El bastión representado por el baluarte imponente del castillo, sirvió de refugio a aquellos infieles que pudieron eludir la justa ira acumulada de los oprimidos, ira provocada por los desmanes e injusticias de sus opresores; el odio hacía ellos acumulado en el ánimo de los sometidos y verdaderos dueños de aquel lugar, se transformó en furia y rabia, que les impulsó y dio fuerzas para luchar por la libertad.
Pero estaba escrito en El Libro, que aquel no fuese el momento para recuperar la libertad los creyentes en Allah. Y como una tormenta de arena, cayó sobre aquellos que se atrevieron a enfrentarse a los déspotas tiranos, un ejército venido del Norte, liderado por su rey Jaime I, poseedor de un arma llamada trabuque, letal y terrorífica.
Vencidos y traicionados, de nuevo, fuimos expulsados de la zona amurallada, y obligados a habitar en una lugar cercano a las laderas del río, allí, tan lejos de nuestros hogares como la distancia que recorre un tiro de arcabuz, construimos con nuestras manos y esfuerzo un nuevo lugar donde morar, formando un conjunto de casas agrupadas en estrechas calles, intentando aprovechar cada palmo de tierra, y al tiempo protegernos con la sombra de sus muros del sol inclemente de los largos veranos meridionales. El lugar recibió el nombre de El Arrabal morisco
Las arbitrariedades, abusos e intolerancia de los infieles continuaron hostigándonos y obligándonos a buscar la forma de escapar de las represiones a las que se nos sometía permanentemente… Así comenzamos a excavar bajo nuestros nuevos hogares, sótanos y subterráneos con los que comunicábamos casa por casa, creando una red de túneles laberíntica e inmensa, en cuyos intrínsecos pasadizos cualquier alma podía perderse para siempre.
Trunquemos las almenas y atalayas por tortuosos e inaccesibles refugios de catacumba Aquí amparado por los recovecos, oscuros y tortuosos pasadizos subterráneos, de la incomprensión e intolerancia de los inquisidores cristianos, busquemos la manera de proteger nuestras tradiciones y conservar la práctica de nuestras costumbres y religión en las profundas grutas excavadas con nuestras manos y movidos por nuestra fe en Allah El Misericordioso.
Fue en este tiempo que la impotencia y la confusión, incitaron a la rebeldía de mi mente y mi espíritu, contra el intolerante opresor, y aplicando los conocimientos transmitidos por los coptos, -los cuales a su vez les habían sido trasmitidos por los últimos sacerdotes de los templos egipcios-, me impuse la tarea de la búsqueda de de la piedra filosofal y el elixir de la eterna juventud, y sobre todo perseveré en la misión más importante, hallar el origen estelar de la vida y de la inmortalidad, mediante rituales que activarían mecanismos los cuales habrían de mostrarnos la Luz inmortal.
Todo ello hallemos y nos fue dado por la gracia de Allah El magnánimo, y entonces esperamos aguardando el momento oportuno.

Pero ocurrió que sucedió, algo que todos temíamos y que hasta ese momento nadie quería creer, Nuestro destino quedó marcado el fatídico otoño del año 1609.

En éste tiempo fue la voluntad de Allah El muy generoso, que Jadiya una muchacha omeya, de ojos hermosos y seductores, embrujase mi corazón, no hallando antídoto que me liberase de tan dulce hechizo (ni deseo, por mi parte de ser liberado de él); pero de nada sirvieron mis poderes para atraer hacía mí el amor
de Jadiya, pues ésta entregó sus sentimientos a un caballero cristiano llamado Alfonso De Sierrafértil.
Un fatídico día se hizo público un edicto en el cual por orden del rey Felipe III se decretaba que todos los hombres, mujeres y niños moriscos sin excepción, habían de abandonar sus hogares y la tierra que fue de sus antepasados desde tiempo inmemorial, so pena de muerte si no lo hacían.
El joven Alfonso De Sierrafértil, enamorado de Jadiya, emprendió un viaje

desesperado a la corte, con la esperanza de conseguir del rey, un indulto

para su amada, que le permitiese retenerla a su lado; al cruzar el río,

crecido por lluvias torrenciales, él y su caballo perecieron ahogados.

Jadiya la bella, rota por el dolor ingirió un brebaje que había sido

producido por mí mismo, y murió.

Poseyendo la facultad de conocer el Pasado y el Futuro, así como la de preservar el espíritu y el alma a la espera de la Luz estelar de la inmortalidad, no fui capaz de prever la reacción desesperada y suicida de Jadiya, a pesar de ser una de las enseñanzas aprendidas de los coptos el conocer la naturaleza humana así como su comportamiento y la imprevisibilidad de sus acciones.
Desde entonces mi espíritu no tiene paz ni reposo, pues mi culpa fue no poseer el don de doblegar el destino, y también fue mi culpa la de no poder ofrecer la esperanza de la Luz estelar a Jadiya, permitiéndole obtener la inmortalidad y la vida eterna, pues éstas tan sólo pueden ser alcanzadas por aquellos que al encontrarse con La Luz son inocentes y puros de corazón y espíritu, y han acrecentado el talento interior obtenido al nacer restituyéndolo potenciado cuando llegue el momento de recibir el Rayo Divino. Y por supuesto no han caído en la flaqueza del suicidio.Y como toda acción tiene su reacción, al conocerse los hechos que provocaron la muerte del caballero Alfonso De Sierrafétil, los cristianos viejos relacionaron las muertes de los enamorados, y señalaron al brujo moro Yasu Ullah Al Zafra como responsable de la tragedia, y resolvieron decretar como castigo, que junto con él, diez parejas de moriscos de ambos sexos, habrían de morir enterrados en vida.


Ahora enterrado en vida con veinte inocentes, puros de mente y espíritu, todos ellos protegidos con mis poderes, aguardamos en esta cabila de los olvidados, el día en que se abran las puertas del más allá, llegue La Luz, y recibamos el rayo divino que nos funda con el Cosmos infinito…




Primera parte

1989… En un rincón del sureste español

El joven Edgard acercó la taza de té a sus labios, y bebiendo en pequeños y pausados sorbos, saboreó la exquisitez de aquella infusión que su madre le había servido de una artesanal y antiquísima tetera de acero herencia de varias generaciones, al tiempo que recordaba las últimas palabras pronunciadas por su padre en el lecho de muerte.

“- Cuando viajes a Londres, no dejes de aprovechar la oportunidad de visitar el Museo Británico, allí si sabes buscar, encontraras una vitrina, en la que a buen recaudo se halla un volumen de gran valor y, en cuyas tapas envejecidas por el paso del tiempo hay grabados unos signos arábigos, que traducidos, puede leerse:

-Manuscrito de memorias de Yaz Ullah Al Zafra -


“-Quizá tú puedas llegar a descifrar los misterios que encierra, y los cuales yo tan sólo pude llegar a intuir y vislumbrar.”






















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