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La leyenda del bache

LegendarioLegendario Fernando de Rojas s.XV
editado febrero 2015 en Humorística
No era cualquier bache.

Era un bache profesional, muy competitivo, además de superdotado.

Era lo suficientemente profundo para dañar los neumáticos y los muelles de los autos, pero lo bastante pequeño para no ser detectado a tiempo o para ser menospreciado por los ingenuos automovilistas.

Venía de excelente cepa, y lo sabía, así que tenía pretensiones de alto rendimiento: poseía varias marcas Guiness y buscaba otras.

Para empezar, había escogido para nacer una avenida rápida con mucha circulación de vehículos y poco iluminada, para así garantizar suficiente clientela y con ello lograr sus pretenciosos objetivos.

Entre sus habilidades naturales estaban la del camuflaje diurno; la de desaparecer completamente dentro de una charca cuando llovía; la de ser totalmente invisible por la noche; y la de desplazarse veinte centímetros a la derecha o a la izquierda a su conveniencia, para así engañar a los automovilistas que pensaban haberlo librado tras de una rápida maniobra con el volante.

Tenía nueve años de haberse formado, lo cual ya era una marca Guiness. Había sobrevivido a tres alcaldes. El cuarto de ellos estaba a la mitad de su período, y estaba más preocupado por quedar bien con el gobernador que por reparar las vías de comunicación.

El bache poseía la marca mundial de autos dañados (trescientos cuarenta y tres); la de más autos averiados en un solo día (veintidós) y la de más “carajos” emitidos por los conductores (cuatro mil trescientos veintiséis).

Cuando llegó el día de su décimo aniversario, una comisión de vecinos y muchos de los automovilistas victimados por él durante aquellos años, le hicieron una emotiva fiesta de cumpleaños, toda una verbena popular con cientos de asistentes, pastel con velas, música y cobertura por la prensa y la televisión local. El bache era ya todo un personaje en la ciudad.

Finalmente, pocos días después de la fiesta, el Departamento de Bacheo Municipal consideró llegado el momento de taparlo. El bache aceptó su suerte con orgullo.

Los baches de esa ciudad lo tienen en su memoria como un gran ejemplo de longevidad, de calidad y de mérito deportivo.

No: nuestro bache no era cualquier bache.
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