Dedicado a nuestro dulce amable compañero modernista Carlos Serrano, cuidador de nuestros mayores
Con la hiedra enredada en la sien desciende la destartalada escalera que baja a la playa, de sus ojos penden los verdes ensueños de su lejana infancia. Cuando intenta una frase se traban los recuerdos en la punta de su lengua, tropieza con los labios, burbujean un momento y luego se apagan de repente.
Sin embargo, se puede sentir la magia en su mirada: una catarata, un torrente de agua, un velero en alta mar, una alondra, una niña que sube y baja escaleras a la pata coja. A veces es consciente de que tan sólo está alucinando, pero se vuelve a olvidar enseguida y remonta de nuevo el vuelo.
Puede que solo me invente lo que siente porque soy, o pretendo ser, escritor modernista. Imagino situaciones, las desvirtúo, las altero, o las elevo, porque sí, y entonces los pies de la señora son lirios, jazmines, azucenas, no son un trabajo duro para el podólogo. Yo prefiero pensar que fue una princesa de tez sonrosada, ojos de azabache y dientes de nácar.
La bruma desdibuja su perfil y el rumor del Atlántico apaga su quedo acento rizado de lerenes, entona como una salmodia lo del “cochecito lerén, me dijo anoche lerén, que si quería lerén, montar en coche lerén, y yo le dije lerén…”
Paseamos despacio por la orilla, los tobillos de la anciana se alivian del peso de los años, pero antes saluda a un caballero que hace el gesto de quitarse el sombrero y ella responde con una amable sonrisa, coquetea un poco, ahueca su precioso pelo y roza la orquídea que adorna su vestido violeta. Es Chano el pescador, y su carruaje tirado por caballos, su barca. Le compro un kilo de sardinas que ella confunde con un racimo de fragantes rosas.
—Gracias Carlitos—me dice.
—De nada doña Esperanza —respondo amablemente.
Me enfado con los chiquillos que nos siguen, imita uno a la vieja.
— Te vas a enterar como se lo diga a tu madre —le amenazo muuuy cabreado.
Después cedo mi turno a la enfermera de tarde que entra en la casa con un rebufo de vientos que barre los sueños dorados y mueve las hojas del libro abierto sobre la mesa, un poema de Rubén Darío, el libro parece una mariposa blanca que abre un ala y luego la pliega y que dice o reza: ¿Por qué no canta ahora con aquella locura armoniosa de antaño? ya no ven la obra profunda de la hora, la labor del minuto y el prodigio del año. Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa.
Es tan profesional y aséptico el saludo de la profesional de tarde que araña la casa, pluraliza el ¿cómo estamos hoy?, y sin esperar respuesta coloca enseguida las pequeñas cartulinas de colores que anuncian realidades: vaso – tenedor –plato – mesa – silla – libro – televisor.
Doña Esperanza arranca la pegatina amarilla en el mando de la tele que indica mando, y cambia decidida, casi con furia, los canales a velocidad vertiginosa: …de la banda terrorista…la Dirección General de Tráfico alerta sobre las lluvias que provocaron anoche… el gobierno intervino dos mil millones de... lava más blanco...el Tribunal Supremo rechaza …analizamos lapropuesta y hemos llegado a la conclu……a sólo 19,54 Euros gastos de envío incluíd..la jornada de liga se…
Me despido con un ligero hasta mañana Doña Esperanza.
—¿Entonces mañana me llevarás al parque papá?
—Por supuesto.
—Carlos, no deberías confundirla—anuncia o denuncia la enfermera de tarde.
—¿Me llevarás al parque papá?
—Claro que sí mi niña.
Sonríe, y yo con ella. Tiembla un encaje verde en su mirada.
Comentarios
nos dejas sin palabras
Gracias de nuevo Skarlet. Es una historia un tanto edulcorada, pasada por el tamiz poético. Como dice Amparo, hay que tener paciencia con los viejitos, no es fácil cuidarlos, además de estómago en algunos casos (bien lo sabrá Carlos), hay que poner cariño y tiempo.
Me emocionaste con este tierno relato que pone de relieve una preciosa profesión, llena de sentimiento humanitario. Y me gusta que se lo dediques a Carlos Serrano, porque creo que hay en él esa bondad y respeto hacia la gente mayor y hacia todos.
¡Qué bien llevado el diálogo hacia el corazón del lector para hacerlo palpitar de ternura hacia la señora Esperanza y su cuidador!
Un abrazo, amiga. Seguro que tus relatos en el semanario de tu ciudad, han sido un éxito.
Sobre la publicación en el semanario te diré que me compraron 4 cuentos como quien compra cuarto y mitad de ...lo que sea. Es decir, me pagaron los 4 cuentos, y quedamos en que si ganaba el premio Miguel de Unamuno en la que puse toda mi ilusión y expectativas, entonces subiría el precio del k. de cuentos. Peeeero no gané, y entonces me han devaluado los cuentos.
Ahora me voy a presentar con la misma novela al premio de BENITO PÉREZ ARMAS, que concluye a final de febrero, y si gano, que fijo no ganaré, el k. de cuentos se pondrá por las nubes, seguro.
En fin sinrima, que la vida del escritor es muuuy dura, más aún la del aficinado, menos mal que tengo otro curro.
Un cálido abrazo, un placer verte por narrativa.
Ya el título me recuerda a mi sobrina (que tiene los ojazos verdes de mi abuela) y por supuesto muchos recuerdos entrañables de mi oficio. Recuerdo un día que Manuel (una de las personas a que más he cuidado, durante un año en su casa y luego le acompañaba por las mañanas en la residencia) miraba por la ventana del comedor y decía que veía a su mujer y a su hija de niña (cuando su mujer hacía años que había fallecida y su hija ya tenía 40 años y una niña pequeña a su vez), se lo conté a su hija (que de los cincos hijos es con la que más confianza tenía) y pensamos que en la enfermedad mejor que le pasara eso a otras cosas peores, porque ¿Qué hay de malo en tener esas alucinaciones de un bonito pasado a sufrir las terribles torturas que padecen muchos ancianos en las residencias? Mi hermano, que es enfermero, dice que la demecia, por ejemplo, es la defensa natural para dejar de sufrir, que la mente cae en ello cuando ya no puede defenderse y que es mejor eso a ser consciente del propio sufrimiento...
Yo he trabajado sobre todo con familias y en casas particulares que lo prefiero con mucho a las residencias (que son, demasiado habitualmente, trasteros donde se abandonan a su suerte a los mayores, por no hablar de que muchas no tienen presupuestos adecuados ni instalaciones ni personal con vocación, porque este oficio sino tienes vocación no vas a hacer un buen trabajo, siempre lo he pensado así). Recuerdo en particular a un hombre de 50 años que nació con distrofia muscular y demencia, llevaba toda la vida en cama y cada vez iba a peor porque la distrofia hace que cada vez se paralicen más los músculos y este hombre en realidad era como cuidar a un niño de 8 años paralizado. Así que dependía de mí (y de su familia) para todo. Le cogí mucho cariño y cuando empeoró ya tuvo que ser llevado de urgencia a una residencia porque necesitaba unos cuidados que no podíamos darle en casa. Y siempre lo he echado de menos (se lo llevaron a un pueblo, ante la escasez de plazas de residencias) y no volví a verlo.
La cosa es que mi trabajo es tan duro como bonito (en mi experiencia he podido dar mejor calidad de vida a las personas que he cuidado...pero tan bien he visto a muchas morir tras una larga agonia, porque uno también ha trabajado en el hospital atendiendo hasta los últimos momentos a las personas) y cuando llegas a casa duermes tranquilo de haber hecho algo bueno, aunque te paguen, claro que de algo hay que comer:D Pero ya digo, hay que tener vocación y luego paciencia, tolerancia, mano izquierda...porque esto no es otro trabajo cualquiera, tratas con seres humanos y casi siempre enfermos y desvalidos. No es trabajo de oficina. Y cuidar ancianos enfermos es como cuidar niños, a mí me encanta lo uno y lo otro. De todas formas me pasé media vida cuidando a mis abuelos. Y en mi familia siempre se cuidó a los abuelos, en toda mi larga familia...nadie jamás metió a un abuelo en una residencia y desde luego yo jamás recomendaría eso, eso son cementerios por adelantado. Es mi opinión particular pero las residencias, incluso las mejor preparadas y con mejor personal, son tristes y yo jamás hubiera soportado meter a mi abuelo en un sitio de esos, entre otras cosas porque las personas mayores aunque a veces te puedan parecer como niños no lo son, son adultos y se merecen respeto y dignidad. Pero claro, a veces una persona necesita tantos cuidados médicos que ya es inevitable la residencia. En fin, corto el rollo, gracias Suina por tu relato, ya ves que has tocado una fibra sensible. Yo adoro mi trabajo, lo malo es que con la crisis cada vez trabajo menos!:(
Y es que al menos yo no tengo estómago para lidiar enfermos, ni siquiera con mi madre fui capas de asistirla en sus últimos días, yo les decía a mis hermanas, pidamen lo que quieran, lo que ella necesite, económicamente lo que fuera, con tal de que no ser la que la tuviera que cambiar ni mover, es muy egoísta, lo sé, pero no me siento capas de hacerlo, no se si algún día me tocará y espero tener la suficiente entereza para lograrlo con buen ánimo:rolleyes:
Delicioso de punta a rabo, discúlpeme la referencia anatómica.
Me apunto: abajo los Bobones! (los otros también :P)