La auténtica Revelación era mi pene hiriendo tu...vulva-orquídea, puliendo los márgenes, licuándolos, como se liba el néctar, de dentro afuera, con un repiqueteo adorable de gotas de lluvia espesa, tatuadas todas ellas con tu nombre...
Te recuerdo sentada sobre mis rodillas, enamorada de la cadencia de mis muslos, lo que se dice frotándonos a pierna suelta, entonces giraba en el asiento, y tú conmigo, juntos, y sin soltarte lamía tus pezones de sal, y a ti la voz se te iba suelta, como una perra sin correa, loca, joven y loca, con la lengua fuera, babeando...
Mis dedos en tu culo, dentro y fuera y hasta el fondo otra vez -de tu culo-, mordientes como hormigas, el roce insensible de mis uñas zajando el velo interno, túmido y mojado, como se rasga la cortina de un teatro, igual que se mata la vergüenza, y tú me prometías que todo y que nunca, jamás antes de mí, y yo cuanto más tú, más ancho y más completo, más rotundo, como un trozo perdido de algo suelto y libre al aire o flotando sobre el fondo de un acuario...
Mordía tu boca, labios como neumáticos, chicles, media luna sin bordes, comisuras... y tú te revolvías, como si no quisieras, pero sí, no te detengas, continúa, y mi mano otra vez y de nuevo tus nalgas, tus labios, tus ojos, y de nuevo la lluvia y tu marca en mi espalda...
Pero hace tanto tiempo...
Me cago en dios, amor, cómo te echo de menos.
Comentarios
Es verdad que se queda corto. :-D