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Madre

estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
editado marzo 2015 en Literatura
Madre
«1

Comentarios

  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    [OCULTAR]Se pueden compartir los momentos duros con los demás... y con poesía...[/OCULTAR]

    Poema de Quinti dejado en otro hilo.
    Con tu permiso y con todo el respeto, inagura este hilo...


    Madre

    Mañana con el alba, yo me iré, madre mía,
    mascando mi secreto de sangre y de ironía.
    Pablo Neruda

    Madre
    será que en tus mejillas
    caen las manos de un huracán tendido?
    Será que aún soportas la soledad de un niño?
    Nace de tu piel el arroyo de mi sangre, Madre,
    y camina en tus ojos, de frente en frente,
    el dolor de tus espaldas
    donde tus hijos aún lloran la tiza y el sueño.
    Madre
    es en tu sombra el aire del campo
    es en tus pasos los caminos que me llevan
    hasta detenerme en la semilla del rayo
    y soportar la lluvia entre los plátanos del día.
    Las fuerzas ebrias te remolcan en domingos ebrios
    y quizá el cuerpo nos sacuda al son de la puerta,
    chapa amarilla en la mentira,
    como la tarde que te sajo el rostro que no fue un beso.
    Ten cuidado de tu amor Madre Mía
    que ya por mis venas sangra el odio
    a las noches que nunca nos cuidaron Mamita.
    Pero en las tardes los campos abren el surco
    y en tu corazón abres un pecho.
    Temprano despertaremos, Madre,
    para tener cuidado de las rendijas de la puerta
    y aprender a sembrar el aire
    y alejar nuestro dolor de la tarde
    aunque los vetustos tiempos mueran en tus brazos
    me darás un beso Madre.



    Roger García Clavo
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    El desierto es mi madre

    Le digo, dame de comer.
    Me sirve rojas tunas en nopal espinoso.

    Le digo, juguetea conmigo.
    Me salpica la cara con gotitas de lluvia en día asoleado.

    Le digo, asústame.
    Me grita con truenos y me tira relámpagos.

    Le digo, abrázame.
    Me susurra, “Acuéstate aquí”.

    Le digo, cúrame.
    Me da manzanilla, orégano y yerbabuena.

    Le digo, acaríciame.
    Me roza la cara con su cálido aliento.

    Le digo, hazme bella.
    Me ofrece turquesa para mis dedos,
    una flor rosada para mi cabello.

    Le digo, cántame.
    Me arrulla con sus canciones de viento.

    Le digo, enséñame.
    Y florece en el brillo del sol,
    en el silencio de la nieve,
    en las arenas más secas.
    El desierto es mi madre.
    El desierto es mi madre.

    El desierto es mi madre poderosa.


    Pat Mora (El Paso, Texas, EE.UU, 1942)
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014


    Los rostros inmóviles


    A Otto Maria Carpeaux

    Padre muerto, enamorada muerta.
    Tía muerta, hermano nacido muerto.
    Primos muertos, amigo muerto.
    Abuelo muerto, madre muerta
    (manos blancas,
    retrato siempre inclinado en la pared,
    mota de polvo en los ojos).

    Conocidos muertos, profesora muerta.
    Enemigo muerto.

    Novia muerta, amigas muertas.
    Jefe de tren muerto, pasajero muerto.
    Irreconocible cuerpo muerto: ¿será hombre? ¿animal?
    Perro muerto, pajarito muerto.
    Rosal muerto, naranjos muertos.
    Aire muerto, ensenada muerta.
    Esperanza, paciencia, ojos, sueño, mover de mano: muertos.

    Hombre muerto. Luces encendidas.
    Trabaja de noche, como si estuviera vivo.
    ¡Buen día! Está más fuerte (como si estuviera vivo).

    Muerto sin noticia, muerto secreto.
    Sabe imitar el hambre, y cómo finge amor.

    Y cómo insiste en andar, y qué bien anda.
    Podía cortar casas, entra por la puerta.

    Su mano pálida dice adiós a Rusia.
    El tiempo entra en él y sale sin cuenta.

    Los rostros inmóviles
    a todos besaré en la testa,
    flores húmedas esparciré,
    después... no hay después ni antes.
    Frío hay por todas partes,
    y un frío central, más blanco aún.

    Más frío aún...
    Una blancura que paga bien nuestras antiguas cóleras y
    amarguras...
    Sentirme tan claro entre vosotros,
    besaros y ningún polvo en boca o rostro.
    Paz de árboles delicados,
    de montes fragilísimos allá abajo,
    de orillas tímidas, de gestos que
    ya no pueden irritar,
    dulce paz sin ojos, en lo oscuro, en el aire.
    Dulce paz en mí,
    en mi familia que vino de brumas sin corte de sol
    y por vías subterráneas regresa a sus islas,
    en mi calle, en mi tiempo –al final— conciliado,
    en mi ciudad natal, en mi cuarto alquilado,
    en mi vida, en la vida de todos,
    en la suave y profunda muerte de mí y de todos.



    Carlos Drummond de Andrade


    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    La mano de mi madre

    Me baño en la quieta luz de una gota
    y recuerdo cómo llegué a ser:
    Un lapicero puesto en la mano,
    la fresca mano de mi madre sobre la mía, cálida.
    — Y así nos pusimos a escribir
    entrando y saliendo de corales,
    un alfabeto submarino de arcos y puntas,
    de caracoles espirales, de estrellas marinas,
    de blandientes tentáculos de pulpos,
    de grutas y formaciones rocosas.
    Letras que con sus cilios se abrían paso
    vertiginosamente entre lo blanco.
    Palabras como lenguados aleteando
    y enterrándose en la arena
    o anémonas oscilantes con sus cientos de hilos
    en un quieto y único movimiento.
    Frases como cardúmenes
    que se hicieron de aletas y ascendían
    y también de alas que en compás se agitaban,
    palpitando como mi sangre que a tientas
    golpeaba estrellas contra el cielo nocturno del corazón;
    fue cuando ví que su mano había soltado la mía,
    que yo hacía mucho, escribiendo, me había desasido de ella.

    Pia Tafdrup (Copenhagen, Dinamarca, 1952)
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Mañana con el alba

    Juan Parra Del Riego

    Mañana con el alba, yo me iré, madre mía,
    mascando mi secreto de sangre y de ironía.
    Sólo quiero partir, irme, no importa dónde.
    Mi vida, su alegría, todo aquí se me esconde,
    mi corazón ... mis puños ... Yo tenía una fuerza
    que esta ciudad astuta, comercial y perversa
    la hizo fría y triste ... Mi bastón, mi sombrero,
    nada más. El camino como mi alma es lijero.
    Y de mejilla (hermana y de pan y carbón
    ¡mi corazón! ¡mi corazón! ¡mi corazón!

    Maquinista o acróbata, marinero o ladrón
    yo partiré mañana, madre mía. Es pasión.
    Es instinto este loco deseo de partir.
    He sufrido hasta el llanto que no sabe salir.
    Mi alma está triste y huérfana, yo no quiero esta cara
    de palidez de tísico, esta amargura rara
    que mata el fondo vivo de mi ser arbitrario,
    vagabundo, humorista, gozoso y visionario.

    Poeta de las máquinas, del sol y de la tierra,
    yo necesito todos mis nervios con su guerra.
    Vivir es ir, pelear, vencer o destrozarse.
    Quien lleva más la luz es el que más la esparce.
    !Mañana ya os veré, cielos altos y plenos,
    estaciones queridas, noche loca de truenos,
    (cae una lluvia súbita de temporal. . . helado
    de frío en una puerta miro el juego encantado
    de los grandes relámpagos, ¡el pampero! ¡oh, frescura!
    cruza llena de chispas, de fuerza y de locura
    una locomotora ... ) Mañana yo os veré
    amigos de las luces últimas del café.
    Puerto de las calientes guitarras populares.
    (Llegan tres marineros y una mujer. . . cantares
    remotos ... Una súbita carrera de tambores
    derrama una matchicha de frutas y de flores.
    Y pasa la pareja movida como el mar,
    ¡trenza de sangre y alma! ¡trompo de luz! ¡altar!)

    ¡Mañana ya os veré mar de los grandes cielos
    que lavan las heridas de los hombres. . . pañuelos
    de los adioses finos. ¡Mar donde el corazón
    hae más pura su alta y solitaria pasión!

    ¡Qué concordancias fuertes de mi ser con las cosas!
    Mi alma se lanza en, todas sus ruedas misteriosas.

    ¡Qué salvajes y !frescas serenatas de luna!
    Mis versos van sonando mi cálida fortuna.

    Porque mañana, madre, mañana, madre mía,
    me iré en el alba pura cuando se rompa el día.

    Buenos Aires, 1918.
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Madre India

    Me lo escupió como una ofensa
    y a mi, me supo a alabanza…
    Tu madre… mi madre que ?

    Las venas se me templaron
    como cuerdas de guitarra,
    como cuando alguien mete la mano
    así nomas, sin saber tocarla.
    Y suenas y vibras y lloran,
    pero en su impulso interno
    late un eco de venganza.

    Así se me templaron las venas
    al eco de sus palabras…

    Tu madre… mi madre que ?
    tu madre es una india…
    India si, pero de muy buena raza,
    todo el mundo puede verlo
    lo lleva escrito a claras
    en la tersa vitela del ovalo de su cara.

    India mi madre, ¡ Muy india !
    y larguisimas son sus faldas
    que solo el viento
    o la mano de mi padre
    pueden levantarlas.

    Tu madre… ¿mi madre que?
    tu madre sirvió de india en mi casa
    y fue para todo y para todos
    como una bestia de carga.

    Para todos si, lo admito;
    pero no para el canalla de tu padre
    que mil veces quiso venir a estrujarla
    y poseerla cuando ya era mujer casada !

    Para todo no, te lo juro,
    te lo juro por tata Dios
    y santa María del Pinche
    mi virgen de la montaña.

    Que si ella, que si ella fue copo de nieve
    mi madre no le pidió nada
    palmo a palmo de su cuerpo no hay mas huella
    que la que mi padre borracho le propinaba
    con su injuria de hombre pisoteada.

    Borracho y todo así quiero a mi tata
    y lo quiero con pasión emocionada.

    Porque la borrachera de mi padre
    mas cruda y mas amarga,
    no es la del alcohol
    la que llora en el trapiche de la caña.
    Sino un zumo ensangrentado
    de un racimo de mil lagrimas.

    Ya no llores madre…
    que nadie, que nadie ha de ofenderte el alma
    te lo juro por esta palabra
    que aspira a hacer un mundo mas grande
    mas bueno y mejor.

    Si no, que las cañas nuestras milpas se vuelvan lanzas
    Así que he tenido el honor que me haigas
    concedido estas palabras
    bien, temo que sean tus hijos
    parásitos del mañana,
    y que si llevan las trenzas
    se ahorquen con ellas por no aguantarlas,
    sigue tu camino pero mide tus palabras
    pues me quisiste hacer una ofensa
    y a mi, a mi me supo a alabanza.

    Edith Graciela Sanabria (Bolivia)
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    La mamá

    Alta y de piel oscura
    grande mitológica
    peleadora y tierna era la mamá
    sus ocho hijos todos aprendieron a leer
    a creer en Dios
    a entender lo que su madre amaba
    ellos
    todos con título de secundaria
    profesores secretarias
    todo
    por aquellas manos carrasposas
    agrietadas por manos de la angustia
    y el abandono
    -aquellos hombres que prometieron ayudarte
    y se marcharon-
    todo
    por aquellas manos
    rajadas por el olor putrefacto
    -lugares donde ella buscaba el pan-
    limpiando pisos
    limpiando servicios
    limpiando
    todo
    por un pan para sus hijos
    porque sus hijos fueran a la escuela
    porque tus hijos fueran alguien
    por darles lo que vos nunca tuviste
    una cama en lugar del petate
    una casa en lugar del cuartito maltrecho
    una vida en lugar del tormento
    Mamá
    ¿No te das cuenta?
    cambiaste el curso del sol
    con tus manos
    con tu enorme cuerpo lacerado
    El sol en tu frente
    cuesta abajo cuesta arriba
    de vuelta al trabajo
    asegurando el futuro en tus manos
    (las mismas que hacían la ropa
    más simple del universo)
    -el amor encerrado en un cuerpo de mujer-
    Mamá
    no te das cuenta
    cambiaste el curso del sol.

    Amanda Castro -Amanda Lizet Castro Mitchell- (Tegucigalpa, Honduras, 1962-2010)
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    [OCULTAR]Madre no hay más que una, y yo te encontré en la calle.:rolleyes:[/OCULTAR]



    NUEVOS MODELOS DE FAMILIA

    Cuando yo vine al mundo,
    cabeza, sangre y pelo,
    año de 1940,
    contaban la vida en despensas
    vacías
    y una escoba valía
    por dos latas de atún.

    Pero de nada vale
    mi tío fusilado
    y mi padre viudo
    de un parto tan difícil.

    Cuando yo vine al mundo
    mi abuela fue mi madre,
    mi tía fue mi madre,
    porque mi madre se quedó
    entre formol y gasas miserables
    del hospital de San José.

    Olor a jabón de Marsella falso,
    estraperlo,
    mi hermano camina de la mano de mi padre
    hacia el manchón de las anclas, donde el paredón
    dejó la frente de mi tío entre sangre y pelo,
    y cogen cañaíllas
    y bocas de la isla.

    Yo miro la calle Real,
    vestido de gitana colgado en el armario,
    alcanfor, madera de pino
    antiguo de Chiclana.

    El vestido lo han hecho
    mi madre y mi madre y la novia de mi padre,
    porque mi abuela fue mi madre,
    mi tía fue mi madre
    y Elena, novia blanca de mi padre,
    sabe coser.



    Alfonso Salazar (San Fernando de Cádiz, 1968-)

    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    A MI MADRE

    ¿Dónde aprendiste a borrar las lágrimas?
    ¿A soportar el dolor en secreto?
    Ocultar en tu corazón la queja,
    el sufrimiento, el llanto, el tormento...
    ¡Escucha el viento!
    Desgañitado
    brama en la garganta, en las montañas.
    Mira el mar...
    con ira destructora azota los dones de las rocas.
    Toda la naturaleza se agita, tiembla.

    Hannah Szenes -Chana Senesh- (Budapest, Hungría, 1921-1944)
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2014
    Para Quinti. Neruda a la mamadre.

    La mamadre

    La mamadre viene por ahí,
    con zuecos de madera,
    anoche
    sopló el viento del polo,
    se rompieron los tejados,
    se cayeron los muros y los puentes,
    aulló la noche entera con sus pumas.
    Y ahora,
    en la mañana de sol helado, llega
    mi mamadre Doña
    Trinidad Marverde,
    dulce como la tímida frescura
    del sol en las regiones tempestuosas,
    lamparita
    menuda y apagándose
    encendiéndose
    para que todos vean el camino.

    ¡Oh! Dulce mamadre
    -nunca pude
    decir madrastra-
    ahora
    mi boca tiembla al definirte
    porque apenas
    abrí el entendimiento
    vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,
    la santidad más útil;
    la del agua y de la harina,
    y esto fuiste: la vida te hizo pan;
    y allí te consumimos,
    invierno largo a invierno desolado
    con las goteras dentro
    de la casa
    y tu humildad ubicua,
    desgranando
    el áspero cereal de la pobreza
    como si hubieras ido
    repartiendo
    un río de diamantes.

    ¡ Ay! Mamá ¿cómo pude
    vivir sin recordarte
    cada minuto mío?
    No es posible. Yo llevo
    tu Marverde en mi sangre,
    el apellido del pan que se reparte,
    de aquellas dulces manos
    que cortaron del saco de la harina
    los calzoncillos de mi infancia,
    de la que cocinó, planchó, lavó,
    sembró, calmó la fiebre,
    y cuando todo estuvo hecho,
    y ya podía yo
    sostenerme con los pies seguros,
    se fue
    cumplida, oscura,
    al pequeño ataud
    donde por primera vez estuvo ociosa
    bajo la dura lluvia de Temuco.

    Pablo Neruda
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Sarasvati escribió : »
    Para Quinti. Neruda a la mamadre.

    Me encanta de siempre: Gracias bella mujé.


    [SIZE=+1]1[/SIZE]

    [SIZE=+1] [/SIZE] [SIZE=+1] madre del tiempo[/SIZE]
    tú me has visto llorar de memoria
    cuando aún no era.

    madre del tiempo
    tráeme la mirada desnuda del amado,
    tráeme la mano de viento del amado,
    tráeme su sexo de madera colérica,
    tráeme su piel de sonido de tambores. madre del tiempo
    tráeme la flor incendiada
    que crece en la lengua de la muerte.




    La Pizarnik en 1959.




    .
    .
    .


  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Caigo sobre unas manos

    Cuando no sabía
    aún que yo vivía en unas manos,
    ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.

    Yo sentía que la noche era dulce
    como una leche silenciosa. Y grande.
    Mucho más grande que mi vida.
    Madre:
    era tus manos y la noche juntas.
    Por eso aquella oscuridad me amaba.

    No lo recuerdo pero está conmigo.
    Donde yo existo más, en lo olvidado,
    están las manos y la noche.
    A veces,
    cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
    y ya no puedo más y está vacío
    el mundo, alguna vez, sube el olvido
    aún al corazón.
    Y me arrodillo
    a respirar sobre tus manos.
    Bajo
    y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;
    y tus manos son grandes; y la noche
    viene otra vez, viene otra vez.
    Descanso
    de ser hombre, descanso de ser hombre.



    Antonio Gamoneda (España, 1931)




  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Sala de psicopatología
    [FONT=Verdana, Arial, Courier New]Alejandra Pizarnik[/FONT]
    [FONT=Verdana, Arial, Courier New][FONT=Verdana, Arial, Courier New]pizarnik-min.jpg[/FONT][/FONT]
    Alejandra Pizarnik escribió este poema en 1971, durante su estadía en el Hospital Pirovano. El texto fue mecanografiado y tenía correcciones a mano de la autora. No conocemos los datos de publicación. Alejandra Pizarnik nació en 1936 y se mató en 1972, en Buenos Aires.
    (...)
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Después de años en Europa
    Quiero decir París, Saint-Tropez, Cap
    St. Pierre, Provence, Florencia, Siena,
    Roma, Capri, Ischia, San Sebastián,
    Santillana del Mar, Marbella,
    Segovia, Ávila, Santiago,
    y tanto
    y tanto
    por no hablar de New York y el del West Village con ras-
    tros de muchachas estranguladas
    -quiero que me estrangule un negro -dijo
    -lo que querés es que te viole -dije (¡oh Sigmund! con
    vos se acabaron los hombres del mercado matrimonial que frecuenté
    en las mejores playas de Europa)
    y como soy tan inteligente que ya no sirvo para nada,
    y como he soñado tanto que ya no soy de este mundo,
    aquí estoy, entre las inocentes almas de la sala 18,
    persuadiéndome día a día
    de que la sala, las almas puras y yo tenemos sentido, tenemos des-
    tino,
    -una señora originaria del más oscuro barrio de un pueblo que no
    figura en el mapa dice:
    -El doctor me dijo que tengo problemas. Yo no sé. Yo Tengo algo
    aquí (se toca las tetas) y unas ganas de llorar que mama mía.
    Nietzsche: "Esta noche tendré una madre o dejaré de ser."
    Strindberg: "El sol, madre, el sol."
    P. Eluard: "Hay que pegar a la madre mientras es joven."
    Sí, señora, la madre es un animal carnívoro que ama la vegetación
    lujuriosa. A la hora que la parió abre las piernas, ignorante del sentido
    de su posición destinada a dar a luz, a tierra, a fuego, a aire,
    pero luego una quiere volver a entrar en esa maldita concha,
    después de haber intentado nacerse sola sacando mi cabeza por mi
    útero
    (y como no puede, busco morir y entrar en la pestilente guarida de
    la oculta ocultadora cuya función es ocultar)
    hablo de la concha y hablo de la muerte,
    todo es concha, yo he lamido conchas en varios países y sólo sentí
    orgullo por mi virtuosismo -la mahtma gandhi del lengüeteo, la Ein-
    stein de la mineta, la Reich del lengüetazo, la Reik del abrirse camino
    entre pelos como de rabinos desaseados -¡oh el goce de la roña!
    Ustedes, los mediquitos de la 18 son tiernos y hasta besan al lepro-
    so, pero
    ¿se casarían con el leproso?
    Un instante de inmersión en lo bajo y en lo oscuro,
    sí de eso son capaces,
    pero luego viene la vocecita que acompaña a los jovencitos como
    ustedes:
    -¿Podrías hacer un chiste con todo esto, no?
    Y
    sí,
    aquí en el Pirovano
    hay almas que NO SABEN
    por qué recibieron la visita de las desgracias.
    Pretenden explicaciones lógicas los pobres pobrecitos, quieren que
    la sala -verdadera pocilga- esté muy limpia, porque la roña les da te-
    rror, y el desorden, y la soledad de los días habitados por anti-
    guos fantasmas emigrantes de las maravillosas e ilícitas pasiones de la
    infancia.
    Oh, he besado tantas pijas para encontrarme de repente en una sala
    llena de carne de prisión donde las mujeres vienen y van hablando de
    la mejoría.
    Pero
    ¿qué cosa curar?
    Y ¿por dónde empezar a curar?
    Es verdad que la psicoterapia en su forma exclusivamente verbal es
    casi tan bella como el suicidio.
    Se habla.
    Se amuebla el escenario vacío del silencio.
    O, si hay silencio, éste se vuelve mensaje.
    -¿Por qué está callada? ¿En qué piensa?
    No pienso, al menos no ejecuto lo que llaman pensar. Asisto al ina-
    gotable fluir del murmullo. A veces -casi siempre- estoy humeda. Soy
    una perra, a pesar de Hegel. Quisiera un tipo con una pija así y coger-
    me a mí y dármela hasta que acabe viendo curanderos (que sin duda
    me la chuparán) a fin de que me exorcisen y me procuren una buena
    frigidez.
    Húmeda.
    Concha de corazón de criatura humana,
    corazón que es un pequeño bebé inconsolable,
    "como un niño de pecho he acallado mi alma" (Salmo)
    Ignoro qué hago en la sala 18 salvo honrarla con mi presencia
    prestigiosa (si me quisiera un poquito me ayudarían a anularla)
    oh no es que quiera coquetear con la muerte
    yo quiero solamente poner fin a esta agonía que se vuelve ridícula a
    fuerza de prolongarse,
    (Ridículamente te han adornado para este mundo -dice una voz
    apiadada de mí)
    Y
    Que te encuentres con vos misma -dijo.
    Y yo dije:
    Para reunirme con el migo de conmigo y ser una sola y misma enti-
    dad con él tengo que matar al migo para que así se muera el con y, de
    de este modo, anulados los contrarios, la dialéctica supliciante finaliza en
    la fusión de los contrarios.
    El suicidio determina
    un cuchillo sin hoja
    al que le falta el mango.
    Entonces:
    adiós sujeto y objeto,
    todo se unifica como en otros tiempos, en el jardín de los cuentos
    para niños lleno de arroyuelos de frescas aguas prenatales,
    ese jardín es el centro del mundo, es el lugar de la cita, es el espacio
    vuelto tiempo y el tiempo vuelto lugar, es el alto momento de la fusión
    y del encuentro,
    fuera del espacio profano en donde el Bien es sinónimo de evolu-
    ción de sociedades de consumo,
    y lejos de los enmierdantes simulacros de medir el tiempo median-
    te relojes, calendarios y demás objetos hostiles,
    lejos de las ciudades en las que se compran y se vende (oh, en ese jar-
    dín para la niña que fui, la pálida alucinada de los suburbios malsanos
    por los que erraba del brazo de las sombras: niña, mi querida niña que
    no has tenido madre (ni padre, es obvio)
    De modo que arrastré mi culo hasta la sala 18,
    en la que finjo creer que mi enfermedad de lejanía, de separación
    de absoluta NO-ALIANZA con Ellos
    -Ellos son todos y yo soy yo-
    finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer a estos muchachos de
    buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!) me podrán ayudar,
    pero a veces -a menudo- los recontraputeo desde mis sombras in-
    teriores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad,
    cuanto más profunda, más indecible) y los puteo por que evoco a mi
    amado viejo, el Dr. Pichon R., tan hijo de puta como nunca lo será nin-
    guno de los mediquitos (tan buenos, hélas!) de esta sala,
    pero mi viejo se me muere y éstos hablan y, lo peor, éstos tienen
    cuerpos nuevos, sanos (maldita palabra) en tanto mi viejo agoniza en la
    miseria por no haber sabido ser un mierda práctico, por haber afron-
    tado el terrible misterio que es la destrucción de un alma, por haber
    hurgado en lo oculto como un pirata -no poco funesto pues las mone-
    das de oro del inconsciente llevaban carne de ahorcado, y en un recin-
    to lleno de espejos rotos y sal volcada-
    viejo remaldito, especie de aborto pestífero de fantasmas sifilíticos,
    cómo te adoro en tu tortuosidad solamente parecida a la mía,
    y cabe decir que siempre desconfié de tu genio (no sos genial; sos
    un saqueador y un plagiario) y a la vez te confié,
    oh, es a vos que mi tesoro fue confiado,
    te quiero tanto que mataría a todos estos médicos adolescentes para
    darte a beber de su sangre y que vos vivas un minuto, un siglo más,
    (vos, yo, a quienes la vida no nos merece)
    Sala 18
    cuando pienso en laborterapia me arrancaría los ojos en una casa en
    ruinas y me los comería pensando en mis años de escritura continua,
    15 ó 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las
    analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante,
    porque -oh viejo hermoso Sigmund Freud- la ciencia psicoanalíti-
    ca se olvidó la llave en algún lado:
    abrir se abre
    pero ¿cómo cerrar la herida?
    El alma sufre sin tregua, sin piedad, y los malos médicos no resta-
    ñan la herida que supura.
    El hombre está herido por una desgarradura que tal vez, o segura-
    mente, le ha causado la vida que nos dan.
    "Cambiar la vida" (Marx)
    "Cambiar el hombre" (Rimbaud)
    Freud:
    "La pequeña A. está embellecida por la desobediencia", (Cartas...)
    Freud: poeta trágico. Demasiado enamorado de la poesía clásica.
    Sin duda, muchas claves las extrajo de "los filósofos de la naturaleza",
    de "los románticos alemanes" y, sobre todo, de mi amadísimo Lich-
    tenberg, el genial físico y matemático que escribía en su Diario cosas
    como:
    "Él le había puesto nombre a sus dos pantuflas"
    Algo solo estaba, ¿no?
    (Oh, Lichtenberg, pequeño jorobado, yo te hubiera amado!)
    Y a Kierkegaard
    Y a Dostoyevski
    Y sobre todo a Kafka
    a quien le paso lo que a mí, si bien él era púdico y casto
    -"¿Qué hice del don del sexo?" -y yo soy una pajera como no exis-
    te otra;
    pero le pasó (a Kafka) lo que a mí:
    se separó
    fue demasiado lejos en la soledad
    y supo -tuvo que saber-
    que de allí no se vuelve
    se alejo -me alejé-
    no por desprecio (claro es que nuestro orgullo es infernal)
    sino porque una es extranjera
    una es de otra parte,
    ellos se casan,
    procrean,
    veranean,
    tienen horarios,
    no se asustan por la tenebrosa
    ambigüedad del lenguaje
    (no es lo mismo decir Buenas noches que decir Buenas noches)
    El lenguaje
    -yo no puedo más,
    alma mía, pequeña inexistente,
    decidíte;
    te la picás o te quedás,
    pero no me toques así,
    con pavura, con confusión,
    o te vas o te la picás,
    yo, por mi parte, no puedo más.
    1971


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  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    [OCULTAR]Cuanto sufrimiento debía portar a cuestas... y me hace preguntarme una vez más ¿en qué momento el sufrimiento sufre la transformación hacia la belleza de las palabras? ¿cual es el mecanismo que lo transforma? ¿Y por qué me siento mal al sentir belleza en tanto sufrimiento? ¿el sufrimiento no tendría que ser algo horrible al que fuera imposible encontrarle un ápice de belleza? ¿nos convierte en crueles, entramos en la crueldad al experimentar esta belleza a través del sufrimiento de otro? Porque el infierno de esta mujer tuvo que ser inmenso...[/OCULTAR]



    Las mejillas coloradas de mi madre
    En los inviernos
    se hicieron más coloradas las mejillas de mi madre,
    y brillaron vivamente, de especial manera,
    aquel invierno del año cuando se perdió la Guerra.
    En ese entonces por el golpe de la derrota,
    se enfriaron aún más los corazones de la gente.
    Ese frío hizo que la nieve fuera más intensa en la zona
    semirural que está en las afueras de la ciudad de Yokohama.
    Y a medianoche cuando vinieron a buscarla,
    mi madre salió desafiando el viento glacial sobre su bicicleta,
    amarró el maletín negro al portaequipajes,
    y partió hacia la casa donde esperaba la encinta aguantando
    sus dolores de parto.
    Siempre vinieron a buscarla en las altas horas de la noche,
    mi madre antes de salir averiguaba sin falta la hora del
    pleamar. Mi hermano menor y yo, que éramos estudiantes
    de primaria, nos aferramos a las ropas de la cama,
    y abrazando el vacío que quedaba
    después de la salida de nuestra madre,
    le pedimos que nos jurara
    que regresaría pronto.

    Cuando empezaba a amanecer, en el crepúsculo,
    percibía en la espalda la resonancia del primer vagido,
    mi madre retornaba precipitadamente a casa por la carretera
    de Hachiouji, y yo la estaba mirando en el sueño.

    Yutaka Hosono [Yokohama, 1936]
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Alguna vez tuve la costumbre de atravesar la luz caminaba por ella
    como por una puerta
    linde a fin de cuentas se ocultaba turgente de futuro
    como al fruta que alguna vez será para la sed y los dientes
    colocaba sus umbral del lado del sonido y así crecía en ecos
    de una impostergable nitidez
    la historia del tiempo desplegada en el ruido
    la fiesta de las calles creciendo como el hambre
    los adioses entre incendios
    su condición de límite y distancia
    así las voces que recurrían al amor o a la ternura
    al peso del polvo o a las sierpes
    se hacían estanques en el brillo de una gastada superficie
    cuando visitaba un parque nacían treguas
    en mi cuerpo
    corría con las flautas en la boca
    abría los brazos como surcos
    bebía el espacio inagotable
    pero una mañana la señal escondida surgió a la transparencia
    hizo temblar los cristales
    concitó los gritos y los pasos
    puso en el su corazón
    /la ebriedad de la rabia
    mis rodillas preguntaron y buscaron el suelo para detenerse
    y fue su respuesta mi madre
    el temblor de mi madre
    su voz temblorosa diciendo
    es una bomba
    quédate agachado
    no digas nada
    esconde la cabeza
    esa noche guardé debajo de la cama un papel con los bordes quemados
    /que decía venceremos

    me soñé debajo de un sol fulgurante que alimentaba como un fuelle el
    /contorno de las cosas
    su brillantez cercana y derruida
    alzaba los ojos pero era imposible mantenerlos abiertos más de un
    /momento
    apenas suficiente para descubrir figuras en el cielo
    grietas desnudas
    gestos de larvas
    el sueño se repitió después entre los sueños
    y algo parecido a las fronteras abrazó la garganta
    como el nudo que hacemos a las cartas de la espera en que entregamos
    /todo
    incluso aquello que nos harta
    eso que odiamos lentamente
    y se nos viene el nombre
    y lo callamos





    Eduardo Villalobos es poeta guatemalteco.


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  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2014
    También podría ser una forma de dar cierto sentido al sufrimiento. O de verterlo y transmutarlo en algo, lo que vendría a ser lo mismo.


    Madre

    Mi madre es virgen. Su desnudez se arrastra tras ella.
    El viento de su vientre despeja la maleza.
    Las aguas se abren en dos. La luminosidad de sus pechos
    empuja la blusa. Nada consigue penetrarla.
    El vino cae fuera de su boca.
    El chasquido de los falos retrocede.
    Su hija nace lejos.

    Natalia Litvinova
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Sarasvati escribió : »
    También podría ser una forma de dar cierto sentido al sufrimiento. O de verterlo y transmutarlo en algo, lo que vendría a ser lo mismo.

    El caso es que, como por ejemplo me pasa con Pizarnik, la leo y no me puedo quedar impasible, y aunque te muestre su agonía de forma tan bella, no puedo disfrutarla porque su sufrimiento desorbitado sobrepasa los límites, me lo impide... Esa mujer (me olvido de la poeta) vivía un tormento...




    Frío

    Tan fría era la bola de nieve que chorreaba en mis manos
    y, cuando la hice rodar por el suelo, creció
    hasta que pude sentarme encima de ella, mirando para atrás, a la casa
    donde hacía frío al despertarme en mi cuarto con las ventanas
    tapiadas por el hielo y mi aliento desnudándose en el aire.
    Frío, también, en mis brazos al levantar el torso para hacer
    una muñeca de nieve, con los dedos de los pies ardiendo, fríos,
    adentro de mis botas de invierno; con la voz de mi madre llamándome para
    que saliera del frío. Y sus manos, frías, de pelar y
    hundir las papas en un bol, parando para agarrar
    la cara de su hija, un beso en cada mejilla fría y en mi nariz fría.
    Pero nada tan frío como la noche de febrero que abrí la puerta
    de la capilla ardiente donde estaba mi madre, ni joven ni vieja,
    donde mis labios, al devolverle el beso en la frente,
    supieron lo que quiere decir frío.



    Carol Ann Duffy (Escocia, 1955)








  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Ahora, ahora mismo,

    En este instante idéntico a niña embarazada,
    En este instante mismo en que la sangre se agolpa por mis sienes

    En este instante, oh muerta!, en que navajas, tréboles,
    O espartos moribundos dan sabor a tu boca,

    En que huracanes trémulos, musgos recién nacidos,
    O gusanos sin boca son dueños de tus senos,

    En que la tierra inmensa te ahoga por la garganta
    Por un instante no mayor que un beso,

    En que lágrimas huecas o mechones de pelo perfectamente inútiles

    No son lo que yo quiero: que es tu presencia misma,

    Que es tu carne dorada donde yo me dormía,
    Que son tus piernas tibias, tus muslos abarcados,

    Tus fecundas caderas donde yo cabalgaba
    Como un verano, hasta que te rendías,

    Tus fortísimos brazos con que, toda desnuda,
    Me levantabas sobre tu cabeza…

    En este instante en que un dolor inmenso
    Es incapaz de hacerme mover un solo dedo,

    Yo te prometo, oh dulce esposa mía asesinada,
    Oh madrecita sin haber parido, oh muerta,

    Colgar tu atroz recuerdo cada noche de un pelo,
    Y que desiertos de tinieblas moradas

    O amargas noches de insomnio y sobresalto
    Sean incapaces de ahogarme como a un niño.





    Camilo José Cela
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  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    A mi madre

    (reivindicación de una hermosura)

    Escucha en las noches cómo se rasga la seda
    y cae sin ruido la taza de té al suelo
    como una magia
    tú que sólo palabras dulces tienes para los muertos
    y un manojo de flores llevas en la mano
    para esperar a la Muerte
    que cae de su corcel, herida
    por un caballero que la apresa con sus labios brillantes
    y llora por las noches pensando que le amabas,
    y dice sal al jardín y contempla cómo caen las estrellas
    y hablemos quedamente para que nadie nos escuche
    ven, escúchame hablemos de nuestros muebles
    tengo una rosa tatuada en la mejilla y un bastón con
    empuñadura en forma de pato
    y dicen que llueve por nosotros y que la nieve es nuestra
    y ahora que el poema expira
    te digo como un niño, ven
    he construido una diadema
    (sal al jardín y verás cómo la noche nos envuelve)


    "Poemas del manicomio de Mondragón" 1987

    Leopoldo Maria Panero




  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
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    Sí ojalá pudiese dedicarme a todas esas madres negras

    las que cargan con pezones desangrados y cuencos de barro en sus cabezas
    las que nunca ponen limites a los sueños
    aunque haya partos de tierra seca y dura bajo la manta

    las que están allí porque nacieron con cuerpo de nube y a la vez de piedra
    doblan rodillas que seguir desgastando
    recogen la semilla para los hijos
    su voz amanece detrás sin que se escuche

    siempre descalzas

    de colores son los vientos que proclaman en sus faldas
    levantan las sombras con el brillo de las mareas de sus cuerpos
    y enseñan al mundo las mismas danzas de protección y calma
    hoy todo es suavidad en sus ojos que vigilan trenzas de espigas

    manos que tiran de la cuerda y mecen penas
    sacan a pasear el hambre y la espera
    la lucha escondida y la fuerza
    y unos cuantos soles dormidos a la espalda

    todas nuestras madres negras


    Violeta Castaño


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  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Madre,
    yo vi a los poetas caminando a través de los muros
    ellos pagan a la salida y no preguntan el precio
    yo no quiero ser como ellos
    para vivir desgarrada en pedazos
    un cuerpo entre paredes
    ni siquiera una lengua para empeñar
    yo los vi, ellos viven en una aldea
    tan real que te hace poner los pelos de punta
    pero yo soy una niña y sueño con llegar a ser una poeta
    cuando crezca
    en una rima entre los muros
    hay algo ateo su picazón
    algo vulgar su piel blanca
    ensangrentada con grafito las huellas
    de sus plumas acechan los muertos
    secretamente de noche y pesan
    palabra por palabra
    como si la harina estuviera a punto de agotarse
    si retuvieran su aliento penetrarían por entre
    el muro finalmente no quiero
    llegar a ser poeta, yo soy una niña
    y sueño con llegar a ser poeta
    cuando crezca con la escritura
    es lo mismo que cuando dices “yo te amo”
    para aliviar la emoción
    excesiva, en vano, para aferrar la pelota.


    Dostena Angelova- Lavergne (Plovdiv, Bulgaria, 1972)




  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014



    Mi madre no recuerda el nombre de su madre.
    Ha olvidado el camino de regreso a la vida,
    no sabe usar el peine, ni la cuchara,
    se pone, casi siempre, la chaqueta al revés
    y revuelve los cajones en su memoria,
    pero siempre sonríe al escuchar mi nombre.

    Mi madre no recuerda si tuvo algún amante,
    si ha viajado muy lejos, si ha perdido algún tren,
    dónde están sus anillos, si alguna vez fue guapa,
    que le gustaba tanto el Chinchón y el café,
    que las letras unidas tienen significado
    y que el perro que amaba nos dejó ya hace un mes.

    Mi madre me recuerda, sin amargura,
    lo que yo he olvidado tan tontamente,
    la oración de su abuela que me dormía
    las canciones de cuna que me cantaba,
    y unas romanzas moras que, en letanía,
    desgrana mirando por la ventana.

    Mi madre y yo sujetamos recuerdos olvidados
    como podemos, a veces con dolor,
    otras con risas, siempre con esperanza.


    Begoña Abad

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  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014



    Y tú me dijiste éstos ya no volverán


    Mamá cuándo vuelven los barcos
    aquéllos que vimos alejarse en la niñez
    y tú me dijiste
    éstos ya no volverán mi niño
    te estás haciendo un hombre y ya no volverán
    y yo te dije
    Mamá
    sí que volverán los barcos
    todo vuelve incluso los barcos
    todo vuelve Mamá
    todo vuelve Mamá
    y lo repetía miles de veces enfadado
    los barcos se marchaban por mi culpa
    y mi Mamá se dormía y no había manera de despertarla
    y las lágrimas se resbalaban de mis ojos
    y yo con un dedo intentaba empujarlas hacia arriba
    susurrando con los dientes bien apretados
    has visto cómo todo vuelve Mamá
    hasta las lágrimas a mis ojos



    Óscar Aguado

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  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Carta a la madre


    "Mater dulcíssima, ahora se levantan la nubes,
    el Navío topa confusamente contra los diques,
    los árboles se hinchan de agua, arden de nieve;
    no estoy triste en el Norte; no estoy en paz
    conmigo mismo, pero no espero
    el perdón de ninguno; muchos me deben lágrimas
    de hombre a hombre. Sé que no estás bien, que vives
    como todas la madres de los poetas, pobre
    y según la medida de amor
    por los hijos lejanos. Hoy, soy yo
    quien te escribe" .Finalmente, dirás dos palabras
    sobre aquel muchacho que huyó de noche con su chaquetilla
    y algunos versos en el bolsillo. Pobre, tan impetuoso
    lo matarán algún día en algún lugar.
    "Cierto, recuerdo, fue en aquella escalerilla gris
    de los lentos trenes que llevaban almendras y naranjas
    a la boca del Imera, el río lleno de urracas,
    de sal de eucaliptus. Pero ahora te agradezco,
    -sólo esto quiero- con la misma ironía que pusiste
    en mis labios, igual a la tuya.

    Esa sonrisa me ha salvado de llantos y dolores.
    No importa si ahora tengo alguna lágrima por ti,
    por todos aquellos, que como tú esperan
    y no saben qué. Ah, amable muerte,
    no toquéis el reloj de cocina que golpea en el muro:
    toda mi infancia ha pasado en el esmalte
    de su esfera, en sus flores pintados;
    no toquéis las manos, el corazón de los viejos.
    es, Pero tal vez alguno responde. Ah, muerte piadosa,
    muerte pudorosa,
    Adiós, amada adiós dulcíssima mater".



    Salvatore Quasimodo





  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Saliva (o tradición)


    una madre ha cambiado su leche por saliva
    glándulas salivales, la tradición mamífera
    la limpieza genética de las amas de casa es la saliva
    es la lengua materna, traspasada
    - la madre, amor, higiene, catatonia-


    la saliva
    en el pañuelo de la mujer decente
    espera bajo el puño
    junto a la calentura oculta de la vena
    restriega
    pantalones, las piernas
    las caras de los niños, salivadas
    con la nariz mojada, para siempre
    pegados al olor de la saliva


    es pura deglución:
    no hay alimento
    una vida
    34.000 litros de saliva
    también el que ha creído en la libertad de los recreos
    y se llena con tierra los bolsillos
    y con ella penetra en el colegio,
    en su desinfección


    domingo, el paseo:
    salivación del padre bien vestido
    saliva a sus zapatos, traídos hacia el rostro
    como guantes
    agarra las muñecas y escupe entre los pasos


    la madre buena llora
    los gritos del nacimiento de los dientes
    la madre buena premia
    la saliva gustosa de la parapléjica sonrisa


    formol, placenta, sopa


    hay un pueblo repleto de saliva,
    feliz


    María Solís Munuera (Madrid, 1976-)

    .
    .
    .
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2014
    Mil

    En la soledad de ella
    me acompaña en días sin rostro conocido,
    esperan su visita siempre.
    Caminar por el borde
    de su constelación es instrumento
    de un amor que no supo.
    El tiempo no resuelve nada, madre,
    ahí estamos, vos allí, yo
    huyo en silencio
    de lo que no te pude dar cuando
    las lágrimas lavaban tus mejillas.
    Las batas del verano ciñeron
    tus olvidos de vos, otras tierras.
    Qué hermosa eras en tu desolación,
    te parecías a
    la palabra que no alcanzo a decir,
    la línea negra de la pureza
    que nadie sabe cruzar.

    Juan Gelman
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Edipo is dead

    Voy a despedazar a mi Madre,
    a introducirla delicadamente en mi vientre;
    para estar nueve meses sin ella
    y, sin embargo, llevarla conmigo a todas partes
    hasta depositarla dolorosamente en el plano

    Y depravar el círculo:
    La madre ahora es hija
    y el hijo ahora es madre.



    Willni Dávalos es poeta peruano (1988-)
    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Después de largo viaje


    Me siento en el balcón a mirar la noche.
    Mi madre me decía que no valía la pena
    estar abatido.
    Movete, hacé algo, me gritaba.
    Pero yo nunca fui muy dotado para ser feliz.
    Mi madre y yo éramos diferentes
    y jamás llegamos a comprendernos.
    Sin embargo, hay algo que quisiera contar:
    a veces, cuando la extraño mucho,
    abro el ropero donde están sus vestidos
    y como si llegara a un lugar
    después de largo viaje
    me meto adentro.
    Parece absurdo: pero a oscuras y con ese olor
    tengo la certeza de que nada nos separa.


    Fabián Casas




  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Y ahora te veo entre las palmeras...

    Y ahora te veo entre las palmeras
    durmiendo en un oasis del desierto
    y a tu madre que vela tu sueño
    bajo un cielo de nubes que huyen,
    y ruega al viento que sacude las palmas
    que no te despierte, que tienes el sueño ligero,
    quién sabe por qué hacen tanto ruido
    esta noche esas ramas en la noche,
    la juventud del mundo está durmiendo,
    tu madre ruega a los ángeles del aire
    que hagan callar esas palmeras salvajes,
    mañana el mundo te espera al despertar,
    tu madre sabe, y yo también, que eres el día.


    Juan Rodolfo Wilcok (Argentina, 1919-1978)


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