Caía la lluvia sobre mis lágrimas. No podía creer que minutos antes era el hombre más feliz del universo y ahora todo estaba perdido. Me sentía simplemente devastado.
Me tiembla el pulso al escribir esto. ¿¡Cómo es posible!? ¿Después de todo lo que hemos vivido? Después de tantas tardes en el Café besándonos con la mirada, y de aplastar hojas secas en el parque tomados de la mano, y tantas noches inolvidables amándonos bajo las estrellas con la luna como lámpara o juntos en el cuartico de la sala absorbiéndonos en silencio, respirando hondo para no despertar a tu mamá ni al perro, o como la vez que nos perdimos en el bosque y encontramos esa casa en ruinas donde te asustaste y me puse a cantar para espantar el miedo, o como la otra noche que me fui listo para ir al hotel pero al fin terminamos en el cumpleaños de tu tía, riéndonos de la vida y de nosotros, o como tantos otros momentos inolvidables… ¿¡Cómo ahora me miras así, Guadalupe, dueña de mi alma, aliento de mi vida, fuerza de mis fuerzas, universo mío!? ¿Acaso te fui infiel? ¿Te pegué alguna vez? ¿Te insulté, te ofendí, te desprecié? ¿¡Ah!?
No entiendo nada, amada. Acabas de enterrar un puñal en mi corazón.
Y todo está perdido. Perdido. Para siempre.
Comentarios
Gracias por la prosa y la descripción del sentimiento angustioso ante el alejamiento del amor.
Sonrisas, Yitzjak.
Gracias por su comentario, estrofa. Espero poder leer algo de su autoría.
Un abrazo.
El texto me gustó, Yitz, quizá el único pero que podría encontrarle a este es el enfatizar tanto con ??!! algunas cosas, pero es cuestión ya de gustos y manías. A veces parece un texto sereno y otras como que se desquicia.
Un saludo,
Damapa
Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer;
es como abrir la mano y encontrarla vacía
y no saber de pronto qué cosa se nos fue.
Se deja de querer...
y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed,
como andar en otoño sobre las hojas secas
y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer...
Y es como el ciego que aún dice adiós llorando
después que pasó el tren,
o como quien despierta recordando un camino
pero ya sólo sabe que regresó por él.
Se deja de querer...
como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber,
y es hallar un diamante brillando en el rocío
y que ya al recogerlo se evapore también.
Se deja de querer...
y es como un viaje detenido en las sombras
sin seguir ni volver,
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.
Se deja de querer...
y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel,
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer...
y es como un libro que aún abierto hoja a hoja quedó a medio leer,
y es como la sortija que se quitó del dedo
y solo así supimos... que se marcó en la piel.
Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer.
José Angel Buesa
Como comenté en el poema de Ledharius sobre la tristeza, no siempre hay un foco y una causa para todo lo que se siente o se deja de sentir. Tendemos a buscar explicaciones, pero en ocasiones no existen y no hay que castigarse... Con ello, no quiero decir que el amor no se acabe por una serie de desencadenantes, también pasa... hay que regarlo cada día :rolleyes2: y aún así, no hay seguridad absoluta de que no se acabe
Gracias Yitzjak, de tu prosa han salido preguntas y dudas... nos has hecho pensar.
Sonrisas