(V)
El muro se cae y el tiempo pesa
o cesa la sensación de luz
oigo
cuando veo que lo oscuro es lo exacto
cuando mucho ruido y luego nada
oigo
en aquellas noches de absoluta claridad
en aquellas convalecencias inacabables
¿adónde vas mamá?
Más allá de la melancolía de un burdel
los párpados decaen como mis ganas
vivientes y sonoras
Caigo de rodillas a estas horas de pastosidad femenina
y sigo con la colección de versos y prosas poseyendo
unas palabras sordas
Nos caemos todos
nos hundimos en la garganta el finísimo puñal de oro
Somos cuchillos como alas para volar más alto
me van comiendo las criaturas de la tierra
en este castigo divino y el horror a Dios
nos reconcilian los cuchillos del pasado
cuchillos cortes en los brazos como ritual
el horror a Dios y llevo la última gota de poesía
con tanto ruido y más ruido chocando contra las nueces
mucho ruido limpiando la luz y oigo
unos ruiseñores por cientos llamar tanta hermosura.
dime mariposa ¿irse? ¿desaparecer?
Somos unos presentes inefables vapores destapando el silencio de una carga
poética
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Comentarios
Poderoso verso,
Quinti
Tu poesía es buena no es inefable.
Saludos
Este poema es un desagüe de lavabo con el agua corriendo.
Evito cualquier clase de signos de puntuación, para darle más ahogo a los remolinos que forman los versos.
El grueso de la estrofa final (penúltima) rompe el clasicismo con una escritura automática, en una mano un lápiz, y en la otra una cuchilla de afeitar.
Aquel día descubrí que los lápices, afilados como cuchillas, no cortan.
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Eres la equivocación
que
dilata, engendra y produce
Mi estímulo era besar a
un muerto frío
que
allí yacía
mientras
voy acercando mis labios cerca del
suelo
-terreno húmedo de muerte-
pues la tumba
está justamente pegada al
suelo
Y volvió el susto del niño
como el gran todo
que
nace con olor a selva y a bosque
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se va, te huelo
en estas sombras hasta los huesos
y huyo
Después vuelve a estar la madre hasta las cinco
Eran sombras de pétalos de cristal
Son dardos agudos hasta casi las seis
sin pinchazos de rosas que deshojan
las flores nupciales como un vapor sedoso
Es la sombra de culpa en un reloj
Son ya las siete y turbado estoy
tardando bastante tiempo en poder abandonar el nido
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Muescas en un cristal (I)
Eres la comprensión
o compasión de feroz
alegría con agobio de macho
en este baño diario
permaneces tan adicta a mí
como entonces y prefieres
los brazos de la lectura a los
del hombre ya
de por sí indelicado
por naturaleza como
un viaje de trabajo
Tienes la cara pegada al cristal
y piensas que todo lo demás es
literatura
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