Don Jacinto
Érase una vez un hombre con alergia primaveral. Una patología típica de irritación de ojos, esputación de mucosas, congestión nasal, y tos persistente. Al principio, don Jacinto recurría a remedios caseros como baños de vapor dementa y eucalipto. Cuando respirar supuso un suplicio para él, acudió a la consulta de un especialista que diagnosticó alergia al polen, también cierto componente de ansiedad. El terapeuta de su empresa lo sometió a varias sesiones.
— ¿Qué le preocupa a usted don Jacinto?
— Pues…bueno…ahora ésta dichosa alergia que no me deja respirar.
Al hombre le daba cierto apuro hablar de su intimidad, no porque tuviera una vida escabrosa, todo lo contrario, era una persona anodina y corriente que huía de los conflictos. Su lema, el centro como la medida ideal del universo, lo aplicaba a todos los ámbitos de su vida, así que nunca se decidió a situarse en los extremos. Un hombre comedido que sopesaba cualquier decisión, los contrasy hasta los pros. Pretendía una vida sin sobresalto, y sobre todo, salud.
En su jubilación le regalaron un reloj suizo de acero inoxidable. Al término del banquete ofrecido por sus compañeros, dio las gracias con labarbilla un poco temblorosa, carraspeó, cogió aire dispuesto a soltar el largo discurso memorizado que tardó meses en redactar. Cuando iba a pronunciar sus primeras palabras, los pétalos de las flores del centro de mesa se desprendieron de sus corolas, levitaron unos segundos para asombro de todos y fueron a parar a la cara del disertador. En su bigote una margarita temblaba al mismo ritmo que su respiración; de sus ralos cabellos colgaban pétalos derosas, jazmines y dalias. Nadie se explicaba que pudo ocurrir; el insólito hecho marcó un hito en la empresa, un antes o un después de lo de don Jacinto.
Por supuesto, tuvo que olvidarse del sueño de retirarse a su casita de campo a plantar hortalizas y a regar el huerto. Para el pobre solo empezaban los problemas, se agudizaron a medida que avanzaba el mes de mayo; atraía cualquier tipo de flor como por arte de magia. El dueño de la floristería, unl ocal en los bajos del edificio donde vivía, trasladó su negocio a otro lugar. Toda su mercancía salía volando por la puerta para posarse en el sufrido Jacinto tan poco dado a llamar la atención.
El cura de su parroquia fue a visitarlo por si acaso se tratara de las manifestaciones beatíficas de un santo varón, el Señor tiene mil maneras de bendecir a sus elegidos, o el diablo de enseñar su rabo. Llegó a la conclusión que aunque Jacinto era un buen hombre que no hacía daño a nadie, tampoco era extremadamente bondadoso, más bien apocado y tímido, apenas conocía mujer, ni siquiera las de pago.
— Ya podría usted pasarse por la iglesia y dar algún donativo de vez en cuando, hay mucha gente necesitada de ayuda —le recriminaba el cura, y Jacinto hacía como que no escuchaba, a pesar de tener una cuenta corriente saneada era comedido en sus gastos y le costaba aflojar el puño.
A la espera de que estudiaran su extraño caso no salía de las cuatro paredes de su domicilio, como si fuese un apestado. Se asomaba ocasionalmente a la ventana a tomar un poco de aire, con tal mala fortuna, que la última vez que lo hizo una maceta de barro, con geranios incluidos, fue a parar desde el ático izquierda a la cabeza del desgraciado alérgico matándolo al instante.
Al coche enlutado que transportaba su cuerpo hasta el cementerio le seguía una multitud, y no precisamente porque don Jacinto, que en paz descanse, tuviera familia y amigos que lo acompañaran en su último tránsito, sino porque el coche sumaba seguidores curiosos a medida que se cubría de flores.
Desde los parques y jardines, desde los puestos de flores de los mercados, desde las jarras, macetas y jarrones, desde los árboles de la avenida, desde la solapa de algún señor, desde el cabello de una mujer hermosa, o no tan guapa, desde todos lados, volaban pétalos hasta cubrir por completo el color negro del auto. Más bien parecía una romería que un cortejo fúnebre.
El chofer conducía muy despacio; un empleado de la funeraria, a pie, despejaba el cristal delantero cada dos por tres, para que el conductor pudiera ver por donde circulaba.
Ya en el camposanto las coronas volaban por doquier. Fue muy difícil poder enterrar a Jacinto, lo hicieron rápido y como pudieron. El capellán del cementerio encomendó deprisa el alma del difunto, refugiándose de la lluvia de flores dentro de la capilla, antes incluso de que los operarios colocaran la pesada losa que rezaba: aquí descansa un hombre de bien, nacido a tanto detanto, fallecido a ... y una fecha en blanco pues no tuvieron modo los marmolistasde ratificar la fecha de deceso.
En pocos minutos creció sobre la fosa recién sellada una montaña colorista de desechos florales y cintas de tus amigos, La Asociación de Vecinos, tus compañeros, el Círculo de lectores, El Club del Ajedrez, Alcohólicos Anónimos,tus hijos y esposa no te olvidan. El resto de los nichos y tumbas quedaron pelados. Durante semanas, no pudieron enterrar a nadie más porque ocurría de nuevo el mismo fenómeno floral, hasta que las autoridades decidieron exhumar el cadáver e incinerarlo.
Esparcieron sus cenizas en altamar.
Desde el mirador de "Buena Vista" se puede vislumbrar la cercana costa de África entre los dos continentes, y en los días claros, con suerte, un inmenso círculo de colores que crece un poco más cada año. Algunos dicen que son manchas de aceite o gasoil, irisadas por la luz del sol, vertidas por los barcos que cruzan el estrecho. Otros piensan que son bancos de peces. El olor a flores nadie puede explicarlo.
Comentarios
Oye, que me apunto la palabra capolavoro( que no sé lo que es, pero viniendo de tí seguro que algo bueno)
Me parece que en
"esta" va sin tilde.
Saludos.
Silicatus, gracias compañero, creo que no he leído nada tuyo, veré de hacerlo desde que tengo un poquito más de tiempo y calma.
siempre me diviertes,siempre me interesas... muchas veces, me sorprendes.
¡Anda! y yo pensando que "capo" era un jefe de la Mafia, influencia de alguna peli de ganster, seguro.
Gracias Nestor, lo cierto es que hay algo de trabajo detrás de este aparente sencillo relato, al que siempre que lo releo no puedo evitar cambiar algún renglón, alguna frase...a tí te pasará lo mismo con tus textos, nunca estamos satisfechos.
Dukdos, gracias, me alegra que te haya gustado, ¡qué bien!.
Procuraré leer algo tuyo desde que pueda.
Saludos compañero.
Me encanta que te diviertas, más aún sorprenderte Francisca.
Pero que poquito vienes por aquí ....:rolleyes2:
Si no vengo más es por falta de tiempo,no de interés.
Las entrañables Navidades van a darme tiempo para leer, releer y comentar.Aunque reconozco que me cuesta mucho dar mi opinión sobre textos ajenos y me limito a dar las que son positivas.
Saludos,
Francesca