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Bitácora.

FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
editado septiembre 2014 en Narrativa
Cap.I

-¡Dios, cómo odio los diarios y a la gente que los escribe!- , se lamentó Eli ante una divinidad en la que no creía.
No era eso. No odiaba ni a los diarios ni a sus adeptos afectos . Estaba enfadada con ella misma, con Marcel, con la vida.
Ayer, sin pensárselo, cogió el coche y condujo en medio de un tráfico endiablado y de un tiempo infernal, para llegar a su casita. De nuevo cometía el mismo error, pues maldecía a un infierno en el que tampoco había creído nunca.
Villa Elisa estaba fría y desangelada porque hacía mucho que la chimenea estaba limpia, la cocina recogida y las persianas echadas. Pero era su casa. ¡Ah, la Gramática! Su , quería decir en realidad 'de ellos', en plural, no de ella sola. Lo había sido, como herencia familiar, pero desde que Marcel entró en su vida, todo había derivado naturalmente hacia un plural cálido y gratificante.
-Nuestra casita, se corrigió, con la voz de él resonando en su memoria, recalcando el nuestra con esa r tan líquida y tan suave.

Era de noche cuando llegó por fin , así que se limitó a poner la calefacción, a calentar lo que había comprado en la tienda de "delicatesen" de su barrio urbano y a meterse en la cama en pijama de franela, calcetines, y bajo un nórdico - cortesía de su amigo Öbe Dijkstra-, venido de Suecia sin pasar por Ikea previamente.
Se acurrucó bajo el calor que su cuerpo comunicaba a las plumas del relleno y se dispuso a leer, pues un buen libro tenía la virtud de aligerar sus sueños. Ahora, Marcel saldría del baño, sonriendo y le quitaría el libro de las manos. Él tenía otras ideas sobre lo que ayudaba a conciliar el sueño.
Pero Marcel no estaba. Hacía apenas una semana que se había ido y las exigencias del trabajo habían anestesiado a Eli hasta el punto de pasarse horas sin pensar en él. Sin embargo, el viernes por la noche anunciaba un fin de semana lleno de añoranza, y tal vez - cruzaba los dedos para que no fuese así- vacío.
Ahora, se arrepentía de no haber accedido a la compra del perro que su amor , su amigo, su compañero, le había solicitado.
-Quiero un setter hembra- le dijo- y será "Yamadori", faisán en japonés.
Eli sonrió, ése era el nombre de un restaurante en el que habían acudido en un viaje a Barcelona para comer sahimi, sushi y teriyaqui por primera vez en su vida. Pero notó con disgusto que se le enturbiaba la vista.
- Eli, ¡por Dios! - se dijo- te haces mayor. Tú nunca has sido tan sentimental, hija.
Pero era justo que lo reconociera: Marcel había hecho que aflorasen rasgos de su personalidad - o de su carácter, no lo sabía bien- que desconocía o que había relegado al sótano de su mente durante años.
Estaba disgustada con él. Disgustada, enfadada, furiosa más bien. Se había marchado y la había dejado sola. Ella había estado sola antes, muchas veces, durante años, pero ahora ya no podría estar sola nunca más, al menos, no sin Marcel.
Le había dado un ordenador portátil cuando le anunció su marcha. Ella pasaba las jornadas laborales enterrada en su terminal, atada al correo electrónico, y manteniendo videoconferencias con proveedores y clientes. ¡Un ordenador, lo que le faltaba! En su casa no, nunca lo usaba. Él , por el contrario, había digitalizado las fotografías, los libros. Hasta para su trabajo free- lance tenía como herramienta su baqueteado ordenador.
Dejó el libro y lo cogió un tanto renuente.
Él le había descargado todo lo que pensaba que necesitaría ella durante su ausencia. Tenía un enorme archivo con vídeos y fotografías. En realidad, toda su historia estaba allí. Sonrió. Marcel estaba en todo, pero la dejaba libre y nunca se alteraba, nunca se enfadaba con ella. Jamás le había oído gritar. Y cuando ella se se ponía nerviosa, le bastaba con sentir el roce de sus dedos sobre el brazo, para que se le olvidase la causa de

su malestar.
Había una carpeta en el escritorio que rezaba "Bitácora".
- ¡Eres malo, Marcel! - dijo ella con ternura.
Si no decía "Diario" en su carpeta, se suponía que no lo era.
Entró y salió del procesador de textos sin escribir ni una línea, ni una palabra. Se decidió, entonces, a mirar las fotos. Y casi sin pensarlo, nació la idea de escribir sobre los recuerdos, sobre los sentimientos y las sensaciones que las fotos provocarían en ella.
Estaban ordenadas por años. El primer archivo correspondía a las antiguas fotos de su familia. Marcel era un genio , un artista y las había restaurado y devuelto su brillo. Conservó, no obstante los originales amarillentos y gastados por los bordes , porque sabía el cariño que Eli les tenía.

-¡Abuela!- exclamó con dulzura- , hace tanto que no te veo.

Su abuela se había ido la noche de San Silvestre de 1989, poco antes de la medianoche. Se había ido como vivió, con alegría, con gracia, con su sonrisa chispeante. Era la anciana más bonita que había visto en su vida.Y un virus hospitalario la arrastró hacia el Vacío a los 99 años.
En esa foto, Elisa ( por ella llevaba este nombre) , no tenía más de 15 años. Era menuda, casi diminuta, con un rostro "mignon". Un día, en el Prado, se había sorprendido al ver otro rostro muy parecido al de su abuela colgado en la pared:
"Isabel de Valois" de Sanchez Coelho. Elisa, Isabel.
En la foto, su abuela lucía un vestido con un cuello alto de encaje negro, rematado por un pequeño volante a modo de gorguera. Aparecía de pie, medio reclinada sobre un jarrón chino enorme, estratégicamente situado delante de su vientre. Apoyaba las manos sobre el tibor , como por descuido, sosteniendo unos finos guantes de cabritilla. No sonreía - hubiese sido impropio en un retrato de estudio-pero sus ojos , tan parecidos a los de la propia Eli, brillaban magnéticos, comiéndose la cámara.Era el día de su boda.
-Había vivido una odisea para llegar allí, niña- explicaba la abuela- Tú nunca renuncies a tus sueños. ¿ Me oyes bien? ¡Nunca!
Conoció a mi abuelo, Daniel, a los catorce años. Él ya tenia los 21 y era mayor para estar soltero. Se enamoraron en cuanto cruzaron sus miradas. Ella era exquisita, como una flor rara y delicada; él alto para su época, apuesto y con un bigote de extremos encerados. No era pobre. Había emigrado al sur con una vaca como único patrimonio, y se había hecho con un capital. Ahora quería regresar a su Asturias natal con una esposa. Su abuela no podía ser, sus padres se oponían, porque Daniel era un"normando", un hombre del norte, bronco, pero noble.
- Un día, Elisa - lo contaba sonrojada-fui a la Iglesia para confesarme:

"- Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida.
-Padre, me acuso de un pecado que voy a cometer esta noche..."

La abuela, que apenas llegaba al pecho de su amado, hizo que la dejase embarazada para forzar la boda.
No había conocido a su abuelo, muerto por una congestión pulmonar a principios delos años 60, pero todos decían que vivió enamorado de ella hasta el último aliento. Elisa jamás había abandonado el luto, por él.
- Elisita, decía ella, no busques el amor. Deja que te busque él.
Y ella, olvidando a su sabia abuela, se pasó jugando al escondite con él los primeros cuarenta años de su vida.

Elisa no se dio cuenta en qué momento el sueño, por fin, ganó la batalla.
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Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado noviembre 2013
    Me gustó el consejo, hay que dejar que las cosas lo busquen a uno:)
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2013
    amparo bonilla escribió : »
    Me gustó el consejo, hay que dejar que las cosas lo busquen a uno:)

    La vida te enseña a no jugar al escondite, ¿ verdad?
  • anderosuanderosu Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado noviembre 2013
    Advierto que este teclado no tiene tilde.


    Me ha gustado, aunque quiero hacer una observacion:
    Pero era su casa. ¡Ah, la Gramática! Su , quería decir en realidad 'de ellos', en plural, no de ella sola. Lo había sido, como herencia familiar, pero desde que Marcel entró en su vida, todo había derivado naturalmente hacia un plural cálido y gratificante.
    -Nuestra casita, se corrigió, con la voz de él resonando en su memoria, recalcando el nuestra con esa r tan líquida y tan suave.

    Si dices "su", ya no es un pensamiento personal (se entiende que se puede transferir a "mi", pero igual has escrito "su), se entiende en primera instancia como un narrador excentrico corrigiendose a si mismo. Luego, el "de ellos" puede ser confundido, suena como que estas intentando decir que la casa no es suya en absoluto. Despues, vuelves para decir que si, si te refieres a "de ellos" y "mia". Solo entonces habla el personaje: "nuestra".
    Te parecera un comentario como una calle llena de baches, pero justo esa es la sensacion que da leer estas frases. Es bonito el truco, alguna mana narrativa, pero has podido decir que ella vive con el en la misma casa de una manera mucho mas simple. El numero de habitantes de un lugar no amerita tanto zarandeo literario, al menos en este caso.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2013
    ¡Me ha hecho gracia lo de los baches!
    "Su" puede ser "su casa", de ella, o "su casa", de ambos. Lo que quería decir es que ella había aprendido a usar la primera persona del plural ( nosotros, una pareja) al conocer a Marcel.
    Gracias por la apreciación gramatical. Procuraré no volver a resultar confusa.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado noviembre 2013
    ¡Qué bonito y que sencillo Francesca! Casi se me escapa esta lectura. Me alegra haberme parado en ella.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2013
    Suina,
    me ha encantado no tanto el "bonito" ( gracias, igualmente), como ese "sencillo".
    La Vida me está enseñando que la sencillez es una , por desgracia, rara cualidad, que te hace ser mejor persona para ti y para darte a los demás.
    Estoy contenta de la sencillez de mi texto y de que tú lo hayas percibido.
    Agradecida,
    Francesca.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado noviembre 2013
    Es muy dificil escribir sencillo, estoy de acuerdo contigo en esto.
    De tu sencillo que no simple, pulcro, íntimo y personal Bitácora, solo quitaría dos diminutivos que minimizan tu buen relato. Casita y Elisita.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2013
    Thanks!!!!

    Gracias por tomarte tiempo para leer mi relato , primer capítulo, en realidad.
    Hoy voy a escribir el segundo, o parte de él.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2013
    No había dejado de llover en toda la noche. El otoño había sido benigno en el Norte y caluroso en Madrid, pero un frente inesperado se había colado por Galicia y estaba barriendo la costa sin piedad.
    Elisa se despertó por el golpeteo de un árbol en su ventana. Se puso la gruesa bata de lana y se caló un gorro.Cubrió el conjunto con el chubasquero de Marcel y salió para coger troncos de la carbonera.
    Dedicó un tiempo a encender la chimenea y a hacerse un buen desayuno, mientras miraba su móvil, por si él daba señales de vida.
    - Nada_ se lamentó_ ¡ es como si se hubiese internado en "El salvaje Mundo sin cobertura"!
    Se sentó ante el ordenador, con una taza de capuccino entre las manos para darse calor, y lo encendió. En seguida, advirtió que Marcel le había abierto un correo. No lo había visto la noche anterior porque estaba ofuscada por su ausencia silenciosa y cansada por el duro trayecto desde Madrid.
    Diez mensajes como diez soles dormían en la bandeja de entrada.
    -¡Boba! _ dijo para sí_ por eso te ha regalado el ordenador.
    Los leyó con avidez primero, como se bebe en un oasis. Una vez calmada, los saboreó con fruición:

    Elisa , mon amour!
    Ella, sonrió, porque el título de la película de Saura respondía a un juego privado de ambos.

    Se me hace duro haberte dejado sin darte ninguna explicación.
    Como siempre, tú no preguntaste nada y yo no estaba preparado para contarte, para decirte...Aún no soy capaz de hablarte de ello.

    Me conmovió el modo en que confiaste en mí y me dejaste marchar. Y lo fuerte que te mostraste en el aeropuerto.
    Te confieso que yo estuve a punto de flaquear y de no coger esa avión a Londres...


    Elisa cerró los ojos con fuerza porque le escocían. Esa ciudad simbolizaba el infierno personal de Marcel, pues era el lugar en el que tocó fondo, y desde donde regresó al mundo de los vivos. Y a Elisa.
    Te lo explicaré todo a la vuelta. Ahora deseo, necesito decirte cuánto te quiero.
    Me parecen tan pobres esas dos palabras, cuando lo que yo siento es que tú eres mi Vida. Me has salvado, Elisa, y tal vez tú no seas consciente de ello, porque me das tu amor con sencillez y con una alegría casi infantil.La alegría de quien ama sin reservas y sin condiciones.


    Elisa leyó y releyó sus mensajes y sintió que el sol brillaba por encima de aquella ominosa barrera gris. Mientra que, desde su ventana, el mar era una masa de plomo en constante vaivén. La construcción del pueblo sobre un acantilado, le permitía divisar el puerto y la playa de la Griega. La privilegiada situación de la casa eliminaba cualquier obstáculo que le impidiese disfrutar ese magnífico paisaje .

    Éste fue el lugar escogido por su abuela como su retiro de viuda. Eso le recordó la habitación negra en el château de Chenonceau y al dolor que se había adherido como un sudario a sus paredes y cayó sobre ella cuando la guía los condujo hasta allí. Pero su abuela nunca fue una mujer triste. Se aferraba al convencimiento de que resucitaría para ver de nuevo a su Daniel. Y Elisita - por aquel entonces , Elisa era la abuela- hacía suya esa fe genuina que tanto admiraba. Hacía años que la había perdido ( si es que la tuvo alguna vez realmente), aunque a veces, se planteaba si no eran más felices esas " almas cándidas " que creían en la Divinidad.
    Decidió recoger la casa, porque siempre la había visto limpia y ordenada y quería honrar la memoria de Mamá Elisa . Si bien esa tarea le llevó poco tiempo pues la vivienda, de reducidas dimensiones, constaba de una sala baja con una cocina en el lado del mar, y una habitación y un baño en el piso superior de tejado inclinado a dos vertientes.
    Una vez terminadas sus tareas, conduciendo por la carretera de Colunga, se dirigió hacia la casa familiar, La Casona. Ella había heredado Villa Elisa , conocida popularmente como la Casita , mientras que sus hermanos, Carlos y Fina- se habían repartido la vivienda más grande, divididiéndola en dos apartamentos que ocupaban con sus respectivas familias.

    El temporal seguía golpeando la costa cantábrica con dureza, mientras Elisa conducía con el limpiaparabrisas luchando impotente contra ese diluvio desatado sobre su pobre utilitario.
    Había nevado en Burgos y Elisa se había tomado una semana de vacaciones para no correr riesgos en la carretera.
    - Así que toca cultivar las relaciones con tus hermanos, pobre Eli.
    Ese asunto que la inquietaba porque los resultados podían ser imprevisibles.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2013
    Elisa no llegó a conocer, de momento, las consecuencias de su visita familiar , ya que la tormenta tenía ideas propias y había hecho planes por ella. Los faros antiniebla apenas disipaban la oscuridad y Elisa empezó a sentir miedo. Tenía el carnet desde hacía solamente un par de años y aún no se sentía segura de sí misma como conductora. Así que respiró aliviada cuando vio un indicador muy familiar para ella: Museo del Jurásico. Marcel bromearía de estar en el coche en ese momento , como siempre lo hacía, a su costa:

    - Amor, te doy mi diagnóstico: padeces , sin lugar a dudas, 'museítis aguda'.
    -¿A qué te refieres?
    -Veamos. A qué me refiero... ¿A que eres capaz de visitar museos de botijos y de orinales? ¿A que no te pierdes museo, exposición o centro de interpretación con los que te topes?
    - Esto no te lo perdono, ¡que lo sepas!- dijo ella fingiendo un disgusto que no sentía.
    Él zanjaba todas esas discusiones simuladas besándola con fuerza, de manera que se hacía totalmente imposible una pelea entre ellos.

    Volvió a la realidad. Era menester que tuviese cuidado con esas ensoñaciones, sobre todo si estaba conduciendo, porque una distracción podía ser fatal. Conectó el aire acondicionado para que desapareciese del parabrisas el vapor de su respiración, mientras volvía a mirar con preocupación el torrente que resbalaba sobre su pobre "barquilla". Se sentía como Kevin Kotsner en "Water World", pero sin agallas. Estaba convencida de que nadie, salvo ella, podría estar tan loco como para salir con un tiempo así, hasta que pudo ver que en el aparcamiento había un autobús.
    - Vaya, el IMSERSO ataca de nuevo.Los dulces ancianos no perdonan una oportunidad para salir de casa- se dijo, riendo.
    Salió del coche cubriendo su portátil con la gabardina y a saltos, como un procompsognathus, entró en la cafetería del Museo. Los visitantes , protegidos por sus chubasqueros de colores chillones,se hacían fotos delante de un triceratops de cartón piedra. Elisa se esforzó por contener una carcajada ante la visión de una señora con la bolsa de un supermercado en la cabeza a modo de gorro. Esa escena coral le recordó a una ilustración de "Buscando a Wally", pero para la tercera edad.

    A salvo en la cafetería, pidió una magdalena bañada en chocolate caliente y un capuccino. Tomó asiento junto a la enorme cristalera que conformaba el frente norte del local.. La lluvia que , de momento, parecía haber hecho un alto al fuego, confería a la hierba una hermosa tonalidad verde esmeralda. El agua y el cielo se habían fundido en una única masa de plomo. Mar i cel , como se dice en catalán. Evocó a Marcel. Se entretuvo un rato, soñadora, mirando las gotas que resbalaban morosamente por el cristal y se lamentó de no haber traído su cámara para recoger tanta belleza.
    Conectó el portátil. Abrió el archivo de fotos correspondiente a su niñez y clicó sobre la carpeta de su Bitácora, y se dispuso a escribir:

    Hacía mucho tiempo que no miraba las fotos de mi infancia. ¿Por qué?Tal vez porque ya hay muchas personas que no están entre nosotros. Las fotos de otros tiempos me causan añoranza y tristeza.
    Veo rostros amados,mirándome en celebraciones alegres - bodas, bautizos, cumpleaños-,nosotros vistiendo el uniforme escolar, las vacaciones estivales con los abuelos andaluces.¡Aquellos felices,cándidos tiempos!

    Todos los veranos, visitábamos a mis abuelos maternos en su casa de labor en una vega entre Granada y Málaga.Dentro de sus lindes había un acceso al río Guadalhorce y nos bañábamos en un remanso entre zapateros y libélulas.Hay fotos en blanco y negro en las que aparezco tostada por el sol, descalza , abrazada a Moro el perro mestizo de mi abuela, o subida en Nancy, la yegua de mi abuelo. Siempre llevo sombrero, y continúo con la costumbre de ir cubierta en invierno o en verano.
    Mi hermana estaba preciosa, usando los primeros vaqueros ajustados que se veían por allí. Es que siempre ha sido muy guapa, mucho más que yo, como se encargado de recordarme, venga o no a cuento.
    Mi madre sonreía feliz cuando mi padre estaba en casa, porque ella vivía consagrada a su marido y a sus hijos.
    ¡Qué divertido era mi abuelo! Decía que no sabía de dónde le había salido un yerno tan alto y tan serio. Y era algo irreverente a veces, sobre todo, cuando se metía entre pecho y espalda unos chatos de vino peleón. Entonces, mi padre le decía que le diera otro chato a él y charlaban a la fresca hasta que se hacía de noche.
    Mi abuela se empeñaba en enseñarme a coser , pero desistió sentenciando:
    - ¡Hija mía, Elisa, eres un marimacho de cuidado!
    - No, Madre, le respondía la mía propia, es que esta niña ha nacido en un mundo diferente al nuestro.

    - Muy bien, decía la abuela Carmen, tú dale alas a la niña, y cuando salga volando por ahí con cualquier tío que le haga una barriga, llorarás.
    Mi madre, Carmen también, fingía no preocuparse , pero en realidad sí que se preocupaba por mí, y mucho.

    ¡Vaya!, me olvidaba de Roberto. Todos nos llamaban "El Aderezo", es decir, el aceite y el vinagre de las ensaladas. Era mi primo de Madrid: rubio y blanco de piel, quejica y enmadrado. Para colmo, mi tía Virtudes, se empeñaba en vestirnos como si fuésemos gemelos.
    Un día, Roberto fue a la cocina llorando, con la mano en la mejilla:
    -¡ Elisita me ha mordido!
    La abuela, le miró la mejilla en la que - era una evidencia digna del CSI-se podía sacar un molde perfecto de mi dentadura.
    - Elisa, hija, eres una mula torda.
    -Abuela, es que está tan blandito y tiene las mejillas tan rosas, que pensé que estaba hecho de fresas con nata. Quería probarlo y le di un mordisco de nada .
    Mi abuela fue a la cuadra por la fusta de Nancy y me pegó en el culo , tantas veces que no pude sentarme en una semana.
    A partir de ahí, Roberto, el Ojo Tuerto ( llevaba un parche porque tenía un ojo vago), y yo nos odiamos a muerte. Nuestros veranos acababan con nosotros descalabrados o sangrando por las narices. Mira, mi abuela tenía razón, no era yo muy femenina por aquel entonces.
    Todo eso acabó en 1976, cuando mis abuelos murieron, juntos como siempre habían querido, en un accidente de coche. Los hijos vendieron la propiedad y se acabaron los veranos con los ombligos al sol, como decía Serrat. Aun ahora, ya adultos, Roberto y yo procuramos no sentarnos juntos en las reuniones familiares. Sobre todo porque yo estoy con Marcel...., que es quien es. Y él es concejal de su pueblo. Bueno, de eso ya hablaré más adelante.

    Sonrío con mis fotos de adolescente. Era una hippy falsa, como de atrezo.Era mi forma de manifestar mi rebeldía ante la vida que me parecía tan injusta. Es que mi padre...Perdí a mi padre a los 13 años. Y ya nada fue igual en mi casa.

    Elisa dejó aquí la escritura de su Cuaderno de Bitácora, o Vitta- cora pensó, porque ahí estaba dejando reflejada toda su vida. Se frotó el entrecejo y sintió una incipiente cefalea:
    - Claro, me he olvidado de nuevo de usar las gafas. Elisa, ¡ tu coquetería no tiene solución!
    Cuando iba a apagar el sistema, sonó el chivato de sus mensajes.
    Marcel había escrito de nuevo:

    Mi Amor, mi precioso y tierno Amor,
    He caminado por Green Park . He tomado un barco para ir a la Torre de Londres y he visitado por ti el Museo de la Joyas de la Corona. Me he sentado mirando a los cuervos de la Torre y me he dado cuenta de lo mucho que te echo de menos. Te has metido dentro de mis venas, de mi carne, de mi mente y ya no quiero ni puedo vivir sin ti. Has cambiado mi vida con tu bondad, con tu inteligencia. Me haces reír con tus despistes, con tu sentido del humor. Me llenan de ternura los miles de maneras que tienes de decirme cuánto me amas. Me vuelves loco, como el primer día.
    He enfermado de amor, y no quiero curarme.
    Todo se está arreglando, mi Amor. Así que, si no sucede nada malo, el domingo volveré a Casa, a ti.

    Elisa levantó la vista de la pantalla. Había salido el sol y no tenía excusa que valiera para retrasar su viaje hasta la Casona.Suspiró mientras apagaba el dispositivo y salió hacia el aparcamiento,que estaba desierto. El mar ,omnipresente en su tierra, llamaba con una ronca voz de enamorado, Respiró la humedad salada pidiendo fuerzas para soportar la visita a su hermana.Y pensó que en la orilla opuesta de ese mismo mar, Marcel pensaba en ella.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado diciembre 2013
    Te voy siguiendo los pasos...:)
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2013
    Las nubes se abrieron como un cortinaje, dejando un espacio para que el sol se pasease un rato por el cielo.
    Elisa, bañada por esa luz pálida, se sintió algo reconfortada.La magdalena de chocolate también ayudaba, pero no quería admitir que había vuelto a sucumbir ante el black power , al que había tenido por costumbre recurrir en sus horas más bajas.
    -Un minuto en la boca, toda la vida en las caderas- hubiese sentenciado la abuela Elisa de haber estado allí.

    Querría haber sido capaz de alejar los malos recuerdos mientras se dirigía a la Casona, y sin embargo, notaba cómo su estómago se encogía y se reducía a una bola dura y molesta.
    - Tienes más de cuarenta años, Elisa, ¿por qué sigues sintiéndote una niña cuando vas a visitar a tu hermana?
    - Es que ella saca lo peor de mí- se decía en un mudo diálogo consigo misma.

    Nunca se llevaron bien,Antonio su hermano,tenía que ser juez y árbitro entre las dos. Hasta sus cuñados se veían obligados que separarlas cuando se enzarzaban en sus eternas disputas por causa del pasado.Ya no la odiaba. Pero se avergonzaba por haber alentado sentimientos tan negativos hacia ella. No dejaba de ser su familia y ya sólo le quedaban ella y Antonio.

    Intentó disipar su nerviosismo poniendo música. Carpenters siempre la relajaba.¡Ay, Karen, qué voz la tuya!- murmuró para sí, y pasó tarareando esos temas el tiempo que restaba para avistar la verja de la casa.

    La propiedad familiar quedaba muy cerca de Ribadesella. A Elisa le encantaba bajar a la población y apoyarse en la barandilla del puente, contemplando el Cantábrico y los Picos de Europa al mismo tiempo. Era una de sus postales favoritas. Otras eran los lagos de Covadonga, Cangas, la Campa Torres -próxima a Gijón-, el castro de Coaña...Realmente su tierra le parecía maravillosa. Aunque había tenido el privilegio de ir recogiendo imágenes igualmente bellas en otros lugares.

    Cuando ya se divisaba la Casona, Elisa detuvo el vehículo y se miró en el retrovisor. Repasó su maquillaje, se atusó los cabellos y se dio unos toques de perfume - del bueno- detrás de las orejas y en ambas muñecas. No iba vestida de un modo adecuado para un día tan húmedo, pero no quería escuchar a su hermana:
    - ¡Desde que estás con..., con... ese, has perdido mucho!

    Llevaba un pantalón estrecho y oscuro que la estilizaba, una blusa de seda estampada con un discreto print animal y una chaqueta de Chanel, regalo de ese, de Marcel. Se sonrió por lo errada que andaba su hermana con respecto a su marido, porque él se fijaba en todos los detalles y le daba consejos muy acertados en materia de moda. En el último momento, se acordó de cambiarse las botas de agua por unas de tacón alto.

    -Valor y al toro,muchacha, dijo.

    Se le escapó una carcajada, recordando aquello de "nervio y ansia", que dijera Russell Crowe. Esa risa espontánea le dio valor para entrar.

    Su hermana la recibió en la puerta con la mejor de sus sonrisas. Si era justa, tenía que reconocer que Claudia estaba bellísima a sus cincuenta y tantos.Siempre que la veía, recordaba el retrato de Isabel de Portugal, de Tiziano ( tenía el vicio de buscar parecidos a la gente con los modelos de las obras de Arte).

    Elisa siguió a su hermana y admiró lo que ella había hecho con la planta inferior de la Casona.Tomaron asiento en un sofá que miraba hacia el jardín arreglado por un conocido paisajista.
    - ¿Qué tal,hermanita?-dijo Claudia ,palmeando a Elisa en la rodilla que le quedaba más próxima.
    -Muy bien, gracias.
    Elisa se deshizo en explicaciones para evitar la tensión que provocaría un silencio prolongado, o los mordaces comentarios de Claudia.

    -¿ Y tu.. ¡ejem!, pareja?
    - Tiene nombre, se llama Marcel. Y estamos casados.
    -Bueno, si hablamos con propiedad - interrumpió ella, con una mirada que helaría el mismo infierno-, el matrimonio en personas divorciadas no...

    -¡Tía!-gritó su sobrina Carmen.

    La joven venía melena al viento, tocando la corneta del glorioso Séptimo de Caballería para salvarla in extremis de su Toro Sentado particular . La hermana mayor recompuso su rostro más benigno y trajo algo para picar. Carmen llamó a su tía , y cuñada de Elisa, y a sus primos que estaban en la vivienda del piso superior.

    - ¡Bienvenida, cuñada!- dijo Covadonga , dando a Elisa un afectuoso abrazo.

    - Había venido para darle un vistazo a la Casita, y me he quedado , aprovechando que la autovía estaba cerrada por el temporal .

    Las sobrinas se quejaban de que su tía no viniese acompañada por ese marido suyo "tan atractivo" y Covadonga propuso que comiesen juntos para que Antonio pusiese verla. Así se hizo.
    La comida y la sobremesa fueron muy agradables, sobretodo, porque la anfitriona colocó a Claudia y a Elisa en dos asientos muy separados. Charlaron,rieron y disfrutaron de unas estupendas faves con castañas y un pitu delicioso.

    Al marcharse, Elisa besó a Claudia,feliz porque se había evitado la confrontación. Y prometió a todos no espaciar tanto sus visitas.
    -¡Ven con Marcel ,tía! Tu marido es guay...¡ y está buenísimo!

    A media tarde,ya estaba en casa, cómodamente sentada ante la chimenea con una taza humeante, contemplando las hipnóticas llamas que lamían los troncos.

    ¿Por qué Claudia hacía que se sintiera tan mal? Nunca habían congeniado, no había química entre ellas. Pero no era por eso.Claudia era íntima de su ex. Incluso había intentado convencerla para dejase volver a Ricardo cuando lo echó -¡ por fin!- de casa.Y lo peor de todo era que había creído a su ex marido y no a ella, a su propia hermana.

    Elisa estaba llorando sin darse cuenta. No tenía la intención de remover la basura del pasado, pero los recuerdos la asaltaron por sorpresa.

    - ¡No, Ricardo, por Dios!

    -¡Cállate , foca inútil!
    - ¡No me pegues, no lo haré más! ¡No, no!

    Ricardo estaba transformado y le costaba reconocer esa cara que parecía la de una bestia, la de una fiera más que la de un hombre.

    Zarandeaba a Elisa, hablándole tan de cerca que olía su aliento etílico. Pequeñas partículas de la saliva de él manchaban su cara. Le dolía el brazo, donde sus dedos la constreñían.

    -¿Cómo te atreves a contradecirme delante de mis jefes? ¡Me has dejado en ridículo!

    -Yo solamente he dado mi opinión cuando me han preguntado. No te he contradicho. No tengo la culpa de no pensar como tú.

    Una bofetada la silenció de golpe.

    -¿No aprenderás nuca a estar calladita? No te he llevado para que hables, sino para que me dejes en buen lugar.

    - Sólo te deseo que algún día alguien te haga sufrir como me haces sufrir tú a mí.

    Ricardo encadenó una serie de manotazos y golpes a la cara de Elisa. La echó en la cama,sujetándola por las muñecas, apoyando una rodilla sobre el pecho de la mujer. Ella no podía respirar. Él soltó una de sus manos y repitió los golpes.

    Elisa veía luces con cada impacto del puño de Ricardo. Sentía que la falta de aire iba a hacerle perder el sentido.

    Por fin, el hombre- si es que realmente lo era- soltó su presa. Ella rodó hasta el suelo, mareada.Y él se rió, despectivo:

    -Eres ridícula.

    Elisa se arrastró hasta el baño.Se aferró a los tiradores de las puertas para poder ponerse en pie. Un grito se le escapó entre sus labios tumefactos. Su reflejo en el espejo la impresionó. Se miró extrañada, como ajena a sí misma. La cara que la contemplaba desde el otro lado era una máscara deforme y grotesca.

    Ricardo, entonces, acudió al baño con la intención de seguir acosándola, pero sintió miedo al verla.
    - Elisa, ¡Dios mío!, yo no quería...

    La mujer volvió a la cama y se encogió en posición fetal. Él la siguió:

    -Deja que te cuide,que te abrace.Yo no quería,pero eres tan cabezona... Si no fueses así,yo no habría tenido que castigarte.


    El divorcio no fue fácil. Eran otros tiempos y la policía no se metía de oficio en disputas familiares. Pero hubo una denuncia.La presentó Antonio en nombre de su hermana.
    Claudia intentó mediar, convencerla de que Ricardo había aprendido la lección y de que no volvería hacerlo.

    - Elisa, si esto se sabe, será el fin de su carrera. Tenéis que superarlo juntos.
    Claudia. Es tu marido delante de Dios y de los hombres.

    En el fondo, no era mala mujer. Era buena esposa y madre. Seria, trabajadora hasta la obsesión.Guapa. Pero estaba equivocada en casi todas sus ideas: "vales tanto como tienes, hay que tener clase, las apariencias ante todo.."

    Además, no soportaba a Marcel y por ahí Elisa no estaba dispuesta a pasar.
    Él soportaba la ironía y las indirectas de Claudia con un estoicismo admirable:

    - Je n'ai pas compris,Claudia. Je ne suis q'un pauvre méteque.*

    Siempre instaba a Elisa a perdonarla, a aceptarla con sus debilidades, a amar a su hermana. Ella no comprendía cómo ese cristianismo sencillo y poco convencional que él había descubierto recientemente podía cuadrar con ese hombre tan libre. Había sido prácticamente nómada, por lo menos hasta haberla encontrado a ella.

    - No te prometo nada ,mi Amor. Pero lo intentaré, por lo menos lo intentaré.


    *No te he entendido, Claudia. Sólo soy un pobre extranjero.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2013
    Métèque, lo siento.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2013
    1. Capítulo II


    El ambiente en esta ocasión frío y toñal contribuye a que la espera de Elisa sea densa y algo triste…y sin embargo, un sol inesperado la llena de alegría, un sol íntimo e interno, el amor que siente por Marcel, un sol que brilla por encima de cualquier barrera gris ( omitiría el dramático y radical ominosa)

    Soy muy crítica Francesca, y si veo algo que se puede mejorar bajo mi punto de vista, lo digo, con el fin de ayudar. No tienes por qué hacer las correcciones que te indique, porque siempre son hechas bajo mi percepción personal ( quiero decir que trato tu relato con el mismo rigor que si fuera mío). Espero no herir susceptibilidades, y menos en tí, que escribes tan bien y de manera tan sensible.

    En parte de la preciosa carta de Marcel, hay demasiados“tus”. Mira:

    Como siempre, no preguntastenada y yo
    … cuando lo que yo siento es que eres mi Vida. Me has salvado, Elisa, y tal vez no seas consciente de ello,porque me das tu amor con sencillez y…

    Los “yoes” están algo más equilibrados, pero de los “tus” se puede prescindir de algunos sin afectar al mensaje, haría más potente y sugestiva la carta,…con tu permiso voy a probar:

    Como siempre, no preguntaste nada y yo…
    … cuando lo que siento es que eres mi Vida. Me has salvado, Elisa, y tal vezno seas consciente de ello, porque me das tu amor con sencillez y…

    El mensaje continúa siendo igual de emotivo y bello, los tus y un yo, ya no estorban la lectura.
    He mirado en la wiki la habitación negra del castillo de Chenoncea, para entender la similitud conlos sentimientos de tu abuela ( me parece algo innecesario, no necesita el relato la alusión salvo que la visita al castillo incida seriamente en el texto y forme, de alguna manera, parte de él).

    Eres muy muy buena describiendo el escenario, la fuerza de la naturaleza, el cromatismo de los paisajes, el pueblo, la casita, el viento y la lluvia golpeando los cristales. Tienes dotes de observación, y sabes contarlo ( eso es de escritora Francesca).

    ¡Ah Elisa mon amour también es una de mis pelis preferidas de Saura.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2013
    Suina,
    realmente valoro y aprecio tus observaciones críticas a mi texto, tanto como tu valoración positiva de él.Puedes creerme.
    Tomaré en cuenta esas observaciones porque proceden de alguien que - para mi gusto-escribe muy bien y porque no advierto en ti segundas intenciones. Desde el principio me has parecido franca y honesta. Además, sé que necesito aprender mucho y todo lo que contribuya a ello es bienvenido.

    En cuanto a los pronombres, es que Marcel es francés.
    En el tercer capítulo lo insinúo ( Je n'ai pas compris, Claudia. Je ne suis q'un pauvre métèque)
    La habitación de Chenonceau tiene que ver con los recuerdos viajeros de Elisa. Sus viajes la han hecho mejor y la han ayudado a superar el pasado. Ya verás cómo conoce a Marcel... No te adelanto nada.
    Haré más referencias a sus lugares favoritos y a sus viajes.

    Gracias por decir que en mí hay ciertos rasgos de escritora.
    He escrito desde niña, pero prácticamente nada ha sobrevivido. Escribía en los buenos tiempos, así como en los malos, pero siempre había roto a esos pobres "hijos míos", hasta que descubrí este Foro hace unos meses.

    Quiero aprender , Suina. Ante todo quiero mejorar y crecer.
    Francesca
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2013
    Tienes razón Francesca, solo he leído un corto capítulo de un relato largo. Me he precipitado al comentar, no sé aún que incidencia tiene el castillo, ni los recuerdos de la abuela y de Elisa... leeré todo, desde que pueda.
    Yo también estoy en el proceso de aprender, solo los soberbios no aprendem, y a mi me parece que ni tú ni yo lo somos.
    Un beso, pásatelo bien estas fiestas.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2013
    Está muy bien eso que dices.
    Quien ha dejado de aprender, no vive realmente.

    ¡Felices fiestas!
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2013
    Eli se despertó por culpa de un dolor agudo en el cuello y en el brazo izquierdo. Se asustó. Algo andaba mal, porque ningún mueble estaba donde tenía que estar. Se incorporó, desorientada, sin saber si ya se había despertado o si aún seguía soñando. La visita a la Casona, el encuentro con su familia, los malos recuerdos de su matrimonio y el mensaje de Marcel se habían mezclado, creando un cóctel onírico. Había dormido agitada, sin descansar realmente.
    Era algo aprensiva. Dolor y enfermedad eran dos palabras que la atemorizaban. Y eso que siempre había gozado de una salud excelente. Quizás, esa era precisamente la razón por la que una simple cefalea la llenaba de inquietud. Marcel le decía:
    - Tus padres se equivocaron de nombre. Tendrías que llamarte María Dolores.
    Eli se reía de dientes para afuera, porque sentía que él , a veces, no la comprendía del todo.


    Una rendija de luz , a su izquierda y el mortecino fulgor de la chimenea la tranquilizaron. Estaba en la sala, abajo.
    Se había dormido con el libro en la mano derecha y con la izquierda en un ángulo de 90 grados para aguantar la cabeza. Se le había quedado el cuello torcido. A eso se debían sus molestias. Lo de “dolor agudo” era un poco exagerado, lo reconocía ahora.
    Se levantó de la alfombra despacio. Se conservaba muy bien. Todo el mundo le decía que no aparentaba su edad, sobre todo desde que era tan feliz y estaba tan enamorada. Pero el paso del tiempo es inexorable.
    Se le escapó una sonrisa. Recordaba la voz de su abuela sentenciando:
    - Cuando al levantarte o al agacharte digas “ay,ay, ay”, es que se te ha pasado el arroz, Elisita.

    Subió al baño y se dio una ducha que la revivió. Se puso un chándal y salió con la intención de correr, pero acabó en una cafetería dando cuenta de unos churros con chocolate. Cuando volviera Marcel, pellizcaría un poco el michelín creciente y la llamaría, con fingida inocencia: “ ma petite choux”.

    Vale, estaba decidido, mañana mismo se pondría a dieta.

    Compró el periódico pero, como siempre, lo empezó desde la última página. Esa inveterada costumbre suya fue el inicio del primer diálogo entre su marido y ella.
    Hizo el crucigrama. Miró la cartelera, aunque no pensaba subir a Gijón o a Oviedo al cine. Leyó las reseñas de libros y los artículos de opinión. Dejó las noticias para después. El suplemento cayó entero. Le encantaba la prensa del domingo.

    Volvió a casa y, después de acabar las labores domésticas, salió al porche con la manta sueca, para poder leer sin sufrir el relente . También llevó su ordenador afuera.
    Hacía días que quería hacer algo. Algo a lo que daba vueltas sin decidirse:
    quería escribir un mensaje a Marcel. Él hacía lo propio todos los días, y ella ni siquiera se lo había agradecido.
    Se sentía insegura porque solamente redactaba memorandos, informes, cartas y contratos. Nunca nada personal, más allá de una felicitación navideña, o el agradecimiento por algún favor o algún regalo.
    Hizo crujir los tendones de sus dedos entrelazados ,cual concertista de piano, y escribió:

    Amor,
    Estoy pasando en mi tierra unos días muy tranquilos. Me siento relajada, aunque me aburro sin ti. Sobreviví a la visita a mi hermana Fina… Bueno, no seré malvada: de mi hermana Claudia. No me acostumbro a ese cambio de nombre. Si la bautizaron como Josefina Claudia, yo no tengo la culpa.

    Mi familia está bien. Me han tratado como acostumbran, con mimo. Mis sobrinas preguntaron por ti. Al final, acabaré poniéndome celosa, porque te encuentran muy guapo. Se nota que no te han visto recién levantado...



    Elisa dejó su texto para después. Le parecía una birria en comparación con los tiernos y – ¿ por qué no decirlo?- deliciosamente cursis de su marido.

    Volvió a su “Bitácora” y se dispuso a escribir sobre su niñez y su adolescencia:

    Nací en el Principado, en el Hospital de Ribadesella. Mis padres habían vivido en la Casona desde que se casaron. Allí, nos criaron a los tres: a Josefina, a Antonio y a mí.
    Mi padre era muy inteligente; incluso me atrevería a decir que era brillante. Podría haber triunfado en cualquier carrera que hubiera elegido, pero amaba el campo. Amaba el trabajo duro y honrado. Amaba a sus vacas. Amaba el verde de los prados, la lluvia persistente, el mar frío y cambiante… Y amaba a mi madre con locura. Fue valiente cuando le confesó, antes de su compromiso, que desde niño sufría unas crisis de "melancolía" - según el dictamen de sus médicos- que le hacían estar triste y apagado durante horas, o días, y sin previo aviso o sin razón que las desencadenase.

    Se conocieron en Málaga, en el hospital Carlos Haya. Mi madre era una enfermera jovencísima y él un quinto, que se había torcido un tobillo durante un permiso de fin de semana. Se enamoraron a primera vista.
    Mi madre no se planteó jamás convencer a mi padre para que se quedara en el Sur. Podía haberle dicho que debía quedarse porque sus padres tenían tierras y animales también, y olivos. Pero sabía que mi padre se marchitaría y se moriría de nostalgia allí abajo.
    Se marchó con él, cosa que mi abuela Carmen jamás llegó a perdonarle del todo. Y compartió con mi padre la dura vida del campo hasta la muerte prematura de él. Fueron felices, o eso me gusta creer. Y él la amó con locura, a su manera, seria y callada. Sus ojos no mentían: los ojos siempre son sinceros.
    Durante los años de su matrimonio, ella sufrió con entereza su rostro nublado y sus crisis, que le impelían a alejarse, a estar solo. Regresaba, a veces, sucio y lleno de barro, pero descargado de algún peso invisible. Sus brotes menudearon a lo largo de los años. Y ella nunca nos transmitió su inquietud, si es que la sintiera.
    A su muerte, mi madre pasó un año entero triste y taciturna. Nos evitaba y nunca en nuestras escasos encuentros, nombraba a mi padre. Nosotros no podíamos entenderlo. Pero cada uno vive el duelo no como quiere,sino como puede.
    Y, de repente, un día ella despertó de su ostracismo voluntario. Y nos sorprendió con la noticia de que quería volver a su antigua carrera. Luchó hasta que pudo ejercer un oficio que nunca había dejado de amar.
    Se jubiló como enfermera. Y un buen día, se fue con mi padre, como hubiera dicho ella recordando uno de sus poemas favoritos: a "donde habita el olvido, a los vastos jardines sin aurora". Decía estar satisfecha con la vida que le había tocado vivir, porque había sido una escuela.



    -¡Ah, el amor! El amor es el motor del mundo- se dijo.

    Dejó el ordenador sobre las rodillas y se desperezó, bostezando. Entonces, decidió retomar la carta que había dejado a medias. Entonces, se encontró con un mensaje de él. Un mensaje diferente de los demás:

    Où est-ce que l’on trouve l’amour?

    Je cherchai l’amour
    Aux chemins écartés.
    Je cherchai l’amour.
    Et pourtant,
    je ne l’ai jamais trouvé.

    Il se cachait de moi,
    Il me laissait frappé,
    Il se riait , malin,
    Et moi, je…

    Un jour, sous le soleil,
    L’amour m’appellait,
    Il se trouva à tes yeux,
    Si noirs, si tristes,
    Si doux et, parfois, si fiers.
    Dès ce jour, Elisa,
    Je t’ai aimé comme un fou.
    Toi, tu es l’ amour, la vie,
    La tendresse… Tout.




    Elisa abrazó el portátil, deseando poder estrechar a Marcel entre sus brazos. Cuando volviera, iba a obligarle a que la compensara debidamente por su ausencia.
    Estaba con los ojos cerrados , arrebujada debajo de la manta, cuando una llamada telefónica interrumpió sus ensoñaciones:

    Era su hermano y en su voz podía detectarse urgencia y algo más: ¿miedo?
    - Elisa, ven corriendo a la Casona.
    - Antonio, ¿ ha pasado algo? ¿ Estáis todos bien?
    -Bueno... Esto... Ha aparecido una carta. Estaba dentro de un libro.
    - ¿No puedo ir mañana? Ya sabes lo poco que me gusta coger el coche.
    - Elisa, ven ya, por favor. Es importante. Se trata de una carta de papá.

    Ella cedió. Su hermano era un hombre tranquilo. Siempre se mostraba dueño de sí mismo. Esa nota de pánico en sus palabras, esa entonación forzadamente normal, le hizo decidirse a obedecerle.


    ¿Una carta?
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2013
    Es ágil y divertida la parte en que sales del coche cubriendo el portátil con la gabardina como un procompsognathes... lamujer de la bolsa en la cabeza…esos toques de humor, sin exageraciones resultan refrescantes, quitan hierro al desasosiego nostálgico que siente la protagonista en ocasiones.

    Manejas bien los diversos “tempos” del relato, con naturalidad. Por medio de las fotos te sirves para conectar diversos episodios, el flash-back bien usado.

    Ya que utilizas tanto los diálogos, con tanta naturalidad y soltura, deberías usar el guión adecuado de diálogos. En la Wiki encontrarás un montón de ejemplos ( le he pedido permiso a un compañero del foro para poder colgar unas reseñas suyas de un taller de literatura, si me da autorización te lo pongo por aquí, a mí me fue de mucha ayuda).

    Toda la parte rememorativa de la niñe ,está descrita con naturalidad y hasta con cierto gracejo, sin pasarte de emotividad ni edulcorar los recuerdos de la infancia, ( las luces y las sombras).

    Marcel vuelve a escribir, y es una carta preciosa, casi preciosista. Y aunque ya me explicaste Francesca que en francés el uso de los pronombres se hace necesario ( lo sé, hablo francés desde muy pequeña, he vivido en el Sahara la mitad de mi vida), pero no hay por qué traducirlo tan literalmente…en la carta de Marcel me vuelve a ocurrir que el exceso de mi, te, tu…empobrecen el mensaje, y de verdad que me da pena porque es una buena gran carta la de Marcel.

    La palabra omnipresente, aunque es correcta y categórica, no sé…es abrupta, fría. El mar necesita otra palabra más poética, visual, o sensible…tu eres escritora, así que seguro sabrás buscar la palabra redonda y adecuada para designar la omnipresencia del mar en esa tierra bañada de él, o de ella, que la mar es femenina, al menos para los marineros de esa tierra. Sabes describir los paisajes con sensibilidad, sin pasarte adjetivizando, y sin quedarte en puertas, en su medida justa, eres muy buena para esas descripciones, ya lo has demostrado en varios pasajes.

    Nos seguimos leyendo Francesca. Un abrazo. Gracias por todas tus lecturas a mis cuentos.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2013
    Ni te imaginas, Suina, cuánto agradezco el tono de tus mensajes.

    Comentaba con un ser querido que ni adulas, ni hieres.
    Me animas, en su justa medida; e igualmente, me haces observaciones acertadas.

    ¿Escritora?
    ¿ Qué más quisiera yo. Aprendiz de...y gracias.

    Acepto las observaciones acerca de los pronombres. Procuraré no abusar de ellos. Creo que tienes razón.

    Estoy segura de que tu francés es mejor que el mío,y si cometo algún fallo, me lo adviertas¡ He tenido el atrevimiento de escribir una poesía en francés en el cap.IV!


    Omnipresente: Tal vez tengas razón por lo rotundo del vocablo.
    Estoy con Alberti en lo de "El mar,la mar,el mar..." Elegí "omnip..." porque es un atributo de la Divinidad, y divino me parecía el Mar: tan poderoso y,por ello, tan peligroso también. Pero tienes razón en la importancia de elegir los términos adecuados.

    Diálogo: Soit bienvenue cette guide- ci!!!

    El humor: supongo que has advertido lo que me gustan tus arranques de humor. Hoy me he leído el Bávaro, y aún estoy patidifusa. Tengo que digerirlo despacito.
    Necesito el humor como el comer.

    En cuanto a las cosas tan bonitas que dices de mis escritos: vigilaré para no ... fastidiarla. Me gusta escuchar, leer y contar historias, sólo hago eso.


    Nos seguimos leyendo,
    Francesca.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2013
    Acabo de darme cuenta de que he llamado "Cap.Iv", al que , en realidad es el "Cap V".
    Lo siento.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2013
    Con permiso de Gileblit, que ha tenido el detallazo de prestarnos su reseña, y que Amparito debería publicar en algún sitio apropiado para que lo vièramos todos, además de por aquí.

    ¿Cómo se puntúanlos diálogos?







    1. Puntuación de inicio


    Así como en alemán e inglés se puedeescribir diálogos mediante el uso de comillas, en español necesitamos empezarcada intervención en un párrafo nuevo y con una raya de diálogo que iráseguida, sin espacios, de las palabras del personaje.

    La raya de diálogo (—) es más larga que elguión, y para escribirlo necesitaréis la opción de insertar símbolo o alguno delos siguientes atajos:

    1. Windows con teclado numérico:Ctrl+Alt+- (signo menos)

    2. Windows sin teclado numérico: Alt+0154
    3. Mac: mayúsc.+ opción (alt.) + guión

    IMPORTANTE: si ya utilizamos las rayas, nonecesitamos comillas.





    —¿Tienes nombre? Da igual el que sea, note pregunto por curiosidad, sólo para hacer más fácil la conversación.



    —Me llamo Geralt.



    —Sea pues Geralt. ¿De Rivia, como concluyopor tu acento?



    —De Rivia.



    El último deseo, Andrzej Sapkowski. Traducciónde José María Faraldo






    2. Puntuación de cierre



    Cada intervención debe cerrarsesiempre, aunque no constituya oración por sí misma, con uno de estos signos: punto,puntos suspensivos, cierre de interrogación o cierre de exclamación.





    —¿Tienes nombre? Da igual el que sea, note pregunto por curiosidad, sólo para hacer más fácil la conversación.

    —Me llamo Geralt.

    —Sea pues Geralt. ¿De Rivia, como concluyopor tu acento?

    —De Rivia.

    El último deseo, Andrzej Sapkowski.

    Traducciónde José María Faraldo





    Si la intervención termina con unaaclaración del narrador, sea del tipo que sea, no cerraremoscon raya, sino directamente con un punto.






    —¿Qué va a ser?

    —Cerveza —dijo el desconocido. Tenía unavoz desagradable.

    Elúltimo deseo, Andrzej Sapkowski. Traducción de José María Faraldo






    3. Aclaraciones del narrador

    Los incisos deben colocarse siempre detrásde una pausa natural dentro del discurso, e irán delimitados por rayas. Comopodéis ver en el ejemplo, no hay espacio entre las rayas y el interior delinciso: son como paréntesis.





    Otro guardia dio una patada a la mesa quele impedía acercarse al rivio por detrás.

    —¡Ve a por refuerzo, Treska! —gritó al tercero,que estaba más cerca de la puerta.

    —No hace falta —dijo el extraño, bajandola espada—. Iré por mi propio pie.

    Elúltimo deseo, Andrzej Sapkowski. Traducción de José María Faraldo






    Distinguiremos dos tipos de aclaracionesen función de si contienen o no verbos dicendi (decir, gritar,preguntar...):

    a) Converbos dicendi:

    El inciso comenzará por minúscula. Noaparecerán signos de puntuación antes de la raya de apertura, sino despuésde la de cierre, si la hubiera. Fijaos en el punto que debería haber detrás de“hay” en el siguiente ejemplo:





    —Pues no hay —refunfuñó el venteromirando las botas del cliente, sucias y llenas de polvo—. Preguntad acaso en elViejo Narakort.

    El últimodeseo, Andrzej Sapkowski. Traducción de José María Faraldo





    Se aplicará la misma norma en caso de queel discurso no continúe tras el inciso:





    —Pagaré bien —dijo el extraño muy bajito,como inseguro.

    Elúltimo deseo, Andrzej Sapkowski. Traducción de José María Faraldo





    Las interrogaciones y exclamaciones siguenla misma regla, aunque ello contravenga la norma generalde que no es necesario cerrar una oración con punto si ésta termina con unsigno de interrogación o exclamación.





    —¡Ya te han dicho que no hay sitio,bellaco, rivio vagabundo! —gargajeó el picado de pie junto al desconocido—. ¡Nonecesitamos gente como tú aquí, en Wyzima, ésta es una ciudad decente!

    Elúltimo deseo, Andrzej Sapkowski. Traducción de José María Faraldo






    b) Sinverbos dicendi

    En este caso, la aclaración comenzarásiempre con mayúscula, y sí aparecerán signos de puntuación antes de laraya de apertura del inciso.





    —No hay. —El ventero reconoció al fin elacento del desconocido. Era de Rivia.

    Elúltimo deseo, Andrzej Sapkowski. Traducción de José María Faraldo





    En caso de que el discurso continúe trasel inciso, se duplicará el signo tras la raya de cierre.





    —Bien. ¿Sabes, Geralt? Tómatelo con calma.—Velerad señaló la proclama con la mano abierta—. Es un asunto serio. Ya lo hanintentado muchos. Esto, hermano, no es lo mismo que rebanarle el pescuezo a unpar de bravucones.

    Elúltimo deseo, Andrzej Sapkowski. Traducción de José María Faraldo

    4. Intervenciones largas

    Señalaremos el principio de cada párrafoadicional de la intervención con comillas latinas de cierre (Alt+0187)





    —[Niedamir] Necesita el tesoro, quieresdecir.

    —Dehecho necesita más el dragón que el tesoro. Porque, ¿sabéis?, a Niedamir se le hacela boca agua a causa del principado vecino de Malleore.

    »Allí,después de la muerte súbita y bastante extraña del príncipe, ha quedado unaprincesa en edad, por así decirlo, de merecer. Los nobles de Malleore miran conpocas ganas a Niedamir y a otros competidores porque saben que un nuevogobernante les va a sujetar las riendas bien cortas, no como una princesamocosa. Así que desenterraron una vieja y polvorienta pragmática que dice quela mitra y la mano de la muchacha serán de aquel que venza a un dragón. Comohace siglos que nadie ve un dragón por aquí, pensaron que iban a estartranquilos.

    »Niedamir,por supuesto, se hubiera reído de la leyenda , se hubiera hecho con Malleore amano armada y santas pascuas, pero cuando corrió la noticia del dragón deHolopole, se dio cuenta de que podría vencer a la nobleza malleorina con suspropias armas. Si apareciera por allí llevando la cabeza del dragón, el pueblole recibiría como a un monarca enviado por los dioses, y los magnates no seatreverían ni a abrir el pico. ¿Os asombráis entonces de que corra tras eldragón como el lobo tras la liebre? ¿Y encima de uno que apenas menea laspatas? Esto es para él una verdadera ganga, la sonrisa de la fortuna, voto aldiablo.

    Laespada del destino, Andrzej Sapkowski. Traducción de José María Faraldo






    Lo mejor para estar al día de las normasde puntuación es fijarse en cómo se aplican en los libros (preferentementeimpresos).

    PUBLICADO POR GILEBLIT
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2013
    Lo leeré con atención.
    Me parece muy útil.


    Feliz año, si no nos vemos antes,
    Francesca
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado enero 2014
    Querida compañera Francesca, ya me has dado la confianza suficiente para comentarte sin miedo a que te siente mal alguna crítica, no todo el mundo comprende que un comentario se haga desde la percepción personal ( no siempre correcta), y siempre con el ánimo de poder ayudar. Me encantarían que así lo hicieran conmigo, considero que este lugar no es solo un atril donde colgar vanidades, aunque a todos nos gusta el reconocimiento a nuestro trabajo ¡Cómo no!.

    Tu comienzo no me llena, es algo manido, sabes hacer descripciones mucho más personales, así que lo evidente de descorrerse nubes como cortinas, y soles paseando el cielo…no te lo perdono J. Mucho más bonito,sencillo, y eficaz, la descripción sin adjetivizar del balcón de los Picos de Europa, hermoso Cantábrico de Elisa.

    Elisa somatiza con el estómago ( lo entiendo).

    No siempre la relaciones fraternales son fáciles, está bien que no lo edulcores demasiado, ya tenemos una historia dulce con el francés ( dos serian demasiado). Está bien, literariamente hablando, el contrapunto de desencuentro. Una historia donde no haya conflictos, no interesa demasiado.

    Sobre el perfume ( del bueno), no es necesario decir que es bueno, por la forma de ser de ella, de chaqueta de Chanel, jamás se pondría perfume (del malo). Y claro…Chanel mezclado con botas de agua…como que no. Es un texto sensible, encuadrado en un ambiente algoe litista.

    Sobre los retratos…prefiero la Isabel de Da Vinchi ( tengo algo escrito sobre ella, a ver si lo recupero y lo posteo)

    Me gusta mucho el coloquial ¿qué tal hermanita... y el palmeo en la rodilla más cercana, el gesto da un asomo de la relación entre ambas, y del carácter de Claudia, un tanto irónico y mordaz. Claudia es dura.

    Vuelves al manerismo evidente de las hipnóticas llamas lamiendo troncos ( lo comparo y lo pongo en el mismo raserp de expresión que los cortinajes del cielo descorriéndose). Y te explico el nivel de mi exigencia como lectora: claro que las nubes parecen cortinajes, y claro que el fuego lame troncos e hipnotiza, pero eres escritora, puesto que escribes, así que habrá que contarlo de otra manera, a “tu manera”, no a la manera establecida.

    El diálogo crispante conseguido y natural.

    Creo que tiendes a sobreexplicar los hechos, no se necesita tanto detalle, a veces es mejor sugerir,mostrar, que enseñar abiertamente.

    Me gusta mucho la reflexión de que Marcel acepta las debilidades, y la insta a amar a su hermana, la ironía velada de la autora con el cristianismo sencillo y poco convencional ( descubierto recientemente, eso me saca una sonrisa, y el pensamiento de algunas personas que temen el paso del tiempo, y vuelven a la religión primigenia, a la de su infancia…una debilidad humana perfectamente comprensible)

    La frase final, magnífica, buen colofón a este IV capítulo ( ya sabes que te sigo).No te he entendido, Claudia. Sólo soy un pobre extranjero ( nada que ver con el extranjero de Camus, vuelvo a sonreir…bueno, tu haces a lo largo de los capítulos algunas referencia literarias, pictóricas, un texto salpicado de cultismos…y yo recuerdo a uno de mis autores preferidos).

    Un abrazo cariñoso Francesca, me encanta que aceptes con deportividad mis comentarios, trato tus escritos con el mismo rigor que si fueran mios, te lo prometo.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2014
    No, no me tomo a mal tus comentarios, querida compañera ( ¡qué bonito eso!). Fair play!,como dicen los hijos de la Gran Bretaña.

    Me llamas escritora, porque escribo... ¡Me has hecho sonreír! Entonces, podemos llamar escritores a los autores de los prospectos de las medicinas... ¡porque los escriben!

    No, no soy escritora. Aún no soy escritora. Tal vez no llegue a serlo nunca... O , tal vez, sí.

    Tienes todo el derecho a que el arranque de este te parezca manido, "para gustos , los colores". Es cierto que he creado imágenes mejores que éstas. Pero "hay días pa tó". Prestaré atención, porque es cierto que puedo hacerlo mejor. De todas maneras, hay expresiones muy bonitas que no dejan de serlo por haber sido usadas por los que nos precedieron. Aunque no se me da mal del todo crear las mías propias.


    Si esto fuese una novela de verdad, de las de negro sobre blanco, habría mirado y remirado, y coregido y recorregido, hasta encontrar el texto enteramente satisfactorio. Yo soy muy exigente conmigo misma, por eso no me molestan los comentarios.


    Elisa no es rica. Su padre era vaquero; su madre, enfermera.
    Como muchos de nosotros, que hemos vivido mejor que nuestros padres, Elisa se ha dado ciertos lujos. Pero aun le sale el "pelo de la dehesa", y usa modismos muy de su abuela Elisa. Mi abuela llamaba "perfume del bueno" a ... uno de marca, porque su perfume de diario era "Maja". La chaqueta de Chanel es ,tal vez, su única prenda buena y la usa para impresionar a su hermana.


    Edulcorada: temo que tengo tendencia a ser algo cursi, no sólo escribiendo. Por eso, en otro capítulo, Eli llama cursi a Marcel.

    Doy muchas explicaciones...( Me río: este comentario está lleno de ellas) Tal vez, sí. Lo miraré.

    Un amigo - ya me atrevo a llamarlo así- me corrige en correos privados, y te aseguro que es aún más exigente que tú.
    A ambos, os doy las gracias.

    Seguro que dejo muchas cosas atrás. He olvidado citarte, para poder tener a la vista tu comentario.
    Los dejo para la próxima.

    Espero que, de verdad, todo esto me haga crecer y no sea, al final, más que una díscola aprendiza de escritora.
  • VisionarioVisionario Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado enero 2014
    El relato rezuma intimismo.Es practicamente un analisis sicologico del alma femenina.Me gusta como juegas con la descripcion de abuela y nieta,que parecen fundirse en una sola alma.
    No veo tan grave la falta gramatical,porque la protagonista en su hipersensibilidad,es capaz de unir en una sola las almas de los seres que le son queridos.Quizas,acentuaria mas el misticismo que encierra.!Es una opinion!
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado enero 2014
    Pues no estoy de acuerdo Francesca, eres escritora puesto que escribes, ( y además con sensibilidad), otra cosa es que no lo hagamos de manera profesional, sino aficional ( en mi caso más aflicción que afición...siempre ando poniendo en tela de jucio lo que escribo). Quien escribe los prospectos no son escritores, sino prospectores...si es que existe la palabreja.:)
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2014
    Me reitero: Me haces sonreír.

    Dejemos esta "discusión bizantina" en tablas, o dicho en castizo: "Ni pa ti, ni pa mí". ¡Ay!, estas cosas son la sal de la vida.


    Yo soy feliz muchas veces mientras escribo, la mayoría . En otras ocasiones, sufro, porque me siento el personaje y sus cuitas me preocupan a mí.

    Muchas - más de las que quisiera-mi propia torpeza me angustia.


    Como aún no conozco "la derrota " - me apoyo en lo marinero del título, "Bitácora"- de este relato, aún me causa dolores de cabeza el"derrotero" que tomará.
    Espero no gustar la amargura de la otra acepción de ese término, y no acabe "vencida y desarmada".
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2014
    Gracias por tu comentario.

    Me alegra de que te guste la historia y de que hayas captado la relación tan especial entre Elisa y su abuela.

    No quisiera caer en los errores proprios de los principiantes ( como yo), creando personajes planos y sin vida. Toda la ayuda de los compañeros es bien venida , cuando redunda en el "amejoramiento" de mi escrito.


    Yo sigo leyéndote a ti.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado enero 2014

    Comienzo por el poema, precioso, lo he recitado a media voz ¡y qué bien suena!. No obstante, decirte lo mismo que a un compañero del foro que latinizó un relato ( algunas bastantesf rases en latín), y no todos sabemos ni francés, ni menos aún latín, podríais traducir lo que va en otro idioma, es solo una sugerencia.

    Empiezo a sentir empatía con Eli, somatiza los sinsabores, los problemas, ese rasgo la humaniza,la hace cercana. Elisa duerme agitada, sin descansar, es sensible.

    Como siempre, bordas los escenarios, en esta ocasión el íntimo cuarto con una rendija de luz,a su izquierda, y el mortecino fulgor de la chimenea…así, con dos rasgos luminotécnicos ( J), has conseguido ambientar no solo el lugar sin dar sensación de intimidad a lo que cuentas.

    La única frase hecha esta vez es la de: el paso del tiempoes inexorable

    Para mi gusto, ya sabes que tengo un gusto especial y bastante picajoso, hay demasiado uso de la palabra amar, es muy bonito que empiece Elisa su carta con Amor…incluso que afirme que el padre amaba a la madre con locura…pero la seria de amabas…amaba al campo, amaba al trabajo duro y honrado, amaba a sus vacas, amaba el verde de sus prados…etc…no sé…si se pone en un contexto de humor casaría, pero no es un texto de humor,sino sensible, de cariño, ternura familiar , por tanto hay que dosificar un poco los “amabas” para que los pocos que hayan reluzcan, brillen, destaquen…por otro lado los españoles no somos dados a decir amar ( salvo en el amor), sino a decir querer. También haces reflexiones con respecto al amor, ¡Ah el amor! El motor es el motor del mundo. Como siempre,si el relato fuera mío, sustituiría los amares por quereres ( menos el de la carta y el amor del padre a la madre), o simplemente los omitiría. Prueba a ver como te queda, y ya me dices tu opinión Francesca.

    ¡Qué buen contraste entre la carta que intenta ella,tan coloquial, ( al igual que los dichos campechanos de la abuela) y la posterior de él, tan poética, tan preciosa!, eso está muy bien, los contrastes,como la vida misma. Mantener el ritmo poético en su punto álgido todo los capítulos es muy difícil, me alegro que te hayas decantado por un contar intermedio, subiendo y bajando el tono, a tu antojo, al antojo de la señorita escritora que dice que no es escritora, pero que sin embargo, escribe J

    Los pequeños toques de humor, sin exageraciones, están perfectos, me encantan, otro contrapunto adecuado. Manejas muy bien las diversas situaciones Francesca Cesca que no Francisca.

    Y el final…con la carta del padre, has conseguid otensionar, y sobre todo, que tenga mucha curiosidad curiosa para saber que ocurre con esa carta.

    A por el siguiente…
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