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El naufragio de mi familia

Dani Santa CruzDani Santa Cruz Anónimo s.XI
editado julio 2013 en Otros

La sensación que tenía era la de estar intentando construir un castillo de naipes en la cubierta de un barco en plena tormenta.
Empezaba a poner uno sobre otro y apenas había empezado, una ráfaga de viento desperdigaba mis esperanzas por el suelo una y otra vez. Corría a recogerlas y empezaba de nuevo, y de nuevo no llegaba a ver si no unas pocas cartas contra otras, en el precario equilibrio que me permitían los vaivenes de un navío que, pese a mi insistencia en negarlo, iba a la deriva , sin gobierno ni fe , desde que cayó la primera gota de agua en aquella tormenta.
El aire y la lluvia me dejaban cada vez menos recursos para seguir construyendo, empecé con una baraja completa, y a cada embate del temporal, alguna carta se me escapaba entre los dedos. El mazo de baraja cada vez abultaba menos en mis manos , que lo retenían con fuerza y lo protegían del agua como podían.
Había momentos en que aprovechaba una breve calma y alcanzaba a levantar un par de alentadoras alturas de ese castillo, pero mis cartas se mojaban y perdían consistencia a un ritmo alarmante; Entonces una ráfaga de viento llegaba burlón y destrozaba todo cuanto yo había logrado.
Pude verme a mí mismo sujetando desesperado una última carta apretada contra mi pecho, empapada ya, sin colores ni valor. Y aún sabiendo que una sola carta no puede aguantarse en equilibrio, intenté ponerla de pie, conservaba la esperanza de que si lograba aguantarla, la tormenta me devolvería una sola carta más, y luego otra y otra más. Pero una gigantesca ola golpeó el barco y un roción de agua saltó la borda barriendo la cubierta y llevándose mi última carta.
En ese momento caí en la cuenta de que yo también estaba empapado y agotado, ya no tenía nada más , nada con qué construir nada, ni fuerzas ni ánimo para levantarme. Me quedé sentado allí, bajo el temporal mirándome unas manos ya vacías , impotentes e inútiles.
No podía quedarme así, una mirada inocente lo observaba todo desde el camarote sin comprender nada, solo me miraba y sonreía . Me puse de pie para que me viera soportar el aire y el agua mezclada de lluvia con la de las olas , salada y amarga que , aún hoy , me golpean sin darme un respiro. Me puse de pie para que supiera que nada ni nadie le hará daño, porque papá es invencible. Y aunque ya no pretende levantar castillos imposibles de naipes, sigue ahí, de pie en medio de todo. No se va, no salta por la borda , dejándolo a merced de las olas.
Ya tendré ocasión de envejecer y dejarme llevar por la marea cuando el invencible sea él.
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