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El rubí de un bar

WulfgarWulfgar Anónimo s.XI
editado abril 2013 en Erótica
En mi corta vida he aprendido de algunos pequeños detalles que dan sentido, diversión, y placer a cada existencia. Y si bien cada quien tiene sus propios detalles, para mí en estos momentos nada es mejor que estar sentado en una barra con una copa de buen vino y unos cuantos cigarros. Siento que el mundo se ha detenido ante mí, y que estoy al borde de la perfección.
De pronto la puerta se abrió suavemente y una tenue luz se dejó caer sobre una figura femenina, tan solo pude ver la silueta de grandes curvas. Afuera la lluvia caía fuerte, pero ella no estaba mojada, y por cierto debe haber sido por el gran abierto largo que la cubría por completo.
-Disculpa, el bar esta cerrado por esta noche.- dije desde el otro lado del salón
-Lo siento no lo sabía- respondió con voz suave, casi inaudible. – Yo solo vi desde afuera que había luz. –
Ella dio un par de pasos hacía la barra y por fin pude verla completamente. Su rostro era terso y su piel de un delicado color crema, tan solo por eso me dio la leve sensación de que era extranjera, quien sabe. En sus ojos pude ver algo de tristeza, pero no le mayor importancia ya que el color celeste y profundo de ellos me estremeció de tal manera que sentí que no podría hablar. Los labios eran gruesos, pero podía ver lo delicado y hermoso de ellos, mezclados exquisitamente con el fuerte color de su lápiz labial y que a su vez combinaba con lo que más me deslumbro de ella. Un largo cabello que caía en ondas sobre sus hombros, un flequillo bien definido cubría parte de su frente. Sin embargo no fue eso lo que había captado de sobremanera mi atención y que me había encantado, sino que su deslumbrante color escarlata, ellos me tenía embobado.
Ciertamente después de haberla visto, no estaba pensando claramente.
-Y si el bar esta cerrado, ¿por qué estas tú aquí bebiendo?- preguntó, aún de pie junto a una mesa cercana a mí.
-Soy el dueño de todo esto, un negocio de familia, pero como vez yo soy quien lo lleva.- respondí tan fluido como pude, dentro de todo extasiado que estaba en ese momento.
-¿Podría al menos tomar una copa?- susurró algo tímida mientras se acercaba al banquillo junto al mío.
Vacilé por un momento, pensando si en verdad eso estaba sucediendo. Llevaba tiempo como dueño del lugar y era primera vez que algo así me estaba sucediendo.
-Bueno, una copa no le haría mala nadie, después de todo no tengo pensado hacer nada más- respondí ya habiendo recuperado mi tono de voz habitual. – No hay bartender hoy, pero algo puedo hacer, ¿qué deseas servirte?-
Ella desvió su mirada al estante de licores con una mirada pensativa, recorría de una esquina a otra deteniéndose a momentos en ciertas botellas como una de whisky, luego una de vodka, pero finalmente quedo mirando fijamente un tequila.
-Bien, un tequila sunrise. – dijo bastante decidida
- No hay problema- repliqué – toma asiento mientras lo preparo.
Tomó asiento rápidamente a la vez que yo me ponía de pie para ir al otro lado de la barra. Por unos minutos se produjo un incómodo silencio entre nosotros, solo se sentían las botellas chocar unas con otras, debido a que buscaba un buen tequila para preparar el trago.
-¿Te molestaría si pongo algo de música?- preguntó con algo más de confianza que antes. – el ambiente esta algo lúgubre.-
La miré de reojo mientras destapaba una botella de “Jose Cuervo”. Sin darme cuenta mi rostro reaccionó con una típica mueca de molestia.
-Disculpa, quizás me estoy tomando demasiadas atribuciones que no debería- su voz estaba temblorosa, algo asustada. – sería mejor que me fuese. –
En aquel momento reaccioné algo desconcertado, si saber bien que sucedía.
-Por favor no- respondí confundido, con la duda de que había pasado para que ella cambiara de opinión luego de haber insistido por quedarse a beber. - ¿Algo te ha molestado?-
-Pues bueno… tu rostro- tartamudeó levemente.
-No, no, no- exclamé - la forma de mis ojos suele aparentar que estoy molesto, pero no es así, disculpa si te asusto o molesto.-
Suspiró algo aliviada. Se levantó y dio un par de zancadas hasta la rocola.
-En la parte de atrás tiene un interruptor para encenderla. – le dije sin dejar de mirar el vaso donde vertía el tequila.
Luego de que ella la encendió sentí como una moneda caía golpeando otras al fondo de la máquina.
Un suave jazz instrumental, una buena pieza para ambientar. Dejé el trago preparado en la barra y me acerqué a la rocola, para luego digitar en el pequeño tablero un par de números.
-Con eso las canciones seguirán hasta que acabe el disco. – dije con un tono algo soberbio.
-Que conveniente.- murmuró de manera que casi no pude oír, mientras se devolvió al asiento.
En cuanto estuvo sentada , probó su trago suavemente, con una gran que de elegancia, sin duda alguna cada vez que la miraba quedaba aún más hechizado por ella.
-Está muy bueno- exclamó alegremente – no por nada eres el dueño de este bar – agregó con una sonrisa en el rostro.
De un momento a otro se quitó el gran abrigo que llevaba puesto, dejando ver su figura completamente. Ya antes había logrado distinguir sus grandes curvas, pero ahora era distinto, si ya había quedado sorprendido por su enorme belleza, ahora estaba en otro mundo.
Llevaba puesto un vestido de gran escote que dejaba ver gran parte de sus senos redondos y formados. Eran algo más grandes que el tamaño promedio. Noté que usaba un sujetador negro, que si no fuese por él quizás sus senos estarían completamente al descubierto. El dichoso vestido era de color negro con ciertos destellos rojizos, bastante elegante, eso pensé.
En el momento que se giró para dejar su abrigo en asiento de al lado, pude ver que el vestido le llegaba hasta un poco más arriba de la rodilla y que tenía un corte en la pierna que dejaba ver parte del muslo. Era muy sensual y más aún ya que llevaba puestas unas ligas negras con cierto dejo de transparencia.
Volví a levantar la mirada y mis ojos chocaron con los de ella, quien me miró con una leve sonrisa, no sabría decir si algo picarona, o irónica, quizás de molestia; en ese momento no quería pensar más que en su hermoso cuerpo.
-Vamos, no es para tanto.- acotó nuevamente riendo, pero en tan solo segundos su rostro cambio por completo con una expresión muy triste. – No soy tan bella. – susurró suave y triste. – o al menos no lo suficiente. –
Con tan solo esas palabras pude sacar algunas conclusiones de que había pasado y quizás el porque llego aquí con tristeza y su urgencia por beber al menos un poco. Sabía que debía de hacer algo para que ella volviese a estar como antes.
-Eres lo suficientemente bella para adornar este decadente bar- afirmé con cierta rudeza y quizás mi voz detonaba cierta molestia, puede ser contra el bastardo que la había dejado así.
-Muchas gracias por el alago, señor dueño.- respondió entre risas nuevamente.
-Vamos no me llames así, me hace parecer un maldito viejo. – añadí con molestia, pero solo de una manera graciosa. – Me llamo Vincent, y por cierto aún no me dices tu nombre. –
-Creo señor dueño…- dijo nuevamente entre risas. – que no necesitas saberlo, pero puedes llamarme Rubí. –extendió su mano para completar el saludo.
Ella esperaba que yo estrechara su mano como cualquier saludo, pero en vez de eso la tomé suavemente entre mis manos y la besé, cosa que la tomó muy sorpresa. Se sonrojo y apartó su mano rápidamente, yo tan solo reí. Para ya cuando había superado su vergüenza me miró fijamente y río junto conmigo.
Mi copa de vino estaba medio vacía, así que tomé la botella para rellenarla, era un excelente Cabernet Sauvignon reposado, por su color y sabor, chileno sin duda. Encendí otro cigarro para sentirme a gusto. Sin darme cuenta ella había terminado su trago, por lo cual me apresuré a traer la botella de tequila y granadina, además de un poco de jugo de naranja para dejarlas al lado y poder servirle nuevamente.
La conversación comenzó a fluir de manera natural, así supe que ella era diseñadora y que por estas días estaba libre, por ello estaba en el bar; conversamos sobre muchos temas variados de actualidad, y nos divertíamos muchos, mas no pude logra que me hablara sobre que le había sucedido antes de llegar, por lo tanto deje de insistir para no arruinar la noche, ya que mi solitaria velada había pasado a ser algo muy placentero, algo que nunca habría imaginado que sucedería.
De pronto ella puso su mano sobre mi pierna.
-Muchas gracias Vincent, me he divertido mucho, pero ya es tarde y no creo tener suficiente dinero para seguir sirviéndome. – dijo con tristeza. En cierto modo me parecía que no quería irse.
-No te preocupes por eso, todo corre por cuenta de la casa. – respondí una leve sonrisa para tratar de animarla.
-De verdad muchas gracias, pero creo que abuso de hospitalidad. – añadió
-No es nada. – le respondí alegremente. – para mí a sido todo un placer que me acompañases esta noche. – agregué sin poder ocultar mi felicidad.
Se puso de pie y me abrazo fuertemente; mi cabeza quedo apoyada en su pecho, y podía sentir la suavidad de sus senos. Recién en aquel momento me fije que era de mi estatura, o podría ser que llevase unos grandes tacos.
-Me gustaría quedarme… si no te molesta. – me susurró al oído con un tono algo sensual.
Mi corazón se agitó demasiado, de alguna manera ella era diferente a otras mujeres, ella era especial.
Antes de que pudiese responder o decir algo me besó, con tal pasión que a veces mordía mi labio. Pude sentir su lengua buscando la mía, jugueteando dentro de nuestras bocas. Me puse de pie y busque su cuello, pude sentir un dulce aroma, su perfume, a ratos me envolvía, como también me mareaba por tanta dulzura.

Comentarios

  • WulfgarWulfgar Anónimo s.XI
    editado abril 2013
    Ella levanto su cabeza para que yo pudiese moverme con libertad por su cuello. Cada vez que la besaba sentía como ella respiraba fuerte en oído, produciendo cierto cosquilleo placentero; para cuando ella lo notó, comenzó a pasar su lengua y luego soplaba suavemente, a ese punto yo estaba totalmente extasiado.
    Seguí besando su cuello para luego empezar a descender hasta su gran escote. Nuevamente estaba embobado, sus pechos eran hermosos.
    -Ahora puedes hacer algo más que tocar. – me susurró con tono sensual.
    No quise mirarla ya que estaba un tanto avergonzado. Puse mi mano en sus senos y comencé a acariciarlos suave y lentamente. Podía sentir su respiración fuerte, solo allí levante la mirada y vi su rostro rebosante de placer, ella estaba sonrojada.
    -Por favor sigue. – apenas si pudo hablar. – son todo tuyos, puedes hacer lo que quieras. – añadió con voz poco audible entre su fuerte respiración.
    Baje su vestido hasta la cintura y dejé su sujetador expuesto. Era de un hermoso color negro, fino y con encajes. Una deliciosa pieza de lencería. Lleve mis manos a su espalda para soltarlo y sentí su piel suave y tersa danzando bajo mis palmas. Me costó trabajo, pero solté el sujetador dejándolo caer junto al asiento donde estábamos.
    Sus pechos eran más grandes de lo que se veían, me fui de inmediato contra ellos, comencé a lamer uno de sus pezones mientras con la otra mano acariciaba el otro.
    -Muérdelo. – me pidió con voz totalmente excitada.
    Lo hice sin pensarlo, mordí suavemente uno de sus pezones y ella dejo salir un fuerte gemido. Mis dedos jugueteaban en el otro, siempre delicadamente.
    De pronto tomó mis cabeza y e hizo subir, con besó con pasión, ciertamente sus besos me volvían loco. Puso sus manos contra mi pecho y me hizo retroceder contra hasta una silla.
    -Toma asiento. – me dijo mirando muy seductoramente. – es tu turno de disfrutar. –
    Solo mi cinturón y me quito los jeans que llevaba arrojándolos a alguna parte. Mi quedo ante ella, estaba realmente erecto, hacia tiempo que no pasaba de tal forma.
    Me fijé que estaba algo sorprendida y tuve una mezcla de sentimientos, por un lado sentía orgulloso, pero a la vez estaba algo avergonzado.
    -Es grande.- por fin decidiéndose a decir algo que rompiese ese silencio que se produjo.
    -No es para tanto.- sonreí nuevamente con esa mezcla de sentimientos.
    Pasó la lengua por su mano y comenzó a masturbarme. Se sentía muy bien y con su cara tan cerca podía sentir sus cabellos cosquilleándome.
    -Sigue así, eres muy buena. – Susurré entre pequeños gemidos de placer.
    Me quede pegado, observando el techo, mientras disfrutaba de lo que estaba sucediendo, y de un momento a otro sentí algo demasiado fuerte, me percaté que estaba pasando su lengua. En verdad era demasiado buena en ello. Sentí como introdujo mi pene por completo en su boca y no pude evitar dejar salir un gemido de placer. Su cabeza se movía de arriba abajo, lamiendo mi pene a gran velocidad, y a momentos lo sacaba de su boca para deslizar su lengua por la punta, y cada vez que lo hacía un escalofrío me recorría todo el cuerpo, para luego sentir un gran calor apoderándose de mí. De pronto comenzó a hacerlo más rápido y yo ya no podía contenerme, llevaba mucho tiempo sin hacerlo y ahora iba a pasar una vergüenza, ante Rubí, esta hermosa mujer que llego como caída del cielo.
    Sujete su cabeza con mis manos y la aparté de mí, para luego darme vuelta, fue entonces cuando ella puso sus manos sobre mis piernas y me forzó a ponerme de frente a ella.
    -No por favor, hazlo sobre mis pechos. – Exclamó nuevamente con esa voz sensual.
    Ya no pude aguantar más y eyacule de gran manera sobre los hermosos senos de ella. Sentía un inmenso placer, pero tenía una vergüenza terrible, por lo rápido que sucedió todo, en ese momento me sentía poco hombre. Entonces ella me miró a los ojos directamente.
    -No te sientas mal Vincent, esa era mi idea. – dijo con un tono muy amable pero siempre con ese dejo sensual que ya la caracterizaba. Y yo no lograba comprender a que se refería. – Ahora cuando vuelvas a estar listo tendremos mucho más tiempo para estar juntos.
    Ahora todo tomaba sentido para mí, deje de lado mi inseguridad y la levanté, cuando estuvo de pie la besé como nunca creo haber besado a alguien, para luego recostarla sobre una mesa. Subí su vestido dejando al descubierto su tanga negra, de igual color que el sujetador e igual de elegante y fina con hermosos encajes. Separé ligeramente su piernas y acerque mi rostro a su entrepierna, podía sentir su olor a sexo, era dulce y envolvente. Comencé a pasar mi lengua por sobre su ropa interior, aun así ella lo sentía fuerte, lo sabía por sus gemidos de placer. Corrí la prenda hacia un lado y allí estaba frente a mí, su vagina de un color rosado suave. La besé lento y repetidamente hasta que puso sus manos sobre mi cabeza y entonces empecé a lamer de un lado a otro y a gran velocidad; alejé mi cabeza y la mire fijamente, entonces introduje un dedo y lo moví lentamente, cuando sentí mi dedo muy húmedo puse el segundo y los moví más rápido y fuerte. Ella comenzó a gemir muy fuerte de placer y yo poco a poco sentía como mi pene se erectaba de nuevo.
    Ella me detuvo y se levanto de la mesa, quitándose todo el vestido. Entre tanto éxtasis nunca me percate que llevaba un hermoso portaligas que la hacía ver muy sexy. Me besó y camino junto al banquillo donde estaba su abrigo, sacando una cartera; nunca me di cuenta siquiera que traía una, debió ser por la baja luz al momento de su llegada. Abrió su pequeño bolsito y saco un condón.
    -No queremos tener ningún problema o sorpresa. – dijo entre risas mientras caminaba hacía mi.
    Me quite la camisa que llevaba mientras ella se agacho a poner el condón en mi ya erecto nuevamente, y la verdad no se como pude lograrlo.
    Quería hablar, decirle algo en ese momento, pero ninguna palabra salió de mí, no se si estaba emocionado o tal vez solo muy excitado, pero quizás debí haber dicho algo.
    Al igual que antes puso sus manos sobre mi pecho y me empujo sobre la silla, ella se puso sobre mi y sosteniendo mi pene en sus manos lo introdujo lento en su vagina, hasta que estuvo totalmente dentro se sentó sobre mí y comenzó a moverse. Ella simplemente era fascinante, su interior era cálido y a la vez húmedo, y al ser un tanto estrecha el placer que sentía era aún mayor. Se movía de tal manera que adormecía por completo mi cuerpo y mis sentidos, no me importo que sus pechos estuviesen cubiertos de mí, puse mis manos sobre ellos y los acaricie sin parar. Sus gemidos de placer me volvían loco y solo quería más, no se cuando tiempo habrá transcurrido mientras estábamos así, perdí toda noción.
    De pronto se detuvo y se levantó caminando hacía la mesa. Se inclinó apoyando sus pechos contra la madera.
    -Ven aquí. – me dijo con su voz sensual a la vez que se daba una nalgada. – Tómame una vez más.
    Camine hacía ella y nuevamente introduje mi pene, y esta vez lo hicimos más fuerte que antes. No podía creer que todo eso fuese verdad.
    Le di un par de nalgadas y cada vez que lo hacía ella gemía de placer. La mesa de madera crujía fuerte a cada movimiento de nuestros cuerpos, pero no le prestábamos atención. Todo era maravilloso.
    -Vincent, sigue más fuerte!- exclamó entre gritos de placer. – Siento que ya viene. –
    La verdad yo también estaba a punto, por lo que hice un esfuerzo para contenerme, aunque era difícil siendo ella tan estrecha. De pronto sentí como todos sus músculos de apretaban y luego ella caía tendida sobre la mesa, fue entonces cuando no aguante más y deje salir todo nuevamente.
    -Rubí, eres maravillosa. – susurré entre jadeos de cansancio.
    -Debo decir lo mismo de ti, señor dueño. – respondió entre risas y jadeos al igual que yo.
    Nuestros cuerpos comenzaron a enfriarse lentamente y sentimos el efecto de la helada noche de lluvia, hasta entonces desapercibida para nosotros.
    -Atrás esta mi cuarto si es que deseas que nos acostemos. – Rompí el silencio. – La cama es pequeña pero no creó que tengamos problemas.-
    -Muchas gracias por todo lo de esta noche.- añadió con voz suave, como si se despidiese tristemente. – Vamos, comienzo a sentir frío.-
    Le indique la puerta para que fuese mientras yo me desasía del preservativo. No recuerdo la hora, solo que nos acostamos juntos y abrazados. Dormí tan bien esa noche que si no fuese por la triste sorpresa de la mañana hubiese sido una magnífica mañana.
    Al despertar no estaba a mi lado. Salí al bar y no estaba ni ella ni su ropa, o al menos toda. Sobre la barra había una servilleta con un beso de ella, de un color tan rojo como la sangre. Junto a ella estaba la hermosa tanga negra que llevaba la noche anterior. Reí, no se si por lo anecdótico de esa situación o era una risa que escondiera mi llanto.
    Después de vestirme revise bien el bar y no había nada, ni una nota ni nada. Si no fuese por el recuerdo queme dejo hubiese creído que todo fue un sueño.
    Mi vida siguió como siempre, este fue otro detalle que me aprendí para ser feliz… bueno quizás un gran detalle. Y ella, que se hacía llamar Rubí no volvió, aunque tengo esperanzas de que quizás algún día lo haga o tal vez ella volvió con su antiguo novio, pues bien quien sabe.
    El bar atiende todas las noches como siempre, al llegar el ocaso y esta tan solo quedo como una historia más de él, “El rubí de un bar”.
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