¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Nuestro Cielo (Romántico/Relato)

DarkDoseDarkDose Anónimo s.XI
editado enero 2013 en Fantástica
Mis cordiales saludos; este relato que presento a continuación es mi carta de presentación en este foro y con él pongo mis esperanzas en que sea bien recibido y me vaya bien, ya que la escritura es mi pasión. Pues, espero que les guste, y espero seguir publicando mis relatos. Les deseo una agradable lectura :)
P.S: Lo escribí a una chica de la cual estuve muy enamorado, con toda la intensidad de un corazón adolescente cautivado.

NUESTRO CIELO

“¿Sabes? Pienso que la noche, son como los pétalos de una rosa. ¿Por qué, me preguntas? Porque simplemente quiero pensarlo así. Las estrellas se esparcen, como aquellos pétalos de la rosas, cuidada en esmero. Las rosas simbolizan la hermosura. El cielo es la hermosura. ¿Lo has visto de noche? Creo que sí, todos lo hemos visto. Pero yo, sólo conozco de una hermosura. Cuando cae la noche, entre las rosas, entre todas estas cosas bellas, yo te he visto a ti. Sólo a ti. Sólo tú, a mis ojos has cautivado.
Entonces, podría decirte que tú eres una rosa, o eres un cielo. No, porque tú eres algo más hermoso. Tú eres mi amor.
Firma: Francisco”.
Muy convencido, con los cielos teñidos de negro sobre su cabeza, llevaba la carta aferrada a su mano, protegida contra él, y avanzaba, con una sonrisa. Si la veía a ella esta noche, a Mariana, le entregaría aquella carta, y estaría seguro de que había hecho lo correcto, de que hacía lo que su corazón le decía, de buena forma. Si la veía, le dejaría saber sus sentimientos. ¿Estaría Mariana ahí? Pocas cosas le importaban esta noche. Era tan bella, que aunque no la hubiese encontrado, se habría sentado unos momentos sobre la arena, a contemplar el manto de oscuridades y el mar. Aquello, se adentraría hasta en su alma, y estaría seguro que se relajaría, lo más que podía.
Su respirar era ansioso. Caminando por las arenas, observó los contornos del edificio. Las luces comenzaban a apagarse, y la música, parecía oírse lejana. En el segundo piso de aquel edificio, que parecía una escuela (Seguramente lo era. Pero como Francisco no había pasado muchas veces por el lugar, no lo distinguía bien), había terminado el baile. Hace sólo unos pocos minutos. Las siluetas ya comenzaban a salir, pero él no se fijaba en ninguna. Sólo tenía una en mente. Como el baile se había llevado a cabo en el segundo piso, Francisco pasaba por debajo de los pilares que sostenían al primer piso. La arena allí estaba húmeda, y la sombra abundaba.
Francisco se detuvo unos segundos a respirar. ¿Dónde estoy? Se preguntó de repente. Tenía aquella eterna costumbre de pensar que estaba en un sueño. No podía evitarlo; la presencia de ella lo ponía así. ¿Pero cómo era posible, que ahora se sintiera desorientado, que no sabía dónde estaba? Quizás estaba en una tierra lejana ahora.
“Quizás Venezuela” pensó. “O quizás estoy desde mi tierra, soñando”. Pero se llevó una mano al pecho, y aferró con su mano su abrigo. “No, estoy demasiado despierto” se dijo.
Como fuera el caso, estaba convencido de que estaba allí. Se podía haber quedado dormido a mitad de la noche, pero no, sabía que aquello era más real, que toda su realidad. Entonces contempló una silueta frente a él. Como siempre, deslumbrado por su hermosura. Delgada, fina y elegante dama, de unos cabellos rojizos, que lucían intensos aún en la noche. Unos ojos cálidos se notaban a la distancia. Era Mariana. Llevaba un vestido largo y de gala, que le iba muy bien. Estaba espectacular. Tenía diversos adornos que remarcaban más su hermosura. Francisco sintió que la magia se acunaba en sus pupilas.
-Llegaste… -señaló conmovido, casi con ternura. Ella le devolvió una sonrisa, una eterna sonrisa, de las que siempre le daba. Cuando sucedía esto, Francisco sentía como si su corazón, latiera hasta su pecho.
Mariana había salido del baile. Parecía como si las luces del interior, aún la acompañaran. ¿Pero cuándo había sucedido todo esto? Francisco no recordaba. Sólo recordaba, haber iniciado desde un momento, como si se hubiese internado en el sueño sólo apenas un rato. No importaba, porque aquella era la parte ideal. Sólo una vez que estaba con ella, allí daba inicio a su realidad. Nada más era real, o no quería considerarlo real.
“Eres mi fantasía…” quiso pronunciar entre sus labios Francisco, pero no se atrevió. Entre sus miradas, se comunicaban todo. Tomó a Mariana por la mano, y caminaron bajo los pilares, por la húmeda arena.
El siguiente escenario, fue encantador. Llegaron por las arenas, hasta la costa, donde las aguas mojaban las orillas. Entre la especie de niebla, que creaba el relente de la noche, surgía un tipo de neblina, que yacía justo debajo de una rebosante, inmensa luna llena, tan pura, tan blanca, posada a mitad del cielo. Francisco junto a Mariana contemplaban encantados, aquella luna, que parecía casi maternal. Entonces ambos caminaron, y se sentaron a la orilla, sintiendo sus pies mojarse por las tiernas aguas, heladas pero refrescantes. Sin embargo después de un rato no tenían frío alguno, se sentían bien abrigados. Y allí sentados, comenzaron a contemplar la luna, con ojos chispeantes de admiración, viendo los cielos, las nubes, y demás espectáculo.
La costa estaba muy silenciosa. Francisco sutilmente, depositó la carta, sobre la arena, a un lado de Mariana, en un obvio gesto, de estarse entregándosela, pero sin expresarle palabras. Mariana dirigió sus ojos hacia la carta, la sostuvo y la contempló, desenvolviéndola. Entonces comenzó a leerla. Pasado un rato, dejó el sobre vacío sobre la arena reposar.
-Maravillosa… -apreció.
-Pero tu hermosura es más maravillosa –intervino Francisco.
-Pero tus palabras lo son más –añadió Mariana.
-Y tus labios, son donde nace todo lo perfecto… -dijo Francisco, y entonces ambos se quedaron en silencio. La costa continuaba, con su oleaje, meciéndose tranquilo. Desde la lejanía, ambas siluetas se contemplaron en el momento en que se abrazaban, tiernamente. Francisco rodeó a Mariana entre sus brazos. Ella sentía protección. Él, en su sinceridad, se sentía feliz. Más feliz, de lo que nunca había sido.
Más avanzada la noche, llegaron hasta un puerto. Estaba lleno de luces. Había un pequeño local, que vendía cosas variadas. Comenzó a aparecer la gente; parejas que iban de aquí a allá, comprando y paseando. Francisco amaba a Mariana, pero sabía que no podía tomarla de la mano. Quería hacerlo, pero lo sabía: Simplemente, no podía. Porque no era correspondido en sus sentimientos, quizás…
Llevó a Mariana hasta el local. Le compró una bufanda, con la cual abrigó su cuello, y un peluche, que ella sostuvo entre sus brazos y su pecho. Francisco sentía que se ahogaba de ternura, dándole estos gestos a ella, sintiéndose feliz de cómo los recibía. No podía estar más lleno, lástima que parecía creer, que era sólo un sueño…
Finalmente dejaron las playas, para llegar hasta unas calles, por las cuales caminaron, acercándose a los hogares. Mariana le había pedido, que la fuese a dejar hasta su hogar. Caminaron en silencio. Ambos iban conmovidos. Cuando llegaron hasta la puerta de su hogar, Francisco esperó desde la verja, para verla a ella entrar. Mariana avanzaba, pero de pronto volteó. Francisco le quería decir algo. Le preguntó:
-Mariana… Es tan lindo lo que tenemos, pero a veces me pregunto… ¿Esto es un sueño? No sé cómo despertar, no sé cuándo despierto de esto. No quiero despertar, pero sé que a veces lo hago, porque esta, quizás no es mi realidad… -sintió como si unas lágrimas se asomaran de sus ojos- Mariana… -continuó- Tú… me dirías, ¿Si esto es un sueño?
Mariana se quedó sin palabras. Sabía que aquella respuesta, podía alejar a él para siempre de su lado. Pero a través de todo este tiempo, algo había cambiado. Algo ya no era lo mismo. Francisco ya no se atrevía… Su cariño, a veces pensaba guardárselo. Le aterraba tomar la mano de Mariana, se sentía tan a la distancia, tan lejos… Él estaba dolido.
Mariana hizo un último esfuerzo. Contestó:
-Quizás, sí somos un sueño…
Francisco oyó aquellas palabras a lo lejos. Estaba sumido en su consciencia. Creyó de pronto, oír a Mariana pronunciar aquel nombre, con el que siempre lo llamaba. Aquel nombre, con el que habían partido siendo amigos, pero que no quiso recordar ahora. Creyó escucharla pronunciar aquello. Pero, ya oía las palabras lejanas… Ya no quería oír.
Mariana entró hasta su hogar. Francisco luego, deambuló solitario. Se sentó en una banca, en un parque imaginario en sus fantasías, a besar una silueta que no existía. A soñar, que besaba a alguien que sí existía, pero consigo no. Porque no estaba allí, por más que le doliera… Dolía perder algo tan amado, pero los sentimientos, a veces es tan difícil darlos. Todo se hace más simple, pero sólo, cuando las personas sienten lo que quieren sentir…
En el silencio, en la soledad y la oscuridad de aquel parque, se imaginó besando, labios que no existían.


(Lo siento, pero por el límite de palabras no podía publicar el relato entero, sin embargo si les gustó, pueden leerlo completo en mi blog por supuesto)

DarkDose

www.silenciosorelente.blogspot.com
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com