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Me gustó más hablar con Angie

Ignatius ReillyIgnatius Reilly Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
editado septiembre 2012 en Narrativa
Ni en la peor de sus pesadillas, alguien que en otro tiempo fue un autentico mal nacido se hubiera visto discutiendo con semejante pobre diablillo, por una cuestión de cordeles para tender ropa. Aquello (pensaba) no podía estar sucediendo, aun llevando el ritmo y los términos de la discusión tal y como el quería, le costaba contenerse, no le habría despertado ningún remordimiento dejar a semejante parásito energúmeno dando estertores en el suelo. ¿Quién podía sentir la más mínima empatía por aquel pseudo dictador que agradecía los sacrificios hechos por su madre, dándole ocasionales palizas a ella y a cualquier mujer que tuviese la pésima idea de tratar de convivir con el .
Al final (de momento) hubo acuerdo que sonó como ultimátum, como un claro mensaje de advertencia, como un: -no me lleves a donde no quiero ir, porque el billete es solo de ida- .
Al día siguiente decidí irme temprano a la playa, solo, a aquella pequeña cala entre el peñón del cuervo y la araña. Aquella es una de esas calitas tan ingratas para el visitante, porque es de un árido grueso y de orilla poblada de cantos rodados que la marea suele traer y depositar, protegida por un pequeño mogote que se deja abrazar y desgastar por el mar en forma de acantilado calizo conglomerado.
Arrimado al trepadero, a un nivel ligeramente superior de la cala hay un recoveco azocado del viento vestido con una arena más fina ideal para acampar y hacer noche.
Eso lo sabe muy bien Angie, ella quiso dejarme bien claro que no era mujer de la calle, ella era mujer de la playa, mientras buscaba desesperadamente sus zapatos y sus gafas, no recuerdo bien si fue antes o después de orinar al abrigo de dos rocas justo detrás mía. y mientras me pedía disculpas. –No hay problema- le dije -estas en tu casa-
Angie me habló como si le hablara al mundo entero, me estampó lo más morboso sin ni siquiera darme tiempo a plantearme que aquella incipiente conversación me gustaba o no me gustaba, me puso al tanto del cáncer que sufría aderezado con problemas de hígado y riñón, que a Dios no le bastaba con que ella tuviese que descolgar a su padre de la cuerda con la que se ahorco, tenia que descolgarlo cada noche, sola, entre dolores de hueso y de riñón, desnutrida, violada por un novio que ni siquiera fue capaz de contagiarle el sida (que hasta esos extremos somos ineptos los hombres) y que le robó su paupérrima paga.
Angie mostraba sin pudor las marcas de su cuerpo, incluso las más recientes, las que le hizo un perro al que salvó “de la quema” y el cual, una noche al tratar de arroparlo se le abalanzó y le mordió el lóbulo (aun lo tenía abierto)
Me dejó fuera de juego su conmovedora ingenuidad, mientras me enseñaba una caja de gusanas, un puñado de navajuelas y un montón de sedales montados que los “bondadosos” pescadores ocasionales le dejaban bajo la tienda de campaña en la que dormía (según ella) para que pudiese pescar algo que llevarse a la boca. ¿Se puede ser más cabrón?
Me contó entre risas lo que su medico le dijo –Angie cabrona, tú no te has muerto ya porque sencillamente no sabes como se hace- -este tipo es de los míos- pensé.
Como se puede tener tantas ganas de vivir y tantos cojones para hacerlo, tanta predisposición a compartirlo todo, lo bueno lo malo, lo mejor y lo peor, salvar a un delfín y que tengan que asistirte de infarto por el esfuerzo, compartir las mejores colillas de tabaco con aquel polaco arquitecto que siempre deja su coca cola de la buena, donde todos puedan verla y beber de ella.
Angie es de esas personas que son libres cueste lo que cueste, a costa de la exclusión y el repudio social, nos hacen tomar consciencia de lo cobardes e hipócritas que somos los que nos engañamos proclamando que somos libres.
Angie me contó muchas cosas, me dijo que se tenía que echar colonia en los ojos para poder llorar, que se gastó el poco dinero que le quedaba en el tratamiento del perro que le hacía compañía, el mismo que le escondía sus zapatos y sus gafas (el muy cerdo)
Que la echan de todos los hospitales porque no admiten perros y ella nunca abandona a un amigo.
No me veo capaz de transcribirlo todo, creo que no le haría justicia, creo que tratar de plasmarlo y resumirlo, sería un acto mediocre, como plagiar una obra reconocida y autentica por parte de un escribidor carente del más mínimo sentido de la autoestima.
Me engañaría a mi mismo si no reconociera que en aquel momento me costó menos dejarle mi paquete de tabaco y mi botella de agua, que darle aquel abrazo y aquel beso
( fue lo único que ella me pidió) al despedirnos.
-Bueno, motero, muchas gracias y que te valla bien.
-Gracias a ti Angie y cuídate mujer.
Que bien me ha venido ese abrazo y ese beso, gracias Angie, me gustó más hablar contigo.

Comentarios

  • AneurismaAneurisma Pedro Abad s.XII
    editado agosto 2012
    Oooooorale :O
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado agosto 2012
    A mi tambièn, estaba como màs divertida que el paràsito ese:):p
  • Ignatius ReillyIgnatius Reilly Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado agosto 2012
    ¡Qué sería del mundo sin los parasitos! ¿Verdad Amparo?
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado agosto 2012
    De todo hace falta, sin ellos no tendrìas trabajo:):p:D
  • ArroyoArroyo Juan Boscán s.XVI
    editado agosto 2012
    Ignatius, conmovedor relato.

    No obstante,opino que quien vive en esas condiciones casi de indigencia, por muy amable y desinhibida que se muestre, no es libre. Eso sería idealizar la pobreza.
    Ya se nota que tú tienes buenos sentimientos hacia esa persona, lo que demuestra tu sensibilidad, pero no creo que en esta situación, se pueda hablar de libertad.

    Saludos.
  • Ignatius ReillyIgnatius Reilly Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado agosto 2012
    Arroyo escribió : »
    Ignatius, conmovedor relato.

    No obstante,opino que quien vive en esas condiciones casi de indigencia, por muy amable y desinhibida que se muestre, no es libre. Eso sería idealizar la pobreza.
    Ya se nota que tú tienes buenos sentimientos hacia esa persona, lo que demuestra tu sensibilidad, pero no creo que en esta situación, se pueda hablar de libertad.

    Saludos.

    Saludos arroyo. Bueno, yo esque opino que libertad es libertad, ¿tú crees que ella sería más feliz por ejemplo en un hospital, viendo como las pocas fuerzas que le quedan se le van sin poder disfrutar del mar?
    pienso que ella se a ganado de sobra el derecho a elejir y a no entregarse a la compasion que le brinden los demas.
    Hay jente muy luchadora y ella lo es, algo desequilibrada si, pero ¿quien no estaría desequilibrado despues de pasar por lo que ella a pasado? muy probablemente un psicopata por lo menos.
    A mi, determinadas personas, a parte de buenos sentimientos, lo que me producen es admiración y un profundo respeto, ya sean seres queridos o autenticos desconocidos como lo es el personaje del relato.
    Considero que negarle a esta persona permanecer cerca del mar, es lo mismo que negarle a un enfermo terminal un cigarrillo porque pensamos que puede perjudicarle, este es uno de los actos más egoistas que he podido presenciar a lo largo de mi vida, un acto de privación de libertad que roza lo cruel (a mi entender).
    Muchas gracias por comentar.
  • SinrimaSinrima Miguel de Cervantes s.XVII
    editado agosto 2012
    Angie...Angie... Me suena ese nombre. No es lo mismo que decir María,Elena,Juana.Es como si lo hubiera visto en algún lugar del foro.

    Aparte de eso, me ha resultado un relato duro y tierno al mismo tiempo, escrito con sensibilidad hacia quienes sufren.

    Un afectuoso saludo.
  • barrikadabarrikada Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado agosto 2012
    Me gusta este tipo de relatos, esos que de las situaciones más duras sacan punta y se ve un recodo para la esperanza, para la risa, o en este caso para demostrar la libertad. Me ha parecido una historia preciosa, me gusta la candidez de la protagonista, aunque no he entendido si el primer pasaje era referido a Angie o al propio protagonista.

    Si quieres un consejo, o mejor dicho opinión, porque no soy nadie para darlos, creo que agilizaría más el texto sin esos visos de reflexión. A mí también me pasa, me gusta meter algun sarpullido con mi opinión, pero creo que es más sano que la historia discurra y el lector la pueda llevar y aprovechar hacia donde quiera, que esté menos mascada, y por lo tanto interpretaciones más abiertas... También cuidado con las faltas de ortografía.

    Pero vaya, en cualquier caso un gran testimonio. Felicidades!!
  • Ignatius ReillyIgnatius Reilly Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado agosto 2012
    Sinrima escribió : »
    Angie...Angie... Me suena ese nombre. No es lo mismo que decir María,Elena,Juana.Es como si lo hubiera visto en algún lugar del foro.

    Aparte de eso, me ha resultado un relato duro y tierno al mismo tiempo, escrito con sensibilidad hacia quienes sufren.

    Un afectuoso saludo.

    Muchas gracias Sinrima. Lo de Angie ya me lo han dicho y no deja de ser curioso, será por lo inusual del nombre en estas latitudes. Un abrazo.
    barrikada escribió : »
    Me gusta este tipo de relatos, esos que de las situaciones más duras sacan punta y se ve un recodo para la esperanza, para la risa, o en este caso para demostrar la libertad. Me ha parecido una historia preciosa, me gusta la candidez de la protagonista, aunque no he entendido si el primer pasaje era referido a Angie o al propio protagonista.

    Si quieres un consejo, o mejor dicho opinión, porque no soy nadie para darlos, creo que agilizaría más el texto sin esos visos de reflexión. A mí también me pasa, me gusta meter algun sarpullido con mi opinión, pero creo que es más sano que la historia discurra y el lector la pueda llevar y aprovechar hacia donde quiera, que esté menos mascada, y por lo tanto interpretaciones más abiertas... También cuidado con las faltas de ortografía.

    Pero vaya, en cualquier caso un gran testimonio. Felicidades!!

    Saludos Barrikada. Para que te situes, el mal nacído es el narrador, la primera parte es una exposición de las banalidades a las que nos somete la vida burguesa e insipida (en muchos aspectos) en la que se refujian algunas personas que en algun momento han considerado conveniente retirarse, en cierto sentído.

    Lo de la ortografía, realmente tienes razón y francamente , unas veces afino más que otras, digamos que la evidente falta de practica unída a los incorrejibles defectos adquiridos por la edad (Vaguera, falta de reflejos, prisas ) y una larga lista de inexcusables etcs por mi parte, hacen de la lectura de mis escritos un acto de bondad, paciencia y tolerancia por parte de quien tenga la deferencia de molestarse en leerlos e incluso descifrarlos.
    Muchas gracias por el comentario
  • DragonDragon Lope de Vega s.XVII
    editado septiembre 2012
    Dejando de lado las finezas de la ortografía, ( que sí, hace falta pulirlo un pelín más ), el relato en sí está demasiado bien y se entiende lo que quieres transmitir con él.A mí me ha gustado leer esas confidencias.Hablando con la gente más variopinta, descubre uno muchas cosas e incluso, aprendemos de aquellos que menos nos esperamos.Un besazo enorme, ( que para algo está la confianza, jejeje ).
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