Princesas:
Julia tenía como afición escribir pequeñas obras de teatro con la intención de escenificarlas después para familia y amigos. En ellas, por falta de otras personas con dotes interpretativas suficientes a su alcance, las protagonistas eran la propia autora y Lucía, su sonriente hermana pequeña. Tenía el detalle Julia, al escribirla, de otorgarle a la menor personajes con frases más fáciles de recordar. Presencié una de estas mangíficas interpretaciones en las que la guionista era Julia; los personajes, ellas transformadas en princesas; el escenario, una habitación redecorada para la ocasión; el telón, la puerta del amario blanco; los efectos especiales, un móvil de juguete con sonidos grabados que metían bajo un cojín, en el que se sentaban en el momento justo para activarlo; el vestuario, disfraces hábilmente combinados. Yo solo intervenía en dos cosas: pintar los labios y hacer moños de princesas despeinadas.
Espero impaciente a que ensayen el pequeño teatrillo, en otra habitación. Oigo la llamada desde el cuarto de las niñas. Voy. Me siento cómodamente en la improvisada butaca de espectadora. Apagan las luces, y comienza la función.
La princesa en el precipicio.
Aparece Julia en el escenario, vestida de princesa. Me contengo la sonrisa, a pesar de que está monísima en sus gestos. Lucia espera su momento de salir, asomando la naricilla tras la puerta del armario. Llega su turno, pero no se da cuenta, y Julia le hace una, supuestamente disimulada, señal. Dialogan, gesticulan con tanta gracia que me dan ganas de comérmelas. Se acerca el momento trágico de la historia en que caen por un precipicio víctimas de su curiosidad por explorar aquella cumbre montañosa hecha de cojines. Caen gritando como locas por las montañas escarpadas, totalmente metidas en sus personajes, si no fuera porque se hacen gracia a sí mismas y chillan y ríen a partes iguales. Y me contagian. Acabamos en el fondo del barranco de cojines, las tres, riendo. Aplaudo con el entusiasmo que ellas se merecen. Y agradezco que haya personas que todavía solo saben hacer felices a los demás. Otro día contaré cómo inventaban canciones imposibles, preparaban regalos sorpresa, bailaban coreografias importantes o reían al verme ojiplática...os contaré de qué manera son adorables.
Para recuerdo de ellas.
Comentarios