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Veldez, hijo de la oscuridad

istaarianoistaariano Anónimo s.XI
editado mayo 2012 en Taller de Prosa
Bueno foro, soy nuevo aqui y justo acabo de terminar el primer capítulo de mi novela. Se lo dejo para que me lo corrijan en todos los sentidos. Gracias!!

Capítulo I: Veldez



Un muchacho no mayor de diecisiete años estaba apoyado en la barandilla del balcón de un gran edificio de la ciudad de Lobtec. El chico era de apariencia humana pero con la piel negra, y mucho más dura, recubierta por un montón de tatuajes de un color dorado, también tenía dos poderosas alas de plumas negras, no parecía muy musculoso, y sus manos acaban en dos garras que aparentaban ser manos pero se asemejaban más a las de un hombre lobo sin uñas.. Pero sin dudarlo el rasgo más característico que tenía eran sus ojos, su iris parecía dividido en siete sectores de distintos colores: rojo, azul, marrón. plateado, amarillo, negro y verde.
El muchacho tenía la mirada perdida en las estrechas y sombrías calles de la ciudad, la cual tenía una estructura circular entorno a una plaza y estaba rodeada por tres murallas. su cara no delataba en lo que estuviera pensando, aunque si estaba allí seguramente estaba pensando en el hombre al que le habían ordenado matar, siempre que le ordenaban asesinar iba a ese balcón para relajarse y dejar la mente en blanco y el corazón frío como el granito. Odiaba matar a cualquier ser inteligente, porque ellos también pensaban y porque tras su muerte alguna familia, si es que tenía la víctima, se encerraría en sus casas durante tres días y medio como indicaba la tradición.
Un hombre entró en el balcón, era rubio de profundos y místicos ojos dorados, bastante alto y musculoso, era obviamente humano, pero la forma del peinado, bastante largo y con medio flequillo, mostraba una mezcla de sangre con elfos. El hombre tendría unos treinta y cinco años.
-Vamos, Veldez-dijo el humano al chico-. Ya es la hora de que vayas a por Rengaoup el comerciante. Recuerda que estará en…
-Sí, lo sé, maestro.
-Cuantas veces te habré dicho que me llames por mi nombre, muchacho. Llamame Ildoín.
-Sí, lo siento- se disculpo el muchacho con gesto y tono ausente-. Pero ya sabes cuál es mi dilema, o cenar y matar, o no cenar y tener la mente limpia.
-Para ser quien eres tienes demasiados escrúpulos…
-Cállate, no debes hablar de eso aquí-dijo con voz autoritaria y dejando que en sus ojos vibrara una pequeña chispa de furia ante la cual su maestro retrocedió.
Tras eso se agarro a la barandilla y saltó pasando las piernas por encima de esta. Se dejó caer hasta que vio una cuerda entre dos ventanas. Se agarró a esta con las manos y se balanceo para saltar a la parte superior del cartel de una taberna sobre la que cayó con los pies. Al caer se apoyo sobre una mano en el edificio para no perder el equilibrio. La calle en ese momento del ocaso estaba bastante oscura y tan solo un par de personas la frecuentaban para ir a la taberna, por lo tanto era casi imposible que se dieran cuenta de su presencia. Siguió saltando de tejado en tejado por las calles de la ciudad, escalando muros de piedra y ladrillo, apoyándose en ventanas, grietas y todo donde se pudiera apoyar.
Tan solo se detuvo cuando llego a una calle bastante ancha e iluminada por antorchas cada dos metros. A cada lado de la calle estaban situados varios puestos de mercaderes, y en uno, el que estaba casi al final, estaba el comerciante. Veldez se coloco la capucha de su capa para que no le reconocieran, saco una ballesta de mano de su capa y saco uno de los dardos que llevaba ocultos en la parte posterior de su cinturón.
Tras esto fingió ser manco de un brazo y avanzo por la calle hasta la tienda de Rengaoup y se quedo mirando que nadie le observaba cuando saco la ballesta y se introdujo de golpe en la tienda de su objetivo. Primero le preguntó con voz agresiva:
-¿Desde cuándo trabajas para las Espadas Negras?-estos eran un grupo de mercenarios y comerciantes que conspiraban contra la ciudad y su paz, la cual El muchacho e Ildoín intentaban salvaguardar.
Pero no espero la respuesta de esa pregunta porque la conocía. De modo que disparo un tiro certero al corazón del comerciante. Pero no se había dado cuenta de los soldados que estaban entrando en la tienda y le vieron. Llevaban una armadura roja con potentes hombreras, y la armadura estaba recorrida por una línea roja y en la parte superior de esta estaba el emblema de la ciudad. Un corazón con tres puñales intentando atravesarlo pero que se topaban con tres murallas que lo protegían.
Inmediatamente salió corriendo esquivando a los guardias con movimientos agiles, al igual que una gacela. “Maldición” pensó, “no tendría que haber sido tan descuidado. Ahora tendré que matar más de lo previsto y para esto no estoy preparado.” Se fue rápidamente de la calle desatendiendo las miradas curiosas, mientras llevara la capa no le reconocerían.
Salto sobre la cornisa de una ventana y se puso de pie encima de esta. La aprovecho para saltar al tejado de una tienda de aspecto más sólido que los demás. Una vez estuvo en situado espero a que los guardias rodearan la tienda, y una vez que lo hicieron salto a una pared y desde esta, saltando con una pierna de rebote, volvió a caer sobre el suelo y se lanzó corriendo en dirección contraria a los guardias, pero procurando no llevarlos directamente a su guarida, donde Ildoín le esperaba.
Sentía los pasos de los guardias tras él en la oscuridad de la noche. Lobtec era una ciudad muy grande y poca gente la conoce lo suficiente como para no perderse, y Veldez estaba entre ello, por lo que se había decantado por despistar a los guardias. Pero parecía imposible, por más que corría más se esforzaban ellos. No podría evitarlo, tendría que luchar.
Se subió al tejado de un edificio por una escalera con la esperanza de que los guardias no le siguieran, pero sí lo hicieron. Veldez no tiró al suelo la escalera, podría haber terminado con todo pero no lo hizo, quería darles una oportunidad. Por lo tanto al llegar al tejado desenfundó su espada corta, que tenía el mango cubierto de cuero desgastado por el sudor de la mano que lo empuñaba, la espada tenia la hoja con muchas muscas, pues había acompañado al chico desde su primera misión. Cerró los ojos para relajarse y poder centrarse en el combate, pero sabiendo que mataría no lograba relajarse.
El primer guardia que subió no se lo pensó dos veces, Viendo que el tejado era muy grande se lanzó a la carga. El muchacho le esquivó fácilmente y lanzo un tajo que su rival paró. Los aceros emitieron una débil nota al entrechocar. Veldez cambió rápido el peso de pierna y lanzó una estocada a la cabeza de su rival, pero la desvió y le perforo un pulmón. Se giró justo a tiempo para ver un ataque rival y desviarlo con su espada, era un tajo dirigido a su hombro, pero apenas le rozo la pierna. Cargo con el hombro a su rival y le empujo por el borde del techo. Los cuatro guardias restantes ya habían subido y le apuntaban con lanzas o espadas simples. El chico corrió en dirección opuesta a los soldados y saltó a una pared, se agarró a esta y desde allí ejecuto un salto hacía los guardas que le situó a sus espaldas. Lanzo un tajo arqueado perpendicular al suelo mientras estaba en el aire, y gracias a este evito una lanza y mató a un guardia. Una lanza fue disparada hacía su posición, pero el chico se agachó y la corto en dos. Cogió el lado de la punta y lo lanzó acertándole a un soldado entre la hombrera y la protección del brazo a un soldado, contra el cual arremetió espada por delante y le ensarto. Ese soldado tenía un escudo, y el muchacho lo cogió para parar la estocada de otro combatiente enemigo. De un solo tajo separo la cabeza del cuerpo de quien había lanzado la estocada. De repente un hacha cayó desde el cielo hacia él, no, no venía del cielo si no de un hombre gigante y fornido. El hacha impacto contra el techo y se clavo creando cierta confusión a su portador, situación que el joven aprovecho para subirse a su espalda y degollarle.
Lanzo una mirada al campo de batalla y vio los charcos de sangre en torno a sus víctimas, supo que jamás olvidaría esa sangrienta visión. Cuando luchaba era el más peligroso, pero al terminar la batalla solo era un chiquillo asustado de sí mismo y de la masacre.
Se quedó en el tejado intentando reconciliarse consigo mismo, intentando encontrar motivos para lo que acababa de hacer. Pero no lo lograba, así que al amanecer volvió al edificio que usaban como cuartel general.
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