Vuelvo a acercarme a la entrada del largo túnel y me encuentro de nuevo con la
misma maldita señal. Cada mañana la veo y cada mañana se repite, fugazmente, el mismo pensamiento. Por el día, por la noche, con sol o con lluvia, ella siempre está allí. ¿Reparará alguien más en su absurda existencia?
Voy a unos quince metros del vehículo que llevo delante, a poco más de 50 km por hora, ignorando completamente su presencia. Eso sí, hay trafico… pero eso a ella le da igual. Si le prestara atención y fuera un ciudadano respetable no vería al vehículo que ante mí a no menos de 100 metros. ¿¿
100 metros?? Teniendo en cuenta que el Camp Nou tiene 107 metros de largo se esboza una sonrisa en mi cara cada vez que imagino casi un campo de fútbol entero entre ambos coches. ¿Es eso práctico? Y si no lo es… ¿por qué establecemos algo así por ley?
Le sigo dando vueltas y me imagino cumpliendo el reglamento de tráfico. ¿De veras podría hacerlo? No, creo que no. Continuamente me adelantarían otros vehículos y se pondrían en medio obligándome a reducir la velocidad rápidamente para volver a guardar la distancia. Pitidos a un lado,
¿cuánto tardaría en provocar un atasco o un accidente?
Cada día paso por ahí y nadie, absolutamente nadie, cumple con ella. ¿Tiene sentido tener una norma que nadie cumple y con la que es prácticamente imposible de cumplir? ¿Qué se persigue con ello? y… ¡demonios! ¿Quién narices la puso allí?
Parece trivial pero, cuanto más lo pienso, veo que no lo es. Cualquier día podría ser una de las pocas personas -si es que hay alguna-
multadas por no mantener una pista de cien metros lisos entre mi vehículo y el que llevo delante. La probabilidad es baja pero existe. El argumento de su absurda existencia no me serviría de nada para recurrirla y, la verdad, me dejaría una sensación enorme de injusticia. Me sentiría indefenso y, aún sabiendo que efectivamente soy un infractor, tendría la sensación de que el Estado o uno de sus organismos públicos me ha robado impunemente. Eso sí, con la ley en la mano, lo soy… no cabe duda alguna.
¿Quien decidió que la distancia mínima deben ser 100 metros? ¿En base a qué? ¿Quizás para facilitar la función recaudatoria de la misma en tiempos de financiación complicada? ¿Quizás para cubrirse las espaldas y, de éste modo, no tener que escuchar recriminación alguna en cuanto a lo poco adecuada de la misma en caso de accidente?
La primera de las posibilidades supondría
aceptar que nuestros gobernantes tienen la potestad de “robarnos” legalmente cuando la situación lo requiera. Si mal no recuerdo, la Comisión Europea planteó este punto hace poco más de un año refiriéndose a nuestro país (radares situados en lugares un tanto curiosos, etc…). No hay que confundir seguridad con recaudación y utilizar este pretexto para obtener ingresos, resulta muy poco honesto.
La segunda me recuerda a los departamentos de gestión del riesgo de muchas empresas y entidades financieras. Unos son muy laxos con tal de no comprometer el crecimiento comercial y otros sobrevaloran los riesgos para nunca poder quedar en entredicho. Ambos planteamientos, a mi parecer, son erróneos. Un
riesgo se ha de intentar valorar en su justa medida – ni infravalorarlo ni sobrevalorarlo- para poder gestionarlo adecuadamente. No sé si lo correcto serían 20m, 40m o 50m pero, además de exagerado, un campo de fútbol me parece algo imposible de cumplir. Y si no se puede cumplir… ¿tiene sentido alguno esa norma? Escojamos la distancia que escojamos, ¿debería ir ésta en función de la velocidad (resultando entonces ésta variable)? ¿Podemos establecer una distancia variable? Quizás no sería lo mejor por falta de sentido práctico.
Entonces es cuando
me planteo si sería muy descabellado no regularla. Teniendo en cuenta que, en caso de golpe por detrás, generalmente se considera que el culpable es el que da el golpe por no haber podido frenar su vehículo en la distancia que guardaba, ¿por qué es tan necesario cuantificarla?
Lo que mas me preocupa, sin embargo, es el la
falta de libertad que una norma así puede conllevar cuando es susceptible de usarse de forma arbitraria. Imagino a un sujeto con mas autoridad que yo parándome y poniéndome una multa por ir, por ejemplo, a 70 m del coche anterior. Ya lo se… esto no ocurre. Bueno, ¿de veras que no? Quizás no con esta señal en concreto pero sí en otros ámbitos. Dejando a un lado iniciativas empresariales y su permisos correspondientes, los requisitos de seguridad en el sector de náutico, por ejemplo, me recuerdan muchas veces a ésta señal.
Otro caso es el de los reconocimientos médicos para llevar a cabo prácticamente cualquier actividad algo fuera de lo normal. Por un lado, supongo que es una forma que tiene el estado de “cubrirse” pero, cada vez que paso alguno, me acabo llevando las manos a la cabeza.
“Pague y yo diré que usted es apto”… esa parece ser la regla del juego. Cuando fuí a sacarme el de buceo no me miraron ni los oídos. Si tan necesarios son, teniendo en cuenta la situación de la sanidad publica, quizás no estaría de mas que entrara a competir en este negocio con precios mas adecuados y, por lo menos, se tomaran las revisiones con un poco de seriedad. No sé, me da la sensación que muchas veces hacemos las cosas por hacer, sin cuestionarnos si eso tiene sentido.
En mi opinión, el Estado no debería tomarse tan a la ligera la regulación legal, especialmente cuando supone recorte de derechos y proliferación de obligaciones de los ciudadanos. En este aspecto, personalmente
no me siento libre. Es mas, tampoco los ciudadanos deberíamos resignarnos y verlo como algo normal. Estoy plenamente convencido de que, el
modelo político actual no evolucionará si no comenzamos a cuestionar fundadamente a aquellos que nos gobiernan y el sentido de las decisiones que toman. Y, claro, visto lo visto, es evidente que ha llegado la hora de que este modelo evolucione. Aunque no comparta todas las propuestas, me supone un atisbo de esperanza cuando veo que, después de un año, el 15M vuelve a ocupar la plaza del Sol. Estemos o no en la misma línea, por lo menos eso muestra que hay más gente inquieta (no me gusta el término de “indignada”). El que algunos de los que están en el poder les desacrediten es síntoma claro de que ese es el buen camino.
Santiago Abeiro
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Comentarios
Abrazos.
Santiago Abeiro
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Salud
Santiago Abeiro
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