“Calcetines”
Pues sí en efecto, como te decía, llevo puestos unos calcetines tuyos, o mejor dicho, que fueron tuyos, ahora son míos porque te los robé. Son de color blanco con detalles en azul, también tengo otros de color rojo que me encantan, pero sobre todo para el invierno, me gusta andar sin calzado, sólo con esos calcetines puestos al moverme por la casa. Sí, ya lo sé, tal vez se trate de algo cercano a una patología, algo sé de psicopatologías, pero en todo caso otros roban bragas y sujetadores y los guardan como tesoros morbosos y fetichistas. Pero yo no, yo robo calcetines, porque usarlos me hace recordar lo andado y vivido junto a vos ahora que ya no estamos juntos. Me recuerdan que no debo dejar de andar y me hacen pensar que tú sigues andando: ya sabes, en la vida por más que queramos detenerse es una forma de morirse un poco. Mis pies son una de las partes más delicadas y queridas de mi querido cuerpo. Sin ellos, a la postre, de nada sirven las emociones, los pensamientos, los sentimientos, los proyectos y las intenciones, tarde o temprano debes echar a andar y es ahí donde hay que saber valorar la importancia de unos pies dispuestos y preparados para la acción. Son, en suma, el brazo ejecutor de nuestras decisiones, los encargados de concretar nuestros proyectos y nuestras querencias, incluso las del alma, porque rara vez el alma siente para estarse quieta, el alma necesita moverse salvo en los momentos de introspección, meditación y autoconocimiento y crecimiento interior. Unos buenos pies son la garantía del viaje por la vida, de no anclarse a pretérito alguno y practicar futuros simples y pluscuamperfectos. Además, si bien el corazón y el sentimiento nos quieren hacer volar a veces temerariamente, los pies son quienes nos conectan con la tierra para no perder el paso de nuestra querida vida, y digo querida porque queramos o no es la única que tenemos. Así las cosas te propongo que les brindes un poquito más de atención y de cariño, son tan sufridos pobres míos. Y no, no es porque yo ahora esté cojeras, siempre lo sentí, ya desde niño, de esta manera. Durante un tiempo la vida me robó un pie y el otro se quejaba del sobreesfuerzo. Estuve casi un año sin poder usar uno de ellos por una fractura deportiva, pero claro, si no los usas no se rompen, pero se aburren y de paso que se aburren tus pies te estás aburriendo tú. Y si te aburres acabas deprimiéndote porque el aburrimiento, vital, existencial, es en sí mismo un factor de riesgo importante para desarrollar una psicopatología. O dicho en otros términos menos doctos o te mueves o estás perdido. El movimiento y más cuando se dirige hacia nobles acciones son la prueba irrefutable de que estamos vivos, de que seguimos en el camino y si algo hemos de tener siempre a mano es un camino, nuestro camino o uno nuevo, pero camino al fin. Unos pies cansados son la sintomatología evidente de un alma dormida y sin ilusión, la rendición resignada y el haberse postrado de rodillas y ya lo dice la famosa frase “más vale vivir de pie que morir de rodillas”. Dale trabajo a tus pies y se lo darás a tu vida, de lo contrario más vale que te quedes en casa metidito entre algodones no vaya a pasarte algo. Vivir con miedo es morir muchas veces y bastante condena traemos al mundo con tener que morir una sola y definitiva vez. Si nosotros mismos elegimos una muerte intermitente estamos claramente ejerciendo un grave atentado contra nuestra propia vida. De manera que cómprate unos buenos calcetines o róbalos como hago yo, póntelos cada mañana con todo cariño y disfruta de los días, si además como es mi caso esos calcetines fueron de la persona que amaste tendrás la sensación de que de alguna forma seguís juntos en el camino, el de la vida, el del amor, el de la amistad, el del compañerismo, el de la empatía vital sin condiciones, el de aquí me tienes siempre dispuesto a ir a buscarte y caminar contigo caminitos y veredas. Piénsalo, no solemos hacerlo, los pies tal vez porque nos pillan tan lejos de la cabeza son los grandes exiliados de nuestro cuerpo y sin embargo ellos abnegados nos son fieles toda la vida, apenas piden nada y lo dan todo. Piensa en ello o mejor no lo pienses, siéntelo. Siente tus pies cada día y verás como tu vida cambia para bien ¿a qué nunca te olvidas de tus manos? Claro, porque sin ellas no harías nada. Pues es lo mismo, sin las manos no haces nada, sin los pies no vas a ningún sitio. Déjate aconsejar por este loco que suscribe, mima tus pies y vístelos de hermosos calcetines: estarás en realidad acariciándote el alma, el corazón, el pensamiento y los sentidos. ¡Hazme caso!
©AMS Cádiz
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