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Cuarto oscuro

bartonbarton Juan Boscán s.XVI
editado febrero 2012 en Narrativa
- Tú no sabes de qué va esto. No tienes ni idea.

Ella es hermosa y una chispa de locura invade sus enormes orbes oscuros. El pelo largo y enmarañado le cae sobre los hombros de su frágil y pálido cuerpo. Un vestido blanco es todo lo que lleva, tan desgarrado como algunas partes de su piel. Cicatrices por todas partes, el rímel corrido por las lágrimas, labios agrietados y manchados de rojo. Pero mis ojos están clavados en los suyos. Sólo puedo verla a ella.

- No sabes nada.

Tiembla. Descalza y sucia, abandonada de todos y de sí misma. Sus palabras son tan frías como lo está ella. Desesperación en cada sílaba. Impotencia, porque no puede decir lo que siente, no por su boca.

- Lo sé todo -respondo-, lo sé. No tienes que sufrir más. Puedes venir conmigo, todo estará bien.

¿Cómo decirle que siento lo que ella siente? Que he estado perdida y me he encontrado, que conozco la luz y la sombra, que puedo ayudarla. Le tiendo la mano, pero prontamente la retiro. Parezco una hipócrita. Lo soy a sus ojos. No conoce mi capacidad empática ni mi propia experiencia. No entiende el por qué de mi propósito. Apenas puede descifrar los nudos de sus pensamientos como para prestar atención a tan banales detalles, así que lo da por hecho.

- Estoy enferma.

- Lo sé. Por eso quiero ayudarte. Ven y dame la mano.

Mi mano se interna en la oscuridad. Ella me mira con una mezcla de alivio y desprecio. Alivio, porque hay alguien que la ve, que ve a través de ella, aunque en teoría no pueda entender su discurso emocional. Desprecio porque parece fácil; todo parece fácil desde el lado de la luz y la esperanza. Todo tiene solución ahí. No es así para los que están al otro lado. Cada bando está convencido de que el otro es incapaz de ver más allá de su lugar, y en parte es verdad. Pero yo me encuentro entre una habitación y otra, un pie en la luz y otro en la sombra. Soy el canal que une a las dos cosas, soy alguien que puede salvar a los perdidos y condenar a quienes viven en la inopia moral. Pero eso nadie lo sabe salvo yo.

No obstante, a veces los pierdo. A veces no son capaces de verme, o no me escuchan, o no pueden moverse por sí solos. Si están demasiado hundidos en el abismo, no pueden alcanzarme y lo saben, así que no lo intentan.

A veces soy yo la que vuelve a zambullirse en el cuarto oscuro en pos de quienes no puedo salvar.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado febrero 2012
    Reconfortante relato, es bueno saber que se cuenta con una mano amiga:):p
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