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Lo Zapatos Azules.

En los días de lluvia María se aburría en la inmensa casa de la abuela. Abría cajones, hurgaba en los roperos, se disfrazaba con la vieja ropa y trataba de entretenerse.
Una tarde un aguacero amenazaba con durar todo el día, ya no encontraba lugar por examinar, recordó el desván, allí había un cofre con juguetes de su madre.

Entró al altillo y quedó mirando por los ventanales como se movían los árboles al empuje del viento y el agua.
Encontró el cofre, lo abrió y cajas de diferentes juegos aparecieron. Muñecas a las que descartó, pues pensaba que a los diez años estaba grande para jugar con ellas. Una caja llamó su atención, la abrió y se encontró con un par de zapatos azules. Se los probó, le quedaban grandes, pero igual se los dejó puestos, eran bonitos. Camino por el desván con su bello calzado, le gustaban, parecía estar entre nubes caminando en el aire. Se sentó en un almohadón, mientras hojeaba un libro de cuentos. Sintió sueño, se acomodó en el piso y se quedó dormida.

En el sueño, vio como se abrían las ventanas y que un gnomo con alas, entraba y se paraba a su lado. Estaba mojado, sus alas transparentes, gotean cristales diáfanos. María sorprendida lo miraba y no hablaba. Él le dijo:
-Perdón por entrar así en tu casa, pero mojarme no me sienta bien, me da tos, siempre que llueve debo guarecerme en algún lugar y hoy sólo encontré tu ventana.
-¿Quién eres?
-Un duende mojado –respondió sonriendo.
-Pero yo creía que los duendes sólo viven en los cuentos.
-Vivimos en todos lados, sólo que no todos nos ven.
-Si los demás no te ven por qué yo sí.
-Por tus zapatos mágicos, ellos te permiten verme –le dijo y se asomó por la ventana- Mira ha dejado de llover.
María se acercó al pequeño ventanal y quedó deslumbrada del arco iris que se asomaba vanidoso en sus colores.
-¡Mira que lindo! –grito señalándolo.
El duende abrió sus alas y salió volando rumbo a las nubes.

-¡María! –la voz de su abuela la despertó.
-Ven a tomar la leche –María se incorporó y pensó en voz alta:
-Qué sueño tan hermoso –se alejó del desván sin ver en el piso las marcas que unos diminutos pies mojados dejaron en la madera.
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