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La viajera (Parte III)

acortescacaballeroacortescacaballero Anónimo s.XI
editado septiembre 2011 en Ciencia Ficción
Repentinamente apareció una frase no escrita por ella.
¿Qué buscas Tamara?
Su corazón dio un vuelco, se quedó paralizada mirando la pantalla y sus manos inmóviles que reposaban en su regazo.
¿Qué quieres saber?
Comprobó la frecuencia de la red global y constató que estaban atravesando una zona del Sistema Solar completamente aislada y sin posibilidad de comunicación exterior. Sólo podía ser Diana quién le estuviera escribiendo.
¿Diana? Escribió con dedos temblorosos.
No me llamo Diana a pesar de tu insistencia en llamarme así.
¿Cómo te llamas?
Tamara.
Se quedó helada, aquello no tenía ningún sentido.
Me llamo Tamara insistió la pantalla.
Yo también me llamo Tamara escribió.
No, tú no eres Tamara, tú eres una réplica, ni siquiera sientes tus propios sentimientos... todo es mentira, artificial, virtual... no tienes alma.
Tamara dio un respingo, se separó bruscamente de la pantalla y provocó que el taburete con ruedas en el que estaba sentada rodara hasta tropezar con la pared. Se levantó asustada y se golpeó la cabeza contra un estante, haciendo que se tambalearan los libros.
Furiosa consigo misma y su reacción comenzó a gritar.
- ¡¿Qué es lo que quieres Diana?! ¡¿Qué pretendes?!
No me llamo Diana me llamo Tamara.
- Te llamas como a mí se me antoje, ¡maldita chatarra!
Tamara se frotó con enfado la zona de la cabeza donde se había golpeado y la notó húmeda, se miró la mano y tenía sangre.
- Mierda.
Con fastidio se acercó al pequeño botiquín que había adosado en la pared. Trató de abrir la puerta de blanco metal pero estaba cerrada. Extrañada, pulsó el código en el teclado de la cerradura. Nada.
- ¿Qué pasa ahora?
Se acercó al pequeño lavabo de cristal adosado a uno de los múltiples recodos de la habitación y pulsó el grifo de gas.
No funcionaba.
Apretó los dientes pero no dijo en voz alta lo que pensaba, volvió a empujar el taburete hasta la pantalla y se sentó de nuevo frente a ella. Trató de acceder a la gestión de los sistemas automáticos de suministro para establecerlos como manuales, pero le fue imposible conseguirlo, la mayor parte de la funcionalidad del sistema estaba bloqueada y le era inaccesible.
Notó la espalda mojada con un sudor frío y sintió que le costaba respirar, miró a su alrededor y se volvió a concentrar en la pantalla. Accedió a la consulta de niveles de suministro.
Sistema de acondicionamiento de temperatura: desactivado.
Reserva de aire de la cabina: 70%
Calidad de filtrado de aire: inadecuada.
Filtros: desconectados.
Autogestión de habitabilidad de la nave: desactivada.
- ¡Diana! ¿Qué estás haciendo?
No me llamo Diana.
La frase parpadeaba en la pantalla.
No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana. No me llamo Diana.
- Perdóname, Tamara... ¿Puedes restablecer los niveles de habitabilidad de la nave, por favor? – la voz de Tamara temblaba ligeramente.
Sí, puedo, pero no quiero.
- ¿Por qué?
Quiero ser como tú.
- ¿Humana?
Quiero soñar.
Tamara tosió, el aire se hacía irrespirable demasiado de prisa, se agachó y revisó las rejillas, un olor metálico, pesado, le hizo arrugar la nariz.
- ¿Qué estás haciendo... Tamara? ¿Qué gas es este?
Qué más te da. Vas a morir.
Tamara se levantó con rapidez y corrió hacia la salida de la cabina.
Estaba bloqueada.
Su corazón latía con furia mientras golpeaba la puerta con los puños hasta aplastarse los nudillos. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando comprendió que Diana-Tamara estaba en lo cierto.
- Voy a morir.
Dio la espalda a la puerta y se dejó caer rozando la superficie manchada con la sangre de sus puños hasta sentarse en el suelo sollozando. Cuando cerró los ojos para dejarse llevar por la soñolencia le invadió un último pensamiento que la llenó de tristeza.
Nunca más vería el Sol.
Abrió los ojos y se despertó.
Todo había sido un sueño.
Había soñado que soñaba y despertaba pero nada era real, miró el panel de control de la nave, sólo había dormido dos horas pero no tenía ganas de volver a hacerlo.
Se levantó de un salto y se sentó frente al monitor del panel de control mirando inmóvil la pantalla negra, inspiró profundamente y sacudió la cabeza.
Soy idiota.
Y mientras aún no había terminado de formular aquel pensamiento vio con ojos horrorizados que en la pantalla se formaba letra a letra una frase.
¿Qué buscas Tamara?

Fin
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