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LA AMANITA MUSCARIA
Quiere el amor venenoso
Sostener el duro engaño,
Que, con sus siervos tacaño,
Cruel es, malo y alevoso.
Lanza sus flechas, gozoso,
Llenas de ponzoña varia,
Cuya fuerza extraordinaria
Matar puede a cualquier fiera,
Si, sustancia traicionera,
Es la amanita muscaria.
Y, cuando está suspendido
De la rama de algún roble,
Ejerce su oficio innoble
Ese cruel niño atrevido,
Pues es travieso Cupido,
Reflejado en la estatuaria
Como maldad sanguinaria
Que, fingiendo la inocencia,
Moja su flecha en la esencia
De la amanita muscaria.
Como es malo en demasía,
Gustan en la vecindad
De denunciar su maldad
Y su gran hipocresía.
Siempre su mirada fría
Descorre la luminaria
Que suspende, solitaria,
La luz del amanecer,
Que le deja recoger
Otra amanita muscaria.
Lloran así los amantes,
Como lloraron los bardos,
Que la fuerza de sus dardos
Los suspende delirantes.
Los deja correr errantes
Toda la región agraria,
Que la historia milenaria
Sabe bien de los que huyeron
Cuando los daños sintieron
De la amanita muscaria.
¿No canta el enamorado
Evocando su vergel,
Mientras sujeta el rabel
Sobre su pecho dañado?
Raro canto ha celebrado
Quien, convertido en un paria,
Entona, muy triste, el aria
De la muerte que le llega,
Si es que los mares navega
De la amanita muscaria.
Pájaro es pues con coraje,
Niño de gran osadía,
Y atormenta el alma mía,
Mostrando su alto plumaje;
Dios del mal, rey del pillaje,
Cuya maldad temeraria
En ave de suerte varia
Lo convierte a la rapiña,
Porque siembra en esta viña
Una amanita muscaria.
Y ya que veis lo que quiere,
Como en el daño se goza,
Como se acerca y nos roza,
Como nos tienta y nos hiere,
Sabed que al final se muere,
Quien, en su nave corsaria,
Lleva dirección contraria
A la que la salud pide,
Que la vida lo despide
Y la amanita muscaria.
José Ramón Muñiz Álvarez
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