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Entrevistas (I)

samuelsarasamuelsara Anónimo s.XI
editado septiembre 2011 en Ensayo
Entrevistas. De trabajo. Ese pequeño universo paralelo que todos tenemos que atravesar alguna vez en la vida. A no ser que tengas la suerte de ser un niño demasiado pijo (tanto como para no tener que trabajar o para hacerlo por enchugfe, vayas donde vayas) o un aborto generacional de esos que ni por asomo piensan ponerse a trabajar en toda su vida, de esos que vivirán a costa de sus padres (porque estos se lo permiten, digo yo) hasta que puedan vivr a costa de sus hijos. Hijos que engendrarán a temprana edad por aquello de la mala educación sexual; situación de la que sólo sabrán culpar a la televisión, por aquello de poner sexo a todo lo largo y ancho de sus parrillas… Antes era la violencia, ¿recuerdan?

En fin.

Entrevistas. De trabajo.

Desde que llegué a Madrid he tenido dos, a cada cual más surrealista. Obvio obviamente los nombres de los empresas empleadoras en potencia, y todo parecido con la realidad es puta coincidencia (nada de fes de errata aquí).

El tema es, ¿dónde están las típicas entrevistas cara a cara donde tenías que dar a ver la mejor faceta de ti mismo para resultar una interesante apuesta a ojos del potencial empleador? Creo que han pasado a mejor vida. Y lo han hecho por al menos dos razones: la primera, porque la mayoría de trabajos en los que no se entra por enchufe en esta España de Dios son tan fáciles de hacer que los podría llevar a cabo un mono cojo, manco y miope (con todo el respeto a los monos cojos, mancos y miopes, y que ningún follaesposasdetumejoramigo se sienta identificado). La segunda, porque los trabajos suenan tan a timo de la estampita que ya vienen resumiendo lo mismo desde la entrada a cualquier oficina: la gente necesita empleo, cada vez más a la desesperada, así que aprovechémonos de ello, aprovechémonos de ellos. Y entonces las entrevistas se basan en el empleador describiendo de qué forma será humillado, vilipendiado y, por supuesto, explotado, el incauto empleado que tome la decisión final de pasar a engrosar las filas de remeros en galeras.

Precisamente eso fue lo que leí en la sonrisa de la recepcionista que me dio la bienvenida a mi primera entrevista aquí en Madrid.
- ¿Has traido tu curriculum actualizado?
- No había nada que actualizar, pero aquí lo traigo.
Se lo extiendo. Ella lo coge. Me sonríe. Su sonrisa me da un miedo superior. Diferente. Algo que no había experimentado antes en mi vida.
La recepcionista tiene menos años que yo, menos coeficiente que yo, y entre la ortodoncia y la anorexia, es menos atractiva que yo. Incluso como mujer. Se le nota en el pelo: se lo plancha cada mañana para que no parezca que está en tal mal estado como se lo dejan sus continuadas masturbaciones de epiglotis. Alguien debería enseñarle que un metro más abajo el placer es mayor. Simplemente.
- Toma asiento y en un momentito mi compañera sale a atenderte.
La recepcionista señala tres sillones, dos de los cuales están ocupados. Me doy cuenta de dónde me he metido. La primera ocupante es mujer, joven, de aproximadamente mi edad. Pero también es menos atractiva que yo. Alguien debería haberle dicho a su madre que, durante el embarazo, el alcohol y la ropa ceñida son cosas que deberían evitarse en la medida de lo posible. El segundo ocupante es un chico. Que me crucifiquen si tiene más de 12 años, y viste entero de negro, salvo por el cuello de la camisa y el resto de su piel. Bien, que me crucifiquen porque debe tenerlos. Si no, no estaría allí, ¿verdad? Es decir aún no explotamos menores en España… ¿no?
Así que me siento entre Lucifer Jr. y una puerta de cristal a través de la que se ve a dos pavos discutiendo y atendiendo el teléfono intermitentemente. Los dos muy enchaquetados, muy engominados. La gente así me da un poco de asco. Que cada uno tenga sus prejuicios. Hay a quien se lo daría yo, o cualquiera que fuera un poco como yo. A los punkis se lo dan los hippies. Aunque fríamente analizados, a cualquiera le darían asco los hippies, al menos uno de los originales, claro está. La nueva ola hippie merece una historia aparte.
Así que nada. Allí estoy yo. Entre el frío cristal y el frío Mr. Oscuridad. Una chica sale, dice algún nombre. Yo sigo preso de mi lectura de los poemas de Dylan Thomas y no lo oigo. Sólo sé que no es el mío y continúo en la lectura:
The hand that signed the paper felled a city;
Five sovereign fingers taxed the breath,
Doubled the globe of dead and halved a country;
These five kings did a king to death.



[...]

=======

La historia continúa. Síguela en www.samuelsara.blogspot.com

Comentarios

  • chelmonchelmon Anónimo s.XI
    editado julio 2011
    he terminado de leer tu escrito en el blog y eres un crack,lo mejor que he leido desde que ando por aqui enhorabuena
  • samuelsarasamuelsara Anónimo s.XI
    editado agosto 2011
    Dormida en el banco de un parque. Sola. Con ese vestido de raso rojo, corsé, tacones. Nunca fue la chica más agraciada de la clase pero Dios sabe que no le privó de mojo. Me acuclillo a su lado y le acaricio una mejilla. Se despierta. Se incorpora. Yo me siento al lado. No nos sentimos obligados a darnos un beso. Yo soy el primero en hablar:


    - Hola.
    - Hola.
    - ¿Qué tal?
    - No muy mal, me he dormido esperándote.
    - Lo siento.
    - No importa.
    - ¿Cómo va todo?
    - Estoy empezando a decidirme sobre algunas cosas. Algunas las llevo peor y otras mejor.


    Ella me mira. Yo a ella no. Ella continúa:


    - No gano lo suficiente, mi familia está jodida y siento que llevo hundida en este agujero los últimos mil años.


    Y alza los brazos y mira al cielo, pretendiendo señalar la urbe.


    - No he amado desde entonces pero follo hasta más de lo que lo hacía contigo.


    Dice mirando al frente, descorazonada. Creo que es mentira. Que tiene la misma vida sexual de mierda que he tenido yo desde que lo dejamos. Entonces gira la cabeza y me pregunta:


    - ¿Y tú?


    - Bueno, puedo ser más preciso si quieres. También puedo ser más conciso.


    Ella pone la cara que solía poner, justo la misma, y entonces a mí me entrada la arcada. Justo la misma.


    - Pero el asunto es que me gustaría hablar de tus cosas, cuando piensas llevártelas y todo eso.
    - Pensé que me las mandarías tú.
    - Pensaste mal.


    Y se produce un silencio incómodo. Esto es usual. Y casi de rigor. Todo el mundo quiere su silencio incómodo. En realidad no lo saben, pero lo quieren. Porque pueden olvidarse de lo que están tratando durante un segundo y pensar en el resultado del partido de la última jornada o en la alineación del partido de la siguiente. En cómo sería volver a follártela. En alguna última fiesta que disfrutarais juntos. En serio, se puede aceptar o no, pero todo el mundo quiere su silencio incómodo.


    Romperlo es lo que nadie quiere, y esta vez me toca a mí:


    - Así que círculos de karma… Trato de cerrar uno contigo.
    - Crees en esa mierda?
    - No estoy aquí para hablar de mis creencias. Y no creo que sea verdaderamente relevante. Es una forma de decir…
    - Ya sé lo que quiere decir. Prosigue.
    - Trato de cerrar uno contigo.
    - Eso ya lo has dicho.
    - Estoy también en plan políticas de honestidad brutal.
    - ¿El qué?
    - Soy honesto.
    - ¿Cómo honesto?
    - Pues que digo la verdad. Y que la digo sin rodeos. A no ser que la otra persona no quiera escuchar la verdad.
    - Tu verdad, te refieres.
    - Esta vez no se trata de filosofía. Se trata de mentiras sostenidas en el pasado. No voy a contártelo todo, pero siempre puedes preguntar. Quiero saber que no esperas algo de mí que no pueda darte. Quiero hacer las paces contigo.
    - Hablas de culpabilidad.


    Yo sé que sí, pero mi cara no dice nada. Tanto es así que el silencio no es ni incómodo, sino insignificante.


    - Pues no sé lo que te va a llevar.
    - Entonces mejor lo piensas porque estoy levando anclas.
    - ¿Levando anclas?
    - Anclas emocionales.


    Ella repite lo último que yo he dicho con algo que se parece a la resignación. Entonces parece ponerse triste y creo que suspira. ¿Dónde hay tabaco cuando se le necesita?


    - No hemos hablado en tres meses y acabé bastante enfadada la última vez que lo hicimos. Y ahora quieres cerrar círculos de karma y levar anclas emocionales, quitarte el sentimiento de culpa de la manera más fácil posible, que es devolviéndome mis cosas…
    - Si esperabas que te las mandara…


    Ahora explota en ira:


    - ¡Dos años, capullo! Llevo esperando dos años.
    - Tus cosas…
    - ¡Olvídate de mis cosas! ¡Explicaciones!


    Explicaciones. Todo el mundo quiere explicaciones. Algún día alguien se dará cuenta de que los hombres (y las mujeres) hacemos cosas sólo por el hecho de hacerlas. No todos pero si algunos. Algunos sólo queremos ver el mundo arder, ¿no? Y entonces yo saco el bidón de gasolina:
    - Quiero responder las preguntas que tengas en caso de duda con algo relacionado conmigo como resultado ya que tengo problemas morales con algunas partes de nuestra relación. Quiero devolvérte tus cosas y quiero el divorcio. Quiero que sepas que volveré aquí tan pronto como pueda, y que entonces espero poder encontrarme contigo y volver a conocerte. Y quiero que te sientas como quieras al respecto del hecho de que aunque volver aquí es mi prioridad no creo que pase tan pronto como a ninguno de nosotros nos gustaría.


    88 palabras. 88 tonos de azul.


    Una lágrima.


    Un dedo.


    Que me recorre el brazo.


    En algún lado suena un saxo. Maúlla un gato. Un joven se contagia de sida. Un perro muerde a otro. Un despertador suena. Alguien abre un grifo. Una pistola se dispara. Dos amantes tienen sexo. Tres una orgía. Alguien eyacula. Una película da comienzo. Otra acaba. La aguja de un viejo vinilo salta. Alguien toma una cápsula de éxtasis. Una político es corrompido. Un banco robado. Un terremoto tiene lugar. Un pez es pescado. Una oración rezada. Un sacrificio humano llevado a cabo. Una moneda acuñada. Un lingote de oro fundido. Un águila caza a un ratón. Una becaria se la come a un presidente. Niños mueren. Crímenes se suceden. Genocidios se perpetran. Dos personas se abrazan y se confiesan su amor.


    En algún lado la ficción supera a la realidad.


    Pero ese lado no es éste.


    Así que ella dice:


    - Por qué siempre parece que vas a hacer algo que no vas a hacer?
    - Y por qué te emocionas cada vez?


    Ella sabe lo que quiero decir. Y sabe que tengo razón.


    - Eso es exactamente lo que quería decirte. Quiero quedarme, pero también tengo cosas que hacer adonde voy. Pero la próxima vez que vuelva quiero que sea para quedarme. Sólo volvería allí a morir.


    Y lo que dice ella a continuación suena como una queja:


    - Siempre intentas hacer demasiado de una tacada. Pero supongo que eso es algo que te incumbe a ti, no a mí.
    - Ahí creo que tienes razón.


    Y se produce otro silencio incómodo cómodo. Pero otra vez me toca a mí romperlo:
  • samuelsarasamuelsara Anónimo s.XI
    editado agosto 2011
    chelmon escribió : »
    he terminado de leer tu escrito en el blog y eres un crack,lo mejor que he leido desde que ando por aqui enhorabuena

    Dícese de un halago que me viene grande... pero gracias!

    S.O.S
  • princesa oscuraprincesa oscura Pedro Abad s.XII
    editado septiembre 2011
    al principio pense que eras hombre por tu forma de escribir por tus palabras fuerte , por tus pensamientos, pero bueno he leido tu blog y bueno hara se que eres una mujer que no se anda con rodeo y dice lo que piensa, sin buscar en belleser su lenguaje. me gusto mucho y me gustaria seguir leyendote.
  • samuelsarasamuelsara Anónimo s.XI
    editado septiembre 2011
    Ni que sí ni que no. No te lo sabría decir. Hombre o mujer, ¿qué más da? Realmente nunca lo tendrás claro, pero puedes seguir elucubrando. Y de tu elucubración surtirá mi gozo... Gracias por los halagos.

    Samuel... ¿O. Sara?
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