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Ximena Diaz de Vivar / documento apócrifo

CarontexCarontex Pedro Abad s.XII
editado febrero 2011 en Histórica
Mucho se cuenta de Arturo y sus hazañas ; de sus caballeros y de la mesa redonda, de Merlín el encantador y de Sir Lancelot, al inglés se le da bien, cual mercader Veneciano, vender su especie inventada a veces, exagerada otras.

Pero hubo un héroe , un autentico caballero de carne y hueso que ganó una batalla después de muerto , sus crónicas recorrieron la Europa que le tocó vivir y sus hazañas fueron cantadas por juglares en uno y otro bando , pues el mundo en aquel tiempo , como ahora , estaba dividido.Sus enemigos lo respetaban y en no pocas ocasiones lucho a favor de estos , por jornal o por convicción , este héroe no es otro que el Cid , el Cid Campeador le llamaban .

Más, todo caballero tiene una dama y esta no es otra que la bella Ximena, ambos yacen juntos en la misma tumba. Poco se conoce de ella, salvo los iniciados que tengan acceso a este códice que lee vuesa merced ; mal asunto tenemos si la inquisición lo descubre.

Ximena encerrada en el castillo de su padre contempla como la vida se le va de poco a poco, no la vida terrena, la vida es el Cid, Rodrigo...que no descansa nunca, ha nacido para servir al Rey para reconquistar la tierra arrebatada y luchar sin descanso pero ¿y ella? ¿No es digna acaso de una conquista?

No es vida esta de casada y como esclava de Dios en clausura su cuerpo joven se volverá mustio como una pasa y su cabellera alba , blanca como la nieve en invierno se tornará , antes de tomar el cuerpo de aquel a quien ama hasta la extenuación.

Diez lunas hacen que Rodrigo marchó, los mensajeros hablan de una victoria tras otra al infiel, pero el deseo le gana la batalla a su cuerpo, no es tan tenaz como el guerrero su espíritu y le quema el desamor.

Ximena se peina frente al espejo desnuda y la imagen que recibe le complace, le excita, el joven Gabriel, su escribiente, está cerca, monta guardia en la habitación contigua, una leve llamada en la puerta y aparecerá. Es como una joven, delicado y níveo, si ella quisiera no tardaría dos segundos en meterlo bajo las sabanas del tálamo ¿sería capaz? traicionar así aquel a quien tanto ama, un momento fugaz y pasajero que calmaría su sed.
Así que Ximena replica con sus nudillos de niña la tranquera y el joven al otro lado responde.

- Mi señora ¿que se le place? Es tarde ya y vuesa merced debería dormir.

- Ven junto mi Gabriel, mi amo lucha contra los moros, hace diez meses ya que no se de el, mi cuerpo es joven y yo le amo tanto...

El joven efebo no sabe que decir, su cabeza está en juego si es descubierto, no es lo suyo las mujeres, mas las ayudas de la diosa rubia son hábiles y en poco tiempo su torso desnudo tan blanco como el de una virgen queda al descubierto.

- Mi señora...usted no sabe
- Calla Gabriel por Dios y déjame que libe el néctar que tanto tiempo llevo esperando.

El púber se deja hacer y Ximena termina por desnudarlo, el invierno en Castilla es crudo como la estopa y la hoguera encendida calienta los cuerpos que sudorosos en el suelo, nunca mancillaría Ximena el tálamo, pues este es solo y único paraje reservado de aquel que posee su alma, se revuelcan como animales de presa.

Sujeta la mujer el cimbrel del joven que ahoga ahora un suspiro de placer para no ser descubierto y dispuesta esta a que este descubra la cueva arcana y tibia que solo uno hasta entonces exploró.
Llegado el momento de la pequeña muerte, Ximena llora ¿como pudo traicionar a su hombre? dejarse arrastrar como una perra en celo por un deseo tan mundano, venderse así cuando su cuerpo es solo de aquel que no está.

- No llore mas mi señora...el vendrá, tarde o temprano el es suyo tanto como vuesa merced es de el, no se aflija y recuerde que no hay hombre mas capaz en la tierra que el Cid.

- ¿Tú le amas tanto como yo Gabriel? ¿No es más cierto?

- Señora no esta en mi pronunciarme – y dos lagrimas caen del rostro del joven confirmando sus sospechas.

Ambos se abrazan compartiendo un sentimiento común e intimo.

Al poco suenan los clarines ¡alguien retorna al castillo! es el sin duda- cavila Ximena- y corre despavorida al torreón, semi desnuda, el frió le corta la piel pero da lo mismo.

Su atuendo no es el de un cristiano, el tiempo pasa en la frontera y las cosas se olvidan para retornar a otras. La chilaba le cubre el cuerpo, le ciñe la cintura una correa mora y porta un alfanje a un lado y la Tizona, su espada, al otro. Cabeza gacha, barba recia, empieza a nevar, algunos copos caen sobre el largo pelo del héroe que apartando unos mechones de su frente sube la vista hacía el torreón, mirada árabe que hiela el corazón.

El Cid regresa más morisco que el mismo Mahammad Yusuf. Esa mirada oriental busca la suya, la encuentra y una sonrisa triste le devuelve a Ximena su hombre desde el nevado campo.

Levanta este la espada fiel y grita su nombre en alto, el suyo, ¡Ximena por siempre! Y sus hombres corean a voz en grito la proclama.

Un cuerpo cae del torreón; Gabriel, dos amantes se abrazan un reino desaparece y una leyenda se forja aleada en una traición inconclusa.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado febrero 2011
    siempre es asi, a los hombres todo les sale bien, pero si es al contrario ahi mismo llega el dueño del gallinero.:):p:D
  • CarontexCarontex Pedro Abad s.XII
    editado febrero 2011
    Pobre Ximena Amparo , pues tienes razón ...
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