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sin titulo (aún) clasificación B 15 (mayores de 15 años jojo)

PauPau Pedro Abad s.XII
editado abril 2008 en Romántica
salidita del horno, no le hice correciones; critíquenme si quieren, se que ha de tener miles de errores pero solo soy una simple aficionada a escribir las locuras que pasan por mi mente,
SIN TITULO (AUN)
A los 14 años su espíritu era libre, nada le agobiaba o preocupaba, bueno, casi nada, en realidad lo único que le robaba el sueño, eran esos dos incómodo montículos que crecían en su pecho, pensaba que crecerían tanto hasta asfixiarla, se avergonzaba tanto de ellos, que al recordar lo que ocultaba bajo la blusa, caminaba encorvada, aunque, de pronto su infantil carácter la hacía caminar dando saltitos.
En general, Ana, era una niña encantadora, yo la sentía como si fuera una hermanita; su pecosísimo rostro le otorgaba un aire juguetón; ojos grandes y expresivos uno azul y el otro verde; nariz pequeña y recta; boca de sonrisa fácil y dientes finamente alineados; cabello largo color caoba hasta la cintura, que en la mayoría de las veces lucía trenzado; sin embargo su hermosura, en todo esplendor, tuve la delicia, de conocerla accidentalmente; ocurrió ese día de domingo, cuando llegué corriendo, hasta las puertas de su casa… Antonio, mi mejor amigo, (su hermano mayor) había faltado a nuestra cita de juerga dominical que se llevaba a cabo con religiosa puntualidad en la plaza, donde nos reuníamos sin plan particular a pasar el rato sanamente y yo fui intrigado, a su casa, a buscarlo… entre con la confianza de quien entra en sus propios terrenos, parecía no haber nadie y atraído por no se que, me asomé por la puerta entreabierta del baño, tarde un par de segundos en comprender lo que frente de mi estaba, la mire, con la lujuria con que nunca antes la había observado a ella y a nadie, primero me concentre en su rostro inexpresivo, pero de pronto pareció darse cuenta de mi presencia y con un gesto indiferente me invitó a recorrerla con por completo, primero noté sus hermosos pechos, apenas comenzando a desarrollarse, se coronaban por sonrosados y erectos pezones, luego miré como delicadamente su mano enjabonaba cada uno de sus rincones, espumaba unos cuantos bellos púbicos en su sexo, obscena se inclinó lentamente a recoger un poco de agua de la cubeta, observé un instante, entre la espuma, su hermosa flor humedecida, como si fuera un estandarte que coronaba el arco de sus piernas largas, con la jícara se echó el agua, despejando su cuerpo de la espuma, reluciente brillaba con los dorados rayos vespertinos; mi primer orgasmo ocurrió en ese mismo instante; regrese en si, cuando un poco de saliva escurrió por mis labios entreabiertos, decidí retirarme de la escena al instante. Al salir de la casa, descubrí a Antonio arrastrando con una soga, tres trozos grandes de leña, me explicó su tardanza, lo oí sin escucharlo, las piernas me temblaban y sentí humedad en las rodillas. Temía que Antonio notara en mi algo raro, pero alcancé escucharlo decir –a ver quien llega de primero a la plaza- corrí tras el desesperadamente.
A los 16 años su espíritu era libre, nada le agobiaba o preocupaba, bueno, casi nada, en realidad lo único que le robaba el sueño, era ser demasiado alto, pensaba que crecería tanto hasta rozar el arco de la entrada de la iglesia, se avergonzaba tanto de ello, que al recordarlo caminaba encorvado, aunque, de pronto su infantil carácter lo hacía caminar dando saltitos.
Hasta donde tengo uso de razón, yo siempre había estado enamorada en secreto de Miguel, el mejor amigo de mi hermano, pero en estos últimos meses, después de mi primera menstruación, mi cuerpo reaccionaba intensamente ante su presencia, me gustaba todo de el, para empezar, me parecía encantador el hecho de que fuera tan alto, al juguetear con mi hermano, tenía que encorvarse y doblar las rodillas; me encantaba su rostro bronceado; su cabello con rizos color miel; su mirada coqueta ojiverde; sus labios gruesos y el sonido estruendoso de sus carcajadas; además era mas fornido y varonil que mi enclenque hermano. Todo cambió entre nosotros el día en que descubrió, que yo ya no era una niña, al observarme desnuda por la puerta entreabierta del baño. A partir de ese día, ya no jugaba con migo como lo hacía antes, al mirarme bajaba la cara y se ponía todo colorado, lo extrañaba tanto... la tarde en que se atrevió a abordarme nuevamente, fue el día en que Antonio acompañó a mi padre a la ciudad, yo estaba sola y aburrida peinando a mis muñecas, cuando escuche unos pasos que rechinaban en la sala, asustada me asomé sigilosamente, mi corazón dio un vuelco cuando miré a Miguel, mejor peinado que nunca con unas flores, recién cortadas, entre sus manos. Se aproximo a mí y yo nerviosa le dije que no estaba mi hermano. – no es a el a quien busco- respondió mirando al suelo. –no lo ves Ana, me he enamorado de ti y quiero que seas mi novia- me tomo entre sus brazos y yo instintivamente , busque sus labios, fue un beso breve y seco, mi primer beso, entonces el me sujeto la cara con una mano, y con su lengua se abrió paso entre mis labios, entonces, supe lo que realmente era un beso, lo lamí y absorbí como el me hacia y me concentre en la calidez de sus labios… sentí humedad cálida en la entrepierna, creo que por primera vez supe lo que significaba estar excitada. En breves instantes nos separamos, ahora los dos mirábamos el suelo, ruborizados, al recobrar el aliento, el me dijo –los lunes serán nuestro día, después de clases, cuando tu hermano y tu padre no estén en casa- los lunes eran los días destinados para que mi papa y Antonio hicieran las compras de la semana y yo aseara la casa.
Durante ocho meses nuestras citas consistieron en besos interminables y una que otra caricia discreta, sin embargo la mayor parte del tiempo se nos pasaba entre juego y juego, risa y risa… en búsqueda inconsciente de inocente sensualidad, nuestro deseo era saciado a la perfección con besos y mimos tiernos.. Durante esos días nunca comentamos el incidente del baño.
La lluvia acababa de terminar… una flor roja flotaba sobre las apacibles aguas del río, y las gotas de agua pendían aun de las hojas de los arboles reverdecidos por la frescura y humedad del ambiente, y tu y yo simplemente retozábamos por el extenso valle, brincando entre charcos y flores, los dos estábamos empapados por la lluvia recién terminada, decidiste inocentemente retirarte la camisa, observe tu hermoso torso desnudo y por un instinto lo acaricié tiernamente, tu reaccionaste desabrochando mi vestido, el cual se desplomó entre mis pies, mi camisón lucía transparente de tan mojado que estaba, te vi mirarme excitado, nos sentamos detrás de un montículo, te besé profundamente, como experta que era, después de todo, había pasado los últimos ocho meses practicando, entonces sentí la calidez de tu mano posarse sobre mi seno, no te conformaste con ello, y te abriste paso entre la tela hasta alcanzar a besarlo, lo lamiste con tal dulzura, sentí calor entre mis piernas, luego mire entre las tuyas y descubrí una parte tuya que no conocía, se alzaba entre tu pantalón y parecía como con vida propia intentando liberarse de lo ceñido de tu ropa que lo aprisionaba, no me conforme con mirar, con una pasión desconocida lo toque, tu quedaste extasiado, al observar tu reacción, no pude evitar querer darte más y entonces con un poco de recelo decidí besarlo, solo escuche un leve quejido escaparse de tus labios, tu también me tocaste torpemente ahí abajo, me sentí plena con tus caricias, era un dolor placentero, de pronto un rayo nos hizo entrar en razón y suspendimos bruscamente las caricias, era tentadoramente delicioso continuar hasta el final, pero decidimos ser prudentes y juramos eso no se repetiría, hasta dentro d mucho tiempo más, cuando fuéramos ya mayores y responsables, entonces consumaríamos nuestras caricias, esa tarde por fin hablamos del incidente del baño, nos reímos mucho.
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