En la cúspide de tu cuerpo
hallo el rostro y de manera irreflexiva
belleza que heroica trasciende
a todo canon e idolatría,
un escenario de sonrisas y sollozos,
un espejo de anhelos y nostalgias.
Emanan de tu voz
cadencias de ternura y libertad,
ritmos melifluos que se anclaron en mi mente,
sonidos que me escoltan en nocturnos insomnios.
Bajo, arribo a tu cuello,
que sensualísimo se mueve,
más abajo descubro el pecho,
reino de protección para mis lágrimas,
un insondable cofre donde habitan aguas nuevas.
Tus manos son alondras blanquecinas
que materializan el cariño,
revelan sufrimientos clandestinos
y contienen mis vigilias.
Recorro tu vientre, cenit de un tesoro,
génesis de esperanzas,
hogar que alberga un manso devenir.
Más abajo, mora tu pubis,
oh leña tórrida del subconsciente,
genuino tratado de lo bello y lo sublime,
epicentro entre la lujuria y la templanza;
ahí se cumple una batalla entre el furor sensorial
y la paz del alma.
Viajo hacia el valle, oh erógena colina,
conozco tus pies: emblemas de la hermosura de Venus,
terruño de mis besos epicúreos,
sostenes de este templo, símbolos de juego.
Se completa así el viaje río abajo;
íntegros ilustro
los difíciles trazos de tu mapa:
preclara anatomía, flexuosa mente.
Comentarios
Esta alegoría a la vez cuerpo y río: nacimiento, torrente rápido, presa, meandros, delta, desembocadura...
Me ha gustado.