En un bolsillo lleno, con una moneda de cien pesos, una hoja con un poema igual de estúpido, una mechera que hace tres meses no prende un cigarrillo, una manilla con olor a vodka y una dirección donde dice su nombre anotado por la rapidez de un Bic. En un celular con el registro de llamadas recibidas y dos mensajes en el buzón de entrada. En una gaveta donde llevo unos veinte originales tratando de reunirme, de representar su rostro en algo que no sea una foto. En una mochila donde almaceno todas mis angustias, y las saco a pasear, y nadie lo nota. En el segundero del reloj tragándose toda mi existencia, el golpeteo de una llave que no se cerró, la ventana, la cortina abierta por donde se filtra un pedazo del alumbrado público.
La soledad es un rincón oscuro que te mira como esperando que te suicides, un cuarto con siete personas dentro, riendo, hablando, fumando y bebiendo al unisonó de la música.
En un libro que leo todos los días a la 1, de anaqueles y frases irremediables, de corazones autobiográficos. En avenidas que no significan nada, pero pensé que era bueno decirlo. En comederos de mala muerte. Debajo de los carros, en el pavimento gritando números telefónicos y billetes acordonados.
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