Escuchame como si el mundo naciera de nuevo ante tus ojos virginales. Yo también creí una vez que la vida era encanto, era carne...y supe que también era fuego y ceniza. Dulce fuego fatuo. Y creyendo tan bello el camino, era absurdo detener la carrera para recoger una flor que quedó, para dar amor que no se vertió.
Ay, la vida que nos finge una caricia y al fin nos zarandea...¡Basta Ya! Exijo para tí esa paz conquistadora con borracheras de dulce ensueño, tan cálida...
Oyeme, escucha esos ecos de la infancia, de infantil plegaria de lo ilimitado, del mágico rubor, de la angustia cándida, la sencillez, la esencia de todo. La pueril frescura del instante, el goce de sentirnos eternos...el no importa. Aquel niño que fuiste, el recuerdo dulce de los dulces tiempos, tan minimalista, que cambiba el odio en risas y el anhelo en descanso. ¡Qué feliz suspense!
Y con esto, contagiarte del punto de tristeza que revela tu risa tenue, en estos momentos del no sentir, de solo el miedo y la libertad del vacío.
Siente la dicha de ser bueno cuando pudiste ser malo, parate a pensar y siente que lograste que alguien que te imagina, sonría al recordarte (como yo).
SIENTE, la sangre es a veces tan bella como el rojo fuego, por eso siente, en tu alma de niño que aún espera y quedó dormido, aletargado (o que no duerme). Si solo en sueños se cumplen los deseos, no tengas miedo. Tal vez no duermas solo porque estás soñando eterno, como en otro tiempo.
Que esas palabras que hoy murmuras desaparezcan, se esfumen raudas en el espacio de un instante con huracanes de olvido (qué fácil decirlo).
SIENTE. Oye el solemne espasmo de la vida, abre su hermético futuro. Mira ese cielo azul con tus ojos tristes que no permiten lágrimas. Los hombres no lloran...tu carita de niño atento...cruel enseñanza. Llantos redentores que prodigan sus bálsamos ignotos y necesarios, líquido divino para conservar las pupilas limpias y extasiadas al porvenir, para conocer las imágenes de las palabras que no pueden ser pronunciadas.
Coge la vida que quiere tu contacto de hombre deseado con goce de caricias, hasta el final, el éxtasis deseado que retorna a las orillas de tu espacio.
No se le puede llamar infeliz a un hombre si le queda vida, tiempo, esperanza. Desconozco tu camino, pero llegarás. Es mi conjuro invencible sobre el mal. Invoco tu paz y tu sonrisa. Tu calma. Fuera los que anunciaron tiempos tan desnudos, los encargados de hacer brotar las fibras de la palabra nadie. No existen ya, se fueron.
Descansa, buen soldado, esta no es tu guerra...no comprendo la estrategia del contrario. Siente cada pequeño logro, cada vivencia diáfana en lo cotidiano, cada palabra amable, cada sonrisa, cada ilusión instantánea. Una mirada, un palpitar en el tiempo que atrapes.
De pequeños pasos, de lucecitas que tililan en la confusión del nocturno camino, confía. Llegate hasta sus límites, fronteras que multipliquen los panes que alimentan, amantes.
Pero te pido, siente y vive, que tantas veces morí, que a la vida te remito sin reservas, que es grande, que es ínfima, que en un abrazo nos funde para nutrirse del amor por albergar...que la vida es insaciable.
Comentarios
Si la hiciste tuya, tuya es, Dixie.
Por último, y también por experiencia, le invito a sentir y valorar los pequeños momentos cotidianos como inicio y suma para que llegue su paz.
Eso es el líneas generales la estructura y lo que quería comunicar. Quizás al ser prosa poética (Mi mano me arrastra a la poesía
¡Un saludo!
(que no, joer, que es broma..)
Pues si te digo te ya le enamoré en otro tiempo...y él a mí. Pero eso es agua pasada. Quedó la amistad.
(Casi aciertas