Tengo una amiga, que desde hace mucho tiempo, escribe en un cuaderno cosas que le han hecho sonreir. Cosas que te sorprenden en la vida, frases o situaciones inesperadas que te alegran el momento.
Ella las escribe todas, resumiéndolas en una frase, para luego releerlas cuando está triste.
Es la mejor manera de evadirse de una noche triste que jamás he conocido... Te hace retomar fuerzas, os lo aseguro...
Por eso el juego...
¿Qué tal hacer nuestra propia lista?
Empiezo yo?
La cara de mi niña mientras monta en un tiovivo...
Comentarios
Muy buena idea y gracias por compartila con nosotros.
Ahí va la mia:
Una tarde de otoño o primavera en la playa con mis amigos.
mmmmmmm
hay muchas cosas que nos pueden sacar una sonrisa , por ejemplo ver una peli de woody allen. ( Annie Hall , Granujas de medio pelo ... )
Sarcasmos de este tipo me sacan una y mil sonrisas.
Pero la que más me gusta es cuando veo sonreir a los ñiños..esa felicidad no se compara con nada..especialmente la sonrisa de los bebitos.
Cuando lo recuerdo sonrio, pero si lo veis en directo es que os partis de risa. Como se puede ser tan negada para mover los pies y hacer los giros a derecha e izquierda... Yo le explico al profe que es un problema de sentido de la orientación. :rolleyes: Pero ni caso...
Mi gata, con esa cara que pone como de sorpresa cuando me oye alguna tontería.
Y yo misma,...si es que soy muy graciosaaaa.
Ver a mi perra cuando ha hecho algo malo y disimula..jajjajajja, me mira de reojo y todo!
Pero la ALEGRÍA DE LA VIDA es cuando escucho la voz de mi amor...se me pone una sonrisa de oreja a oreja. Y si lo veo ya... la sonrisa me da media vuelta a la cabeza y todo!! jajajja
Claro también hay otras cosas que me sacan una sonrisa, como algunos programas de TV de videos ocultos, son muy cómicos.
Y bueno todas las cosas lindas de la vida, me hacen sonreir.
os regalo un fragmento de mi próxima novela cómica, para que, al menos sonriáis
INDIA 2. LA DIARREA DEL VIAJERO (Based in almost real facts)
El fuerte de Jaipur. Una de las ciudades más bonitas del mundo mundial. Una mañana preciosa. Vale la pena madrugar para esto, pienso entre la modorrilla del vaivén del bus. El sol radiante parece querer decir: “Aquí estoy yo” en plena temporada de monzones. Sé que no va a durar más de unas horas, así que es mejor aprovechar los rayos y disfrutar de su brillo reflejado en los gratísimos paisajes que se abren en cualquier dirección. No eran tontos los maharajás. Bajamos del vetusto autobús, que parece uno de aquellos que llevan presos en las pelis americanas. Al levantarme del asiento…
¡Grourrlggg! una contracción recorre mis 7 metros y pico de intestino. Me quedo clavado. Paralizado. No muevo ni una pestaña, temeroso de que el mínimo amago desate la tragedia. Ojo, que no es cosa de broma. El primer día de viaje (o sea, antes de ayer) el guía (¡Que es indio!) ya tuvo que parar el autobús en medio de la autopista (lo de autopista es un decir, porque entre bicis y vacas aquello es el cachondeo padre) para desaparecer entre unos matojos. Luego no le daba la mano ni San Periquitín.
Pasan un par de milenios, en los que todo el mundo baja del bus mirándome ya con el descojono en la cara. Yo, blanco como Michael Jackson. Al fin, noto como cuando las olas se van hacia atrás arrastrando arena y piedras en la playa, y parece que puedo moverme. Bajo del autobús con algo más de color, disimulando y mirando a los más osados con cara de decir:¿Qué pasa, cabrones?
Y eso que no sería el primero. Que ya han caído al menos dos o tres, y uno de ellos (que para más inri es médico, tiene pinta de acabar en un hospital, que uno se imagina los hospitales de aqui y casi prefiere operarse solo, como hacía Rambo.
Pero parece que todo va bien.
El guia nos hace esperar. Cualquiera que le vea llevar al grupo pensará que es un gurú, porque le hacen caso de la hostia. ¡Claro! Es acercar la mano y todos a correr…
Mientras pilla los tickets y los permisos de grabación y fotos, sonrío a mi mujer. Menos mal que no le he dicho nada, a ver si se va a sugestionar también, que no está el horno para bollos.
¡Catacrac!. La segunda contracción. ¡Ya está! Esto me pasa por pensar en comida. Encojo las piernas como una rana y me agacho, intentando disimular patéticamente, que parezco a Lina Morgan. Hasta Mr Bean parecería digno a mi lado. ¡Que rayadón! Si parece que me pasen un rastrillo de playa por las tripas. ¡Que dolor!
Ya no hay duda. No era una falsa alarma. Comienzo a contraer el culillo como si se me fuera a escapar la vida por ahí.
¡Y que largo! La expo dura menos. A duras penas consigo contener el caudal. Empiezo a mirar alrededor, disimulando con la cámara de fotos en la mano, pero buscando unos baños. Y es que no podía decir lo que me pasaba, ya que el día anterior había puteado a un chico con el chistecito tan manido: ¡Ah! ¿Qué tienes cagueras? Pues para eso, lo mejor es el champán. Y cuando preguntan extrañados, contestas: Si, hombre, el champán te lo bebes y el corcho te lo pones en el culo.
Y cuando volvió del baño aún le pregunté: ¿Qué ha sido, niño o niña?
¡Como para decir que me voy por la pata abajo!
¿Y qué habrá sido? Si no he comido ni yogur, ni ensalada, ni fruta ni nada, que se me va a poner cara de chino de tanto arroz…
¡Argh! Ya lo se. Después de lavarme los dientes con agua embotellada, lavé el cepillo de dientes bajo el grifo como el capullo que soy.
Maldigo mi estupidez mientras mi cuello gira como el de la niña del exorcista en busca de unos baños salvadores.
Viene el guia. ¡Ah! Mi salvación.
- Ahora vamos a montar en elefante.
La tercera contracción. Estoy a un tris de romper aguas. El dolor más salvaje y cruel que nadie haya sentido jamás por vía culera. Un sudor frío que hace que la ropa se me pegue. Empiezo a moverme de lado a lado como un luchador de sumo mientras me agarro al guía como la protagonista de titanic a la mesa.
- ¡Un baño! Búscame un baño.
- Aguanta hombre, que tenemos que montar en elefante
- ¡Que no, joder, que voy a rebozar al pobre bicho!
El guía que pone los ojos en blanco y me dice:
- En esa casa hay baños.
Yo salgo que no toco suelo. Entro en la casa pensando que no llego. Se acerca un tío con unos mostachos de esos que te abraza y te cepilla el traje y hasta los pantalones.
- ¿The toilets please?
- ¿What?
- ¡Que me cago, hostia ya!
Me señala una puerta. No hay nada como saber idiomas.
No llego, no llego, no llego, no llego, no llego, joder que no llego.
Abro la puerta.
Instantáneamente me recuerda los cuentos de Aladino en las mil y una noches, donde había cuevas y pasillos cuyas paredes no podías tocar bajo riesgo de palmar inmediatamente. Pues lo mismo. Me taparía la nariz para evitar el olor, pero a ver con qué me sujeto el culo.
Abro la puerta del baño pensando: ¡Por favor, que sea de taza, que sea de taza!
Pues no. Es de burejo en el suelo. De esos que para orinar hay que tener más puntería que Robin Hood porque si no, te llenas de todo. Con que para aguas mayores…
Pero en fin. Pienso: Si sobrevivo, siempre podré decir que en peores plazas he toreao.
Me agacho con sumo cuidado de no rozar con la ropa cualquier superficie, intentando mantener el equilibrio, evitando pensar que si me venzo hacia atrás, me quedo encajado en al agujero como una tortuga tripa arriba, entre dolores de los de tortura inquisitorial, soplando como una parturienta, que estoy a punto de llamar al de los bigotes para que me apriete la mano.
En un instante, se paró el mundo. No voy a entrar en detalles. Sólo imagínense una mezcla de la erupción del Vesubio, la nit de San Joan, la matanza del cochino y una sauna finlandesa.
Termino. Me quema el culo, que tal parece que me hayan dado por detrás el Titi, el Litri y el Fary. Como si me hubieran metido un paraguas automático mojado en tabasco y lo hubieran abierto y cerrado varias veces a mala hostia…
¡Vale, vale. Ya me callo!
El alivio es tal que me siento renacer literalmente, pues llevo una sudada como placenta de espesa.
Pues nada. Echo mano a un lado donde el papel…
¡Hostia. El papel!
¡Que no hay papel!
¡Pues el pavo no asoma aquí los bigotes!
A ver. No desesperemos, que al fin y al cabo, ya ha pasado lo peor. Si tengo que salir como un pingüino, pues se sale.
Hago una lista de las telas que puedo prescindir. Y el caso es que sólo llevo los pantalones, la camiseta y los calzoncillos… ¡Pues nada! Ventilación añadida. En plan comando.
¡Anda!... Que, igualito que en mi casa. Sólo me falta el periódico.¡No te jode!
Al fin salgo del baño como si se me hubiera condonado una pena de muerte. Me lavo con agua en un lavabo negro con un grifo con costras del año que pidas. Me viene el de los bigotes con una servilleta de papel (¡A buenas horas!) que un día muy lejano fue blanca. No la cojo. Se me ocurre que si la miro por un microscopio vería Parque Jurásico. Le digo:
- A Bottle of mineral water please?
- ¿What?
- ¡Agua, joder!
Me da una botella. Le pago cinco veces su valor, agradecido de seguir con vida. Aún me pide propina por la servilleta. Me pregunto si no será una cámara oculta.
Limpio el cuello de la botella hasta la histeria y me arreo tres fortasec de golpe. Igual no voy al baño en lo que me queda de viaje, pero tal día hará un año. A una mala, el último día me echo un trago de una fuente pública o del Ganges, que se ven unas amebas como huevos fritos…
Salgo a la luz del sol como Tim Robbins cuando escapa de la cárcel en cadena Perpetua. Me hago el juramento sagrado de no volver a meterme con nadie en temas escatológico-vomitivos.
- ¡Hala venga, que los tienes como pizzas familiares!
Mi mujer y el guía. Me emociono. A ella la abrazo. A él le doy la mano mojada. Se queda mirándose la suya con asco.
Nos llevan con el resto del grupo. Nada más llegar, la primera marisabidilla:
- ¿Qué? Cagueras… ¿no?
- ¡Qué va! Es que esos bichos a mí me dan un repelús… (si nosotros ya montamos en Tailandia, porque te he dicho que estuvimos en Tailandia, verdad?)
- Pues has hecho bien, porque yo llevo un mareo…
- Ah, pues si vas a devolver, cierra los dientes.
- ¿Por qué?
- Mujer, así sale entre los dientes el caldillo y se queda dentro lo más rico, que son los bocaos.
A veces, leerlo, puede borrar esa sonrisa.
El ver en este hilo, la de sonrisas que nos sacan nuestros gatos, nuestros perros...
(Entre otras cosas, claro)
Hace pocos dias que se entero que existia el sexo oral..si tál como os lo cuento,y está escandalizada la pobre mujer.
Me dice que la miento,que eso no puede ser, que no entra en su cabeza y llevamos asi más o menos toda la semana.
Y dice toda inocente..con razón se van con otras,como hacen cosas que nosotras no hacemos...ese nosotras en general me hace esbozar una sonrisa ,pero no de risa....si no.. como de pssssssss ..si??? que decias mama? ejem...jajajajajaj.
Aunque otras veces casi me hace llorar porque no sabe cómo se llama.
César
Ostras, yo con Mortadelo y Filemón también me peto de risa, todavía a mi edad, pero con Trópico de Capricornio... La verdad....
No te puedes figurar lo que me reí con el libro de Miller. Recuerdo que estaba leyéndolo y mi hermano me cerró la puerta del cuarto donde estaba para que no se escucharan mis carcajadas por toda la casa. Y con Mortadelo, te diré que ahora que soy un poco viejo, creo que me rio mucho más con ellos que cuando era chico, porque tiene un sentido de la ironía muy fino. Saludos a toda la peña
fanderaimi