Era una tarde soleada, con poco aire y de temperatura agradable. Así que sin dudarlo salí y me subí a mi Vespa. Me encantaba sentir el aire rozándome en la cara, mientras veía pasar por mi lado a toda clase de personas, inmersas cada una en su propio mundo.
Roma por la tarde estaba bellísima. Tan íntima y tan pública al mismo tiempo, te incitaba a hacer realidad tus sueños en su seno.
Cuando enfilaba la Via del Babuino la emoción se empezaba a apoderar de mi ser. Sabía que se acercaba el momento que tanto deseaba. Mientras me detenía en los semáforos pensaba en qué llevaría puesto, en su estado de ánimo, en si me querría.
Y al fin llegué a la entrada de la Piazza del Popolo. Cuando bajé de la Vespa sabía que me faltaba algo, que así no podía entrar en aquel santo lugar. Así que me dirigí a la floristería de la esquina y compré la rosa azul más bella que tenían. Ya sí, sabía que tenía todo lo necesario para poder entrar al templo donde se encontraba el tesoro que tanto ansiaba ver.
Una vez que estaba dentro, alcé la cabeza para poder ver sobre la gente. Al cabo de un instante al fin la ví. Con delicadeza me fui desplazando entre la gente, sigilosamente, de manera que me permitiese poder verla más de cerca sin que ella lo supiera.
Y allí estaba yo, como cada tarde, disfrutando de las vistas del mayor tesoro que en mi vida encontré. Era la belleza hecha carne, ingenio, inteligencia y sutilidad. Morena, de ojos ambarinos, y envuelta en un largo manto turquesa a modo de vestido.
Y como cada tarde, me quedé embelesado mirándola. Y al fin reuní el valor suficiente para acercarme. Cuando estaba frente a ella, solos entre la multitud, me acerqué con paso firme y le entregué la rosa que llevaba escondida. Cuando ella la cogió entre sus delicadas manos supe que mi destino ya no dependía de mí, sino del gran alma que tenía delante. Ella se acercó lentamente a mí, sin desviar sus ojos de los míos, y al fin conseguí el beso con el que me levantaba ilusionado todas las mañanas.
Tras esos momentos infinitos nos dirigimos cogidos de la mano, compartiendo nuestras almas por un vínculo físico, hacia la Vespa, con la que llevaría a mi novia que había conseguido volver a enamorar como cada día, a cenar a un lugar de ensueño.
Comentarios
Gracias por compartirlo. Saludos.
Muchas gracias Yitzjak. Me gustaría saber a qué te refieres con pulir el lenguaje, porque aquí, al fin y al cabo, estamos para aprender.
Un saludo.
Ahora seamos concretos. Por ejemplo, "Roma por la tarde estaba bellísima. Tan íntima y tan pública al mismo tiempo, te incitaba a hacer realidad tus sueños en su seno."
Aquí hay varias cosas. En cuanto a la forma, estimo que lo correcto sería poner una coma después de la palabra 'Roma'. Además, creo que la palabra 'estaba' no es apropiada. Mejor sería decir que Roma era bellísima; ganas más con el verbo ser para destacar la belleza de la ciudad que señalando simplemente un estado. Luego, en lugar del punto y seguido es mejor el punto y coma, ya que estás complementando información que has enunciado en la oración anterior. El segundo 'tan' no es necesario. Finalmente, corresponde agregar el 'que' para que la frase no quede trunca. Tendríamos algo así:
Roma, por la tarde, era bellísima; tan íntima y pública al mismo tiempo, que te incitaba a hacer realidad tus sueños en su seno.
Ahora, todo esto cambiaría radicalmente si, en lugar de decirle al lector que Roma era o estaba bella, le mostrases esa belleza. Así cualquier lector, en imágenes literarias, sabrá que Roma es o está bella.
Escuetamente, a esto me refiero, aunque solo es una lectura de infinitas que puede tener un texto.
Seguimos en contacto, SirPaul. No dudes en responder si tienes alguna inquietud. Abrazo.
Muchas gracias por la aclaración Yitzjak.
Un saludo.