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Historia de Ayshane

RigelRigel Pedro Abad s.XII
editado junio 2015 en Fantástica
¡Buenas a todos! Hace tiempo que buscaba un foro como éste Smile Os voy a dejar por aquí la Historia de Ayshane, que es parte de una de las tres historias que luego conformarán un relato único.

Para comprenderlo se tienen que juntar las tres historias, pues las protagonistas son tres. O dejo aquí parte del primer preámbulo.

Disfrutadlo.

Aquél pueblo no parecía ser realmente diferente a ningún otro. Era un pueblo común y ajetreado con el bullicio del medio día, repleto de personas ocupadas en sus quehaceres. Tal vez, se dijo Ayshane, lo suficientemente ocupadas como para no dedicarle más de un pensamiento a su presencia.
Solía vestir su ropa más ligera: una blusa atada en la nuca con forma de corsé que le permitiera movilidad en los brazos y hombros al dejarlos libres. Su ombligo y cintura permanecían cubiertos por una fina cota de malla casi transparente que había sido confeccionada especialmente para ella, de modo tal que era ligera, pero resistente. Sus pantalones eran más propios de la lucha, ajustados hasta los tobillos y recogidos en dos botas negras que escondían varias dagas bajo su cuero curtido. Aún y con todo, habría sido una apariencia no del todo llamativa de no ser por las armas que tanto adoraba y siempre llevaba con ella, aunque cuidaba en alternar. Sus dos katanas cruzadas, los sais, el chakram, los dos cinturones cruzados repletos de pequeñas dagas dedales, los puñales del brazo izquierdo y la pierna derecha… Junto a ésta, la funda de su mejor arma.
Al final había debido decidirse por dejar oculta la mayoría de ellas bajo una capa marrón oscura que ocultara su cuerpo, por mucho que aquello le fastidiara.
Llegó a la cuadra más próxima y dejó su montura allí, decidida a buscar noticias sobre la misión que tenía entre manos.
Sabía que la Taberna más llena de la ciudad estaba calle arriba, así que allí dirigió sus pasos mientras imaginaba en silencio un buen plato caliente, un buen baño y una cama cómoda. Tal vez la cama de otro, pensó mientras sonreía para sí.
Ayshane recordó mientras observaba las fachadas de las calles que ese pueblo tan común nada tenía de normal en su Historia. Había sido el punto de encuentro, doscientos años antes, del Rey Ridgar y sus Diez Benignos. Allí se habían ocultado de los espías Fatas que habían enviado en su busca, siendo protegidos por las buenas gentes del lugar, que apoyaban su causa desde el silencio. Finalmente los Fatas no advirtieron su presencia y el Rey y sus hombres consiguieron llegar a sus tierras a tiempo de evitar la Traición de su Hijo.
El viento sopló con fuerza en ese momento, desbancando sus pensamientos. Se llevó la mano al pelo y se giró a tiempo de ver el cartel, ya algo raído, de la Taberna del Talión. Una nueva ráfaga rugió contra ella, y esta vez no pudo evitar cerrar los ojos mientras escuchaba el silencio del viento a su alrededor.

<< ¿Disfrutando del día? >>
Ayshane ahogó una exclamación al tiempo que abría los ojos de forma desorbitada. Su corazón latía desbocado, como siempre que Él la sorprendía. No debería ser capaz de seguir haciéndolo después de tantos años dentro de ella, pero aún lo conseguía.



Cerró la mandíbula con fuerza y se encaminó a la Taberna.
El ruido del interior la golpeó nada más entrar, algo que agradeció para evitar escuchar sus pensamientos. La taberna estaba abarrotada.
Había pocas mesas que no estuvieran ocupadas, y las que lo estaban eran la personificación de la fiesta. Sintió que la adrenalina recorría sus venas y se asió algo más la capa, intentando dejar las ganas que tenía de beber hidromiel y exigir música de ambiente, mientras encontraba algún joven de buen ver que se dejara embelesar por sus encantos.
- Posadero.- llamó, acercándose a la barra.
Y allí encontró el joven que había pedido.
Se trataba de un semi-elfo, algo que llamó su atención de ante mano, pues pocos elfos o cualquiera que llevara su sangre eran fáciles de encontrar fuera de un bosque. Con un encogimiento de hombros, supuso que había dado con uno de ellos. Y no uno cualquiera, precisamente: el chico que tenía ante sí tenía una de las pieles más pálidas que había visto nunca. Sus ojos marrones contrastaban con aquél tono blanquecino, y su pelo rubio, dejado algo largo probablemente con el propósito de ocultar sus orejas afiladas - algo que obviamente no funcionó bien con ella -, caía sobre él con la gracia y la belleza típica de los Elfos. Le dirigió una amplia sonrisa y dejó en la barra la botella que acababa de coger. Ayshane se la devolvió y le preguntó:
- Me preguntaba si tendríais para mí una habitación esta noche.
- ¿Habéis reservado antes?
Ayshane maldijo internamente, sin cambiar el rostro. Los malditos Rompe Caminos de Sheridean habían puesto de moda unos meses atrás aquella improductiva costumbre de reservar en las mejores posadas. No era la primera vez que debía hacer uso de su cara más amable:
- Me temo que no.- respondió.
El chico semi elfo la miró un momento en silencio y dirigió su mirada hacia la gente de las mesas, algunos de los cuales pronto necesitarían de su asistencia.
- Tengo un par de habitaciones libres, pero no son individuales.
Ayshane sonrió.
- Eso puede no ser necesariamente un problema.
Ella lo sabía. Lo había sabido siempre, en realidad, desde que comenzó a tener uso propio del sentido común, allá por la edad de los catorce años. Había sabido que sus ojos tenían algo que cautivaba a la mayoría de las personas. Quería pensar que no era causa de Él, que era una simple capacidad de magnetismo con la que había tenido la suerte de nacer. Sintió que el Posadero entreabría la boca, agradablemente sorprendido por su respuesta. Se preguntó si habría entendido la indirecta.
- Dejad que os acompañe, entonces. Podréis soltar vuestras cosas y tomar algo de cena también, si queréis.




- Eso estaría bien.
Le vio salir tras la barra e indicarle a una de las camareras que se hiciera cargo mientras él no estaba. Le acompañó pues, tras una de las puertas que condujo a una escalera. Después de subir dos plantas, el Posadero abrió una de las habitaciones del fondo a la izquierda. Ayshane vio complacida que tendría aseos propios, eran unos aposentos grandes, no destinados a una sola persona. Por suerte su trabajo le proporcionaba fortuna más que suficiente bajo la cual poder permitírselo. No pudo evitar sentirse extremadamente contenta por la idea de darse un buen baño después de tan agotador día de viaje.
- ¿Podría haceros una pregunta?- dijo el Posadero mientras ella entraba en la habitación y abría la ventana.
- ¿No es eso ya una pregunta?
Éste sonrió y asintió, aún en silencio. Ayshane se giró hacia él para darle pie a continuar.
- ¿Qué…qué raza es la vuestra?- Dijo el semi elfo entonces, desde la puerta de la habitación, apoyado en el marco mientras la miraba con evidente curiosidad.- Jamás había visto ojos marrones envueltos en fuego.
Ayshane le miró en silencio unos segundos. Finalmente, se acercó a él hasta colocarse a menos de un metro, mirándole directamente a los ojos. El semi elfo no se inmutó y ella le aplaudió mentalmente por eso. Tampoco parecía estar asustado.
- El fuego es mucho más brillante. Lo que veis ante vos es un rojo apagado.
Él sonrió.
- Ese rojo puede ser muchas cosas, pero desde luego no está apagado. – Guardó silencio un segundo y tornó serio, para finalmente añadir.- Honestamente, necesito que me respondáis. Los portadores del Rojo no suelen ser bien recibidos.
Ella no se inmutó ínfimamente ante aquél comentario. En respuesta, bajó la mirada y se adentró en la habitación, desabrochándose la capa y dejándola caer sobre el lecho que había en el centro. Oyó la exclamación sobresaltada del Posadero que no pudo evitar alterarse por sus armas, ahora a la vista. En lugar de responder a la pregunta de sus ojos, Ayshane se volvió y comenzó a desabrocharse las armas y dejarlas sobre el lecho mientras le decía:
- Sois un semi elfo. A juzgar por la forma ovalada de vuestros ojos, diría que vuestra madre era elfa y vuestro padre humano. ¿Y ese hoyuelo que se os forma al sonreír? Seguro que ella era elfa del Bosque, la mayoría de ellos los tienen.- Soltó el chakram sobre la cama,




dejándolo con cuidado encima de su capa.- Los elfos del boque son conocidos por su gran amor a la naturaleza y su sabiduría. Se caracterizan por su bondad, y a pesar de ser un pueblo reservado he tenido oportunidad de conocer a algunos de ellos. Son amables, buenos, y odian dañar la naturaleza por encima de cualquier cosa- Se desabrochó las ligaduras del brazo izquierdo y dejó caer las dagas al lado del chakram.- También fueron protagonistas de la guerra negra. Su alto conocimiento da la fauna de Rashire les ayudó a embaucar a miles de hombres, en lo que muchos denominan la muerte más horrible, bajo las aguas de la Laguna Prohibida. – Finalmente, dejó caer los sais sobre el lecho, y se acercó hasta quedar a una zancada del joven.- Decidme, posadero, ¿sois un amante de la naturaleza cuya existencia debe a los Bosques? ¿O tal vez sois un frío asesino calculador? Porque no seréis ni una cosa ni otra, pero tal vez deba hacer como vos y juzgaros por vuestro aspecto.
El silencio sucedió a sus palabras. Ayshane le contempló esperando alguna respuesta, a pesar de que sabía que había sido demasiado dura. El joven mantuvo su mirada, evaluándola mientras procesaba lo que acababa de oír.
- Tendréis la cena en media hora, si aún la deseáis.
Ella asintió, visiblemente relajada, y le dedicó una modesta sonrisa.
- Gracias.
- No debéis darlas.- respondió él mientras alzaba una mano y la contemplaba con cierta resignación.- Me habéis recordado algo que no habría debido olvidar.
- Algo importante, espero.
- Algo importante.

Comentarios

  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2015
    Ayshane cerró la puerta de la habitación cuando el amable Posadero bajó a atender su Taberna. No perdió el tiempo. Se volvió hacia sus armas y escogió uno de los armarios de la habitación para esconderlas, junto a su capa, dejando fuera sólo algunos objetos menos indispensables. Una vez dentro, se hizo con pluma y tinta, e interiorizó dentro de sí las palabras que formaban una runa de candado. Finalmente la escribió sobre el armario, de forma que sólo ella pudiera abrirlo, y suspiró. Debería contentarse con llevar un par de dagas escondidas y su doble cinturón de dagas dedales. La gente solía tomarlas por simples cartuchos decorativos, pero la realidad era distinta. En su antebrazo izquierdo, un protector de cuero escondía innumerables agujas. Sus botas ocultaban dos puñales, su blusa, otro. Incluso su recogedor del pelo tenía, oculto en la trenza pelirroja que destacaba entre tanto pelo castaño, un pequeño anillo dorado con runas de potenciación. Si se lo ponía, sería capaz de cualquier cosa. Ayshane se asomó a la ventana mientras recordaba las consecuencias, la última vez que lo hizo.




    Su madre y su padre eran los nobles de la Ciudad de Lys en el este, más allá del desierto, un pueblo conocido por sus Artes de Guerra. Jóvenes de todos los reinos acudían allí a aprender de las artes que ella había gozado desde pequeña, aunque de forma limitada. Su madre le había dado ese anillo cuando cumplió dieciséis años.
    “- Cuando te hicieron…esto, el hechicero nos dio este anillo. Yo desconozco qué dicen las runas de su inscripción, pero Él…- su madre bajó la vista, incómoda.- Él se hace más fuerte en ti cuando te lo pones.”
    E ilusa de ella, una vez quiso probarlo. Había abandonado su hogar hacía años, y a pesar de sus habilidades en más de una ocasión tuvo problemas serios. A menudo derivados de su dificultad para controlarLe. Ahora, años después, él había quedado relegado a un segundo plano en su interior, y Ayshane había aprendido que el poder de las runas era superior al del demonio que llevaba dentro. El conocimiento le había dado poder, pensó mientras se llevaba una mano a la trenza inconscientemente.
    << No será suficiente. >>
    Ayshane se quedó inmóvil con la mano aún en el aire.
    << Lo es. >>
    Se dirigió con ira y violencia hacia el escritorio donde había dejado su pequeño estuche. Allí encontró un sello de hierro con una única runa, inscrita a relieve sobre él. Sacó también un Lucero, un pequeño accesorio que le había costado caro pero del cual nunca se había arrepentido de comprar, y que conseguía provocar una llama desde el fondo de su caja. Comenzó a calentar el sello, intentando controlar su respiración.
    << Ese sello no les salvará.>>
    << Cállate.>>
    Ayshane contemplaba en silencio el sello, que se tornaba rojo conforme se calentaba.
    << Y el día que no sea suficiente, volverás a matarles. >>
    << No te dejaré. >>

    Ayshane apagó el Lucero y sopló ligeramente sobre el sello, reavivando un poco su calor. Se apartó las pulseras de la muñeca izquierda y de forma automática lo apretó a su piel, sobre la señal anterior, que había perdido consistencia. El dolor nunca le había importado. Notó la voz en su interior debilitándose para finalmente añadir:

    << No soy yo quién les mató. >>



    Un rato después, Ayshane se había calmado y había conseguido presentar pensamientos más agradables ante la idea de una velada animada en el mejor local de la ciudad. Se colocó una camisa holgada de azul apagado encima para disimular su vestimenta, y salió.
    El estómago comenzó a rugirle al tiempo que cerraba la puerta de su habitación y bajaba apresurada los escalones de dos en dos: se sentía mucho más ligera sin aquella horrible capa.
    El calor y el olor a cocido la envolvieron tan agradablemente mientras se dirigía a la barra que no pudo evitar cerrar los ojos para disfrutarlo. Inevitablemente, acabó chocándose contra alguien.
    - Maldición.- soltó, sorprendida.
    Se había dado de lleno con una chica, que se disculpó apresuradamente y volvió a su lugar entre las mesas.
    - ¿Venís por vuestra cena?
    La joven se giró con su mejor sonrisa hacia la barra.
    - Entre otras cosas.
    Vio con fingido desinterés cómo el Posadero alzaba una de sus cejas y, sentándose frente a él, se acercó el plato.
    - Decidme, ¿por qué no hay música en un local como éste?
    El joven semi elfo lanzó un suspiro de resignación que habría sido la envidia de cualquier sabio.
    - Solía venir el mejor trovador de la ciudad para tocar aquí. Pero era un impresentable y un borracho, me exigió más de lo que se merecía y le acabé echando. He perdido algo de clientela, pero al menos no tengo que soportar sus idas y venidas. Estoy barajando posibilidades antes de volver a arriesgarme.
    Ella miró con curiosidad, mientras devoraba el plato de cocido, a la multitud que se encontraba presente. La mayoría eran ciudadanos del pueblo, contentos por haber terminado un duro día de trabajo y festejando que la noche comenzaba. Ayshane no pudo evitar sonreír mientras los contemplaba, allí tranquilos y sentados entre sus familias y amigos, mientras a la vez se lamentaba por la ausencia de las personas que deberían estar en las mesas vacías. Era raro ver una taberna como esa tan poco…llena.
    - Vengo de pasada.- dijo, aún mirando a la multitud, después de haber terminado su plato.- Y sólo estaré aquí unos días, por tanto. Pero adoro a la gente que sabe vivir la noche, la buena comida, la buena cerveza y, sobre todo, adoro la buena música.




    Se levantó de la silla, y miró a los ojos de aquel condenadamente atractivo posadero. Con el dedo índice le indicó que se acercara a ella, y cuando estuvo cerca, le dijo:
    - Os ofrezco esto.- Plantó encima de la barra, entre ambos, un objeto alargado envuelto en una funda negra.- Mi mejor arma.
    Él la miró con una media sonrisa, interrogándola y visiblemente divertido con su actitud.
    - ¿Qué es?
    Ayshane no contuvo su emoción:
    - La diversión, Posadero, que llama a vuestra puerta.
    Dicho eso, terminó su jarra de cerveza sin apartar de aquellos ojos interrogantes la mirada. Sonrió, cogió su arma y se dirigió al escenario vacío que debería ocupar el músico de la sala. Poco a poco sintió que las cabezas se dirigían hacia ella, mientras con parsimonia desenvolvía de su funda el objeto más preciado de entre todos los que tenía: una flauta de Sauco. Las había mucho mejores, sin duda alguna, de mejor material y mejor consistencia. Pero aquella sería siempre parte de su alma.
    Finalmente el silencio se sucedió en la sala, y la última voz se vio acallada por la curiosidad. Cuando sólo las respiraciones podían oírse, Ayshane se acercó la flauta a los labios, y antes de soplar citó con voz cautivadora la introducción del Juglar:
    - “Damas y Caballeros por favor guarden silencio, este es el momento, no será derroche. Sientan la música y oigan mis palabras, ésta es la Historia y ésta su Noche.”
    Cogió aire, y el resto fue obrar magia.

    Eran ya las tantas de la madrugada cuando Ayshane se vio llevada en volandas hacia la barra.
    - Chicos, chicos, ¿no pretenderéis que siga bebiendo, verdad? Eso sería de persona muy bien educada.
    Las risas de sus nuevos admiradores la volcaron. Un joven grandullón que parecía perdido por ella le acercó un taburete en el que se sentó agradecida. Lo cierto era que se había animado bastante, pero se veía incapaz de seguir actuando. Hacía rato que se había soltado el pelo con la intención de pasar más desapercibida, y sus dos mechones rojos parecían estar algo más ocultos. Éste caía sobre ella, pegándosele a la piel por el sudor.
    Ayshane giró su mirada hacia el joven Posadero con la intención de pedirle otra jarra, y se encontró, complacida, con que éste ya la estaba mirando. Le dedicó un gesto elocuente hacia una jarra que tenía en la mano y ella le obsequió con una dulce sonrisa en honesta gratitud.
    - En fin, chicos, me temo que ha sido la última. Deberíais marchar a vuestras casas con vuestras respectivas esposas a que os soporten ellas.
    Una tanda de abucheos surgió como respuesta.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2015
    - Otra más, por favor.
    - Sí, sólo una. No siempre se tiene la oportunidad de escuchar a una Musai.
    Ayshane se sonrojó.
    - Por favor, no me llaméis así, no soy tan buena.
    - Si no fuerais tan buena, - intervino el posadero, acercando su tan ansiada jarra.- estos bribones destroza tabernas no os lo dirían.
    - ¡Vamos, Makai!
    - ¡Eso ha sido cruel!
    - ¡Sólo pasó una vez!
    La joven rió complacida ante las atenciones, y cuando por fin consiguió que los chicos volvieran a sus mesas para darle un respiro, dirigió su mirada al semi elfo mientras sorbía.
    - ¿Y bien? – Preguntó éste.- ¿Es de vuestro agrado?
    - Mejor, sin duda. ¿Habéis cambiado el método de fermentación?
    - Así es.
    - ¿Como os dije?
    - Como dijisteis.
    Ayshane sonrió ampliamente y dio otro sorbo, saboreándolo.
    - ¿Cerráis siempre los ojos cuando os gusta algo?
    Ella los abrió, curiosa por la pregunta. Aquél chico estaba comenzando a gustarle.
    - A veces sí. Anular un sentido hace que otro se potencie más.
    - ¿Y las veces que no?
    - En los casos que no, es el sentido de la vista el que disfruto.

    Durante unos segundos más se sostuvieron la mirada de forma elocuente, hasta que Ayshane recordó qué quería preguntarle:
    - ¿Es Makai vuestro nombre?
    - Así me hago llamar.
    - Eso había supuesto. Es tradición entre los elfos guardar el nombre con el que se nace en secreto, y elegir otro que pueda usarse en su lugar. – Él asintió, escuchándola atento. Podía ver la curiosidad en su mirada. Despacio, Ayshane dejó la jarra sobre la barra y clavó la mirada en sus ojos. En un susurro dijo- Sé qué significa.
    Le vio palidecer.
    - Es una Lengua Muerta. Pocas personas pueden entenderla.
    Ella sostuvo su mirada en silencio.






    Makai miró en dirección a los pocos clientes que aún permanecían allí y, después de asegurarse de que no le escuchaban, se acercó más a ella:
    - ¿Quién sois?
    - Puesto que no he obtenido vuestro nombre, no esperaréis que os dé el mío.
    Él la miró con cautela.
    - ¿Cómo os hacéis llamar?
    Ayshane se levantó y dio el último sorbo a su jarra, al tiempo que los últimos clientes comenzaban a salir en tropel por la puerta, lanzándoles exclamaciones subidas de tono y armando todo el escándalo que podían armar.
    - Me apetece un baño, Posadero.- Se dirigió hacia la puerta lentamente mientras se desperezaba y se giró al tiempo que abría la puerta.- Venid.
    Sabía que estaba confuso, pero no le importaba. Comenzó a subir las escaleras y unos segundos después escuchó el sonido de la puerta principal de la posada que se cerraba. Sabía que los demás huéspedes estaban en las plantas inferiores. Su cámara era más grande, ¡con baño propio! Y por tanto estaba en el nivel superior. Abrió la puerta de la habitación y se tiró boca arriba en la cama, agotada. No tardó en escuchar los pasos de Makai que había llegado junto a la puerta. Sin mirarle le dijo:
    -¿Esperáis que me llene yo el baño o…?
    Ayshane alzó una ceja, curiosa ante el silencio. Al incorporarse vio que el semi elfo no tenía la pose desenfadada de antes. Por el contrario, llevaba una daga preciosa que había comenzado a girar en su mano derecha lentamente.
    - Por cómo sois físicamente, por cómo os movéis, por cómo actuáis…No sois alguien corriente, y creo que os conozco. Tal vez el rojo realmente represente que sois una hechicera. Sois Nayzeth Sin Rostro.
    Ayshane entreabrió la boca, sin comprender a dónde estaba llegando. Al mismo tiempo, planeó cinco formas distintas desde las que cubrir las cinco salidas más probables que el elfo podría hacer si la atacara.
    - ¿Os parece que no tengo rostro?
    La daga voló hasta clavarse en la pared opuesta. Sintió que el pelo se había agitado al pasar por su lado, y soltó un suspiro:
    - No soy la Hechicera de la que habláis, Semi Elfo. No he venido aquí a mataros.
    Makai se acercó cerrando tras de sí la puerta, otra daga en su mano. Ayshane permaneció sentada en el lecho observando cómo la distancia que les separaba se hacía más corta.
    - EL nombre por el que me conocen, el nombre que queréis saber, es el de Kasai No Musai.

    Y entonces, el semi elfo dejó la daga, quieta, sobre su mano. Sus ojos la miraban abiertos, y su respiración se había paralizado.






    - La Musa de Fuego.
    Ayshane hizo una mueca al escuchar el nombre.
    - Bien, Espíritu del Infierno, - dijo en venganza, viendo la mueca de su rostro al escuchar su nombre con un cierto regocijo.- ahora ya están hechas las presentaciones. Podéis soltar las armas, como ya he dicho, no he venido a mataros.
    - ¿Qué hacéis aquí, entonces?
    Ayshane comenzó a desatarse una de las botas.
    - ¿Vais a llenar mi baño?
    Él esbozó el amago de una sonrisa.
    - ¿Agua caliente?
    - Hirviendo.
    Makai avanzó a la puerta que daba al aseo, dejando antes de entrar la daga encima del armario donde ella misma había escondido sus pertenencias. Escuchó desde la otra habitación cómo el mecanismo que llenaba la gran bañera comenzaba a activarse, haciendo, sea dicho, mucho ruido. Estaba ya con la otra bota desatada cuando un calambre en el hombro le hizo ahogar una exclamación. Maldijo por lo bajo mientras se lo frotaba.
    - Habéis estado tocando mucho rato.
    Ella sonrió:
    - Sólo más de lo normal.
    - Nunca había escuchado nada parecido, he de admitir. Os tenéis bien merecido el título de Musai.
    Ella le dedicó una sincera sonrisa.
    - Gracias.
    - Desde luego, no iría con el rango de Guerrera.
    Makai se acercó a ella y, sin decirle nada, se colocó a su espalda. Puso sus dos manos sobre el hombro en el que había tenido el calambre, y apretó sutilmente. Ayshane no dijo nada, notando cómo el dolor comenzaba a cesar lentamente.
    - ¿Es Reiki? Siempre he querido aprender.
    - No puedo enseñároslo en solo un par de días.
    Casi le vio sonreír a su espalda. Cerró los ojos, disfrutando de la agradable sensación del calor de sus manos.
    - Tengo un mensaje de vuestro Clan. – dijo finalmente, en un susurro tan bajo que Makai sólo pudo escucharlo acercándose más a ella.- Me sorprendió que fuerais un semi elfo, y me esperaba alguien más mayor. Pero no hay duda de que sois el receptor de mi mensaje.
    Él aplicó un ligero movimiento en su hombro que fue subiendo lentamente hacia su cuello.
    - ¿Cómo estáis tan segura? – respondió a su vez.




    Poco a poco, Ayshane comenzó a echarse hacia atrás, de forma que Makai quedó a su lado.
    - Me dijeron que vuestro corazón sería sereno.
    Él la miró con cautela, contemplándola desde arriba, aún la mano sobre su hombro. Lentamente, comenzó a agacharse hasta colocarse sobre ella. Ayshane contemplaba en silencio sus ojos marrones, aunque éstos parecían no dejar de mirar sus labios. Cuando él estuvo a punto de besarla, colocó dos dedos en su boca.
    - La bañera va a desbordarse.
    Makai parpadeó confundido. Asintió, apartándose de ella y dirigiéndose al baño mientras se pasaba una mano por el pelo con renuencia. Ayshane le observó divertida hasta que se decidió a levantarse y encaminarse al baño. Una vez allí vio que en el suelo la gran bañera estaba ya llena, y Makai, de espaldas a ella, estaba cerrando el mecanismo de la pared girando una gran rueda mecánica.
    Allí, mientras le contemplaba haciendo fuerza para cortar el agua, el vapor que procedía de ésta terminó por empapar su pelo. Se mordió el labio y, con rapidez, comenzó a desabrochar el protector de su antebrazo. Había terminado con los cinturones cuando él se giró y la vio allí dentro.
    - Estáis empapada.
    Él también lo estaba. La camisa se había pegado a su torso y, molesto, se apartó el pelo rubio mojado de la cara. Avanzó de dos zancadas hasta ella y la cogió de la cintura, apoyándola en uno de los armarios que había en la pared. Ayshane enroscó alrededor de él las piernas, concentrada en que sus alientos no se perdieran muy lejos. Pasó los brazos por su cuello, entrelazando los dedos de la mano en su pelo rubio. Makai se acercó a ella, y la besó.
    Ayshane sintió los suaves labios del semi elfo contra los suyos, abriéndose paso con una pasión, sin embargo, que poco tenía de suave. Su cuerpo se apretó más junto al de ella, cortándole la respiración, y sus manos recorrían su espalda con ferocidad.
    Ella no pudo evitar un gemido cuando éstos buscaron los cordones de su blusa, desatándola con habilidad. Pero no le parecía rápido, ni mucho menos. Harta de sentirse apresada, apretó la pierna derecha en su cintura y, con un movimiento ágil del brazo izquierdo, le hizo girar en redondo. La joven calló de pie al suelo.
    - Mi turno.- dijo.
    Metiendo las manos bajo su camisa blanca, pegada a la piel, la sacó por su cabeza para después seguir besándole. Bajó las manos, desabrochando los cordones de sus pantalones, y él hizo otro tanto con ella.
    Pero Ayshane era, ante y sobre todo, una persona torpe. Cuando estaba quitándose la blusa que él ya había desabrochado, tropezó con el borde de la bañera. Makai pasó una mano por la cintura y la atrajo hacia sí, juntando su cuerpo ya desnudo con el de ella. Ayshane contuvo el aliento.
    Odiaba sentirse torpe, y ver aquella sonrisa torcida en su rostro la sacó de quicio. Pasó un brazo por encima de su cuello y le besó lentamente….Después, se giró y le tiró a la bañera.

    Cuando el semi elfo consiguió recuperarse y salir a la superficie, comenzó a abrir la boca en lo que a todas luces parecía alguna protesta cuando, observándola, guardó silencio.
    - Podéis cerrar la boca, Makai.- susurró Ayshane, adentrándose en la bañera lentamente por la pequeña escalera destinada a tal uso.- O se os caerá.
    Cuando estuvo dentro, él la asió de un brazo y la atrajo hacia sí.
    - Como ordenéis.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2015
    Para aquellos que queráis leer más, la historia está más avanzada en mi perfil de Patreon, donde tengo el mismo nombre.

    https://www.patreon.com/user?u=288987&ty=c

    Aquí la iré poniendo con más calma.

    ¡¡Espero vuestros comentarios!!
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2015
    Makai apartó el pelo de la joven a un lado. Sentada de espaldas a él, parecía inmensamente frágil allí envuelta en sus brazos. Ella apoyó la cabeza sobre su hombro, volvía a tener los ojos cerrados.
    - ¿En qué pensáis?- le susurró.
    Parecía como si el joven semi elfo no quisiera importunar la calma que el rostro de Ayshane mostraba. El agua, apenas tibia, les envolvía con tranquilidad.
    - Sabéis por qué estoy aquí.- respondió ella.
    En respuesta, él guardó silencio. Se había encariñado con su trenza pelirroja. Le parecía fascinante que aquel rojo oscuro se encontrara entre tanto castaño.
    - Y si no habéis preguntado por mi mensaje, sabéis entonces de qué se trata.
    Él suspiró, y la sonrisa llegó a sus labios cuando la vio a ella sonreír de espaldas a él, aún con los ojos cerrados.
    - ¿Qué os parece tan gracioso?
    - Me habéis hecho cosquillas al suspirar.
    Makai rió. Se sentía extrañamente tranquilo con ella, a pesar de que todo su raciocinio le dictara lo contrario. Le habían enseñado a desconfiar de la bondad, a estar siempre alerta, a cuidar de sí mismo estando en soledad. Parecía como si ella lo echara todo por tierra, y eso le aterraba.
    - ¿Qué os preocupa? – dijo entonces Kasai. Había levantado la mirada y alzado una mano para acariciar su rostro. Un tierno beso en su mejilla.- Vuestro corazón de repente suena intranquilo.
    - Antes habéis mencionado también mi corazón.
    Ella perdió su vista tras la única ventana de la habitación, pequeña y alta. El cielo nocturno le devolvió la mirada.
    - Nací con el don de Leer los Corazones. Por eso supe quién buscaba, y qué sentís ahora.
    Él permaneció varios segundos en silencio.
    - ¿Os llaman la Musa de Fuego por el color de vuestro pelo? – preguntó de pronto.- ¿O por el de vuestros ojos?
    Ella le devolvió una ceja alzada con curiosidad.
    - Sólo una parte pequeña de mi pelo es roja, y mis ojos son marrones.
    - Sin embargo, antes…- él titubeó, y Ayshane vio complacida cómo se sonrojaba.- Antes, cuando yacíamos, vi que el rojo que envolvía vuestros ojos marrones se hacía un poco más intenso.


    Ella sonrió para sí. No podía decirse que lo que hicieron fuese yacer.
    - No es por mi pelo ni mis ojos.- Pasados unos segundos la joven cambió de tema.- ¿Qué lleva a un semi elfo a regir una Posada?
    Makai ignoró su poca sutileza y procedió a responderle:
    - Me cansé de la vida en el Clan. Marchar siempre donde el trabajo nos llamaba, luchando en las reyertas de la rebelión sin ver nunca buenos resultados.- Calló unos segundos, pensativo.- Quería una vida tranquila, algo menos…
    - ¿Violento?
    - Sí. Menos violento.- Volvió a enlazar los dedos entre su pelo y ella, algo adormecida, apoyó de nuevo la cabeza sobre su hombro. Makai pensó que olía bien, como el olor de los lirios por la mañana.- ¿Nunca habíais considerado una vida así?
    Esta vez fue Ayshane quien suspiró. Abrió los ojos y cambió de posición, sentándose sobre sus piernas. Él la acercó y le apartó del rostro un mechón mojado, rebelde, que había caído sobre su frente.
    - Deberíais prepararos para el viaje.
    Él bajó la mirada.
    - Aún no os he dicho si iré.
    Entonces, ella cogió su barbilla y guio su vista hacia sus ojos. Eran increíblemente cautivadores, como si mirarlos fuese su Salvación y su Perdición al mismo tiempo. Como si mirarlos fuese lo único que pudiese hacer.
    - Pero ambos sabemos que lo haréis. Que os unisteis hará ya unos años al Clan de la Brisa porque como todos aquellos que hemos vivido la Tiranía, queríais ver el cambio. Ambos sabemos que el Viento sigue soplando en la misma dirección y que aún estáis esperando que os reclamen a la lucha, pues esta vida no es más que el cómodo sillón en el que esperáis que llamen a vuestra puerta. – Su cálida mano recorrió la mejilla de Makai, pero sus ojos no se movieron, clavados aún en él.- Os estoy llamando, fuerte y claro. Os necesitan, y vos sentís tan bien como yo que no veíais el día en que la lucha pudiera dar de nuevo esperanzas a vuestro corazón.
    Impactado, no encontró nada con lo que responder a sus palabras. Ayshane le dedicó una tierna sonrisa y un beso en la mejilla, para después levantarse y salir de la bañera. Él la siguió con la mirada hasta la habitación. Finalmente, se decidió a salir, y una vez allí la vio envuelta en una toalla, sentada en el alfeizar de la ventana mientras contemplaba el cielo embelesada. Volvió a pensar en lo frágil que parecía sin todas aquellas armas, con el pelo suelto cayendo y disperso a su propio antojo. Se puso los pantalones y se acercó a ella, siguiendo su mirada hacia una Luna llena colocada en mitad del firmamento.
    - ¿Debéis enviarme junto a ellos?




    Sus ojos le miraron como si se hubiera percatado por vez primera de su presencia. Una mano le acercó y le rodeó.
    - Sí. El camino no será seguro.
    Él sonrió.
    - Y debéis protegerme, claro.
    Ayshane captó la ironía de su tono, pero decidió que no valía la pena caer en la tentación de responderle.
    - Hay alguien más a quien debo ver allí. Estoy aquí como favor personal a tu Princesa. Siempre se las arregla para meterme en estas situaciones.
    - ¿Por qué comunicó con vos antes que conmigo?
    Estaba indignado. Podría haberle enviado a él el mensaje directamente en lugar de enviar a alguien en su busca.
    - Makai.- Atrajo su mirada, cubierta por el resplandor de la Luna.- Es por mi don. Una carta no habría resultado tan convincente, y de todas formas vuestro Clan se cruzaba en mi camino.
    La joven se puso en pie, pasando los brazos por su cuello.
    - Está bien.- respondió él.- Lo entiendo.
    Algo en aquél semi elfo le parecía tan entrañable y atrayente que no podía evitar sentirse feliz por poder gozar de su compañía un par de días más. Se acercó lentamente a él, y antes de tocar sus labios, Makai susurró:
    - Mañana prepararé unos asuntos aquí, y partiremos al atardecer.
    Ella sonrió mientras enredaba las manos en su pelo, para después besarle apasionadamente. El joven, guiado por sus caricias, la alzó sobre el alfeizar y acarició su cuello, aún mojado y cubierto por el pelo de la joven.
    - Bien.- respondió ella, mordiéndole sutilmente en el labio inferior.- Más tiempo para descansar.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2015
    Mientras Makai había pasado el día liado con sus asuntos, Ayshane había aprovechado para dormir. Habían quedado a las afueras del pueblo, junto al camino que les llevaría al Este. Dos días de camino le habían servido para llegar desde el asentamiento del Clan de la Brisa, que había viajado en su dirección para reponer abastecimientos. Lo que les facilitaba las cosas.
    Pensativa, Ayshane volvió a comprobar que sus armas estaban bien guarecidas bajo la capa que había colocado en su yegua blanca. La acarició con cariño mientras pasaba los dedos por su crin brillante.
    - Si tengo oportunidad, tocaré para ti esta noche.
    La yegua relinchó, contenta. Siempre le había impresionado lo inteligente que era.




    La joven se giró a tiempo de ver cómo Makai se acercaba, sigiloso, acompañado de un gracioso corcel manchado que, a todas luces, debía ser su compañero. La gran percepción de los animales había resultado siempre un problema para ella, pero bastaba dibujarse una runa en su antebrazo para evitar que los animales la sintieran con la misma intensidad.
    - Bella yegua.- dijo Makai, ya a su lado.
    Una mirada del semi elfo la recorrió de arriba abajo. Ayshane era demasiado escueta como para molestarse en explicarle por qué ya no llevaba capa y sus armas estaban a la vista. Le parecía obvio que, una vez adentrados en el camino, pasar desapercibidos quedaría relegado a un segundo plano, detrás de permanecer a salvo
    - Se llama Evoleth.- le indicó la joven, cogiendo sus riendas.- La estrella más brillante.
    - Por su color blanquecino.
    - Sí.- con nostalgia, Ayshane cogió a la yegua por el hocico en un pequeño abrazo.- Mi madre me la regaló cuando hice quince años. Al principio huyó de mí.- Cogió aire.- Tan rápido que tuvo la mala suerte de perderse en el bosque y encallar una pata. La busqué durante horas, y cuando di con ella estaba aún tan aterrorizada que casi se partió la pata encallada. Así que esperé apartada, y se me ocurrió que podía tranquilizarla tocando algo para ella.- La yegua relinchó.- Comenzó a llover y se hizo de noche. Sabéis, la lluvia hace que su piel sea aún más clara. Parecía tan brillante que su nombre se me hizo obvio. – Se acercó a ella y la montó, haciendo Makai otro tanto con su corcel.- Por la mañana dejó que me acercara y pude ayudarla a salir. Desde entonces hemos permanecido juntas.
    - La música puede obrar milagros.- Dijo el semi elfo, recordando cómo la noche anterior la joven había conseguido cautivar a tantas personas.- Éste es Argos. Ha estado conmigo desde que comencé a viajar, y sabe orientarse mejor que cualquiera. Su instinto me ha salvado en más de una ocasión.
    - Entiendo el por qué del nombre, entonces. Una sabia elección.
    Makai sonrió.
    Ambos comenzaron el camino que tenían ante ellos y permanecieron en silencio durante un buen rato. Cuando el pueblo apenas permanecía ya visible, Ayshane comentó:
    - Será mejor que evitemos los caminos y crucemos por el bosque hasta Ferra. Preferiría evitar cualquier emboscada.
    - ¿Esperáis algún ataque?
    Parecía extraño, puesto que él hacía tiempo que estaba fuera de peligro o asaltantes, al haberse separado de la rebelión. Desconocía su caso, sin embargo.
    - Lo cierto es que sí. – Respondió la joven a su vez.- Entiendo las Lenguas Muertas, como sabéis. Eso incluye conocimientos sobre las Runas Antiguas, y también las Ocultas.
    De forma instintiva, Makai frenó a Argos y la miró fijamente.
    - No es posible. Nadie puede ya leer las Runas Antiguas. Eso…eso significaría…Poder Absoluto. Quien alcance la comprensión de los Nombres podrá dominarlos, usarlos a su antojo, podría ser…
    - Peligroso.

    Algo en el tono que usó para aquella palabra hizo que el semi elfo volviera la vista hacia ella. Sus ojos, antes tranquilos, estaban ahora envueltos por un rojo oscuro que se movía. Era hipnótico, se dijo. Como si los círculos se movieran lentamente para cautivarle.
    - Makai.
    - Sí.- dijo él, y apenas fue consciente de que su boca se hubiera movido.
    - No bajéis la guardia.
    Entonces ella apartó la mirada y fue como si todo el mundo a su alrededor se abalanzara sobre él en un instante. Cogió con fuerza las bridas de Argos para no caer al suelo y se dio cuenta, confuso, de su respiración acelerada.
    - He leído vuestro corazón y sé que puedo confiar en vos. Os he contado ésto porque debéis saber que el camino no será seguro. Nada fuera de mi alcance, pero no será seguro.- Entonces siguieron su camino, lentamente, y ella añadió.- Lamento que tengáis que cargar con ello.
    - No.- dijo él, mirándola aún con cautela.- No lo hagáis. Yo no lo lamento.
    Ella le devolvió una sonrisa, y entonces enlazaron su camino hacia el bosque.

    Llevaban más de cinco horas sin tregua, la noche estaba más que adentrada y Ayshane casi se sentía optimista al pensar que podría no haber ataques. Entonces dieron con un pequeño riachuelo. Hizo que pararan y desmontó.
    - Ven, Evoleth, bebe un poco.
    Llevó la yegua al arroyo y vio que el semi elfo hacía otro tanto con Argos. Aprovechó para estirarse, sintiendo el cuerpo dolorido.
    - ¿Cómo os sentís?- preguntó el joven, que hacía otro tanto y se estiraba.- Tan dolorida como parecéis, imagino.
    Ella sonrió, acercándose a su vez a la yegua para acariciarla con cariño. Se encontraban en mitad de un claro, tranquilo, oscuro, silencioso. Parecía, de hecho, pensó Ayshane de pronto, demasiado silencioso.
    Alzó la mirada y observó la oscuridad, casi nula para ella. Sus ojos tenían la capacidad de adaptarse extraordinariamente bien, y casi podía decirse que ver en la oscuridad no era un obstáculo para la joven.
    - Makai.- susurró. Él se alejó del riachuelo del que había estado bebiendo y la miró.- Desenvainad, despacio.
    El semi elfo se puso entonces en alerta, sacando del cinturón dos dagas largas. No conseguía ver nada entre tanta oscuridad, pero estaba decidido a no perderla de vista. Una parte del claro quedaba perfectamente iluminada por los rayos de la Luna, y allí dirigía la joven su mirada. Sin que él mismo se hubiera percatado había desenvainado dos katanas que empuñaba a dos manos. Eran relucientes.
    - Permaneced ahí.
    Él iba a protestar, pero en dos segundos Kasai No Musai ya había comenzado.





    Y fue como si de repente todo cobrara sentido. Ella se adentró en la oscuridad casi con la certeza de saber qué había ante ella, y el sonido de metal contra metal llegó hasta él al instante. El grito de lucha de un grupo de personas. Tres, cuatro.
    No, eran más. Parecían proceder de todas partes, casi….¿una docena?
    ¿¡Cómo no los había visto antes?!
    Se aseguró de dejar los caballos a salvo y se adentró en lo que a todas luces parecía una pelea injusta. Kasai estaba rodeada por cuatro de ellos, mientras algún tirador escondido se estaba encargando de hacer caer sobre ella una lluvia de flechas. Estaba decidido a acabar con quien osara tocarla, cuando en un abrir y cerrar de ojos ella se movió.
    Parecía como si danzara, se dijo.
    Sus movimientos eran fluidos y rápidos, jamás había visto nada igual. Empezó con el primero de ellos, esquivando un ataque demasiado obvio, colocándose de espaldas a su adversario y atravesando su cuerpo con las espadas cruzadas del revés. Dos de ellos fueron por ella al instante, pero de nuevo no fueron un verdadero problema. Se agachó a tiempo de esquivar el ataque de uno, asestando un certero corte en su brazo. Makai vio caer la mano al suelo, desprendida del cuerpo del hombre y aún sosteniendo la espada. Al otro le atravesó el corazón lanzándole una daga. Mientras el pobre desgraciado cuya mano había sido seccionada aullaba de dolor ella había ya encarado al cuarto contrincante. El semi elfo no comprendió cómo, pero Kasai vio venir una flecha incluso de espaldas, esquivándola con rapidez. La flecha calló dos metros frente a ella. Entonces avanzó hacia su adversario, que fue por ella con sable y daga, y con un rápido movimiento de muñecas se deshizo de su ataque. Después, casi al instante, le pateó la nariz y éste cayó de espaldas.
    - No…no, por favor, recibíamos órden…
    Una daga se hundió sin compasión sobre su cabeza. Makai vio con claridad cómo la sangre borboteaba de aquél cuerpo sin vida. Kasai se giró hacia la flecha del suelo y enfundó con habilidad la katana izquierda. La cogió y se giró hacia un árbol que a él se le antojaba demasiado oscuro. Miraba hacia arriba.
    ¿Cómo podía verlo?
    Entonces, lanzó la flecha con rapidez, y el cuerpo inerte de un hombre cayó de espaldas al suelo. Una flecha atravesaba su ojo derecho.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2015
    El resto fue una carnicería. Makai ni si quiera pudo moverse un centímetro sin preguntarse qué hacía allí. Una parte interna de él, lejana, comprendió por qué Kasai le había pedido que permaneciera en segundo plano. Tal vez no habría resultado tan traumático.
    Ella encontró con una rapidez asombrosa al resto de asaltantes, cada uno de los cuales resultaba menos prometedor que el anterior. Al primero le diseccionó una pierna al tiempo que atravesaba su corazón por la espalda, después decapitó de un mismo movimiento a dos de ellos. Intentaron atacarla a la vez y no les resultó bien.




    Los cuatro que quedaban intentaron huir a sus monturas, algo más lejanas. La joven les vio marchar con aparente indiferencia, y Makai casi pensaba que todo aquello había terminado cuando la vio acercarse a él. Entonces hizo algo que heló su corazón.
    Pasando de largo, se acercó a su yegua, sacó un hermoso y gran arco de debajo de la funda y se encaminó al claro. Había cogido exactamente cuatro flechas.
    Apuntó, y disparó. Un grito desgarrador. Había alcanzado a uno de ellos a menos de diez metros en una pierna. Los demás le abandonaron en su huida.
    Volvió a apuntar y disparar, y esta vez alcanzó a los demás de forma certera. Pronto sólo se escucharon los gemidos del primero de ellos, que intentaba arrastrarse en una pobre huida.
    Makai observó cómo la joven se acercaba, impasible, a él.
    - No…- suplicaba.- ¡Os lo suplico! ¡Dejadme ir!
    Ella se plantó delante del hombre. Había vuelto a desenfundar sus katanas, y él, de nuevo, había vuelto a pasarlo desapercibido.
    Kasai se acuclilló delante del hombre, apoyando una de las katanas en sus rodillas.
    - ¿Vos pensabais dejarnos marchar?
    - Yo…sí. Sí, no queríamos haceros daño alguno. Lo juro, lo juro por mi vida.
    El semi elfo no se había percatado de que su propio cuerpo le había acercado a ella, a unos metros de la escena que se desarrollaba. Tragó saliva.
    - Bien.- dijo entonces la joven.
    Ella se levantó, y fue como si la Luna predijera la importancia de aquél momento, pues entonces todo quedó iluminado bajo su resplandor.
    - Entonces…- Kasai se acercó al hombre, que comenzó a gimotear y a suplicar por su vida, intentando arrastrarse. Ella colocó cruzadas las dos katanas sobre su cuello.- Aceptaréis el pago que jurasteis.
    Y le decapitó.
    Makai pudo pues comprender por qué era conocida por el nombre de Musa de Fuego. Su lucha asemejaba la danza de las llamas que crepitan en la leña. Allí, mientras se alzaba con el poder de quien se sabe peligroso, la contempló en todo su ser. Sus katanas, desenvainadas, aún chorreaban la sangre de quienes habían masacrado. El semi elfo sintió que su corazón se congelaba cuando ella se giró, y sus ojos estaban iluminados por aquél rojizo enigmático, y su rostro salpicado de sangre ajena.
    - ¿Iban a mataros?
    Preguntó con un hilo de voz, temeroso de interrumpir de nuevo la calma, ahora que había florecido.
    Ella pareció verle por vez primera.
    - Sí. A ambos.- Encaminó su paso al riachuelo, cogiendo el arco que volvió a colocar bajo las riendas de Evoleth.- Eran bandidos.




    Makai parpadeó, confundido.
    - ¿No eran quienes os buscaban?
    Ella se acercó al riachuelo y dejó caer lentamente las katanas, limpiándolas de la sangre.
    - No. Querían atracarnos y robarnos. A mí, de hecho, querían hacerme más cosas. Después nos habrían matado.
    Makai la contempló en silencio largo rato, hasta que ella, ya limpia de sangre, al menos en gran parte, volvió a envainar las armas y se levantó. Sus ojos parecían los de siempre y su mirada tan amable y gentil como la primera vez que la vio entrar en su taberna con la promesa de la aventura pintada en el rostro.
    - No presentasteis compasión, ni una sola vez.
    Ella cerró los ojos como si aquel comentario hubiera sido doloroso. Sintió la necesidad de abrazarla, pero sus brazos se detuvieron con el recuerdo aún presente de la carnicería que acababa de tener lugar.
    - Estoy trabajando en ello.
    No podría haber dicho nada más que le confundiera. Comprendía que aquello debía tener una explicación. No podía tratarse de una persona distinta: algo debía haber que justificara su comportamiento. La persona que ayer le cautivó con su música era la misma que había congelado su corazón con la certeza de la muerte.
    Había visto cosas parecidas antes. Él mismo era un guerrero de la rebelión, causante de muchas más muertes de las que le gustaría recordar. Pero aquello iba más allá de lo que había visto hacer a nadie.
    - Está bien.- dijo, sin embargo.- Algún día vos me lo explicaréis.
    Ella se acercó a Evoleth, mirándole pensativa.
    - Tal vez.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2015
    El resto del viaje fue tranquilo. Por suerte para ambos, no se cruzaron con nadie más. Lo que era de esperar: Makai les había indicado una ruta poco transitada. A su vez, ayudaba que sólo viajaran de noche, y que Ayshane tuviera ese talento especial para conducir a la gente a donde quería.








    En una ocasión un par de granjeros que llevaban un gran carro de provisiones habían tenido la bondad de ofrecerles compañía. Ayshane se las había ingeniado para convencerles de lo poco adecuada que era esa idea, y Makai ni si quiera se había percatado de cómo.

    Alguien podría haberse preguntado qué había de misterioso en aquello, pero no él. Habían bastado poco menos de tres días para comprender que aquella chica no tenía algo de especial por su música, o por sus habilidades. Era esa sonrisa.
    La misma con la que entró en su Taberna, acompañada de un brillo en la mirada que le recordaba a los niños pequeños cuando jugaban.
    - ¿En qué pensáis?
    Makai parpadeó. No era la primera vez que se queda embelesado observándola.
    - No quiero que este viaje acabe.
    Ella paró de caminar, mirándolo con la media sonrisa congelada y los ojos interrogantes. El semi elfo ni si quiera se percató de que su boca pronunciaba esas palabras antes de que lo hiciera. Agarró las riendas de Argos, que iba tras él, y miró hacia el suelo. Esa zona era algo más resbaladiza y prefirieron pasarla cogiendo a las monturas de las riendas. Comenzó a caminar aun mirándose los pies, en silencio. Ya estaba dicho.
    - El viaje nunca acaba, sólo cambia de dirección.- respondió ella.
    No se atrevió a levantar la mirada.
    - ¿Qué haréis cuando lleguemos? –Preguntó entonces Makai.- ¿Por qué no quedaros con nosotros? Vuestra causa es la nuestra.
    En esa ocasión fue ella quien miró al suelo. Su paso era lento, como si se regodeara en el momento en que el pie tocaba el suelo, y éste envolvía la bota de barro. Kasai habló entonces:
    - Es cierto que formo parte de la Rebelión, Makai, y que participo en ella. Pero hay otro asunto al que debo dirigir mis pasos. Uno al que debo dirigirme sola.
    - ¿Porque podéis leer las Runas Ocultas?
    Entonces Kasai paró de caminar. Le miró por un instante a los ojos, sin rastro ya de sonrisa alguna.
    Entonces soltó las riendas de Evoleth, que permaneció donde estaba, y se acercó a él. Con una ternura y dulzura que jamás creyó poder ver, Kasai le acarició la mejilla.
    - Podría confiaros la verdadera razón. Puedo leer en vuestro corazón que tenéis la fuerza para soportarlo.
    - ¿Qué os impide hacerlo entonces? – susurró Makai, temeroso de romper aquella maravillosa calma.





    - Nada. – Kasai bajó su mano, clavando en él la mirada durante unos segundos que le hicieron interminables.- Os daré a elegir. Pero tened ésto presente, mi joven Posadero: si decidís que queréis saber la verdad, el por qué soy quien soy, tened seguro que jamás volveréis a sentir hacia mí lo que ahora sentís.
    Él cogió aire, incapaz de apartar de aquellos ojos su mirada.
    - ¿Sabéis lo que siento?
    Ella sonrió con ternura.
    - Puedo Leer vuestro corazón.
    - En ese caso, decidme la verdad.
    Kasai parpadeó confundida. Habría esperado la otra respuesta.
    - Habéis dicho que tengo la fuerza para soportar la verdad.- respondió Makai.- Pero también tengo la voluntad de conocerla. El resto es cuestión de valentía.
    Entonces, la joven sonrió de nuevo. Y por vez primera Makai se sintió la causa de una de sus sonrisas.
    - Sea pues.- Le indicó con una mano que se sentara.
    Aprovecharían la ocasión para descansar. Estaban situados en medio de un pequeño claro, algo que sin duda Kasai había previsto. Una vez dados de beber a sendos caballos, Makai se sentó, relajando las piernas, y esperó pacientemente a que ella hablara. La joven acariciaba pensativa a su montura.
    Pasaron unos minutos interminables, y finalmente le miró. Tenía la vista ausente, como si recordara. Kasai se sentó frente a él, apoyando la espalda en el tronco de un gran árbol.
    - El nombre que me dio mi madre al nacer es el nombre de Ayshane.- Ella alzó una mano, acallando su réplica.- Y no necesito saber en compensación vuestro nombre de nacimiento. Os lo confío como un regalo por vuestra valentía.- Sonrió tenuemente. Uno de aquellos gestos que no llegan a los ojos. Su mirada, perdida.- Lo cierto es que nací en una familia noble. No entraré en detalles, pero mi padre y mi madre no podían tener hijos. Estaban desesperados. -Su voz era apenas un susurro. Makai se obligó a sí mismo a concentrar su atención para poder entenderla.- Madre había escuchado hablar de un Hechicero, un mercenario, que a cambio del precio indicado podría obrar maravillas. A espaldas de padre, le pidió ayuda. Pero ésta no resultaba ni de cerca como ella esperaba. El Hechicero no pediría oro por sus servicios, ni ningún otro presente que mi familia pudiera darle. No. Lo que le pidió a madre era mucho más sencillo: cuando el hijo naciera, él realizaría sobre él un ritual que lo haría más poderoso, más fuerte que ningún Guerrero. Sus heridas sanarían más rápido, su brazo sería letal, sus ojos lo verían todo. Cuando fuera mayor, éste elegiría si marchar o no para encontrarle y acompañarle en su viaje. Prometió con sangre que no haría daño al niño, y ella cedió.
    Ayshane alzó la mirada y la clavó en Makai. El semi elfo vio, sin aliento, que sus ojos recobraban el brillo rojizo que ya había tenido ocasión de ver antes. Las piezas comenzaron a encajar.




    - ¿Tenéis sangre de Hechicera? ¿Es eso lo que me decís?
    La joven cerró los ojos con fuerza y negó lentamente.
    - Finalmente nací, y fue una sorpresa bien recibida. Los meses pasaron y madre comenzó a pensar que el Hechicero les había olvidado, que no aparecería. Pero lo cierto es que lo hizo.- La joven cogió aire.- Por mucha resistencia que Padre ofreció al oír la historia, o por mucho que suplicara Madre, el Hechicero les obligó a cumplir el trato. Practicó sobre mí un ritual que duró desde el anochecer al amanecer, y que mis padres presenciaron impotentes. Madre siempre dijo que yo era muy tranquila hasta que Él apareció.- Su voz se quebró, y cogió más aire.- Yo era un bebé, pero ya entonces cuando el Hechicero invocó al Demonio Astaroth y éste apareció ante mí, rompí a llorar ante la ausencia de su corazón.- Makai palideció.- Y ésa es la historia, como pareces haber comprendido.- Sus ojos ya no parecían los de antes, rojos como eran, hipnóticos. Makai acercó su mano lentamente a la daga de la pernera, y vio con temor que ella había captado el movimiento. Ayshane continuó.- A cambio de mi vida, un Demonio Mayor vive dentro de mí.
    Y silencio. Sus últimas palabras resonaron en la mente del semi elfo claramente. Makai se percató entonces de que temblaba, de que su respiración era agitada, de que no podía mover su cuerpo.
    - ¿Qué…?- consiguió articular.
    Cayó al suelo, aún sin apartar de ella la mirada, y fue como si Ayshane se percatara de su estado, pues entonces parpadeó y sus ojos fueron de nuevo normales. La joven soltó una exclamación y se acercó a él.
    - Coged aire, retenedlo y contad hasta diez. Hacedlo, ¡vamos!
    Makai obedeció. Cuando repitió la secuencia un par de veces, sintió que su cuerpo volvía a pertenecerle. Trató de incorporarse, pero ella le detuvo con gentileza:
    - Aún no.- susurró, sin apartar de él la mirada.- Podríais marearos y vomitar.
    Él asintió desde el suelo. Contempló cómo, aún recogido en una alta coleta, su cabello conseguía rozarle.
    - Era ese vuestro secreto. Tenéis sangre de Demonio.
    Ella asintió, acariciándole.
    - Debéis comprender que si alguien descubre que lo sabéis, estaréis firmando vuestra sentencia de muerte. Jamás pronunciéis su nombre.- añadió, cogiéndole de los hombros.- Y mucho menos junto al mío. ¿Lo habéis comprendido?
    - S-Sí. Sí.
    - Podemos pasar aquí la noche. – añadió ella, mirando alrededor. Era mucho más tarde de lo que Makai recordaba. Entonces dirigió a él su mirada, y con algo parecido a tristeza, añadió.- Si aún queréis permanecer en mi presencia. Llegaríamos al amanecer.
    Él la contempló en silencio. Entonces, alzó una mano a su rostro y le apartó el pelo.
    - Hay algo de Ángel en vos, Ayshane.- la atrajo hacia sí, besándola brevemente.- Y no querría perdérmelo por mucho que mi camino apuntase a otra dirección.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado junio 2015
    Finalmente, el humo de varias hogueras llegó a ojos de Ayshane al atardecer del tercer día.
    - Es allí.- dijo, contenta, a su compañero.
    Makai asintió en silencio dirigiendo la mirada en la misma dirección que ella.
    Emprendieron el resto de camino en un trote calmado, casi incómodo. La joven sabía que se acercaba la despedida, aunque ahora sus pensamientos se llenaban con otras preocupaciones. Debía encontrar a su amiga Sarah, la princesa. Al contrario de como le dijo al semi elfo, había hecho todo ese camino principalmente por las noticias que ella pudiera darle. Lamentaba no haberle contado toda la verdad, pero no era necesario hacerlo, y al fin y al cabo tampoco dijo una sola mentira.
    Pasada una hora, llegaron al campamento, recorriendo el precioso paraje de las montañas que les envolvían, llegaron.
    Un hombre les avistó, alertando a los demás de su llegada, y en menos tiempo del que tardaron en descender de sus monturas se vieron rodeados por una muchedumbre. Ayshane les observó con tranquilidad, pues conocía a la mayoría. Eran guerreros. Soldados desertores que seguían los ideales de Sarah en aras de un mejor mundo tras la Rebelión. Muchos acudieron a darle la bienvenida a Makai, y pronto tuvieron que separarse por el bullicio.
    - Kasai.
    Ayshane se giró. Un joven, de porte recto y voz grave, se había dirigido a ella. Le sonrió.
    - Janos.- Le había reconocido.
    - ¿Os llevo hasta ella?
    - Prefiero pasar primero por vuestra cuadra.- Puso una mano sobre Evoleth.- Está cansada.
    Él asintió, indicándole con una mano el camino que debían seguir. Ayshane le dedicó una mirada de reojo a Makai, que pareció mirarla interrogante entre aquella multitud. Le dedicó una de sus sonrisas para que se tranquilizara.
    Finalmente, tras dejar a Evoleth y asegurarse de que estaría bien, ella y Janos se encaminaron en silencio a una de las tiendas más grandes. Estaba situada en el centro del campamento, rodeada de las tiendas de sus superiores. Una vez allí, Janos le indicó con un gesto que entrara.
    Ayshane se despidió de él con un breve abrazo – nunca habían necesitado hablar mucho - entró despacio en la tienda al tiempo que apartaba la lona, y no tuvo más que avanzar dos pasos cuando alguien se abalanzó sobre ella con rapidez.






    De forma instintiva, se giró y colocó una daga con habilidad sobre el cuello de su asaltante. Bajo ella encontró una mujer menuda, rubia y de intensos ojos verdes con orejas puntiagudas.
    - ¡Sarah!
    La elfa reía con gracia. Una vez de pie ambas se miraron, hasta que, pasados unos segundos, Ayshane sonrió y abrazó a su amiga con cariño:
    - Te he echado de menos. Has crecido un poco.
    - Sigue bromeando, querida, pero un día envidiarás mi estatura.- respondió la elfa sonriente.
    Después del pequeño reencuentro, Sarah le indicó que se sentara. Ayshane adoraba el estilo despreocupado con el que vivían siempre las comunas como aquella: tenían por asientos cojines en el suelo, que se cambiaban por sillas sólo en los actos más formales. Cortinas, telas con ramajes, y comida de la mayor variedad era lo que siempre recordaba cuando visitaba lugares así.
    - Dime, Ayshane, ¿qué tal ha sido el viaje? ¿Ha habido contratiempos?
    Sarah era una de las personas a las que hacía ya tiempo que había confiado su nombre. De la misma forma, Ayshane conocía su nombre de nacimiento. Para los elfos sin embargo pronunciar ese nombre era sinónimo de peligro, y sólo había tenido ocasión de escucharlo cuando se lo confesó.
    Ayshane asintió.
    - Unos bandidos nos atacaron. No fueron problema para mí, pero me temo que asusté a Makai.
    Sarah le devolvió el gesto pensativo. Por más que Ayshane la contemplara, no podía evitar sonreír ligeramente en su intento de tomarla en serio. Parecía tener la cara más angelical que hubiera visto nunca, pero ella había visto combatir esos minúsculos brazos y proferir las órdenes más severas desde esos labios carnosos. Sus ojos verdes, redondos y más grandes de lo normal por su raíz élfica, la contemplaban con un brillo curioso.
    - ¿Le has explicado…? – Comenzó a preguntar.
    Ayshane asintió.
    - Tenéis verdadera suerte de tenerlo. Si me permites el consejo, Sarah, no vuelvas a dejarlo marchar.
    Sarah asintió con solemnidad. Infinidad de rizos rubios cayeron de detrás de sus graciosas orejas. Pareció no percatarse, porque no había parado de mirarla:
    - Llegan momentos en que necesitaremos de todo aquél que pueda ayudar a nuestra causa.
    Ayshane asintió: habían llegado al punto importante.
    - Bien, Sarah, soy toda oídos. – En un susurro, añadió.- Cuéntamelo.
    Tras una pausa, la elfa descruzó sus piernas y se acercó a Ayshane, cogiéndola de las manos.




    Sus enormes ojos verdes parecían de pronto más serios.
    - Alguien te busca. No,- añadió, alzando la mano para acallarla.- no creo que sea por los motivos de costumbre. – Entonces cogió aire, bajó la mirada un momento y luego volvió a dirigirla a ella.- Sabes que tengo contactos por todo el reino. Hace poco, me llegaron noticias del Centro, cerca de Treva. Poco después, escuché lo mismo de la Costa. – Cogió aire de nuevo.- L a Rebelión ha estado investigando los nuevos movimientos del Rey.

    Esa era la única palabra, se dijo Ayshane, que Sarah pronunciaba con desprecio.
    - ¿De qué se trata? Por favor, Sarah, sé concreta.
    - El Rey te busca.
    Y silencio.
    Ayshane entrecerró los ojos. Estaba segura de haber escuchado mal.
    - ¿El Rey me busca?
    - Hay otros nombres en su lista, me temo. Yo también estoy en ella. Lo cierto es, amiga mía, que hace poco mis espías consiguieron encontrar la razón de su poder, el por qué nadie, hechicero, brujo o criatura de la naturaleza ha conseguido vencerle. Pues de alguna forma,- bajó la voz, y sus manos apretaron ligeramente las de Ayshane.- ha aprendido a extraer el poder de aquellos que captura.
    - ¿De qué estás hablando? ¿Extraer el poder? ¿Como un Hechicero?
    - No. Los Hechiceros extraen vida, poder vital, energía, como quieras llamarlo. Lo que el Rey consigue es el Poder de quien captura. En otras palabras: consigue la vista de una Kajika que se muestre ante él, el poder vital de una hechicera, así como su magia. Consigue las habilidades de una Bruja, incluso la sabiduría de una Elfa.
    - Eso no es posible. Los Nombres de las cosas, las que…
    - Lo es.- intervino Sarah. Había alzado ligeramente la voz, y sus ojos la taladraban.- Alguien como tú debería saberlo.
    Ayshane cogió aire para la réplica, pero no consiguió expulsarla. Runas Ocultas.
    Las únicas runas con el poder de averiguar los Nombres de Nacimiento de cualquier ser que hubiera nacido en la Tierra que pisaban. Los Nombres que dominaban su Esencia, y a los cuales pertenecían.
    - Debemos detenerle.
    Se mordió el labio.
    - Eso es obvio, querida.- Sarah suavizó el agarre que tenía sobre sus manos. Su mirada se había tornado gentil.- Pero hay algo que resolver antes.
    - Todas las víctimas que mencionas son mujeres.- intervino Ayshane, mirándola.- ¿Por qué?
    Sarah asintió, era aquella la dirección que esperaba.





    - Hace tiempo que los Sabios aventuran que los Hombres comienzan a perder su Naturaleza mágica. Hay cada vez menos Hechiceros, menos Brujos, menos Dríade, menos seres Fata, incluso. La Esencia, por alguna razón, es más fuerte en aquellas que somos mujeres. El Rey lo sabe, y a ellas busca.
    - Dices que hay una lista, si eso es cierto, tal vez tenga un plan.- Ayshane puso sus manos en los hombros de su amiga.- Debo conseguir esa lista. Reunir a aquellas que formamos parte de ella y dirigirnos contra él. No podemos permitir que siga haciéndose con poder.
    Sarah asintió, complacida.
    - Era esa mi intención. Por ahora no he conseguido todos los nombres, puesto que es bastante numerosa. Pero no nos hará falta saberlos.- Ayshane alzó una ceja, interrogante.- Busca mujeres poderosas y allí tendrás la certeza de que él ha puesto la mira. Si no tienes la certeza, entonces hazlas creer que sí, si es necesario, por prevención. Las necesitaremos en nuestra causa.
    Sonrió de forma cómplice, y Ayshane asintió.
    - ¿Puedes decirme los nombres que ya posees en tu poder?
    - Sí, claro. No te será difícil encontrarlas.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado junio 2015
    Se giró hacia uno de sus armarios, alargando la mano como una niña pequeña que tiene pereza de levantarse. De un cajón sacó un pequeño trozo de pergamino, y se lo pasó.
    Ayshane leyó con rapidez y suspiró.
    - Nayzeth sin Rostro y Rayder la Bruja.
    Sarah alzó una ceja y exclamó con admiración.
    - ¿Cómo sabes que Rayder es Bruja? Ahí no está escrito, y no muchos lo saben.
    - Yo no soy muchos.
    Sarah compuso una de sus sonrisas torcidas.
    - Hablas como si conocieras a ambas.
    - En persona no, desde luego. Pero tienen buena fama.
    - ¿Acaso tú no, Kasai no Musai?
    Ella sonrió con modestia. Finalmente, tras varios segundos de silencio, añadió:
    - Mañana partiré a Treva. Tal vez pueda estar a tiempo de encontrar a Rayder allí.
    La elfa asintió.
    - La Hechicera será algo más difícil de encontrar.
    - Tal vez no.- dijo Ayshane, tumbándose sobre uno de los cojines.- Buscaré un tipo malo y esperaré a que aparezca. Es su forma de actuar.
    La dulce risa de su amiga llegó hasta ella.
    - Te tendré aquí esta noche, entonces.- Sus ojos verdes la miraron, contentos.- ¿Tocarás para nosotros?
    Ayshane se incorporó sobre un brazo, mirándola en silencio.
    - Sí.



    Sarah había insistido en que debía prepararse para la ocasión. En honor al retorno de Makai, y Ayshane sospechaba que también por lo que adoraba su matriarca las fiestas, habían decidido pasar la noche por todo lo alto. Por ello, se veía obligada a dejar las armas a un lado y vestir algo más apropiado. Ayshane miró su relejo en el espejo. Casi no se reconocía.
    Un vestido blanco de mangas anchas y corte ajustado, de falda suelta y corta, que apenas llegaba a sus rodillas. Volvió a pasar la mano por su pierna, a la altura del muslo, comprobando que no iba del todo desarmada. Suspiró. A Sarah le encantaba todo aquello.
    - Pareces un Ángel.
    Ayshane se giró. Cubierta por un vestido largo del mismo color de sus ojos y lazos dorados del mismo color de sus cabellos, Sarah era, sin duda alguna, belleza. No era la primera vez que lo pensaba. Era la única persona a la que ella misma dedicó una pieza. Siempre le pedían tocar, o se las veía en situación como para tocar a muchas personas, como en la taberna de Makai, o esa misma noche, un poco después. Pero pocas personas habían inspirado en Ayshane el deseo de componer.
    Sarah y ella habían encaminado su paso a la gran hoguera. Todos parecían vestir atuendos de fiesta: se servía comida por doquier, alguien tocaba el laúd en una canción animada, un grupo de jóvenes danzaba en torno al fuego al son de la música…
    Ayshane pronto se vio separada de su amiga, que había sido avasallada por un grupo de conocidos, que pronto quisieron colmarla de favores. Sarah era querida por todos, era su naturaleza. Era amable, gentil, pero sabia y justa. Al contemplarla, una parte de ella sintió verdadera envidia. Aún tenía hueco allí, entre tantos conocidos y similares causas.
    No.
    No, debía marcharse.
    - Estáis preciosa.
    Se giró. Makai estaba ante ella. También vestía blanco, y aquello resaltaba la belleza natural de su raza. Quiso decirle lo poco preciosa que se sentía rodeada de elfos, pero agradeció el cumplido con un asentimiento. Se miraron unos segundos y luego se abalanzó a abrazarle.
    - ¿Dónde estabais? – preguntó él, correspondiendo.
    - Sarah me daba la bienvenida.
    Makai alzó una ceja. La mayoría de las personas allí, y eso ella bien lo sabía, trataban a Sarah con una gran reverencia. Pocos podían permitirse el lujo de tener gran confianza con ella.
    - ¡Allí está!- exclamó una voz conocida.
    Ambos se giraron a tiempo de ver cómo uno de sus conocidos, un joven entusiasta cuyo nombre no recordaba bien, la señalaba.
    - ¡Musai, por favor, tocad para nosotros!
    Ayshane fue entonces consciente de las miradas, y de que el laúd había dejado de sonar para ellos.
    - Vamos, vamos, no exageréis, no soy tan buena.




    Un círculo, mientras se quejaba, comenzó a formarse más ancho en torno a la hoguera. Suspiró.
    - ¿Tocarás algo alegre? – preguntó Sarah, sentándose junto a dos de sus hombres en primera fila.
    Iba a contestar, porque ya tenía una pieza pensada, cuando alguien tropezó con el laúd y éste cayó estrepitosamente al suelo. Los abucheos se formaron en torno al culpable, un joven de tímida mirada y manos elegantes. Una idea vino a su mente.
    - Hoy cantaré para vos, mi señora.- respondió.
    Sarah entornó los ojos, pero asintió, complacida. Entonces se acercó al joven del laúd y, susurrándole unas palabras que nadie más pudo oír, volvió. Se situó en medio, donde siempre se colocaba cuando tocaba, y carraspeó. La gente la miraba con curiosidad, pues no solía cantar.

    Entonces, como cada vez, el cambio comenzó a formarse poco a poco, hasta que cada hombre, mujer o niño que creía tener derecho a hablar, se sentía cautivado por el silencio.
    Y el laúd comenzó a sonar.
    Una canción lenta, dulce y tranquila que se abrió paso entre sus mentes hacia el recuerdo de la infancia. Era una nana de buenas noches, y Ayshane estaba segura, allí mientras comenzaba a alzar lentamente la voz, de que todos conocían la letra:
    There is a castle on a cloud,
    I like to go there in my sleep,
    Aren't any floors for me to sweep,
    Not in my castle on a cloud.

    There is a room that's full of toys,
    There are a hundred boys and girls,
    Nobody shouts or talks too loud,
    Not in my castle on a cloud.

    There is a lady all in white,
    Holds me and sings a lullaby,
    She's nice to see and she's soft to touch,
    She says " I love you very much."

    I know a place where no one's lost,
    I know a place where no one cries,
    Crying at all is not allowed,
    Not in my castle on a cloud.


    Y todo el mundo permaneció en silencio.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado junio 2015
    Creyó que se había notado el momento en que le falló la voz al principio, pero en general, pensó Ayshane sin modestia alguna, creía haberlo hecho bastante bien. Estaba desentrenada, pero…
    - Aysh…
    Ayshane se volvió, los ojos saliéndose de sus órbitas y con el reproche en la mirada. Sarah, de todas formas, estaba demasiado cerca como para que nadie más pudiera oírla. Sus ojos brillaban demasiado, y pronto se confirmó su sospecha cuando sorbió por la nariz y cogió su mano izquierda, mirándola a los ojos:
    - Jamás volveré a creer que tocar tu Flauta es lo mejor que haces.
    Ella sonrió con modestia, aunque no pudo evitar el pensamiento curioso de que Sarah la había visto manejando toda clase de armas.
    - Gracias, Princesa.- respondió, sin embargo, como solían llamarla.

    La gente comenzó a agolparse a su alrededor en elogios, y la joven comprobó, complacida y algo abrumada, que más de una persona se había emocionado al escucharla. Finalmente, consiguió hacerse hueco entre la multitud hasta llegar a su amigo el semi elfo.
    - Ha sido…- comenzó él, cogiéndola de las manos.
    Ayshane le contempló en silencio, podía sentir que estaba abrumado. Tenía la mirada baja y parecía contrariado.
    - Ha sido…- continuó, alzando los ojos para mirarla de nuevo. – Maravilloso.
    Ella le besó en la mejilla, aún sin soltar sus manos, y le susurró:
    - Casi tanto como veros sonrojar.
    Y cuando Makai estaba por responder, ocurrió lo impensable. Ayshane se separó bruscamente de él al tiempo que alzaba la mirada al cielo, y aún sin girarse, por el rabillo del ojo, comprobó que Sarah hacía exactamente lo mismo. Unos segundos antes que la Princesa elfa, Ayshane se giró a la multitud y gritó a todo pulmón:
    - ¡A las armas!
    Sarah se giraba al mismo tiempo hacia Janos, que había aparecido de repente, y gritó a sus guardias:
    - ¡Nos atacan!

    Durante dos segundos surgió el silencio más inquietante de todos, aquél conocido como la calma que precedía la tempestad. Y entonces todo el mundo comenzó a moverse. Ayshane desenfundó dos sais, escondidos bajo su vestido, y comenzó a hacerse paso entre la multitud hasta llegar a Sarah. La elfa estaba gritándole instrucciones a Janos y otros de sus guardias: su






    voz alta, sus indicaciones claras, su mirada furiosa.
    - ¡Sarah! – le gritó, haciéndose paso entre la multitud. La princesa se dirigió hacia ella.- Yo iré al frente con Makai, te daré el tiempo que necesitáis aquí.
    - Nos bastarán unos minutos.- Convino ella, asintiendo a su plan. – Mándame a Makai con el informe.
    Luego ambas se dieron la vuelta en direcciones opuestas, y Ayshane corrió en dirección a Makai. Comprobó que él ya se había armado con dos espadas y siguió corriendo cuando pasó por su lado, agarrándole de la manga para que la acompañara:
    - ¿A dónde vamos?
    Le preguntó él, que aún y con todo la seguía. Ayshane siguió corriendo por el campamento hasta que llegaron a su linde, luego paró en seco mirando en derredor. Makai hizo otro tanto, pero no tenía su vista.
    - No son muchos.- susurró entonces Ayshane, mirando a la oscuridad.- No tiene sentido, no sé de dónde aparecen. Son… Veinte, tal vez treinta. No son un enfrentamiento serio para este campamento. – Entonces miró a Makai, percatándose de su presencia, y cuando iba a decirle algo que le tranquilizara, una idea cruzó su mente.- Maldición.
    - ¿Qué? ¿Qué ocurre?
    - ¿Por qué habría alguien de enviar treinta hombres a su muerte segura?
    Preguntó Ayshane, casi hablando para sí misma. Entonces la joven avanzó varios pasos y volvió a dirigir su vista a la oscuridad. Makai no podía ver mucho, pero sabía que ella sí, y guardó silencio esperando que respondiera. Entonces Ayshane se dirigió a él, le miró con la alarma en los ojos pero el rostro imperturbable, y le cogió de un hombro. Su voz se tornó seria:
    - Porque son treinta hombres muy peligrosos. Makai, buscad a Sarah, necesito que os armen con las armaduras Contra-Hechizos y sus armas. – Ayshane se agachó, sacando una daga larga de su bota derecha. Un intrincado ramaje estaba bordado en su hoja.- Llevad ésta, usadla cuando lleguen.
    El joven la miró unos segundos, asintió, mirando a la oscuridad, y por último le dirigió una larga mirada.
    - Resistid hasta que volvamos.
    Ella hizo girar sus dos sais en las manos, asintiendo. Le vio marchar apresurado y se encaró entonces a la oscuridad. No tardarían en llegar. Para bien o para mal, había ya enfrentado con anterioridad a numerosos hechiceros y brujos, y había hecho que todas sus armas sirvieran para su defensa, cubiertas de runas contra hechizos. En esa ocasión, sin embargo, no llevaba su indumentaria habitual, y no podría escribir con tinta sobre sus brazos runas que la protegieran de hechizos nuevos. Cogió con habilidad el sai izquierdo y, con la punta sobre su




    antebrazo derecho, se hizo un pequeño corte. La sangre salió de su brazo a borbotones. Sin apartar la mirada de la oscuridad, Ayshane comenzó a escribir sobre sus brazos runas defensivas de hechizos más complejos.
    Finalmente, con un pequeño pinchazo sobre su dedo índice, escribió una única runa sobre su pecho…Una runa de contención.
    Poco a poco, la tinta que normalmente era invisible comenzó a emerger sobre su piel, reflejo de su creciente ansia de luchar, haciéndose patente para cualquiera que la mirara. Siempre estaban allí, pero no era propio mostrarlas. Sintió el cosquilleo típico de las runas: por sus brazos, piernas, espalda, por el rostro, por todo el cuerpo. Contempló sus brazos cubiertos y volvió a barajar los sais sobre sus manos con tranquilidad.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado junio 2015
    El primer hechizo fue un ataque directo. Un rayo de luz eléctrica se hizo paso en la oscuridad hasta su corazón, un ataque tan simple que Ayshane no tuvo más que interceptarlo con uno de sus sais. El rayo se estrelló contra el suelo, sin efecto alguno más que unas hondas de humo. Poco a poco los jinetes comenzaron a mostrarse frente a ella. Les contó mentalmente: eran veintisiete.
    Podía sentir el odio procedente de ellos. El rencor, la furia, las ganas de matar.
    Ayshane sintió que le hervía la sangre, y poco a poco la oscuridad fue deshaciéndose para ella. Sintió sus brazos ligeros, sus piernas fuertes, sus manos, contenidas para el momento ideal de ataque. Sabía que Él la guiaba. Que todas sus habilidades de combate tenían el trasfondo inevitable de sus ansias de matar. Cogió aire, y alzó la mirada hacia el jinete encapuchado que se acercó a ella.
    Su voz fue grave y gutural.
    - Kasai.
    Ayshane atravesó con la mirada la oscuridad de su capucha. Era un Hechicero Oscuro. Solían vestir capas negras y el rostro encapuchado, ocultando sus facciones tras una oscuridad imperturbable. Era su distintivo.
    - Vendrás con nosotros.
    - Dudo que eso ocurra, caballeros.- respondió, tajante.
    El jinete, furioso, soltó un rugido que hizo que su propio caballo se agitara nervioso. Entonces se acercó más a ella, hasta que su rostro oscuro quedó sólo a unos palmos por encima de la joven, que no se había apartado. Ayshane le miró en silencio. No sentía miedo, no era la primera vez que veía a uno de ellos. De hecho, estaba más bien esperándoles.
    Entonces el Jinete acercó la mano huesuda al interior de su capa, sacando un objeto redondo, colgante de un hilo dorado, de su interior.
    Acto seguido, lo tiró a los pies de Ayshane. La joven bajó la mirada, cautelosa, y comprobó que sus sospechas eran ciertas: un amuleto de Oni.
    - No podéis luchar contra la Oscuridad, Kasai.- susurró el Jinete con su voz de ultratumba.



    Ayshane contempló en silencio el brillo rojo del amuleto. Sabía qué era, qué hacía y qué significaba. Un impulso dentro de su pecho hizo que apretara las manos en torno a los sais. Finalmente alzó la mirada y observó al Jinete en silencio.
    Después, apartándose un paso y girando su sai derecho, movió el brazo con agilidad y alcanzó con el arma el pecho del Jinete. Éste profirió un alarido y cayó de espaldas de la montura, que salió corriendo despavorida. Al tiempo que los demás jinetes se alzaban contra ella una hilera de flechas surcó el cielo por encima de Ayshane, deteniéndoles en su ataque. Escuchó las voces de ataque y las órdenes de Sarah a sus espaldas.
    Se acercó más al hechicero, que gruñía con furia sobre el suelo, rodeando el arma con las manos.
    - Yo no lucho contra la Oscuridad, Hechicero.
    Él rugió, gritando de dolor conforme las runas escritas sobre su arma brillaban y le quemaban.
    - ¿Qué es ésto? – Preguntó él, intentando en vano arrancarse el Sai que ella ya había clavado profundamente.- ¿Qué clase de arma es ésta?
    Ella le ignoró, arrodillándose a su altura. Se acercó más a él, y penetrando la oscuridad que ocultaba su rostro, Ayshane colocó una mano sobre el sai y lo arrancó sin piedad. Él profirió un grito desgarrador, pero aún tirado en el suelo la contempló impotente. La joven entonces se acercó a él, y envainó sus sais en los dos pequeños cinturones que llevaba en las piernas. Sin hacer nada más, en silencio, le contempló.
    Le miró fríamente sin moverse, sólo pensando.
    Pensando en las ganas que tenía de hacerle sufrir, de atravesarle el cuerpo esquelético con todas sus armas, de desgarrarle poco a poco su piel a tiras, de comprobar si había ojos sobre sus cuencas y de confirmar que los había para poder vaciarlas ella.

    Entonces el Hechicero comenzó a gritar. Y su grito desgarrador y penetrante inundó su alma mientras le veía morir, sin hacer otra cosa más que mirarle.
    Él aún gritaba cuando Ayshane se acercó más, sin apartar de sus ojos la mirada, y le susurraba con deleite:
    - Yo soy la Oscuridad.

    Cuando Makai y la princesa llegaron, con todos los refuerzos tras ellos, el semi elfo no pudo más que mirar impasible la escena que se desarrollaba ante sí. Numerosos hechiceros oscuros iban en sus monturas, acompañados de guerreros, y contemplaban tan atónitos como él y la princesa elfa lo que estaba ocurriendo.
    Delante de ellos, Ayshane estaba agachada en silencio, su cuerpo repleto de letras y jeroglíficos de lenguas muertas, y su mirada contemplando sin moverse a uno de los hechiceros oscuros. Él gritaba.



    Tras unos segundos, dejó de moverse y su rostro oscuro cayó al suelo para morir.
    Ayshane se levantó lentamente, y cuando Makai pudo fijarse por fin, empuñaba dos sais. Les daba la espalda, pero él podía imaginar sus ojos sin necesidad de volverse. Tragó saliva a tiempo que veía cómo la Princesa Sarah, que había desenvainado su espada Sirius, avanzaba con lentitud hacia su posición.
    Luego todo ocurrió tan rápido, que ni Makai podría, más adelante, recordarlo bien.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado junio 2015
    Cuando el primer hechicero que reaccionó lanzó un rayo de energía en dirección a Ayshane, el semi elfo lanzó su primera daga. Ésta se interpuso en la trayectoria y el ataque no llegó a acercarse si quiera a la joven.
    Makai avanzó la distancia que aún le separaba de ella, y vio cómo Kasai le contemplaba en silencio. Sus ojos eran rojos, y tenían aquél movimiento hipnótico que había llegado a aterrorizarle. Pero ésa vez, ella le sonrió para tranquilizarle. Y fue una de esas sonrisas que llegan a los ojos.
    Entonces todos se movieron al mismo tiempo.
    Janos, el segundo al mando y Protector personal de Sarah, empuñaba con frialdad su espada y comenzó junto a la princesa a lanzar ataques. O más bien, pensó Makai, la princesa comenzó la carga y él se limitó a seguirla. Makai siempre había admirado a Sarah, pero verla luchar era un privilegio que pocos habían tenido.
    Como elfa, sus movimientos asemejaban más un baile que una lucha. Como Princesa, su linaje la había obsequiado con una magia natural. Como líder de la Rebelión, su voluntad mostraba la fiereza propia del guerrero más letal.
    Y Makai no sería menos.
    Habían escogido sus armas defensivas contra hechizos, ellos serían la primera línea de ataque. El resto de sus compañeros se encargaría de los guerreros que apoyaban a los hechiceros oscuros, y los propios hechiceros de su bando no tardarían en llegar. Makai desconocía la razón de aquél ataque, pero iban directos al suicidio.
    Paró girando delante de sí la espada una honda de energía, apoyándose en ambas piernas de forma paralela. El hechicero no escatimó en tiempo y pronto una ráfaga de viento le empujó con rabia: pequeñas heridas por sus brazos y piernas comenzaron a abrirse por la rudeza.
    Un momento después, el semi elfo giró su espada con exasperación y provocó con ello el final del ataque. Avanzó con rapidez, pasó por debajo del caballo del hechicero al tiempo que cortaba sus riendas y éste caía estrepitosamente al suelo.
    - ¡Inerim hatsa jiatué…!
    Antes de dejarle terminar el hechizo, Makai lanzó su espada con precisión y atravesó su garganta. La sangre emanó a borbotones.






    Unos metros a su izquierda, Ayshane y Janos rodeaban a Sarah. La joven movía con habilidad entre sus manos los sais y conseguía evitar con eso que ningún ataque la tocara. El estilo de Janos, sin embargo, era mucho más rudo, y se limitaba a apartarse y esquivar las hondas o rayos que llegaban hasta ellos. Ninguno de los dos pensaba permitir que la tocaran. Estaban a un nivel superior.

    Ayshane se giró de nuevo, lanzando con precisión una daga que sacó de su bota derecha e interrumpiendo con ello un ataque dirigido a la cabeza de la elfa.
    Sarah se giró: estaba en mitad de un duelo con el hechicero que parecía tener más poder. Usaba su bastón para lanzarle ataques constantes que ella estaba manteniendo a raya. Cuando la elfa la miró, una sonrisa modesta fue su agradecimiento.
    Ayshane podía sentir cómo su sangre hervía.
    Aquello llegaba ya demasiado lejos.
    Nadie tocaría a Sarah.
    - Janos.- susurró.
    No tuvo que alzar la voz: a su lado, el joven la miró al tiempo que lanzaba una estocada a su oponente, tumbándole. Ella avanzó y colocó su pie sobre la garganta del hechicero.
    - Vayamos con ella.
    El guerrero la miró un segundo, y sin pronunciar palabra, asintió. Ayshane se giró en el momento en que lanzaba un taconazo a la nuez del hechicero y le escuchaba, ya a sus espaldas, atragantarse con estertores, incapaz de frenar el proceso mortal que ella ya había iniciado.
    Y como si de un mecanismo se tratara, tanto Makai como Janos aparecieron a sus lados. Enfrente de los tres, los últimos cuatro hechiceros.
    El más poderoso aún luchando con Sarah, y los otros, ilusos, haciéndoles frente.

    Ayshane conocía bien el poder que tenían los Hechiceros como aquellos: si conseguía arrebatarle el bastón al hechicero mayor, los demás perderían su fuente de poder y su agotamiento llegaría de inmediato. Era cierto que aquél bastón les hacía más poderosos, pero era también una debilidad, y ella nunca entendió que lo utilizaran.
    Ayshane sintió que su mano derecha movía entre sus dedos el sai, esperando el momento adecuado. Entonces Janos y Makai avanzaron a la vez. El semi elfo estaba demostrando tener una puntería y fuerzas increíble con la Lancea y la espada con las que se había hecho.
    Sería rápida, se dijo.
    Makai desmontó con habilidad a su contrincante y procedió a atacarle con la lancea al tiempo que usaba su espada para frenar el ataque mágico. En el momento en que el hechicero oscuro




    alzaba su mano izquierda y un potente haz de luz roja emanaba de él, Makai pasó su lancea a la mano contraria, con un movimiento ágil se la lanzó a Ayshane, y ésta se deslizó por el suelo al tiempo que la luz se desprendía del hechicero y Makai enfrentaba el ataque metros más atrás.
    Un instante después, la luz desaparecía en el aire. El hechicero contempló atónito cómo la joven, bajo él, había atravesado su cuerpo con la lancea.
    Ayshane no se paró a ver qué más ocurría. Pasando por la espalda del hechicero, contempló cómo Janos enfrentaba a su rival. Era sin duda el mejor guerrero que sus ojos hubieran visto nunca. Kasai corrió hasta él.
    El hechicero oscuro que le enfrentaba tenía en su poder una Espada Negra. Eran poco comunes, y sólo los hechiceros oscuros podían manejarlas, pues servían como canalizadores a su poder. La tierra comenzó a moverse en torno a los pies de Janos, que no pudo más que contemplar impotente cómo éstos quedaban inmovilizados, al tiempo que el Hechicero movía su espada hacia su pecho.
    - ¡Janos!
    Al momento el soldado se agachó sobre la pierna derecha, y Ayshane saltó en su espalda al tiempo que uno de sus sais atravesaba la garganta del hechicero frente a ellos.

    Delante de ella, Sarah había caído al suelo y el Oscuro la apuntaba con su bastón.
    Las palabras de un Hechizo Mayor llegaron a sus oídos, saliendo de la boca invisible del Hechicero que atacaba a su amiga:
    - ¡Irisen alea servurus Maligna!

    En el suelo, Sarah abrió más los ojos. Ayshane avanzó con rapidez al tiempo que se interponía entre ambos con los brazos extendidos, portando como única arma el sai de su mano izquierda.
    - ¡Apartad de mi camino, Kasai!
    La voz de ultratumba del Hechicero se impuso sobre todo lo demás. De pronto los gritos cesaron, no se escuchaban espadas que se enfrentaran y no había sonido alguno en el aire salvo su propia respiración. Ayshane contempló la oscuridad que ocultaba el rostro del hechicero, impasible, y en un susurro respondió:
    - Apartad vos del mío.
    Y con la rabia más pura y fuerte concentrada en el bastón del hechicero, el hechizo terminó y el Oscuro apuntó directo a su pecho.
    - ¡Aysh, no!- gritó Sarah a sus espaldas.
    Ayshane vio cómo, a su derecha, Makai intentaba hacerse paso para llegar hasta su posición.




    Janos la contemplaba arrodillado en silencio. Sin necesidad de verla, sabía que Sarah no se lo perdonaría.
    Pero sólo había una forma de combatir el mal.
    Contempló sin moverse cómo el bastón comenzaba a iluminarse con lo que era paradójicamente una gran luz negra. Poco a poco, las runas comenzaron a formarse en su mente.
    Una voz en su cabeza se oyó alta y clara. SU voz.
    << Abre la Oscuridad. >>
    Y las palabras salieron de su boca en un susurro:
    - Servurus Maligna alea est cinde.
    Todo a su alrededor comenzó a paralizarse. Sintió el calor en su pecho, las manos ardiendo y la mirada calmada. Y en un solo instante, el hechizo del Oscuro se desintegró, absorbiéndose hacia dentro, como si nunca se hubiera formado.
    - ¡¿Qué estáis haciendo?!
    Rugió el hechicero, que de pronto lanzó su bastón contra el suelo y de un solo movimiento lo partió por la mitad.
    - ¡Habéis lanzado un Hechizo contra las propias fuerzas oscuras! ¡El mal no os lo perdonará! Maldita seáis, Kasai, y todos los que os aprecien. – Dio un grito de rabia y exclamó.- ¡Maldita hasta el día que…!

    Antes de terminar la frase, una gran luz brillante surgió del lugar donde debía haber estado el corazón del Hechicero. El grito más desgarrador de la noche salió de su boca, y éste cayó de pronto al suelo gimiendo. Poco a poco, su cuerpo comenzó a desintegrarse entre gritos. Ayshane alzó la mirada para ver cómo Sarah empuñaba a Sirius, a espaldas del hechicero caído, sin dejar que la elfa apartara de ella la mirada.
    - Jugáis demasiado con fuego, Kasai no Musai.
    La joven suspiró, cerrando los ojos. Sintió la preocupación de Makai cercana a ella. Cuando volvió a alzar la mirada, él estaba a su lado.
    - ¿Estáis herida?
    Al mismo tiempo, Janos llegó a Sarah.
    - ¡Princesa!
    - Todo bien, Janos. Ha sido entretenido.






    Les dejó en un segundo plano mientras se acercaba al semi elfo.
    - Gracias a vos, no estoy herida. – Le sonrió con sinceridad.- Veo que hacéis más cosas bien, además de una buena cerveza.
    Él rio con naturalidad. Se sintió algo mejor al escucharle, y no pudo evitar acercarse y besarle suavemente. Makai la miró con gesto preocupado.
    - Algo que me apetece bastante ahora, si soy sincera.
  • RigelRigel Pedro Abad s.XII
    editado junio 2015
    No tardaron en llegar los refuerzos. Habían terminado relativamente rápido, y los hechiceros que llegaron no pudieron hacer más que tratarles sus heridas. El tiempo pasó y finalmente Ayshane pudo descansar en la tienda que habían preparado para ella.
    Se contempló alicaída en el espejo.
    El vestido blanco que llevaba se había cubierto casi por entero del rojo oscuro de la sangre. Sólo algunos de sus tatuajes habían desaparecido, y los demás aún eran visibles para recordarle que alguien había muerto esa noche.
    - Deberías cambiarte.
    Ayshane no se giró para comprobar quién entraba en la tienda. La mirada de la joven, sin embargo, aún se contemplaba en el espejo. Sus ojos eran marrones, se dijo. Pero también rojos. Aún había rojo en ellos.
    - Aysh.
    La mano blanquecina y cálida de Sarah se posó en su hombro, sacándola de su ensimismamiento. Ayshane bajó la mirada a tiempo de ver lo que su otra amiga tenía en la mano.
    - El amuleto de Oni.- dijo, en apenas un susurro.
    - Sí. Lo recuperé antes de que nadie hiciera preguntas.
    - Ya lo he rechazado antes, Sarah. Por mí puedes destruirlo.
    La vio suspirar, cogiéndola de la mano y obligándola a sentarse sobre el borde del lecho. La mirada verde y amable de Sarah la reconfortó.
    - Lo guardaré para ti, hasta que llegue el día en que lo temas, y a pesar de todo, lo uses.
    Ayshane la contempló en silencio mientras la elfa lo guardaba en una de sus innumerables cajas bordadas. Luego volvió a acercarse a ella y, colocándose a su espalda, le desató las cuerdas del vestido.
    - Hoy has vuelto a salvarme, Aysh.
    - Ya sabes que no dejaré que te toquen.
    La elfa rio con ganas. Tenía una risa elegante, suave, cálida. Honesta.






    Cuando Ayshane se quitó el vestido, Sarah le pasó sus ropas. Se las colocó, casi sin ver, y volvió a sentarse en la cama mientras terminaba de atarse una de sus botas.
    - ¿Te marchas, amiga mía?
    Ayshane se giró hacia ella. Los rizos dorados de Sarah caían libres por su espalda y hombros, y sus ropas, ya cambiadas, brillaban con el blanco y el verde. Sus ojos la miraban suplicantes.

    - Sí.- Colocó uno de sus traviesos rizos tras su oreja puntiaguda. Adoraba esas orejas. Ella apoyó la mejilla en su mano, cerrando los ojos.- Pero volveré por ti.


    Cuando Sarah abrió los ojos de nuevo, estaba sola en la tienda.




    Ésta es la Historia de Ayshane. Pero no está completa, y no es más que el comienzo.

    El verdadero relato comienza ahora y, sin embargo, aún no puede comenzar. Publicaré en adelante la Historia de Aileen Van Horst, también conocida como Ryder, mitad bruja y mitad dríade, y la Historia de Nayzeth Sin Rostro, una hechicera asesina.

    En este enlace tenéis las 3 historias y el relato principal publicado hasta el capítulo 2. Recuerdo que hay escenas de +18.
    https://www.patreon.com/Rigelsfeather?ty=c


    Por favor, hacedme saber qué opináis :)

    Un saludo, hasta la próxima historia.

    Rigel
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