Estoy lejos

Estoy lejos

Bué, estoy lejos.
Y para llegar a donde estoy no hay un camino recto. Al venir me he desviado en muchos cruces, por algunos he pasado varias veces cambiando de destino según me iba apeteciendo. En algún caso he andado en círculos, en otros he dado media vuelta a mitad de trayecto de no sabré nunca dónde. Te alegrará saber que hay señales en abundancia que nuestros predecesores colocaron, he agradecido su esfuerzo. Verás muchas instrucciones detalladas sobre todo al principio, ya un poco más allá los signos se vuelven borrosos, algo contradictorios. Al final hay pocos en español, ya sabes, en estos tiempos el inglés es el idioma común por aquí.

He atravesado muchas puertas que ya habían sido abiertas. Otras las he tenido que abrir yo. Unas más fáciles que otras, casi todas con la cerradura muy gastada. Si te quedas atascado busca alrededor, seguro que hay alguien o algo útil, y sino, busca en Google coño. Pocas recuerdo en las que no viera signos ni herramientas de viajeros anteriores, eso sí, al abrirlas siempre había huellas detrás. Los breves tramos que he recorrido campo a través, sin seguir ruta ni marca, han sido bastante aburridos, nada reseñable, pero si tú encuentras algo, avísame, podriamos volver para poner alguna señal.

Últimamente he estado transitando las llanuras, haciéndome habitual de ciertas recónditas zonas. Las pocas cumbres que he coronado no son muy imponentes. A lo lejos continúan los senderos. Desde aquí los parajes por descubrir se ven escarpados, no tengo el equipo ni el entrenamiento necesario. En otra estación más cálida o con un guía experimentado podría planteármelo. Hasta entonces seguiré por las llanuras, tenemos un clima templado y se puede pasear tranquilo. Dicen que todo el mundo está en los centros comerciales.

La verdad es que no me he apañado mal, sobre todo por la buena suerte. La he cagado muchas veces y casi siempre he salido bien parado. A costa de los demás en demasiadas ocasiones. Pasajes que suponen un peso añadido, enquistados como parásitos debajo de la piel no hay quien se los saque de encima. Aunque alguno sí parece haber encogido un poco.

De algunos pequeños errores he ido deshaciéndome más tarde que pronto, y otros siguen pendientes. Uno de los importantes me lo enseñaron demasiado tarde. Toma nota: en cada curva, en cada cruce, en cada puerto que dé paso a un nuevo valle, detente un segundo y gira la cabeza. La vista es muy diferente al mirar para atrás; conocer el sendero en los dos sentidos te ayudará a encontrar el camino de vuelta. Por desconocimiento yo no lo hice y, para cuando fui consciente, mi casa quedaba muy lejos. Pensé que, total ya me daba igual, solo iba a ser capaz de volver al sitio arbitrario donde me hallaba. Probablemente otro error, aunque este pesa menos que los otros.

Esto último me sirve de mala excusa para justificar por qué hace tanto que no vuelvo por casa. No conozco el camino de vuelta. ¡Me cuesta tanto ir allí como cuesta ir desde allí hasta aquí!

Ya, el egoísmo tampoco he sido capaz de corregirlo. Es irónico porque además supone peso extra para el regreso.

¿Tú qué tal? ¿Por dónde andas?

Saludos, Crul.