Era la blanca bondad almidonada,
acercándose a su muerte,
y yo corría detrás, lleno de vida.
Cuando era niño tenía el mundo a mis pies, corría alegre y saltaba sobre los charcos.Tocaba las nubes, las mordía y se deshacían en mi boca, mientras miraba a mi abuelo que entregaba unas monedas al mago de la feria. Aquel señor, con su varita mágica, creaba rosadas nubes de algodón para todos los niños y sus abuelos. Mi cielo estaba lleno de albatros, yo por la noche los pintaba con tiza en mi cama; por la mañana, cuando veía a mi abuelo y le daba un abrazo, los echaba a volar. Mi abuelo sacaba su pañuelo y se secaba los ojos; ¡lloraba de alegría! Me pasaba toda la noche pintando albatros de inmensas alas blancas e inocentes. Tenía que concentrarme mucho, me imaginaba los ojos de mi abuelo, así tal cual eran, celestes, y me sumergía en un inmenso océano de aguas azules. En la serenidad de aquel mar de cielo, nos amábamos mientras los albatros volaban a nuestro alrededor, dándonos su bendición. Mi abuelo era todo para mí, me perdía en su esponjosa bondad, y vagábamos a la deriva contemplando el trajín de la ciudad desde nuestro alto cielo. Allí arriba, tan alto, no nos veía nadie, podíamos abandonarnos a la broma, la risa infantil. Los mismos albatros, a veces, nos miraban y guiñaban un ojo. Posiblemente ya fuéramos parte de ese cielo. Quizás ya somos nubes de algodón. Ahora estoy muy triste, querido abuelo, porque un día decidiste volar más alto, y deje de verte. ¿Te convertiste en albatros? Si es así, esta noche me pintaré unas grandes alas con mi tiza blanca, y me lanzaré a volar muy alto, tan alto como tu bella e inalcanzable bondad.
Comentarios
Dibujar albatros... precioso...
Gracias, pinki, por la lectura :-)