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Y tan simple como el tiempo

Necrokimy_VonmortemNecrokimy_Vonmortem Garcilaso de la Vega XVI
editado octubre 2014 en Ensayo
El día estaba ligeramente gris, no hacia frio pero tampoco hacia calor, estaba agradable para caminar, y aunque no era muy amiga de la playa, su niño por el contrario, lo era. Así que aprovechando los tramites que había tenido que hacer ese día, bajo hasta la playa con el, para que correteara un poco disfrutando de la alegría que le causaba la arena bajo sus pies.
Era difícil vivir siendo madre, y mas aun estando sola. Quería lanzar al olvido todo lo que había pasado con su ex compañero, pero le costaba muchísimo, las vivencias y los momentos compartidos a su lado eran inmensos. Ademas, ver su niño también le recordaba a el, porque era fruto de su amor, ademas que era su vivo rostro.
Su teléfono sonó, en su cartera, y tomándolo en las manos miró de quien era la llamada entrante. Haciendo una mueca de disgusto, y alisándose el pelo con la mano libre, atendió la llamada. Quería ver al niño, así implicara pasar por encima de ella, y la discusión pintaba fuerte, de modo que se alejo un poco para hablar con mas calma, para poder recriminarle como sentía que debía hacerlo. La charla se extendió casi quince minutos mas de lo previsto, y cuando colgó, se sintió inmensamente vacía y hastiada por dentro. Escondiendo su rostro en las manos, y casi sin poder contenerse, comenzó a llorar en silencio.
El se hallaba sentado casi cincuenta metros mas aparte, tranquilamente sobre una gran piedra en medio de la arena. Estaba distraído, mirando el vaivén de las olas, hasta que todo aquel panorama le llamó la atención. Observó al niño, correteando alegremente, y sonrió a pesar de su propio estado anímico. Siempre le habían gustado los niños, al menos después de haber terminado con su prometida. Y ahora solamente se conformaba con mirarlos jugar, añorando tiempos donde el mismo era joven. Miró a su madre, bastante mas alejada de el, la cual había terminado de hablar enérgicamente con alguien por teléfono. Vio el gesto que hacia al llorar, como subía su espalda rítmicamente con cada espasmo de lagrimas. Aun en la lejanía comprendió que era terriblemente hermosa, y se preguntó que tipo de cosas le estarían pasando para sentirse así de mal. Intrigado, se puso de pie y lentamente comenzó a caminar hacia el niño, que jugaba ahora con un poco de arena entre sus manos. Al llegar a el, se puso de cuclillas, y le pregunto cual era su nombre, y que le pasaba a su madre. El niño solamente dijo “Papá la molesta.” Y sin nada mas para decir, continuó jugando distraídamente, viendo como la arena volaba en el viento.
La voz de la madre, llamando al niño, se hizo sentir repentinamente, no sabia adonde estaba y se había alejado bastante para poder hablar tranquila. Entonces aquel hombre tomó de la mano al pequeño niño, y lentamente comenzó a caminar hacia ella, que al verlo llegar corrió hacia el y lo tomó en brazos.
-Veo que lo estaba buscando, y vi que se alejó bastante. Creí que podía necesitar ayuda, ¿se encuentra bien?.- Preguntó el.
Aquella blanca mujer lo miró con desconfianza. Tenia el pelo largo, y ojeras bastante prematuras para la edad que suponía que tenia, entonces imaginó que aquel hombre o no estaba pasando por una buena situación, o no dormía demasiado bien. Observó sus ojos claros con detenimientos, parecían cansados con la carga de diez milenios, varias vidas en agonía
-Si, si. Gracias.- Respondió, apresuradamente.
-¿Esta segura?, parece que ha estado llorando.
-Si, es cierto, pero no es nada, no se preocupe. No vengo aquí nunca, hoy me urgía realizar unos tramites, sino no hubiera venido. ¿Usted es de aquí?.- Preguntó ella.
-A decir verdad no. Solamente vengo aquí cuando tengo ganas de llorar, porque en la inmensidad del mar, no me siento tan solo.- Respondió el, bajando la mirada.
Aquello golpeó duro a la muchacha, la cual le miró intrigada por saber cual era la historia de aquel individuo al que jamas había conocido en su vida. Entonces le miró con mas detenimiento.
-Lo entiendo, soy madre soltera, y conozco el dolor.- Dijo.
Entonces aquel hombre le miró directamente a los ojos, como observándole el alma.
-¿Y si yo le dijera que soy hijo de madre soltera también?.- Respondió.
Aquella fue la fuerza inicial para el idilio amoroso que sobrevino después. Su conexión era intensa y enorme, jamas se habían sentido así. Adoraba el niño como si fuera suyo propio, era inteligente, y un encanto de criatura. Ella era lo que siempre había soñado, dormido y despierto, y también era un encanto para el. La felicidad del amor le invadió, hacia demasiado tiempo que no sentía nada semejante, creía muertas todas aquellas emociones, y con tan solo mirarla a sus enormes y preciosos ojos sentía que todos sus miedos y dudas se disipaban en un instante. Ella era su amor, era el amor que la vida se negaba a darle, y su fe en ella crecía por segundo desde que la había conocido, sabiendo que todas sus batallas y sus desamores habían servido al fin para algo, para ahora entregarse por completo a la mujer de su vida.
Ella por el contrario, también le adoraba, y veía en el nada menos que un padre de familia, honesto y sincero con ella y con su hijo, el cual adoraba como si fuera su propio padre. Pero el veneno de lo pasado le recorría las venas y el corazón despiadadamente, confiaba en su amor, pero las fotografías mentales de lo vivido eran como saetas mortales en su querer.
Y le dolía, porque sabia que a el le dolía también, y ella no quería hacerle mal porque sabia que el la esperaría el tiempo que resultara ser. Y venían las noches, cuando en el secreto de la pasión ambos se desvelaban pensando en el otro. Ella entonces ataviada tan solo por su ropa interior sentiría el silencio de su sabanas, el frio y distante abismo que había a su lado, y recordaba entonces sus palabras de amor, las noches en las cuales juntos imaginaron abrazarse mutuamente hasta dormir, envueltos en el encanto del romance mas perfecto. Pero estiraba una mano y no había nadie allí, no había quien la abrazara por la espalda acariciando su vientre con ternura, no tenia su calor. Y empapaba sus sabanas turquesas por el llanto de la soledad y el calor de la pasión que la invadía, depositando sus alas con delicadeza en sus pechos y su corazón herido. Su caballero no era aquel prometedor de familia, de sueños rotos y noches en solitario, sino que su héroe era aquel desconocido, hijo de madre soltera y con el amor por bandera, la pasión por espada y la fidelidad como propia cruzada. El cual día tras día luchaba arduamente contra sus demonios, en los infiernos del recuerdo, para alcanzar ese castillo oscuro donde la princesa se escondía, aquella princesa que un día no tuvo miedo al amor.
Y así fue, como noche tras noche y corazón tras corazón, fueron forjando su historia.

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