Con crema chantilly,
rebalsando por tu vientre
y manchando el paraiso eterno
de tu lecho solitario,
como por mil kilometros a la redonda,
ante la ausencia de tus malditas hermanas.
Con el sabor a pastillas de menta,
y todo su frescor quemando mi garganta,
ante la mezcla fría
y el espesor de tu masculinidad indómita,
explosiva y de propiedades unicas
que caian por mi rostro de actriz triple equis.
Con el vino añejo de tu viejo,
quien creia que tu lo robabas para tu sed,
sin saber que era yo quien te bebia,
embriagada de los deseos mas carnales,
omnipresentes, hambrientos,
y en la copa de tu ombligo jugoso.
Sabores distintos y utilizados a mil,
pero que nunca superarán
el sabor de tu carne desnuda,
latiente y erecta, admirable,
con el cual me deleito cada 15 días,
cuando del trabajo llegas para que te saboree entero.
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