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Interior

ordetordet Pedro Abad s.XII
editado septiembre 2014 en Narrativa
La mente de Dios es semejante a la superficie de un lago en invierno: nítida e inmóvil; metáfora de místicos que pudiera aplicarse - sin mucha fortuna - a la atmósfera de aquel momento. Si acaso, tan solo la sutil respiración de los presentes delataba la existencia de vida en el recinto. A veces, un seco carraspeo, un gemido apagado, rasgaban el silencio.

La expectativa hueca de aquellas miradas fijas en un horizonte de metal cromado delataba la ausencia de la noción de tiempo; una espera vacía, nebulosa, carente de objetivo, o tal vez una suma de objetivos dispersos que se resuelve en nada.
A pesar de ocuparlo seres vivos, el lugar no era amable ni humano, pues la tibieza de los cuerpos cercanos era solo un concepto intuido que flotaba en el aire; un aire sin olor ni carisma, tan neutro como el resto de aquel universo neutro.

Más allá del mutismo imperante, el murmullo de una remota maquinaria se derramaba sin cesar sobre aquellas figuras estáticas; una nota profunda, pertinaz, que perforaba sutilmente las paredes del tiempo.

De pronto, el inesperado ataque de tos de un tripulante detuvo el suave devenir de la rutina. Le sucedió un instante de alientos contenidos y miradas de reojo. Alguno sintió el roce involuntario de quien estaba a su lado. Se produjo, en definitiva, un ligero conato de inquietud. Al poco, el pesado engranaje del vacío reinició el movimiento.

De nuevo, los hombros caídos, la aséptica y absurda contemplación del aluminio, la mente absorta en objetos sin vida, y el rumor lejano e insistente, devorando ese espacio diminuto.

A los pocos segundos, el viaje ascendente finalizó y la puerta del ascensor se abrió.

Comentarios

  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado septiembre 2014


    Ordet

    Me ha gustado mucho como preparas todo, lo describes y finalmente sorprendes con el final.

    Saludos




  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado septiembre 2014
    Es una historia de profundidad claustrofóbica...

    Puede que no nos gusten esas máquinas (cuando entras en una estás deseando salir) porque se asemejan a ataúdes... o a latas de sardinas...

    Me ha gustado, muy buen relato, ordet, con un final que desvela el enigma del "horizonte de metal cromado" y que te invita a leerlo otra vez con una segunda mirada.
  • DukdosDukdos Pedro Abad s.XII
    editado septiembre 2014
    Y es que resulta incómodo, sobre todo para alcalde de Valladolid, compartir un ascensor con personas desconocidas.
    ¡Me gustó mucho!
    Gracias por compartir
  • ordetordet Pedro Abad s.XII
    editado septiembre 2014
    Gracias por los comentarios
  • LilyJalileLilyJalile Fernando de Rojas s.XV
    editado septiembre 2014
    Buen relato. Un ritmo más que adecuado para entrampar al lector en la incógnita, que se devela en las últimas palabras. ¡Bien hecho, ordet!
  • ordetordet Pedro Abad s.XII
    editado septiembre 2014
    Gracias, LilyJalile
  • odmaldiodmaldi Fray Luis de León XVI
    editado septiembre 2014
    La tos fue para mí lo que me sacó de trance mientras leía. Me imaginé, o más bien esperaba, otro mundo, otra cosa, algo que nada tenía que ver con el ascensor y la gente subiendo y bajando como sardinas. Fue al leer lo de la tos que reaccioné, porque sí, siempre es una tos, o un ruido similar que saca de los pensamientos en lugares de mucha gente en silencio.

    Muy bueno, gracias por compartir.
  • CarlosSerranoCarlosSerrano Fernando de Rojas s.XV
    editado septiembre 2014
    Estéticamente un relato interesante.;)
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