EL SOL EN LA QUINTA CASA
La Paquita es menuda, bizca y de gesto herrumbrado: un alfeñique mandón y más seco que lengua de loro. Pero también hace su sombra en el suelo, de no creer. El Negro Jerez, carpintero de oficio y bebido de condición, la requiebra hasta que la baba le llega al suelo. Ella pasa con su carrito rumbo a la feria, bien de mañana, y él, que ya se bautizó en tinto, le tira sus versos del alma:
¡Bienhaiga niña Paquita,
flor nacida en medio ‘el fango!
Quisiera ser su carrito
pa’ que me lleve del mango…
-Asqueroso.. –aprecia la musa de ojo ladeado, y pasa con el mentón apuntando a la gloria. En la alhóndiga profana con sus dedos inquisidores, las paltas, los tomates, las berenjenas, e indefectiblemente pregunta al puestero “¿Cuánto pide por esta porquería marchita?” El vendedor, que la conoce, larga un escueto precio mientras escupe por el costadito del acullico*. Jamás le rebaja un cinco; ella jamás desiste de solicitarlo.
La cosa es que la Paqui se dejó tentar por el tarot y ahí le llegó su Sanmartín. La Mabel Tarot egicio y marsella videncia borra de cafes letura garantida, le aseguró que el amor estaba a sus puertas, ¡el sol en la quinta casa, no sé si me entendés! La Paqui no entendía desde la palabra “puerta” en adelante pero eso le bastó: cambió peinado, se compró tacones esmeralda y se despertó sintiéndose diosa.
Sus devaneos de pizpireta novel se abrieron en un abanico de 360º, pero el único radar disponible, el del Negro Jerez, la captó en amplitud modulada y casi se cae de culo la mañana cuando el motivo de sus crisis poéticas le respondió:
-¡Ay, qué pícaro usté, don Jerez!
Eso y terminar en plazo de cinco días y cuatro noches en el American Hotel – Baños privados, fue una sinfonía plena de motivadores staccatos, adagios extáticos y allegros apoteóticos.
-Vieja de mierda… ¡Quién me manda avivar tarados! –piensa la Mabel mordiéndose las uñas detrás del visillo cuando la ve regresar de madrugada, con la cartera esmeralda meciéndose y el ojo móvil definitivamente perdido en el cielo.
*Acullico: (Voz quechua) Bola de hojas de coca que se masca para extraer su jugo estimulante.
Comentarios
Mabel (la tarotista) muerde su envidia tras los visillos, cuando ve a la Paqui regresar de sus encuentros nocturnos con el novio flamante.
¿Ya?
y te explico por qué: parece que le llega la buena suerte (corrígeme si me equivoco). Sin embargo, aquí en Galicia cuando decimos que a alguien le llega su san Martín es porque le llega su hora o su perdición. Esto es porque San Martín es el 10 de noviembre, y también llamamos a noviembre el "mes de San Martiño", el mismo en que es costumbre matar los cerdos. En realidad el refrán dice "A todo porco lle chega o seu San Martiño" (A todo cerdo le llega su San Martín), y se utiliza como aviso a los poderosos que abusan de su posición.
Saludetes.
Magnífico, Lyli Jalile; un relato atrayente. Me gustaría destacar, además, tu destreza e en el plano descriptivo.
Apenas comenzada la lectura, llamó mi atención la utilización del el término herrumbrado…
Es cierto que, en Argentina, solemos emplear bastante la expresión; aunque, quizá, herrumbroso fuese la palabra correcta.
La narración infunde como pocas el efecto de realidad, me ha permitido imaginar buena parte de la extensión no narrada.
Mi felicitación y gratitud, por el trabajo y por dejarnos leer lo que escribes.
Cordial saludo.
Lectura simpática, con unos personajes muy particulares y palabras desconocidas para mí... Me ha gustado mucho
Me da gusto volver a leerte.
Un abrazo rosarino...
Gracias, apañero!