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Hector, el vampiro. Caps, finales.

JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
editado junio 2013 en Terror
IX

En la segunda mitad del siglo XI comenzó un período de crisis, marcado por la debilidad del imperio ante la aparición de dos poderosos nuevos enemigos: los turcos selyúcidas y los reinos cristianos de Europa occidental;
En Occidente, los normandos expulsaron de Italia a los bizantinos en unos pocos años (entre 1060 y 1076), y conquistaron Dyrrachium, en Iliria, desde donde pretendían abrirse camino hasta Constantinopla, pocos años después, la Primera Cruzada se convertiría en un quebradero de cabeza para el emperador Alejo I Comneno. Se discute si fue el propio emperador el que solicitó la ayuda de Occidente para combatir contra los turcos. Aunque teóricamente se habían comprometido a poner bajo la autoridad del imperio los territorios sometidos, los cruzados terminaron por establecer varios Estados independientes en Antioquía, Edesa, Trípoli y Jerusalén.

Los alemanes del Sacro Imperio y los normandos de Sicilia y el sur de Italia siguieron atacando el Imperio durante el siglo XII. Federico I Barbarroja intentó conquistar sin éxito el Imperio durante la Tercera Cruzada, pero fue la cuarta la que tuvo el efecto más devastador sobre el Imperio bizantino en siglos, la codicia por parte de los venecianos y de los jefes cruzados de los tesoros de Constantinopla hizo que venecianos y cruzados no respetaran el acuerdo y tomaran por asalto Constantinopla el 13 de abril del 1204. Tras 3 días de pillaje y destrucción de importantes obras de arte, por primera vez desde su fundación por Constantino I, más de 800 años antes, la ciudad había sido tomada por un ejército extranjero, dando origen al efímero Imperio Latino (1204-1261).

Huyendo de todos estos tumultos, emprendimos una nueva peregrinación que culminó con nuestra llegada a Barcelona, donde nos asentamos en 1260.

La ciudad era, en esa época, un importante enclave comercial, tanto por su situación entre el reino carolingio y los dominios musulmanes (que fue disminuyendo conforme avanzaba la Reconquista), como en su proyección hacia el mar. En el área portuaria era corriente la ubicación de mercaderes de variada procedencia, sobre todo genoveses, pisanos, griegos y egipcios, lo que nos proporcionó una buena tapadera al hacernos pasar por comerciantes genoveses.

Durante el tiempo que estuvimos allí, no cazábamos en la ciudad. Hacíamos incursiones en varias de las poblaciones cercanas que, hoy en día, son barrios de la actual Barcelona.

Fue en una de esas incursiones cuando aconteció la mayor tragedia de mi larga existencia. Era el año 1297.

Nos dirigíamos a St. Andreu del Palomar cuando, de entre la arboleda que bordeaba el camino, aparecieron cinco hombres armados con ballestas.

-Mors omnia solvit(1)- gritó el que parecía el jefe. Tras esas palabras dispararon contra nosotros.

Al mismo tiempo que recibía una de las flechas en el muslo derecho, vi a Julia caer del caballo con dos saetas sobresaliendo de su pecho. Al ver esa imagen me invadió la locura. No recuerdo haberme movido con tanta rapidez en mi vida, mi rabia aumento mi rapidez vampírica y en pocos segundos había asesinado a cuatro de ellos e inmovilizado al quinto, el que parecía su jefe.

-¿Porqué?-pregunté apretando su cuello.

-No merecéis vivir, criaturas de Satanás- respondió respirando con dificultad.

Comprendí entonces que esos hombres sabían quienes éramos y que nos habían emboscado para darnos caza. Observé que todos llevaban el mismo emblema en sus casacas. Un escudo con las armas papales en el que estaban representados una cruz y un cáliz bajo el cual se leía la divisa: “Deum colem, regem serva”(2).

-¿Quién diablos sois?-Inquirí.

-Causa Aequa(3)- fue su misteriosa respuesta antes de morir.

Solté el cadáver y me acerqué a Julia que seguía tendida en el suelo. Mis temores se confirmaron, una de las flechas había atravesado su corazón. Julia estaba muerta.

Contemplé, sin poder hacer nada, como su cuerpo se marchitaba y se convertía en cenizas que fueron dispersadas por el viento. Acababa de perder a la persona que más había amado en mi larga existencia. Por primera vez en mil años, me encontraba solo.

Tal fue mi desconsuelo que, durante años, vagué como un alma en pena, apartándome de los grandes núcleos de población, alimentándome a menudo con sangre de animales salvajes, tal era mi obsesión por mantenerme alejado de la gente. Hasta tal punto llegó mi degradación que llegué a parecerme a aquellos vampiros búlgaros que Julia y yo habíamos encontrado en nuestros viajes.

Pero el tiempo lo cura todo y, finalmente, comprendí que no podía seguir así. Me imaginé a mi amada recriminándome por mi comportamiento y sentí vergüenza de mi mismo. Volví sobre mis pasos y cuando regresé a Barcelona ya había recuperado mi antiguo aspecto. Recuperé mis propiedades haciéndome pasar por mi propio descendiente, afortunadamente, había conservado el sello familiar y me asenté en la ciudad para recuperar fuerzas. Era el año 1494, dos años después de que Colón descubriera América y que los reyes católicos reconquistaran Granada dando fin a la reconquista de la península.

Mientras, una nueva corriente del pensamiento nacía en Italia y empezaba a extenderse por Europa, lo que más tarde se llamaría el Renacimiento.

(1) “La muerte lo disuelve todo.”
(2) “Adora a Dios y guarda la Ley.”
(3) “Causa justa.”

Comentarios

  • JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado junio 2013
    X

    Durante un tiempo, me dediqué a investigar al extraño grupo que nos atacó a Julia y a mi en aquella infausta noche. Estudié documentos antiguos, consulté libros de heráldica buscando el insólito escudo que portaban esos hombres, interrogué a los pasajeros que llegaban al puerto procedentes de todas las naciones, pero no pude sacar nada en claro. Finalmente, conocí a un anciano abad que había pasado largos años en Roma y que pudo informarme.

    Causa aequa era un pequeño ejercito de fanáticos religiosos financiados por los Estados Pontificios. Su misión era la de librar al mundo de lo que ellos llamaban “criaturas de las sombras”. Esencialmente vampiros, brujas y licántropos.

    Poco podía hacer yo contra tan poderoso enemigo, pero juré vengarme a la primera ocasión.

    Finalmente, llegó la hora de cambiar de aires y me establecí en París, donde adopté la personalidad del Marqués de La Roca, noble catalán en viaje de placer. Era el año 1573.

    En Francia, la influencia renacentista italiana se dejó sentir desde muy temprano, favorecida por la cercanía geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar los territorios limítrofes de la península italiana, y lo consiguió en algunos momentos. Sin embargo, el impulso definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el reinado (1515-1547) de Francisco I. Este monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo que procediera de Italia, protegió a importantes maestros, solicitando sus servicios para la Corte francesa (entre ellos el mismo Leonardo da Vinci, que murió en el Castillo de Cloux), a la vez que emprendió un ambicioso programa de revitalización cultural que revolucionó el desarrollo de las artes en el país.

    Con mi falsa personalidad de noble y mi poder económico, no me fue difícil introducirme en la corte, donde mis hábitos nocturnos fueron aceptados más como una excentricidad que por mi explicación sobre mi supuesta enfermedad. Y fue ahí, en ese lujoso ambiente, donde menos lo esperaba, que encontré a uno de los míos. Su nombre era Marcel.

    Lo conocí en un baile de máscaras organizado por cierta baronesa cuyo nombre no consigo recordar. Era alto y atlético, muy apuesto, de ojos color miel y pelo negrísimo que llevaba casi tan largo como yo.

    Congeniamos enseguida y nos convertimos en pareja. Me mostró todos los secretos de París y me presentó a muchos miembros de la nobleza francesa. Era un viajero incansable y raramente se quedaba en un lugar más de un mes. Lo seguí, durante años, en su peregrinaje por toda Europa y acabó contagiándome su ansia viajera. Por eso, cuando cruzamos el charco para recorrer el Nuevo Mundo y decidió afincarse definitivamente en Nueva Orleans, me separé de el para volver a Europa. Acabábamos de entrar en el siglo XIX, era el año 1801.

    Continué viajando sin parar de un lado para otro, Francia, Inglaterra, Austria, Rusia, Italia...No me cansaba de conocer nuevos y maravillosos lugares. Disfrutaba tanto del propio viaje como de mis cortas estancias de los puntos que visitaba.

    Fue en 1815 que conocí a Marcos, un joven barcelonés que, aunque esté mal que yo lo diga, sucumbió a mis encantos. Lo convertí ese mimo año y me acompañó en mis viajes hasta que me abandonó, en Londres, dos años más tarde. Pero él mismo os contó sus aventuras, así que no me extenderé más en ese capítulo de mi vida(4).

    En 1821, cansado de mi fiebre por viajar, me afinqué en las afueras Barcelona. Ese mismo año conocí a Ruth, una bella vampiresa de quinientos años de edad con la que conviví hasta que me dejó 1960. También ella os contó su historia, así que también dejare aquí este nuevo episodio de mi existencia(5).

    Tras ese periodo de inactividad decidí viajar de nuevo, así fue como llegué a Roma en el año 1961 y conocí a una mortal que me subyugó. Era una morenaza realmente espectacular, la seduje y la convertí en mi nueva compañera en el corto espacio de una semana. Su nombre era Vittoria. Sin embargo, todo lo que tenía de bella lo tenía de taciturna, era tan sosa y aburrida que no me importó en absoluto que me abandonara nueve meses después, en Agosto de 1962, cuando nos encontramos casualmente, en Nápoles, con Marcos y su compañero, un vampiro de origen francés llamado René. Vittoria y René decidieron unirse como pareja así que se conocieron.

    Volví a mi residencia en Barcelona donde permanecí ocioso hasta que en 2003 recibí la visita de Ruth y Marcos acompañados de otros dos vampiros, Víctor y Sandra. Juntos nos vimos envueltos en una batalla contra un comando de Causa aequa. También conoceréis este suceso si habéis leído los escritos de Víctor(6).

    Tras ese suceso y tras diversas escalas me asenté durante un tiempo en Haití. En 2011 me reencontré con Víctor y Ruth en Port-au-Prince, venían acompañados por un vampiro neófito llamado Thomas. Solo llevaba tres días como vampiro, pero me fascinó el aspecto de su aura. Más tarde me enteré que era debido a que Thomas era telépata antes de convertirse. Cuando Víctor y Ruth resolvieron sus asuntos en Haití(7), Thomas se quedo a mi lado como mi nuevo compañero. Un año después, nos establecimos en Nueva York, donde también residían nuestros amigos. Y esto nos lleva al presente y, por lo tanto, al final de esta historia. Son casi dos mil años de historia condensados en unas pocas páginas que espero que hayan podido entreteneros durante un rato.


    Héctor Laureano Claudio, Abril de 2013.


    FIN

    (4) Ver: “Marcos, el vampiro”
    (5) Ver: “La vampiresa Ruth”
    (6) Ver: “Causa Aequa”
    (7) Ver: “Reencuentros”

    Todas las referencias históricas han sido extraídas de Wikipedia.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado junio 2013
    Muy entretenido, como todo lo que escribes, pero me dio tristeza la muerte de Julia, tan bien que se la pasaban:rolleyes:
  • JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado junio 2013
    Ya supimos de la muerte de Julia a manos de Causa Aequa en la tercera entrega de la serie y del impacto que causó en Héctor.:(

    -En más de 1000 años, nunca he amado a nadie como la amé a ella

    Gracias, Amparo, por seguir mis relatos.;)
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