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Negrita Nieves Y Los Siete Gigantes

madeiromadeiro Gonzalo de Berceo s.XIII
editado enero 2009 en Infantil y Juvenil
NEGRITA NIEVES Y LOS SIETE GIGANTES

En un lejano bosque que no sé dónde queda porque nunca pude llegar, me contaron que hay una pequeña casita de paredes de tejas y techo de ladrillo, con dos puertas del lado de afuera y cuatro del lado de adentro, cinco ventanas grandes y un jardín de verano adelante y otro de invierno atrás.
Allí vive la señorita Rosa Jazmín Margarita Alelí Petunia Sánchez Pereira Nieves, más conocida por todos como “Negrita Nieves”.
Lo de Nieves es por su último apellido y lo de negrita por su rostro moreno.
Es muy coqueta. Le gusta llamar la atención de todos en el bosque. Pero como en el bosque no hay nadie que la mire, sólo los animalitos, entonces se pone una pollera amarilla con una blusa violeta y zapatos rojos, o un vestido de rayas verdes y naranja con unas sandalias fucsias.
Igual ella es feliz porque cree que todo le queda bien.
Su único problema es el pelo. Tiene muchos rulitos y le lleva tiempo peinarlo. Por eso es que no lo peina, se pone unos pañuelos y listo.
Por la mañana, muy temprano, casi de madrugada, a las 11,30 más o menos, Negrita Nieves se levanta a desayunar.
Va hacia el supermercado, que ella misma puso allí, para comprar la leche. Eso sí, leche fresca. Tan fresca que la consigue ordeñando a la vaca que tiene guardada en la heladera.
Después compra un alfajor de chocolate con dulce de leche, dos porciones de torta de frambuesa, un sándwich de jamón y queso con tomate, lechuga, mayonesa y salsa golf, y un paquete de galletitas de agua por si se queda con hambre.
Vuelve a su casa, va hacia la cocina, prende un fósforo, se le apaga; prende otro, se le vuelve a apagar y decide usar una antorcha que le regalaron unas visitas que tuvo una vez y que quedó prendida.
Con la antorcha prende la hornalla de la cocina y se calienta las manos, cuando es invierno. Luego, busca un jarrito, lo encuentra y pone la leche adentro y lo lleva al fuego para que se caliente.
En una taza se pone tres cucharaditas de chocolate, una de azúcar y se prepara una riquísima leche chocolatada.
¡Cómo le gusta la chocolatada a Negrita Nieves! Es una de sus debilidades.
Se toma un sorbito de leche y se come el alfajor; se toma otro sorbito de leche y se come las porciones de torta; otro sorbito más y se come el sándwich.
Por supuesto, si se queda con hambre se come las galletitas de agua o se toma una sopa.
La sopa le gusta mucho. Especialmente, la preparada con fideos cabello de ángel.
Ella siempre quiso tener cabellos de ángel en su cabeza, pelos todos lisitos, lisitos. Se cuenta que tiene una peluca rubia toda lacia, tan larga que llega hasta el piso y le sirve para barrer sin usar escoba.
Pero no sólo le gusta la sopa.
A Negrita Nieves le gusta todo, cualquier comida: postres, milanesas, papas fritas, pizzas, canelones, sándwich de miga, etcétera.
Por eso está algo gordita y le aprieta un poco el camisón.
Últimamente, la cama se queja de su peso. A la noche se escucha el ruido de los resortes del colchón.
Parece que según los médicos que se dedican a estudiar a personas que son de comer mucho, mucho, el problema puede ser la soledad.
Imagínense la situación. Una bella joven morena, Negrita Nieves, solita en su casita chiquitita, aburridita, pobrecita la Negrita. Sin ninguna persona con la cual conversar sobre algo interesante como... qué comer, por ejemplo. U otro tema como... porque el sol no se ahoga cuando se hunde en el mar, o cómo puede ser que de noche está todo el cielo negro y oscuro pero la luna tiene luz.
Hay muchas cosas que se pueden conversar con amigos.
Se puede ver la novela de amor titulada “Yo me quiero mucho”, que pasan todas las tardes desde las 14 hasta las 18.
En fin, Negrita Nieves necesita una compañía, alguien que esté a su lado para conversar, mirar televisión o leer un libro.
¡Ah... y adelgazar!
Por eso, porque quiero que adelgace, se me ocurrió presentarle no un amigo, no dos amigos, no tres ni cuatro. No señoritas y señoritos lectores, le voy a presentar siete amigos.
Ahí llegan.
Van caminando por el bosque y uno le dice a los otros seis:

-¿Adónde vamos?
-A la casa de Negrita Nieves.
-¿Es cerca?
-Sí.
-¿Cuánto nos falta para llegar?
-3 días más o menos.
-Pero si me dijiste que es cerca.
-Bueno, bueno. Ahora doblamos en la esquina y ya llegamos.

Al verlos llegar Negrita Nieves se puso roja de los nervios.

-¡Ay!- pensó –Vienen los siete gigantes y yo no me pinté los labios.

Se fue al supermercado y compró un lápiz labial rojo como las manzanas rojas. Y si ella quería compraba uno verde porque también hay manzanas verdes.
Se metió en el baño de su casa y frente al espejo tomó el lápiz labial y... se dio cuenta que no tenía perfume.
Salió corriendo hasta el supermercado y compró un perfume con olor a rosas.
Ya más tranquila, se puso su vestido de fiesta de seda blanco con moños y puntillas, su vincha de flores para el pelo, sus aros dorados y sus botas amarillas y salió a recibirlos.

-¡Oh!, ¡Qué sorpresa!- Les dijo, mientras los siete gigantes se iban acercando a su casa- Si hubiera sabido que tendría visitas me hubiera cambiado!
-¡Qué alegría volver a verte!- le contestaron todos.
-Pero ¿Cuándo nos vimos antes? –preguntó ella.
-Recién cuando saliste a recibirnos.
-Ah, claro. Pasen, pasen.

Fue en ese mismo momento en que los invitó a pasar a su casa, cuando todos se quedaron mirándose los unos a los otros.

-Pero, ¡Por favor!- dijo uno de los gigantes –No podemos pasar a tu casa sin presentarnos primero.
-Pero si todos nosotros nos conocemos –dijo otro de los gigantes.
-No me refiero a presentarnos entre nosotros. La Señorita Negrita Nieves no sabe nuestros nombres. Es importante que sepa cómo nos llamamos cada uno de nosotros.
-¡Tienes toda la razón!- dijo Negrita- ¿Cómo se llaman?
-Yo soy Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedrito, porque soy el menor.
-Pero... discúlpenme, cómo los voy a llamar a cada uno por separado si todos se llaman igual.
-¿No te gusta el nombre Pedro?
-¡Me encanta! A mí también me gustaría llamarme Pedra, pero lo que pasa es que cuando te llame a ti sólo, por ejemplo, van a venir todos.
-Tienes razón.
-Tengo la solución- dijo uno de los gigantes Pedro.
-¿Cuál?
-Puedes decir: Que venga el Pedro que esta parado al lado del árbol.
-¿Y si hay dos de ustedes parados al lado de un árbol?
-Ya sé, prohibimos pararse al lado de los árboles.
-No, no. Esa no es la solución.
-¿Cuál entonces?
-Les pondré un apellido. Y dado que yo me llamo Negrita Nieves, tomando como punto de partida mi apellido, ustedes también llevarán uno relacionado a la naturaleza.
-Yo seré Pedro Viento, porque soy de suspirar mucho.
-¡Muy bien!- dijo Negrita, y todos aplaudieron.
-Yo Pedro Trueno, porque hago un ruido increíble cuando estornudo.
-¡Bravo! –volvieron a aplaudir.
-Yo Pedro Lluvia, porqueee...
-¿Por qué?
-Porqueee...
-Pero, ¿Por qué?
-Porque hago mucho pipí. -Todos aplaudieron y rieron.
-Yo seré Pedro Frío, porque siempre estoy con pulóver. –De nuevo aplausos.
-Entonces yo me pondré Pedro Calor, porque siempre estoy en camiseta.
-¡Excelente! – exclamaron todos y aplaudieron a rabiar.
-Yo me llamaré Pedro Relámpago, porque soy muy veloz.
-¡Muy bien!, ¡Muy bien!- dijo Negrita, y todos volvieron a aplaudir.
-Y yo...- iba a decir Pedrito.
-Tú te llamarás Pedrito.
-Pero yo también quería un apellido.
-Bueno, está bien. Y ¿Qué se te ocurre?
-Pedrito el gigante más bonito.
-¡Genial! – todos rieron y festejaron.
-Ahora que todos tienen sus nombres y apellidos completos los invito a pasar a mi casa.
-Pero...-dijo Pedro Trueno
-¿Qué pasa?- peguntó Negrita.
-No podemos entrar. La puerta es muy pequeña para nosotros.
-Y la altura de la casa también- dijo Pedro Frío.
-¡Oh, qué pena! –dijo Negrita- ¿Dónde van a vivir?
-Construyamos una casa bien grande para todos –dijo Pedrito.
-Yo me ocupo – dijo Pedro Relámpago – ¿Dónde puedo conseguir ladrillos, cal, cemento, arena, maderas y tejas?
-En el supermercado – contestó Negrita.
-Entonces, vamos todos hacia allí.

Y marcharon los ocho rumbo al supermercado a comprar los materiales necesarios para la construcción de una nueva casa.
No sólo consiguieron lo que buscaban, además llevaron gaseosas porque tenían sed.
Al regresar, uno ordenó los ladrillos, otro la cal, otro la arena, otro el cemento, otro la madera, otro las herramientas, otro las tejas y así, entre todos, se prepararon para trabajar en la construcción.
Pedro Lluvia y Pedro Calor hacían la mezcla para unir los ladrillos.
Pedro Viento y Pedro Frío les acercaban los baldes con la mezcla hecha a Pedro Trueno y Pedro Relámpago que eran los que levantaban las paredes de ladrillos.
Pedrito, el gigante más bonito, servía la gaseosa en los vasos y Negrita Nieves iba y venía llevándole gaseosa a los Pedros Constructores.
Los gigantes trabajaban muy rápido. A medida que pasaban las horas la nueva casa quedaba cada vez más linda.
Les pusieron unas puertas y unos ventanales enormes.
Las habitaciones eran grandísimas.
Al atardecer, cuando la terminaron, Negrita Nieves y los Siete Gigantes se pusieron frente a la casa y dijeron:
-¡Quedó hermosa!
-Sí, está...
-¡Divina!
-Sí, está...
-¡Espléndida!
-Sí, está...
-¡Maravillosa!
-Sí, está...
-¡Fenomenal!
-Sí, está...
-¡Increíble!
-Sí, está...
-¡Estupenda!
-Sí, está...
-¡Fabulosa!
-Sí, está...
-¡Genial!
-Sí, está...
-¡Excepcional!
-Sí, está...
-¡Admirable!
-Sí, está...
-¡Impresionante!
-Sí, está...
-¡Buenísima!
-Sí, está...
-¡Fascinante!
-Sí, está...
-¡Excelente!
-Sí, está...
-Deslumbrante!
-Sí, está...
-¡Fantástica!
Se hizo un largo silencio
-Sí, está linda – dijo Pedrito – ¿Y los muebles?

Se habían olvidado de los muebles. Pero no fue problema, para comenzar usaron algunos de los muebles que tenía Negrita Nieves y con la madera que habían comprado construyeron algunas camas y sillas y mesitas de luz.
Ahora sí no faltaba nada.
Ya eran las ocho de la noche y todos se dieron cuenta de que, desde el mediodía hasta esa hora, no habían comido nada.
Negrita Nieves dijo:
-Es verdad lo que dicen los médicos, estar acompañada de buenas personas ayuda a comer menos. Charlando con Ustedes y ayudándolos en la construcción, no me preocupé por la comida.
-¡Qué bueno! – dijo Pedro Trueno.
-Pero yo tengo hambre- dijo Pedro Lluvia.
-Que tal si comemos algo livianito –propuso Pedro Calor.

Y partieron los ocho hacia el supermercado y compraron un pollo, arroz y unas manzanas para el postre.
Teniendo en cuenta que se trata de la comida para Negrita Nieves y los Siete Gigantes, no era tanto.
Y fue allí cuando Negrita Nieves volvió a darse cuenta que es más importante tener amigos que nos llenen el corazón que estar solo con la panza llena.
Y de tan pero tan feliz que estaba, desde ese día siempre se cuidó en las comidas.
Se servía porciones pequeñas pero nutritivas, comía fruta, era moderada con los dulces, hacía un poco de gimnasia cada día, bajó algunos kilitos que tenía de más y tuvo un cuerpo muy sano.
Por las tardes, con los Siete Gigantes leían obras de teatro y, aprovechando que eran muchos, las representaban.
Les salían tan pero tan bien que ahora Negrita Nieves y los Siete Gigantes trabajan los fines de semana como actores de una obra para chicos creada por ellos mismos que se llama “La Rubia más linda y los siete bajitos”.
Lo que hacen en el teatro es algo muy hermoso pero yo me tengo que ir a dormir así que se los cuento otro día.

Daniel Adrián Madeiro

Copyright © Daniel Adrián Madeiro.
Todos los derechos reservados para el autor.

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